(El Gigante Jorge, de Helena Millán)

Centro de Historias, Zaragoza
Del 25 de enero al 14 de abril de 2019

Se inauguró el viernes 25 de enero de 2019 en el Centro de Historias de Zaragoza, la exposición ‘Magia y Memoria de las Marionetas: Aragón-España’, que se podrá ver hasta el 14 de abril de este año. Con la finalidad de mostrar la realidad titiritera de Aragón, Adolfo Ayuso, autor de la exposición, ha elaborado un atractivo discurso en el que la historia de los títeres en Aragón se inserta en el contexto español, indispensable para entender el conjunto y llegar al presente.


Se entiende que así sea si tenemos en cuenta que Adolfo Ayuso es, en estos momentos, uno de los más importantes historiadores de los títeres en nuestro país, junto a los indispensables Francisco Cornejo, de Sevilla, y Jaume Lloret Esquerdo, de Valencia, entre otros. La exposición es reflejo asimismo de la gran vocación titiritera de su autor, que le ha llevado a desarrollar distintas facetas del oficio (autor de textos, director de festivales, investigador, divulgador y coleccionista), por lo que su conocimiento del tema es sólido y amplio.

Retablo del Teatro Arbolé.

Paco Paricio, de Los Titiriteros de Binéfar.

También podríamos decir que la exposición es un merecido homenaje a dos de las compañías más potentes y emprendedoras de Aragón, como son el Teatro Arbolé y los Titiriteros de Binéfar, dos realidades locales que además del ingente y reconocido trabajo que han desarrollado como compañías a lo largo de cuarenta años –ambas han celebrado su 40 aniversario estos dos años, el pasado y el presente–, han abierto teatros, han organizado festivales, publicado libros, recibido premios y hasta han abierto un museo. Por supuesto, la exposición también habla de las demás compañías, algunas casi tan longevas, como es el Teatro de Medianoche, y de personalidades aisladas que, como en el caso de Luís Felipe Alegre o de Helena Millán, han desarrollado una labor de gran relieve.

Luís Felipe Alegre, de El Silbo Vulnerado.

Pero la exposición no sólo muestra marionetas y el trabajo de las compañías, sino que invita a un recorrido a través de la historia de los títeres en España, cuyos inicios cabe situar en el uso animado que se hizo de las imágenes religiosas durante la Edad Media, para enlazarlo luego con las procesiones del Corpus, que incorporaban a una gran variedad de títeres de calle (gigantes, cabezudos, bestiario festivo) y a las famosas tarascas, tan prodigadas durante los siglos XVII y XVIII, verdaderos teatrillos de títeres rodantes, con movimientos por lo general automatizados.

Cristo articulado. Fondo del MNAC.

Es por eso que la exposición se inicia con imágenes de un Cristo articulado, procedente del MNAC de Barcelona, y de dos bocetos para tarascas del Corpus de Madrid, de 1711 y de 1749, procedentes del Archivo de la Villa, del Ayuntamiento de Madrid.

Boceto de Tarasca para el Corpus de 1749, Archivo de la Villa, Ayuntamiento de Madrid.

Pero antes de entrar en el recinto propiamente dicho de la exposición, el visitante se encuentra con algunas imágenes de impacto. La primera es el Gigante Jorge, creación de Helena Millán para la cabalgata del día de San Jorge de 2006 organizada por el Gobierno de Aragón. Una marioneta gigante muy hermosa, que también se ha movido en varias ediciones del Festival Campo dei Miraccoli de Arezzo, en Italia.

Primer plano del Gigante Jorge, de Helena Millán.

Ayuso aprovecha la ocasión para divulgar algunos textos de referencia sobre el arte de los títeres, citas que el visitante de una exposición siempre agradece en grado sumo. Muy bonita y oportuna en los tiempos que corren es la de Ramón Gómez de la Serna, situada sobre un antiguo grabado de títeres tradicionales. Dice así:

‘Los niños necesitan ese teatro. Los niños sin teatro de polichinelas no sabrán que la vida es una vorágine de garrotazos, que hay que saber sortearlos, estar prevenidos y conseguir que caigan sobre el marco del escenario en vez de sobre sus cabezas.’


Tras las pinceladas del Corpus y de las imágenes religiosas, la exposición se detiene un momento en la Máquina Real, esta realidad titiritera española de los siglos XVII y XVIII de la que tan poco se sabe (al menos hasta hace poco) y que tanta presencia e importancia tuvo en su época, no sólo en la Península sino también en América y otros territorios del Imperio. Y para ello, se basa en dos pilares: el trabajo de la compañía La Máquina Real de Cuenca que recreó, en 2008, lo que podría ser una representación de la Máquina Real en el mismo Corral de Comedias de Almagro, y la labor de investigación realizada por el historiador y titiritero Francisco Cornejo.

Dibujos de Francisco Cornejo sobre La Máquina Real.

Es precisamente sobre el estudio y los esquemas propuestos por Cornejo, reproducidos en la exposición, que Helena Millán, con la guía de Adolfo Ayuso, ha creado una maqueta a escala 1/8 de lo que debería ser un escenario de la Máquina Real.

Maqueta de La Máquina Real. Realización de Helena Millán.

De este modo, lo que hasta ahora divagaba en los supuestos de la imaginación (salvo el caso de la compañía de Cuenca), puede por fin concretarse en otras formas más concisas, hipotéticas aún, pero concretas y justificadas por la investigación. Un meritorio trabajo que aúna estudio y realización titiritera, ideal para un contexto como el de esta exposición.

Detalle de la maqueta de La Máquina Real.

El discurso del autor de la exposición se muestra claro aquí, cuando postula diferentes épocas o ‘edades’ en la historia de los títeres en España. Habla Ayuso de una Edad de Oro, que sería la correspondiente a los siglos XVII y XVIII, con el gran protagonismo de la Máquina Real, y los adláteres de las procesiones de Corpus y otras festividades con uso de figuras articuladas y en movimiento.

Tras la Edad de Oro, llegaría la que él llama La Edad de Plata, que sitúa entre 1905 y 1936. Citamos a Ayuso en uno de los textos del programa de mano:

‘Durante la Edad de Plata (1905-1936), los mejores escritores (desde Valle a Alberti, desde Benavente a García Lorca), los mejores músicos (desde Falla a Óscar Esplá), los mejores artistas plásticos (desde Picasso a Salvador Bertolozzi hasta Ángel Ferrant, Hermenegildo Lanz o Maruja Mallo) tuvieron relación directa con los títeres. Los títeres fueron una herramienta fundamental para renovar el teatro europeo y español’.

Cabezas de Títere Catalán, colección Sebastià Vergés.

Una Edad de Plata que cuenta con una viva realidad titiritera popular en todo el país y en la que Cataluña destacaría por las muchas compañías dedicadas a la práctica del llamado Títere Catalán, una modalidad técnica de manipulación única en el mundo que contó con importantes maestros y que confluyó con las élites artísticas en la famosa taberna de Els IV Gats.

Títeres catalanes, colección Sebastià Vergés.

Para mostrarlo, la exposición exhibe una preciosa serie de cinco cabezas de títere catalán pertenecientes a la colección privada de Sebastià Vergés (último de una larga dinastía titiritera aún en activo) así como una impactante Muerte y dos títeres toreros, alusión y homenaje a la única temática compartida por los titiriteros de todas las regiones de la Península, desde las Baleares, pasando por Catalunya, Valencia, Andalucía, las Castillas, el Norte, Galicia y Portugal: la tauromaquia.

El dramático final de esta Edad de Plata está bien representada por la magnífica foto en la que aparece Federico García Lorca junto a Helena Cortesina, en ocasión del estreno de El Retablillo de don Cristóbal en el Teatro Avenida de Buenos Aires, en 1934. Y junto a la fotografía, el títere que realizó Helena Millán para la exposición Rutas de Polichinela (2012) producida por el TOPIC de Tolosa, una reproducción precisamente del títere que sale en la fotografía.

Helena Cortesina y Federico García Lorca, con Don Cristóbal. Títere expuesto realizado por Helena Millán.

Es una constante en la exposición, y uno de sus mejores logros, recurrir al contraste entre la fotografía que nos habla de la memoria, y el títere real o copiado que se utilizó en la imagen fija. Una manera de dar vida al pasado, y de juntar a las dos dimensiones de la imagen plana las tres del muñeco o del atrezzo que se usó en ella. Lo expuesto adquiere así profundidad, y el visitante se queda con una imagen poderosa de lo que se quiere contar.

Títeres de Helena Millán. Reproducción de una escena de La Tarumba.

Eso es lo que sucede con la siguiente escena de la exposición, cuando se reproduce el teatrillo que usó la histórica compañía La Tarumba durante la Guerra civil, conducida por el pintor Miguel Prieto. Obra también de Helena Millán (mano derecha plástica de Ayuso en la exposición, junto al artista Fernando Lasheras, responsable del diseño gráfico y expositivo), la escena reproduce con fidelidad, a partir de las fotografías recuperadas recientemente en Moscú (ver aquí), a los generales Franco y Queipo de Llano, personajes de las obras Defensa de Madrid y Lidia de Mola, de 1937, de Luís Pérez Infante y Miguel Prieto, y Radio Sevilla, de 1937, de Rafael Alberti.

Fotografía de las campañas titiriteras del Frente de Juventudes.

Se menciona a continuación uno de los capítulos más olvidados de la historia de los títeres en la Postguerra Española, el protagonizado por una campaña organizada por el Régimen Franquista en sus primeros momentos y que formó a centenares de grupos de jóvenes titiriteros por todas las provincias españolas dentro de la estructura piramidal del Frente de Juventudes.

Títeres de las campañas del Frente de Juventudes.

Aquí se pasa de la Edad de Plata seguramente a la Edad de Hierro, aunque Ayuso no lo dice, pues se guarda mucho de calificar aquellos años oscuros donde todo el mundo tuvo que sobrevivir bajo condiciones muy duras. Teatro doctrinario, el de aquellos mozos falangistas, que tenía al héroe Flechas de protagonista, y que antecedió, tras sus escasos años de existencia, a las nuevas hornadas de los pocos titiriteros que, en aquellos años difíciles de la postguerra, sacaron de nuevo sus retablos a las plazas para defender la dignidad del oficio (Porras, Pino, Villarejo,Talio, Anglès, Vergés, Faidella…).

La exposición salta a los años sesenta y setenta, un capítulo titulado La Renovación, con tres nombres como referencia, Gonzalo Cañas (1937-2012), Harry V Tozer (1902-1999) y Francisco Peralta (1930-2018), tres personalidades que lucharon, cada uno en su campo y en su ciudad, por la recuperación y la dignificación del arte de los títeres y de la marioneta de hilo. Como dice Ayuso, una labor encaminada ‘Hacia un nuevo renacimiento’.

Gonzalo Cañas con su Retablillo de Don Cristóbal.

Y este rápido pero intenso e impactante recorrido por la historia de los títeres en España acaba con lo que Ayuso denomina ‘La Apoteosis de los Títeres’, la etapa que se inicia con la llegada de la Democracia, cuando ‘El teatro volvió a mirarse en el espejo de la sociedad en la que vivía’. Época de saltos al vacío, de aventuras estéticas y vitales, de salidas del retablo que de pronto deja de ser preceptivo, mientras la figura del actor-titiritero se incorpora al juego teatral, inaugurando nuevas  relaciones de tú a tú con el títere

Marioneta de Pepe Otal. El Apocalipsis (1981).

Se cita a dos de los protagonistas más destacados: Pepe Otal, el albaceteño que se instala en Barcelona y abre nuevas vías a la práctica del oficio con su Grupo-Taller de Marionetas (ver aquí), y Joan Baixas, ese gran innovador que todavía sigue abriendo caminos a día de hoy (ver aquí).

Muñeco de La Claca (Joan Baixas y Teresa Calafell) pintado por Joan Miró, espectáculo ‘Mori el merma’ (1977).

A partir de aquí, la exposición abandona el contexto español y se centra en Aragón, para analizar su pujanza actual. Para ello hace un repaso histórico de los festivales  y de las compañías que durante los años ochenta apostaron por un teatro de marionetas abierto al mundo y a las novedades del género.

Fundamentales fueron los primeros Festivales Internacionales de Títeres y Marionetas, organizados por el Ayuntamiento, que se celebraron en tres espacios concretos: el Teatro Principal (entonces aún no restaurado), el Teatro del Mercado y la Sala Arbolé (en su primera ubicación).


Por ellos pasaron las mejores compañías mundiales del momento, lo que abrió los ojos a las nuevas generaciones de titiriteros, ante las maravillas que llegaban de fuera y de las otras regiones de España. Fue un período largo, de 1980 a 1994, que lamentablemente acabó con el fin del Festival.


Sin embargo, la siembra de aquellos años dio sus frutos, y la aparición más tarde de nuevos festivales, efímeros algunos, más longevos otros, buscaron el reencuentro con el arte y la innovación titiritera. Es el caso de los ciclos Títeres y Juglares que se realizaron en el Monasterio de Veruela, el Titirilata, el Al Festival del Centro Cívico de La Almozara, el Parque de las Marionetas que se sigue realizando cada año por el Pilar, y por supuesto los diferentes ciclos, programaciones regulares y festivales organizados por el Teatro Arbolé, como el Festival Iberoamericano de Teatro para Niños y Niñas, o por Los Titiriteros de Binéfar, como el País de los Moñacos en la Casa de los Títeres de Abizanda.


También se hace mención a la importancia de Unima, la organización que aglutina a los titiriteros aquí y en todo el mundo, con iniciativas como la Muestra de Títeres de Aragón, organizada en su día por Unima Aragón, con una exposición de títeres de las compañías aragonesas, y un programa de actuaciones en el Centro Joaquín Roncal, Teatro Arbolé, Teatro de la Estación y Casa de los Títeres de Abizanda (Huesca).

Zaragoza ha sido también una capital que ha atraído a importantes maestros titiriteros, como Javier Villafañe, el gran poeta y titiritero argentino, que pasó varios años viviendo en la ciudad, agasajado por la hospitalidad del Teatro Arbolé y otros amigos. O el caso del cubano René Fernández, que encontró en los de Arbolé a una compañía con la que trabajar y dirigir nuevos espectáculos.

Javier Villafañe con su carromato de títeres girando por Argentina.

Ya hablamos antes de la importancia de la figura de Helena Millán, quien, a través de su compañía La Tía Helena, o en sus labores de solista y constructora para multitud de otras compañías, ha desarrollado un trabajo ingente y singular. La exposición le dedica una instalación con algunas de sus marionetas, con este estilo que la caracteriza de combinar la artesanía del hilo con el gusto por la belleza natural de árboles, ramas, piedras y otros elementos de la naturaleza.

Marionetas de Helena Millán.

La exposición, ante la imposibilidad de citar a todas las compañías que han existido en Aragón, menciona a Garabaita, activa entre los años 1985 y 1995. Sus integrantes, Karlos Herrero y Sol Jiménez, contaron con la dirección del argentino Héctor Grillo, heterodoxo titiritero entonces en España, quien gustaba crear espectáculos para adultos en los que se combinaban el trabajo de actor con el de títeres.

Marionetas de Garabaita.

También hay un cartel de Momo, la compañía de Jordi Pinar, este catalán de la Barceloneta que se instaló en Zaragoza y trajo a Aragón el espíritu ácrata que él bebió de Pepe Otal y su Grupo-Taller de Marionetas.


Una sala nos habla de esta tendencia profunda del teatro de títeres a hibridarse con otros lenguajes artísticos y escénicos, sean actores, como es el caso de Javier Aranda, uno de los valores en alza del panorama titiritero de Aragón, sean actores y poetas, como es el caso de Luís Felipe Alegre, de El Silbo Vulnerado, o la conocida compañía Viridiana, sean artistas plásticos, como Isidro Ferrer, Ignacio Fortún o David Vela.

Sombras del Teatro de Medianoche.

En el campo del Teatro de Sombras, se hace referencia a Teatro de Medianoche, fundada en 1984 por Domingo Castillo y Araceli Gil, pionera en estos lenguajes de la luz en Aragón y en toda España.

Títeres del Guantazo.

En cuanto al futuro, Ayuso hace hincapié en tres jóvenes compañías: dos de ellas capitaneadas por mujeres, como es Alicia Juárez, de Títeres Sin Cabeza, o Marta Cortel, de El Mar del Norte, jóvenes promesas de mucho empuje y creatividad (ver aquí). Y en Teruel, el caso de Títeres del Guantazo con sus Dos Dudosos Bandoleros, a cargo de Salvador Puche y Josevi Pepiol Bello (ver aquí).

Alícia Juárez.

Rescatadores y Coleccionistas

Si hablamos de memoria, parece lógico y justo que se hable de aquéllos que han luchado para que se conserve algo de este arte efímero (como es el teatro) y pobre (como son los títeres). Dice Adolfo Ayuso para reivindicar esta importante función de los rescatadores y los coleccionistas:

La Memoria estará a merced de interesados propagandistas si no existe quien la preserve y la cultive. Parte del menosprecio que ha sufrido el teatro de figuras en España se debe a la inexistencia de personas e instituciones que hayan guardado códices, facturas, grabados, fotografías, libretos, carteles y programas, marionetas y siluetas, teatrillos o simples recortes de prensa. Frente a la larga tradición de conservación en colecciones privadas y museos de toda Europa, en España vamos dando tímidos pasos que es preciso apoyar y difundir desde las instituciones.

Tres son los fondos a los que recurre Ayuso para ilustrar este capítulo de la exposición:

1- las magníficas colecciones de títeres y teatrines que con los años han acumulado Los Titiriteros de Binéfar, lo que les ha permitido disponer de su propio Museo situado en su Casa de los Títeres de Abizanda (ver aquí).

Guiñol del fondo del Museo de Títeres de Abizanda.

Varias son las piezas que proceden de su colección, como los varios teatrines con títeres para jugar, uno de ellos atribuible a Maurice Sand, el hijo de Gorges Sand, y la serie de los títeres catalanes, uno de ellos, el gato, de boca articulada, una rareza en este estilo.

Teatrín del fondo del Museo de Títeres de Abizanda.

2- el impresor, artista y coleccionista Francisco Boisset junto a Stella Ibáñez, de los que se muestran unas bellas siluetas para teatro de sombras pertenecientes al cabaret del Chat Noir de París (1886-1887) así como los cuatro libros con obras para el Teatro de Sombras

Sombras del Chât Noir, colección de Francisco Boisset y Stella Ibáñez

Libros para teatro de sombras, colección de Francisco Boisset y Stella Ibáñez

3- y el mismo Adolfo Ayuso, que nos muestra estos dos magníficos títeres que representan a la Muerte y a un miliciano, de autor anónimo, probablemente de origen catalán, durante la Guerra Civil.

Muerte y Miliciano. Colección Adolfo Ayuso.

Las dos grandes compañías: Los Titiriteros de Binéfar y Teatro Arbolé.

En efecto, la exposición acaba con dos salas dedicadas a estas dos compañías, merecido homenaje a la ingente labor de unos titiriteros que han dejado piel, aliento y fortuna al cultivo del arte de las marionetas, cada una con su estilo y características propias.

Los Titiriteros de Binéfar.

¿Qué decir de esta histórica compañía (ver aquí), Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud del año 2015, considerada como una de las más importantes del país, que desde su fundación gobiernan con sabia mano Pilar Amorós y Paco Paricio?

Retablo de Navidad, de Los Titiriteros de Binéfar.

En la exposición se muestran algunas piezas importantes de su repertorio: el Retablo de Navidad, compuesto de tres niveles diferentes a la manera de los teatrines de la Europa del Este con sus tres pisos que representan el Infierno, abajo, la Tierra en medio, y el Cielo arriba.

Trajes de Los Titiriteros de Binéfar.

Dice Ayuso que sólo con los trajes usados por los de Binéfar, se podría crear una exposición entera. Así parecen indicarlo los dos hermosos trajes de escenario que se muestran junto a una ilustración a todo color de David Vela donde se retrata a los múltiples componentes de la compañía.

Paco Paricio y Pilar Amorós en ‘El Bandido Cucaracha’ (1989).

Rematan esta sala dedicada a Los Titiriteros dos escenas en las que se combina imagen plana (fotografía) con el volumen de los decorados o las marionetas.

Escena de los Almogàvars (1993).

Pilar Amorós y Paco Paricio el día de la inauguración, con sus dobles escalonados en el tiempo.

Es el caso de la instantánea de dos jóvenes Pilar Amorós y Paco Paricio en plena manipulación de El Bandido Cucaracha, y otra escena de los Almogàvars. Dos composiciones muy logradas de dos obras fundamentales de la compañía.

El Teatro Arbolé

También nos pondría en un brete intentar resumir en pocas palabras el trabajo y el historial de esta compañía que este año cumple 40 años (ver aquí), y que ha tenido la osadía de combinar su trabajo artístico con el tremendo empeño de tener una sala propia, con todos los problemas que ello conlleva. El caso de Iñaki Juárez, Esteban Villarrocha y Pablo Girón es ejemplar, un caso único de fidelidad y compromiso con el proyecto, que se ha esforzado en cultivar, entre otras cosas, el género popular de los títeres de cachiporra, en su versión contemporánea.

Iñaki Juárez, en el Bululú de Los Cuernos de Don Frtiolera. Los títeres frente a la imagen fotográfica.

Lo avalan sus trabajos con Pelegrín, un héroe de los títeres populares que quedará en la memoria colectiva de los aragoneses (ver aquí), o la magnífica versión del Bululú de Los Cuernos de Don Friolera, de Ramón del Valle-Inclán.

Pelegrín.

En la exposición se muestran algunas piezas importantes, como el conjunto de los títeres que representan a un grupo de pintores españoles, de su obra Goya, el último disparate (de 1996), o los títeres de goma espuma creados junto con el maestro cubano René Fernández.

Marionetas de ‘Goya, el último Disparate’, de Teatro Arbolé (1996).

Una labor, la de Arbolé, que durante este año de aniversario desplegará sus activos y su memoria, de los que Titeresante será fiel portavoz.

Marionetas del Teatro Arbolé realizadas bajo la dirección de René Fernández.

El vídeo.

Termina la exposición con un vídeo que se proyecta en una sala oscura, donde Adolfo Ayuso en persona nos cuenta su lectura propia de la exposición. También unos parlamentos llenos de sensatez titiritera de Helena Millán, y otros del comisario, Adolfo Ayuso.

Libros y revistas.

Al salir al pasillo que hace de vestíbulo de entrada y salida de la exposición, vemos en un par de expositores planos una selección de las publicaciones, la mayoría del Teatro Arbolé, que nos muestran cómo de indispensable es publicar lo que se produce y comunicar al público lector las inquietudes de quienes se dedican a estos menesteres.

Libros publicados por el Teatro Arbolé.

Impresiona la cantidad de libros publicados por las colecciones editoriales del Teatro Arbolé, que espero continúen y se afiancen aún más.

Libros publicados por Los Titiriteros de Binéfar.

También están los libros publicados por Los Titiriteros de Binéfar, que suelen  editar además sus fantásticos cds con las canciones de su repertorio más solicitadas.

Conclusión.

La exposición ‘Magia y Memoria de las Marionetas: Aragón-España’ da fe de la vitalidad titiritera de Aragón y de una ciudad, Zaragoza, que cada día se instala más en su rica centralidad logística entre Madrid y Barcelona, que parece saber lo que quiere y se esfuerza en lograrlo.

Así al menos  lo indica el empeño de sus titiriteros, más confiados quizás en la importancia estratégica de la ciudad de Zaragoza que sus propios políticos, siempre entretenidos en las peleas de patio de poder.

Momento álgido de pujanza que busca su apoteosis y quizás una nueva Edad de Oro (¿no estaremos ya en ella?…), sabiendo que es algo que se busca y que jamás se encuentra, pues lo que importa aquí es, como dijo el poeta Antonio Machado, el camino del caminante. Buena ruta deseamos a sus protagonistas.