Continuamos con nuestra crónica de los espectáculos vistos en Ovar, durante su 11a edición del FIMO, el Festival Internacional de Marionetas de Ovar.

Hablaremos en este artículo de los espectáculos siguientes: Cia. Tu Mateixa, con Laia o el Vuelo de la Imaginación, Colgando de un hilo, de Di Filippo Marionette, O Ninho, de Partículas Elementales, Roulettes, de la Cia. Ele, A árvore cantada, de Cia. Bipolar, y Hullu, del Blick Théâtre.

Antes, conviene avanzar el fallo de los dos jurados que hubo para los Premios del Festival: el del Público y el del Jurado.

Rhoda López y Remo di Filippo.

El primero fue concedido a Colgando de un hilo, de Di Filippo Marionette.

Johanna Ehlert en plena representación, de Blick Théâtre. Foto de Dias.

El segundo tuvo una mención especial para Hullu, de Blick Théâtre.

Carlos Silva, de Partículas Elementales, con O Ninho.

Y dio el premio al mejor espectáculo, por su capacidad de conseguir una lenguaje que va a lo esencial, a O Ninho, de Partículas Elementales.

Jurado, a la derecha de la imagen. Foto de Dias.

El Jurado estuvo compuesto por las siguientes personas: Serge Valque, Oriol Ferre, Chloe Lalanne, Elisabet Agusti, Daria Ivanova y Pedro Damião.

Laia, de la Cia. Tu Mateixa.

Pudimos ver en el Jardín Urbano de Ovar el trabajo de Júlia Barnabé, marionetista brasileña que aprendió el arte del hilo en la Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal, en Barcelona, donde también estudió teatro en la escuela de Berty Tobies, lo que explica el nombre catalán de la compañía (Tu Mateixa significa Tu Misma en catalán, para indicar que Júlia Barnabé se lo hace todo ella misma, al menos en esta primera aventura) y también el nombre catalán del personaje, Laia, a modo de homenaje a la ciudad que la vio nacer artísticamente.

Laia es una marioneta a la que le gusta volar con la imaginación. Ella misma es fruto de alguien que la imaginó colgada de unos hilos, una condición de ser que, a diferencia de lo que ocurre con las personas humanas, en las que los hilos sirven para someter, a las marionetas los hilos las incitan a la libertad de hacer lo imposible.

Claro que a veces hay casos de marionetas que se rebelan contra sus manipuladores, pero no es el caso de Laia, por una simple razón: su manipuladora comparte con la marioneta un mismo ideario, una misma sensibilidad, un mismo ‘vivir en la ensoñación del arte’. Quizás sea esta la otra razón secreta del nombre de la compañía, ‘Tu Misma’, Tu Mateixa, dando la clave a los espectadores sobre el espectáculo: ¿acaso no es una invitación al público para que también ellos sean como Laia, es decir, lo que en el fondo ellos mismos quieren ser?

Volar con la imaginación es hacer realidad los deseos. Lo consigue Laia con la pintura. La marioneta coge un pincel y pinta el decorado de su libertad, para luego echarse a soñar en su interior.

Todo este engranaje de sutiles identificaciones, tan característico del arte de los hilos, se encuentra en este primer trabajo de Júlia Barnabé, provista de una agradable y correcta presencia con el mando en las manos, en la línea que es propia de los que han bebido de la pócima otaliana, que sabe conjugar muy bien entrega y distancia, amor y desapego, básico brebaje para lidiar con las marionetas de hilo.

Júlia Barnabé con Laia dormida.

El público agradeció con sinceros aplausos el trabajo tan sutil, delicado y cargado de nobles y terceras significaciones, de la brasileña catalana.

Colgando de un hilo, de Di Filippo Marionette.

Hemos hablado ya varias veces de esta compañía, la última hace justo una semana cuando actuó en el Festival de Oeiras (ver aquí) y que ha merecido recibir en Ovar el Premio del Público.

Y es que, en efecto, Rhoda López y Remo de Filippo supieron conectar muy bien con los espectadores, gracias al trabajo tan refinado y entusiasta de los dos titiriteros, un éxito más de la factoría Pepe Otal, pues Remo aprendió la ciencia del hilo en el Taller del de Albacete.

Técnica impecable y sobre todo, una voluntad de trascender la pericia de lo complejo a través de un ropaje dramatúrgico que sabe envolver las marionetas con el aliento humano de sus dos artífices manipuladores.

Remo di Filippo y Rhoda López.

Más la honestidad que destila la noble disciplina del hilo, un arte capaz de conjugar la horizontalidad temporal de la vida humana con la verticalidad metafísica que rompe la línea inexorable del Tiempo y abre un espacio a lo imposible.

O Ninho, de Partículas Elementales.

Este precioso y delicado trabajo de Carlos Silva, que en nuestra anterior crónica sobre el Festival de Oeiras definimos de intimista, que busca una conexión casi epidérmica con los espectadores, niños y mayores (ver aquí), recibió en Ovar el Primer Premio del Jurado, el cual valoró el enorme trabajo de síntesis y de sencillez estilística capaz de atrapar a los espectadores más chicos pero también a los mayores.

Actuó Partículas Elementales en el Parque Urbano de noche, al aire libre, bien protegido por unos paneles que delimitaban el espacio, y consiguió que el calor de su personaje y del micro mundo que crea Silva con la eficaz escenografía de Leonor Bandeira, se impusiera sobre el frescor nocturno de la costa atlántica.

Carlos Silva.

Un premio más que merecido, que enaltece el trabajo lleno de sensibilidad del titiritero portugués.

Roulettes, de la Cia. Ele.

De nuevo estamos en los dominios titiriteros del Taller de Marionetas de Pepe Otal, pues Raquel Batet y Marta Lorente, las dos componentes de Ele, aprendieron en él la técnica del hilo, que practican en este pequeño bombón teatral que es Roulettes, un espectáculo que no ha cesado de girar por toda Europa desde que fue descubierto por los principales festivales del país.

El mérito de las dos marionetistas es haber logrado construir una sencilla y preciosa historia con sólo dos marionetas, sin una sola palabra y a través de un ejercicio de delicada manipulación. Un trabajo cargado de sabiduría, humildad, inteligencia y honestidad.

Como ya dije en una ocasión (ver aquí), Ternura, profundo sentimiento humanista, cruce de las edades, tolerancia de las diferencias entre sí, tales podrían ser los contenidos que se desprenden del espectáculo de Ele.

Raquel Batet y Marta Lorente.

En Ovar actuaron en el Jardín Urbano y en el Largo Neptuno, con una excelente respuesta de los espectadores.

A árvore cantada, de Cia. Bipolar.

Cátia Vieira, de Portugal, y Juan Abalos, de Argentina, son los dos componentes de esta compañía internacional hoy instalada en el interior de Portugal. El espectáculo que presentaron en Ovar, A árvore cantada, es un trabajo solista creado por Cátia Vieira, en el que expresa un profundo compromiso con el tema ecológico de salvaguarda del medio ambiente y de respeto a la naturaleza.

La obra, de un carácter que podríamos definir casi de chamánico, junta a un personaje femenino representado por una marioneta de escuetas e interesantes líneas estilísticas con un árbol y unas nubes que traen lluvia. El elemento Agua es el otro punto cardinal de la propuesta.

Muestra arrojo y valentía Cátia Vieira al dejarse poseer ella misma por la Madre Tierra, en una atractiva figura, llevando el espectáculo a una especie de rito chamánico que busca reunir la Vida y la Naturaleza con los elementos que le son constitutivos.

El canto mágico del personaje interpela a los espectadores ante problemáticas de urgencia que exigen soluciones rápidas por no decir inmediatas.

Cátia Vieira .

El público así lo pareció entender, premiando la propuesta con una buerna salva de aplausos.

Hullu, de Blick Théâtre.

Terminamos esta segunda crónica con el que fue sin duda uno de los platos fuertes del Festival, el montaje Hullu, de la compañía francesa de Toulouse Blick Théâtre. Una obra que ya había visto en Barcelona (ver aquí), y que volvió a maravillarme en el FIMO, donde la vi en el escenario del Centro de Arte Ovar.

Realizada a partir de una idea de Johanna Ehlert, con dirección de Dominique Habouzit e interpretada por Johanna Ehlert, Loïc Apard y Matthieu Siefridt, Hullu hace aparecer de la nada unos personajes-títeres que se entrometen en la vida de los tres humanos que protagonizan la obra. Surgen aparentemente para salvar a la mujer que se encuentra entre los dos hombres, empeñados en corregir sus distracciones y rarezas. Pero poco a poco, los seres pequeños de blanco se van imponiendo en el escenario. Construyen un muro imponente de cajas, como si quisieran cuadricular el espacio, quizás con la intención de cuadrar el círculo de la vida humana, tan difícil de amoldarse y con tendencia de hacer lo que se le antoja.

Y no tardamos en ver el origen de estos seres: figuras que surgen del interior de los personajes humanos, voces mudas sin rostro diferenciado -todos tienen la misma expresión- que se entrometen en sus libres albedríos.

El montaje de Blick Théâtre es de un impacto brutal, seguramente a causa de la limpieza técnica con la que surgen y se mueven estas criaturas de pesadilla, que acaban esclavizando a los tres humanos, obligados todos ellos a someterse a su dictado represor. El trabajo de los tres actores es espectacular, provistos de este afán de perfeccionismo que tienen los artistas de circo, pues la compañía cabalga entre varios lenguajes escénicos, siendo el circense uno de ellos.

Un modo de indicarnos hasta qué punto estamos poseídos por seres parásitos capaces de corporeizarse, unos aliens que no hay que buscar en paisajes extraterrestres, sino en nuestros mismos interiores contaminados como estamos por voces de orden, contrapuestas y obsesivas, que se burlan de nuestras singularidades. Pretenden imponernos unos muros cuadriculados de verdades con los que luego construimos nuestros mundos de ángulos rectos y celdas cúbicas. Unos aliens de la mente que orientan y dirigen nuestras ciudades…