De izquierda a derecha: David Lozano (Gerente de la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural), Ana Abán (Directora del Parque de las Marionetas), Roser Vila (Premio a la Trayectoria), Helena Millán (con el premio otorgado a Jaime Santos, de La Chana), Sara Fernández (Consejera de Educación, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Zaragoza), Carmen Blasco (jefa de programación del Ayuntamiento de Zaragoza) e Ismael Civiac (de la cía. Civi Civiac y miembro de la Junta Directiva de Ares Aragón Escena, tesorero), presentador de la noche. Foto T.R.

Los Premios del Parque de Las Marionetas

El sábado 14 de octubre, a las 21h, se entregaron los dos premios que el Parque de las Marionetas otorga cada año. Fue el encargado de presentarlos el gran mago y actor Ismael Civiac, que salió con su traje de gala y ejerció de perfecto maestro de ceremonias. El Premio a la Trayectoria fue para Roser Vila, conocida activista cultural catalana fundadora de 23 Arts, ‘por toda una vida entregada a descubrir y acompañar a compañías de títeres nacionales e internacionales, y siempre al servicio de los artistas para gestionar sus espectáculos y de los programadores para ayudarles a conocer nuevas propuestas artísticas’. Entregó el Premio la Consejera de Educación, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Zaragoza, Sara Fernández.

Roser Vila junto a Ismael Civiac. Foto T.R.

Fue una total sorpresa para la homenajeada, pues no sabía nada en absoluto del premio que se le iba a dar. Un premio más que merecido, dado a una persona que ha batallado toda su vida por los demás, quedando siempre en un segundo plano.

Sara Fernández, Consejera de Educación, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Zaragoza, entrega el premio a Roser Vila. Foto T.R.

En cuanto al Premio al Mejor Espectáculo del Parque 2023, recayó en la compañía de Salamanca La Chana Teatro con la obra Blancanieves, dirigida e interpretada por Jaime Santos, ‘por la inteligente puesta en escena, el exquisito trabajo con los objetos y la calidad interpretativa’. En esta ocasión, la compañía, que terminó sus actuaciones en el Festival el día 13, y ya se encuentra de gira hacia otros escenarios, no pudo estar presente y recogió el premio en su nombre la histórica titiritera Helena Millán.

Foto de familia tras la entrega de los premios. Foto T.R.

Tras la entrega de premios, se procedió al acostumbrado vino español que la organización ofrece a las compañías y a los técnicos que hacen posible que el Festival exista.

Este momento de relajo fue aprovechado por muchos de los presentes para agasajar y felicitar a Ana Abán, que este año se despide de la dirección del Parque de las Marionetas. Un trabajo, el de Abán, increíble y muy valorado por la profesión, que ha visto como los títeres han sido los protagonistas del Festival siempre con el pabellón de la calidad muy alto. Especialmente valorado ha sido su empeño en mostrar al público que llena años tras año el Parque Grande en los días del Pilar, a los grandes maestros del teatro de títeres popular de guante europeo y español. No cabe duda que su labor en este campo concreto de los títeres ha dado numerosos resultados y fructíferos encuentros creativos.

Ana Abán flanqueada por tres maestros titiriteros de guante: a su derecha, Luís Zornoza Boy, a su izquierda, Paolo Rech y Quique Di Mauro, en octubre de 2017. Foto T.R.

Igualmente, la combinación de títeres y de teatro de feria ha sido muy afortunada, con espectáculos de una enorme categoría y originalidad. Una labor, la de Ana Abán, que quedará como una aportación de lujo en el panorama del teatro de títeres en Aragón.

A continuación vamos a hablar de tres de los espectáculos vistos en el Parque de las Marionetas 2023: Cuentos Mágicos, de Teatro Los Claveles; La pizarra perdida de Einstein, de La Tía Helena; y Un pedazo de Luna, de A La Sombrita.

Teatro Los Claveles, con Cuentos Mágicos ‘Kamishibai’

Actuó en la Carpa Palacio de los Podigios la histórica compañía de Murcia Teatro Los Claveles con una de sus obras más emblemáticas, Cuentos Mágicos, para la que se han inspirado en el lenguaje japonés del Kamishibai, una forma de explicar historias a través de imágenes e ilustraciones. Y lo hacen Paca García y Aniceto Roca recurriendo a uno de sus saberes teatrales más exquisitos: la música en directo, la canción y la magistral ironía con la que suelen aderezar sus espectáculos.

Aniceto Roca y Paca García. Foto compañía

Para adaptarse a las condiciones del Parque, que exige para los espectáculos en las carpas duraciones de no más de veinte minutos, Los Claveles escogieron uno de los tres títulos que componen sus cuentos: el de La Gata Simona. Una maravilla de cuento que tuvo, a niños y mayores, atrapados por el buen hacer de los dos titiriteros.

A un lado del escenario, Aniceto Roca con una guitarra y su voz grave que puede ir a los agudos y a los falsetes cuando lo exige el guion, y actuando como actriz-narradora y titiritera, manejando en este caso las pinturas que componen los sucesivos decorados de la pieza, Paca García, que sabe como encandilar a los espectadores con esa tonalidad tan suya repleta de irónica finura y de una voz seductora y bien afinada.

Paca García con la Gata Simona. Foto compañía

El modo de combinar canción, narración e imágenes ante la mirada de los espectadores es perfecto para explicar el cuento, cuyas escenas, representadas por los cuadros pintados, se suceden como en un juego plano de matrioshkas o muñecas rusas, que siempre se abren y se muestran vacías una tras otra, hasta llegar finalmente a la última donde se halla el meollo del asunto.

Todo salió tan bien encajado y perfecto, que los que asistimos a la función salimos entre sorprendidos y maravillados de que ello hubiera sido posible, y en tan solo veinte minutos. Una obra para niños pero que los mayores pueden disfrutar y aún más que los pequeños, al captar las cargas de profunda ironía que subyace en todo el texto y en el quehacer de los intérpretes. ¡Un verdadero lujo!

Títeres de la Tía Elena con La pizarra perdida de Einstein

En la Carpa Teatro Melodías pudimos ver un fragmento de la obra La pizarra de Einstein, escrita por Adolfo Ayuso y producida e interpretada por la compañía La Tía Elena, con Helena Millán y Marta Cortel de intérpretes-titiriteras, con escenografía de Ignacio Fortún y dirección del mismo Ayuso. Obra que se presentó en abril de 2023 y en cuyo estreno estuvo este cronista (vean aquí en Titeresante). Un encargo de la Universidad de Zaragoza en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza y Caja Rural de Aragón, para recordar y festejar la conferencia que el sabio impartió en 1923, hace justo cien años, en el Aula Magna de la Universidad de Zaragoza.

Marta Cortel y Helena Millán con dos de sus personajes. Foto de Víctor Izquierdo

El punto de partida es la visita de un grupo de alumnos a un hipotético Museo Einstein donde está recogida la conferencia que el sabio impartió en 1923, hace justo cien años en el Aula Magna de la Universidad de Zaragoza, donde llenó de fórmulas y dibujos una pizarra que después desapareció. Un verídico argumento que sirve para repasar su excepcional vida y obra, unida a la Física, y a su lucha por la paz, y para encontrarse en una especie de túnel del tiempo con figuras como Newton y Ramón y Cajal.

Pero como ya dije en el anterior artículo mencionado, y permítanme que me cite a mi mismo, ‘donde el montaje se eleva en su quintaesencia titiritera y a la vez nos habla de un modo directo sobre el concepto de relatividad, es cuando Einstein y algunos de los personajes históricos se encarnan en los títeres de guante, que Helena Millán maneja desde atrás de un retablo que en realidad siguen siendo dos pizarras llenas de signos de la física. Con unas voces y una manipulación extraordinarias, la titiritera de Zaragoza nos ofreció uno de los momentos más brillantes de la obra, cuando Einstein y Ramón y Cajal intercambian sus cabezas para ofrecernos unas escenas hilarantes y maravillosamente titiriteras, de esas que solo con títeres se pueden hacer y que a veces nos recuerdan los momentos álgidos del cine mudo cómico de Charlot o de Karl Valentin”. 

El equipo de ‘La pizarra perdida de Einstein’. Foto Víctor Izquierdo

La versión que pudimos ver en el Parque Grande mantenía precisamente esta escena hilarante, así como muchas otras que nos condujeron a un conocimiento de los personajes tratados. Nos perdimos, eso sí, el conjunto de los niños, una de las maravillas de este montaje, aunque sí estaban las voces y algunos de ellos sacando sus cabecitas.

Los espectadores aplaudieron con muchas ganas, indicando que aún fragmentada, la obra funcionó perfectamente, gracias por supuesto al esfuerzo realizado por las dos intérpretes, que bordaron su trabajo en el pequeño espacio de la Carpa Teatro Melodías.

A La Sombrita, con Un trocito de Luna

Fue en La Carpa de los Sueños, allí donde suelen instalarse las compañías que trabajan con las sombras, donde pudimos ver la obra Un trocito de Luna, de la compañía de Écija A La Sombrita. Se trata de uno de sus títulos más emblemáticos, en el que José-Diego Ramírez despliega todo su saber acumulado a lo largo de tantos años de trabajar con las sombras.

José Diego Ramírez con las siluetas de la obra. Foto compañía

La obra, una adaptación de ¿A qué sabe la luna? de Michael Grejniec, sirve a José-Diego para mostrar dos técnicas muy diferentes de hacer sombras: las ancestrales sombras chinescas hechas con las manos, y las de silueta recortada, disciplinas las dos que el de Écija domina a la perfección.

Lo interesante es el modo de contar la historia de este episodio de aunar esfuerzos para conseguir los objetivos propuestos: lo hace José-Diego haciéndolo todo directamente a la vista del público, de modo que este puede ver el qué y el cómo, un ejercicio cada vez más utilizado en el teatro contemporáneo de los títeres, de mostrar al mismo tiempo el ‘hacer’ y el resultado de este quehacer. Un ejercicio en realidad de autoobservación, en el que se desvela la complejidad de los procesos de percepción, algo de suma importancia hoy en día.

En plena actuación. Foto compañía

A La Sombrita maravilló a los espectadores, en una reducción de la obra a los veinte minutos de rigor de las carpas. Y todos salimos enriquecidos no solo por la fábula moral de la obra, sino por haber participado en una forma de ver que aúna el entretenimiento con la percepción compleja de la realidad.