(Fotografía de Víctor Izquierdo)
Se estrenó el viernes 21 de abril de 2023 en el Teatro del Mercado de Zaragoza la obra La pizarra perdida de Einstein, viaje por la relatividad de un sabio, escrita por Adolfo Ayuso, en una producción de la cía. Los Títeres de la Tía Elena. Una obra que la Universidad de Zaragoza, en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza y Caja Rural de Aragón, ha encargado a Ayuso para recordar y festejar la conferencia que el sabio impartió en 1923, hace justo cien años, en el Aula Magna de la Universidad de Zaragoza, donde llenó de fórmulas y dibujos una pizarra que después desapareció.
El argumento urdido por el autor sirve para repasar su excepcional vida y obra, unida a la Física y a su lucha por la paz, para encontrarse en una especie de túnel del tiempo con figuras como Newton, Ramón y Cajal o el rector Royo Villanova. Como se dice en la presentación del proyecto: En esta obra no hay sesudas explicaciones físicas, pero sí un encuentro con el títere de Ramón y Cajal donde ambos discuten sobre la importancia excesiva de la fama y donde ambos deciden intercambiar sus cabezas para conocerse mejor, algo que solo lo pueden hacer los títeres, pero que sería fundamental hacerlo todos los seres humanos. Otro encuentro con el físico del XVII-XVIII, Isaac Newton, donde discuten del papel de la manzana desde su aparición en la Biblia. Hemos subtitulado “La Pizarra perdida de Einstein” con una frase reveladora: “Viaje por la relatividad de un sabio”. Porque un sabio nunca es sabio en todas las parcelas de su vida.
El equipo el día del estreno. Fotografía de Arantxa Alcubierre
Hemos citado este largo parágrafo porque explica muy bien el espíritu de la propuesta y da unas buenas pinceladas sobre por donde han querido transitar el autor y sus responsables escénicos.
Antes de entrar en materia, hay que decir que, aun tratándose de una producción sencilla, en realidad debemos considerarla como de lujo, por los artistas que han participado en ella, de una enorme relevancia.
Marta Cortel y Helena Millán. Fotografía de Víctor Izquierdo
El arranque es potentísimo: un grupo de niños entra en el Museo Einstein donde una guía les explica la histórica visita del famoso científico a Zaragoza. Los niños son figuras recortadas, obra del gran pintor Ignacio Fortún, responsable de la escenografía y autor de estos títeres planos, a los que ha conseguido dar una vida extraordinaria con simples movimientos de boca, de ojos, de una mano, o de la misma cabeza que sale y su desplaza allí donde quiere llegar la voz. La guía es una brillante Marta Cortel, joven actriz de porte luminoso y cuidado, perfecto contrapunto al otro personaje vivo de la obra, un viejo encargado del Museo con bata y cargado de espaldas, al que da vida Helena Millán, en lo que podemos considerar una de sus mejores interpretaciones. Ambas son en realidad las actrices manipuladoras de todos los muñecos y también quienes les ponen voz.
Los niños. Foto compañía
Los diálogos de los niños, sus ocurrencias disparatadas y las logradas expresiones de sus rostros, son una verdadera maravilla, que hacen tronchar de risa al público e introducen de un modo fresco y guasón la visita de Einstein, sin restar un ápice la importancia histórica del personaje. No tiene desperdicio el momento en que el encargado muestra a los niños el cerebro de Einstein, lo que provoca los comentaros más chistosos de los niños o del mismo bedel.
El contexto visual donde se desarrolla la acción está marcado por las pizarras, todas ellas repletas de signos matemáticos, que nos sitúan no solo en el título de la obra, sino en su realidad científica misma.
Ignacio Fortún en su taller. Foto compañía
Pero donde el montaje se eleva en su quintaesencia titiritera y a la vez nos habla de un modo directo sobre el concepto de relatividad, es cuando Einstein y algunos de los personajes históricos se encarnan en los títeres de guante, que Helena Millán maneja desde atrás de un retablo que en realidad siguen siendo dos pizarras llenas de signos de la física. Con unas voces y una manipulación extraordinarias, la titiritera de Zaragoza nos ofreció uno de los momentos más brillantes de la obra, cuando Einstein y Ramón y Cajal intercambian sus cabezas para ofrecernos unas escenas hilarantes y maravillosamente titiriteras, de esas que solo con títeres se pueden hacer y que a veces nos recuerdan los momentos álgidos del cine mudo cómico de Charlot o de Karl Valentin.
Fotografía de Víctor Izquierdo
Otra escena muy lograda es la misma conferencia de Einstein en el Aula Magna de la Universidad de Zaragoza. En vez de palabras, el genial científico opta por llenar la pizarra con sus fórmulas y dibujos, mientras se va entusiasmando en su locura de físico matemático y empieza a volar. Nadie entiende nada, pero todos saben que son los signos mágicos que abren una nueva época. El rector quiere guardar esa pizarra para la posteridad. Pero la pizarra se perderá.
Una obra que no se olvida de hablar del tiempo histórico, del nazismo y de la persecución de los judíos, de la huida de Einstein a los Estados Unidos, o de la misma bomba atómica que nació de sus avances científicos.
Esperando en la estación. Fotografía de Víctor Izquierdo
Muy logrado el trabajo del director de escena hispanofrancés David Moreau, que ha sabido conjuntar la complejidad del guion sin salirse del lenguaje titiritero, realzando las dotes talentosas de las dos intérpretes. Igualmente, la labor de Ignacio Fortún, ya antes comentada, este brillante artista siempre atraído por el teatro de títeres, como ha demostrado en tantas ocasiones. Así como el vestuario de Arantxa Ezquerra. Y una muestra más de la valía de Adolfo Ayuso como autor de teatro para títeres, propio de alguien que conoce muy bien los recursos del lenguaje titiritero y los trucos del oficio. Un autor tan sagaz como cauto, que prefiere prodigarse más en la no menos importante mirada distante del historiador.
Adolfo Ayuso y Esteban Villarrocha, en el centro, flanqueados a su derecha por José Luís Melendo, histórico cerebro del teatro en Aragón, y Pilar Pardo, destacada figura del equipo de gestión de Arbolé; y a su izquierda por Ana Abán, gerente de Ares Aragón Escena y coordinadora del Festival Parque de Las Marionetas, y Luis Felipe Alegre, fundador y alma máter de la compañía El Silbo Vulnerado. Fortuito y alborozado encuentro de seis relevantes activistas del teatro aragonés antes de empezar la función, en la entrada del Teatro del Mercado de Zaragoza. Foto T.R.
Como dijimos antes, un verdadero equipo de lujo que sitúa a la cía. La Tía Elena en uno de sus momentos de más esplendor, con una obra que, tras el obligado rodaje, está destinada a recorrer los escenarios del país y del mundo hispanoparlante.