He aquí dos palabras que la historia del teatro ha juntado para siempre, al menos en la Península Ibérica. No es ninguna exageración. Si existe un tema unitario en los repertorios de los títeres populares de España, Cataluña, Mallorca, Galicia y Portugal, es el de la Corrida de Toros. Un tema que constituye una especie de denominador común de las tradiciones populares titiriteras de las tierras peninsulares.
Cartel en la fachada del Museo del Títere de Cádiz, con un toro y la Tía Norica.
Constituye, en efecto, uno de los momentos álgidos e indispensables del Dom Roberto portugués, que ellos llaman A Tourada. No sólo aparece en los espectáculos de los titiriteros hoy en activo, sino que también está presente en las colecciones de Robertos expuestos en el Museu da Marioneta de Lisboa. Joao Costa, un joven titiritero del Dom Roberto, ha recreado igualmente la figura de los “forcados”, peones encargados de inmovilizar al toro (ver aquí).
Torero, títere de Manuel Rosado. Museu da Marioneta de Lisboa.
Torero y toro. Robertos de Joao Costa.
Don Cristóbal Polichinela y los llamados Cristobitas lo tenían como una de las escenas principales, tal como se nos indica en los testimonios de la época.
Julio Michel, de Libélula, con su Cristobita torero.
Por su parte, el grupo Libélula de Segovia, en su espectáculo El Retablo de Cristobita (ver aquí), no sólo recrea la Corrida sino que también presenta unos magníficos encierros, con chupinazo incluido. Tendríamos que destacar en el apartado de los Cristobitas o Curritos el espectáculo Tauromaquia de Paz Tatay, en el que el verdadero protagonista es ni más ni menos que la misma Muerte (ver en Titeresante sobre este espectáculo aquí)
Títeres de Tauromaquia, de Paz Tatay.
En el Belén del Tirisiti de Alcoy, bella reliquia de los tiempos de antaño, la escena del bou (el toro) toreado por un matador llamado Clásico, es una de las más esperadas por el público.
Tampoco podía faltar en la tradición de los Titelles Catalans, como pueden testificarlo las dos sagas familiares que nos han llegado hasta hoy (Los Anglès y los Vergés) siendo Barcelona además una ciudad que llegó a tener tres plazas de toros y que fue importante capital taurina. El Museo de las Artes Escénicas del Institut del Teatre de Barcelona guarda unos preciosos títeres de la familia Anglès sobre esta temática.
Los hermanos Jaume y Josep Anglès, con el toro. Museo de las Artes Escénicas del Institut del Teatre de Barcelona. MAE.
Picador de la família Anglès. Museo de las Artes Escénicas del Institut del Teatre de Barcelona. MAE.
Carles Cañellas sacaba ya a finales de los 70 una escena de toros en su espectáculo de calle cuando actuaba en la Plaça del Pi con su compañía Col·lectiu d’Animació, que luego reprodujo en las funciones que hizo en el Circ Cric. Por su parte, Eugenio Navarro, en su espectáculo Rutinas que recoge varios números tradicionales de manipulación, tiene su correspondiente Corrida. Como lo tuvieron los espectáculos Malic Enamorado y A Dos Manos de La Fanfarra.
Carles Cañellas y el Col·lectiu d’Animació. Escena de toros con marionetas de calle. Foto de Jordi Bover.
Eugenio Navarro enseña el toro tras la función de Rutinas en el Born de Barcelona. Fotografía publicada en el blog mammaproof.org
El entierro del toro, en el espectáculo A Dos Manos, de Toni Rumbau. Foto de Albert Fortuny.
En los Teresetes tradicionales de Mallorca, la Corrida constituye una de las escenas más trabajadas y vistosas.
Escena del toro en el Sainete de la Tía Norica.
Y en la Tía Norica de Cádiz, el toro surge de improviso para embestir a Batillo y a la misma Tía Norica.
El toro se levanta. Sainete de la Tía Norica.
Habría que citar aquí la exposición de fotografías de Juan Ortiz de Mendívil que pudo verse en el Centro Cultural Buenavista de Madrid, sito en la Avenida de los Toreros, 5 (al lado de las Ventas) durante las Fiestas de San Isidro, titulada Tauromaquia de títeres. El Tío Melones o La corrida de toros, ilustración perfecta de esta fructífera relación que desde siempre han tenido toros y títeres. Las imágenes correspondían al libro Teatro de títeres de Cádiz. El nacimiento de la Tía Norica, que Juan Ortiz de Mendívil publicó en 2003 bastantes años después de haber tomado las fotografías en el Museo Provincial de Cádiz justo antes de que los muñecos se expusieran por primera vez. Los títeres fotografiados corresponden a su vez al sainete cómico de temática taurina atribuido a Manuel Martínez Couto, quien durante tres décadas fue director del popular grupo gaditano de títeres. (ver imágenes en la web de Juan Ortiz de Mendívil)
Torero de la Tía Norica. Foto de Juan Ortiz de Mendívil.
El autor de las fotografías destaca que Martínez Couto, que había sido cantante de zarzuela, fue un buen amigo del compositor Manuel de Falla, con el que llegó a colaborar profesionalmente, y que desde 1924 dirigió la compañía de títeres La Tía Norica durante cerca de 30 años. “Probablemente, escribió este sainete cómico, de argumento esquemático e ingenuo, para adaptar la corrida de toros, todas sus suertes y los elementos taurinos a escala de los títeres, de lo que surgió una maravillosa y colorista colección de títeres-toreros y telones para el fondo de las escenas que constituye una maravillosa y original tauromaquia de títeres”, destaca Juan Ortiz. (información recogida del Diariodecadiz.es)
Toreros de la Tía Norica. Foto de Juan Ortiz de Mendívil.
Desde una perspectiva simbólica y hasta antropológica, podríamos hablar de muchas afinidades entre títeres y toros. La relación del títere con la muerte y con el muerto (la manipulación del mismo cadáver) es un tema que desde siempre ha despertado el interés de los estudiosos de la marioneta. Así lo refleja Maryse Badiou en su magnífico e imprescindible libro “Sombras y Marionetas. Tradiciones, mitos y creencias: del pensamiento arcaico al Robot sapiens” (ver aquí).
El toro, en las artes tauromáquicas, representa a la muerte. Y la Corrida no es más que el rito que escenifica dramáticamente el enfrentamiento de los humanos con la muerte. Así lo expresa el color negro del noble animal, mientras el rojo del capote es el color rojo de la sangre. El ruedo o coso taurino, como lo fueron los coliseos romanos, con su forma circular, no es más que el terreno del juego de la vida, su escenario simbólico, con sus ritmos cíclicos marcados por la biología y que terminan con la muerte.
Plaza de Toros de la Maestranza, Sevilla.
También el títere es una figura que oscila entre la vida y la muerte: objeto que se anima –adquiere alma, vida– con el movimiento y la voz que le da el titiritero. El escenario representa este “pequeño gran teatro del mundo”, parafraseando a Calderón de la Barca, donde se representa la tragedia-comedia humana, y Valle-Inclán titula sus cinco obras más representativas del Esperpento como Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
Cabezas de madera. Museo Taurino de la Maestranza, Sevilla.
Es curioso que en el mismo origen de la Fiesta de los Toros encontremos a los títeres o, al menos, a unos rostros de talla de madera que nos recuerdan las cabezas que salían en las Máquinas Reales de los teatros españoles. Eran utilizados por los caballeros de la nobleza como diana para lucirse, vara en ristre, sobre sus caballerías. Estos juegos de lanzas y caballos se hacían también con toros, que permitían a los más valientes y duchos exhibirse ante el público. Los subalternos o matadores, gente llana del pueblo, se encargaban de rematar a los toros una vez habían sido convenientemente lanceados.
Cabeza para ser lanceada a caballo. Museo Taurino de la Maestranza, Sevilla.
Con el tiempo, estos matadores se fueron ganando las simpatías del público hasta convertirse, ya avanzado el siglo XVIII, en los verdaderos protagonista de la Fiesta de los Toros.
Estatua de Curro Romero, obra del escultor Sebastián Santos Calero, frente a la Maestranza de Sevilla.
Fue Juan Belmonte quién, a principios del siglo XX, estableció las bases del toreo moderno, tal como hoy lo conocemos. Si hasta entonces los matadores se dedicaban básicamente a correr y a hacer correr a los toros, a pie o a caballo, para acabar matándolo, Belmonte inventó unas nuevas reglas basadas en la inmovilidad y el temple. Él estableció los tres principios básicos del toreo: citar, templar, mandar. El toro dejó de ser una figura huidiza para convertirse en el coprotagonista de la Fiesta: cara a cara con el Matador, en un duelo a vida y muerte, ambos se observan y se retan. El toro se convierte en la otra cara de la vida, encarnación viva de la Muerte, situado en una posición intermedia entre el torero y el público.
Juan Belmonte.
Lo mismo ocurre en el teatro de marionetas: el títere, encarnación muerta de la Vida, se convierte en espacio y figura intermediaria entre el titiritero y el público.
Muerte. Tauromaquia, de Paz Tatay.
Para algunos titiriteros, las normas de relación con el público se parecen mucho a las de la tauromaquia. Así lo dice Iñaki Juárez, del Teatro Arbolé, de Zaragoza, cuando afirma que Parar, Templar y Mandar son las tres fases del rito titiritero: “1- parar a los niños (al toro) para que no se desboquen ni se impongan al diestro o maestro titiritero, 2- templar que significa engatusar al público para que no descubra el engaño, y 3- dirigir a los niños, es decir al astado, hacia donde queremos llevarlo. Un arte que Iñaki borda por lo general, siempre y cuando tenga un buen público en la sala -como ocurre con los toros, que no siempre las ganaderías son buenas.” (extraído del artículo “30 años de Pelegrín o el arte tauromáquico de los títeres de Iñaki Juárez”, publicado en Titeresante).
Azulejos en la Capilla de La Maestranza de Sevilla.
Una relación, la de títeres y toros, tan larga como fecunda, de mucho pasado y quién sabe si de mucho futuro. Reflexiones e imágenes tomadas estos últimos días en ocasión de una visita al Teatro de la Tía Norica de Cádiz y al Museo Taurino de la Maestranza de Sevilla.
Toros en un bar de Sevilla.
Habría que recordar también mi parodia de la corrida de toros con marionetas de hilo que creé en el Col·lectiu d’Animació en 1978.
Un número que después hice a diario en la pista del Circ-Cric y que finalmente en 1982 con Els Rocamora integré en el espectáculo La Maleta y representé hasta finales de 1996 en nueve países y con centenares de funciones.
Dicho sketch recibió enormes elogios por parte de Joan Brossa y Harry Tozer, entre otros muchos.
Es cierto, Carles, creo que no llegué a ver este número en el Circ Cric, y por eso se me ha pasado por alto. No cabe duda que me dejo muchos titiriteros actuales que también trataron el tema, como Gonzalo Cañas con su “El Toro Ibérico”, en el que hacía ya una reflexión sobre títeres y toros. Sería bueno ir añadiendo en este apartado de comentarios otros casos de tauromaquias titiriteras, que deben ser muchos…
También es interesante saber que el insigne titiritero Pepe Otal, que nos dejó en 2007, vistió de joven un traje de luces y se enfrentó a un toro en la plaza de Albacete, según creo recordar. Y Adolfo Ayuso nos ilustró sobre el titiritero Fèlix Manlleu, el que fuera invitado por García Lorca y Luís Buñuel a actuar en la Residencia de Estudiantes a raíz de la conferencia que el segundo dio sobre títeres de cachiporra, en su magnífico artículo publicado en la revista Fantoche nº2 titulado “Fèlix Manlleu, domador de leones y hombre del guiñol”, pues aunque Manlleu no fue torero, sí presentó espectáculos de luchas de toros con leones y aun otros animales en numerosos cosos taurinos del país.
Un tema que da mucho de sí…
Gracias, Carles, por tu comentario.
Toni Rumbau
Por cierto, Carles, sí recuerdo ahora que lo hacías ya en la Plaza del Pi, mucho antes que otros lo sacaran en sus retablos, tienes toda la razón del mundo!