(Gianluca Di Matteo en plena representación en el Parque de las Marionetas. Foto T.R.)

Se inició el miércoles 11 de octubre de 2023 la XXIV edición del Parque de las Marionetas que, como es bien sabido, corresponde también al XIII Festival Internacional de Teatro de Feria. Un encuentro de titiriteros y artistas de feria que se reúnen desde hace años en el Parque Grande de Zaragoza, también conocido como Parque José Antonio Labordeta.

Las Fiestas del Pilar

Pero antes de proseguir con esta primera crónica del Parque de las Marionetas, es preciso poner el evento en el contexto que le corresponde: Las Fiestas del Pilar, Fiesta Nacional y Día de la Hispanidad para la mayoría de los españoles, pero para los zaragozanos, la gran Fiesta Mayor de la ciudad, en la que acude buena parte de la población de Aragón, lo que explica los llenos tremendos que se viven estos días en Zaragoza.

Los cabezudos en acción. Foto T.R.

Para los que nos interesamos por esta cuestión de las fiestas y de las celebraciones rituales colectivas, es interesante conocer de cerca las Fiestas del Pilar, en su faceta zaragozana. Ayer por la noche, por ejemplo, este cronista quiso catar el ambiente que se respiraba por el centro de la urbe, y fui testigo del arranque de las charangas de jóvenes acompañadas por bandas musicales de viento y tambores, así como por los cabezudos más emblemáticos de la ciudad, en el llamado Paseo de la Independencia.

Charangas en acción. Foto T.R.

La Granvía, nombre que toma también la avenida, se halla repleta de chiringuitos de venta de todo, con pabellones regionales que ofrecen comidas típicas de cada región a buen precio, así como profusión de pequeños grupos musicales, de Andalucía, Galicia, Aragón y de muchos países hispanoamericanos: Bolivia, México, Perú, Argentina…, grupos que entretienen al personal con buenos equipos de sonido y emplazamientos estudiados y permitidos.

Esta diversidad de participantes se constata sobre todo cuando al día siguiente se celebra la ofrenda floral. Y es que son tantas las procedencias dispares de los que celebran la fiesta, que sorprende y maravilla esta abertura cordial y festiva a tantos pueblos y culturas diferentes, que se acepta sin ostentar de ello y sin que a nadie extrañe, aparte de algunos forasteros como yo, acostumbrado como estoy a unas fiestas colectivas más centradas en lo propio, como ocurre en Cataluña y otros lugares del mundo.

El cabezudo de Goya. Foto T.R.

¿Será verdad que aquí el Día de la Hispanidad se vive como algo real y vivo, lejos de las impostaciones oficiales que usan y abusan del tema, y de aquellos infumables Días de la Raza que el Franquismo se inventó? Una fiesta que gira alrededor de una imagen, la Virgen del Pilar, a la que al día siguiente -hoy, día 12- van a envolver con millones de flores, en la llamada Ofrenda Floral por la que desfilan miles de personas desde primeras horas de la mañana hasta la noche. Ya sabemos que hay muchos creyentes convencidos del valor religioso a estas imágenes y ceremonias, pero para la mayoría del pueblo (en Aragón, como en todo el país, los creyentes practicantes son ya una minoría), no deja de ser una efigie tan cercana, lejana, absurda y adorada como lo podían ser las divinidades paganas de la antigüedad, una excusa perfecta e ideal para aglutinar a su alrededor un sentimiento de pertenencia y de identificación que, en este caso concreto, se expande por toda la geografía peninsular hasta las costas americanas del Pacífico. ¡Algo sin duda insólito y extraordinario!

Por la noche, continúa el desfile hacia la ofrenda floral frente al Pilar. Foto T.R.

Este ambiente de cordial confraternización, bien regada por litros de vino y cerveza, es algo que se constata real y verazmente, un sentimiento de igualdad que alcanza también a las diferencias de clase, excluyendo por supuesto a las altísimas rentas, siempre celosas de sus privilegios.

Paella valenciana en la Granvía. Foto T.R.

En este sentido, la devoción popular a una imagen tan pequeña como es la de la Virgen del Pilar, no deja de ser un curioso anacronismo de raíces religiosas que hoy pertenece a otro tipo de devoción, propia de una necesidad de compartir algo común que nos dé protección e identidad colectiva. Pero lo curioso es que esta identidad colectiva no es cerrada ni exclusiva, sino que se abre en un extraño cosmopolitismo de naturaleza hispana, basado no en lo político (salvo las inevitables obcecaciones nacionalistas) sino en la lengua, la cultura, la música, la convivencia y el folclore. Que ello surja en una Comunidad como la aragonesa, bien instalada hoy en los avances propios del siglo XXI, pero con un sustrato rural todavía tan presente en su población y en sus costumbres, es algo que maravilla y sorprende muy gratamente.

Baile de jotas. Foto T.R.

Pero aparquemos por el momento nuestros asombros de naturaleza antropológica, y vayamos a esta otra antropología teatral que son los teatros de títeres y el Parque de las Marionetas.

La cachiporra se actualiza y renueva en el Parque de las Marionetas

Creo que esta afirmación es una verdad que resume de algún modo la aportación que, año tras año, la inteligente programación del Parque ha realizado con vistas a mostrar al público y poner cara a cara a los maestros actuales del títere popular de guante básicamente europeo, pero también latinoamericano e incluso de otros continentes.

El público visto desde el retablo de Luís Zornoza Boy, en la placita del Quiosco de Música del Parque Grande José Antonio Labordeta. Foto de Manuel Fernández Minaya

Así lo hemos podido apreciar quienes seguimos con atención estas actuaciones que este año se realizan fuera del recinto habitual de otras ediciones, cuando se hacía en la placita donde se encuentra el Quiosco de Música del Parque Grande, hoy lamentablemente cerrada. Una pena, porque la disposición actual elimina esta posición que había casi especular tan interesante, por la que los espectáculos se representaban frente a frente, ejerciendo cada uno de espejo del que tenía enfrente. Quizá por eso en esta edición hay tres espectáculos programados en vez de los cuatro habituales. Pero, por supuesto, el interés y la calidad de los que pueden verse estos días son, sin duda alguna, altísimos.

Gianluca Di Matteo, con Pulcinella

He aquí a uno de los maestros de los guaratelle napolitanos más competente y reconocido, que este cronista va siguiendo desde hace años. Y lo que he podido constatar una vez más, tras ver su actuación en el Parque de las Marionetas, es como Di Matteo se encuentra hoy realmente en el apogeo de su arte.

Gianluca Di Matteo en plena función. Foto T.R.

La posesión que tiene de la técnica y de las rutinas propias de Pulcinella es extraordinario, a la altura de los grandes maestros contemporáneos, que pueden contarse con los dedos de las manos. Años de práctica y disciplina recorriendo el mundo entero, frente a públicos dispares de los cinco continentes, han otorgado a Gianluca Di Matteo esta tesitura virtuosística de una manipulación que no tiene que pensarse, sino que permite a las manos actuar por su cuenta; saben lo que tienen que hacer sin pestañear, con un dominio tal del gesto que los que nos dedicamos a estas lides no podemos más que admirar y envidiar.

Y, aun así, cada maestro tiene su estilo, su ‘psicología’ propia de Pulcinella, sus matices que dan brillo a tal o cual aspecto. Pues por suerte todos los maestros son siempre diferentes. El estilo de Di Matteo lo podríamos definir como de un clásico distante, que mira su arte como un ‘oficio de servicio al público, pero también a la tradición’. Sabido es que una de las principales características de cualquier oficio es el servicio que presta a la gente en lo que cada uno sabe hacer. Di Matteo utiliza sus títeres para divertir, entretener, educar y liberar al público que tiene delante, y lo hace también mirando a la tradición, como si esta fuera un espejo oculto en una media distancia oblicua entre él y el público. A través de este espejo, las manos de Di Matteo dialogan y juegan creativamente con la Tradición de los guaratelle, buscando ambos, titiritero y tradición, sorprenderse mutuamente. Y es así como ambos van cambiando y aprendiendo. Mientras actúa, de algún modo es como si jugara de escondidas al frontón con el espejo, en un vaivén invisible para los espectadores, imperceptible incluso para el mismo titiritero, pero que va dejando sus huellas profundas en las rutinas y los juegos entre los personajes.

Gianluca Di Matteo en plena función. Foto T.R.

Soy consciente de que lo dicho suena más a ‘metafísica titiritera’ que a un saber demostrable y cuantificable. Pero para los que miramos con atención estos extraños quehaceres que son los títeres, tiene sentido desarrollar matizaciones de este tipo, que quizá no ayuden al público, pero que permiten abrir espacios mentales donde los demás solo ven prácticas de un simple entretenimiento.

Gianluca Di Matteo con Pulcinella y el Perro. Foto T.R.

Un arte o un oficio, el de los guaratelle, de una nobleza tan enorme como longeva es su tradición, que el público de Zaragoza ha tenido la inmensa suerte de ir conociendo años tras año de la mano de los mejores maestros que hoy tienen el honor de manejarlos.

Luís Zornoza Boy, con Punchinelis

Vale la pena hablar ahora de otro maestro, el segundo titiritero que esta mañana actuó tras Gianluca Di Matteo. Me refiero a Luís Zornoza Boy, de la compañía Siesta Teatro, que bien podríamos considerar como el ‘titiritero residente’ del Parque de las Marionetas, al acudir año tras año a la llamada de la dirección del evento.

Luís Zornoza Boy presenta la función. Foto T.R.

Ya hemos hablado en múltiples ocasiones de Boy, pero es importante destacar una característica esencial que explica de algún modo esta presencia continua en la sección de los títeres de cachiporra: nos hallamos ante alguien que abandonó en su día la pulsión técnica por el virtuosismo en el manejo y optó por ir directamente a la esencia de los títeres, buscando la unión lo más sintética posible entre forma y contenido, asociando esta búsqueda radical a un humor no menos radical, que busca sus efectos a través del absurdo que permite reflejar las estupideces del comportamiento humano actual, que por su obviedad no siempre es perceptible.

Momento de la función. Foto Manuel Fernández Minaya

Una síntesis de absurdo, humor y forma mínima titiritera al servicio de una historia también de mínimos, sin salirse de la tradición, pero dejándola reducida a su más estricta quintaesencia. En realidad, lo dicho es un modo técnico de hablar de los trazos estilísticos esenciales del teatro de títeres popular: la síntesis extrema en todos sus elementos.

Luís Zornoza Boy en su retablo. Foto T.R.

Zornoza Boy ha explorado estos terrenos y su espectáculo nos muestra, año tras año, la evolución y los progresos de su práctica en estos propósitos, que no pueden tratarse jamás desde la teoría sino desde el simple ejercicio diario de los títeres en las manos. Y la prueba de que su trabajo avanza por el buen camino, es que, aún habiéndolo visto mil veces, siempre nos sorprende por tal o cual detalle, lo que confirma que el rito teatral que propone no solo lo es de verdad, sino que cumple en cada ejecución con su cometido principal de atraparnos y hacernos revivir los orígenes de la tradición teatral de los títeres.

¡Admirable al cien por cien!

Grupo Cultural Mosaico, con Lampión y María Bonita

De Brasil llega el tercer espectáculo de los títeres de cachiporra de este año, una producción del Grupo Cultural Mosaico, de Brasil, con el espectáculo Lampión y María Bonita. La tradición en este caso es el Mamulengo, nombre con el que se llama el teatro de títeres popular de guante de este inmenso país que es Brasil, una tradición de una enorme riqueza, que en Europa desconocemos, y que personas como Izabella Brochado, junto a su compañero Marcos Pena, tanto han hecho para darla a conocer (ver aquí)

Presentación musical del espectáculo, con Ludmila Flores y Rafa Cambará en escena. Foto T.R.

El Mamulengo, como todas las tradiciones de los títeres populares de guante, pertenece a una cultura oral en la que sus practicantes aprendían los repertorios directamente de los maestros con los que practicaban o a los que copiaban o se inspiraban. Hay una diferencia entre el Mamulengo y las tradiciones europeas: a pesar de ser ambas de carácter oral, existía en términos generales una distancia cultural entre ellas. Las tradiciones que nos han llegado del Mamulengo tienen un grado mayor, por no decir enorme, de primitivismo, que lo aleja de las sofisticadas creaciones italianas o centroeuropeas, aunque por ello mismo les da unas características aún más interesantes y atractivas, en cuanto a revestir formas de una síntesis estilística de altísimos vuelos.

El ‘boi’ entra en acción. Foto T.R.

Hago este introito para explicar que el Mamulengo de Cultural Mosaico, como el de la mayoría de los que llegan a Europa, pertenece más a una generación actual de titiriteros con conocimientos altos de técnicas teatrales que les permiten actualizar y presentar unos espectáculos que, aun manteniendo la esencia de la tradición, se acercan a lo que podríamos considerar un estilo más cercano al modo actual de hacer teatro en el mundo occidental.

Rafa Cambará y Ludmila Flores, los dos magníficos actores titiriteros brasileños, con dirección de Nando Rossa, son los artífices de este espectáculo en el que ellos encarnan a los dos personajes principales que luego veremos actuar en el retablo de los títeres ya como muñecos.

Final del espectáculo. Foto T.R.

Destaca su simpatía y su buena presencia, así como el dominio que muestran del lenguaje escénico, lo que les permite pasar del registro actoral al titiritero sin ningún problema, con un vestuario precioso de Rafael Silva, que firma también la dirección de arte y la escenografía.

Ludmila Flores y Rafa Cambará con sus personajes y el Diablo. Foto T.R.

Música en directo y canciones, algo tan propio del Mamulengo, inician la obra con los dos personajes que actúan frente al retablo en un estilo de clown popular, captando la atención del público, al que introducen en el intríngulis argumental de la obra. Una historia de amor y guerra, como dice el programa, y la presencia de uno de los personajes clásicos de la tradición brasileña, el toro o boi, que aquí aparece por partida doble, dos toritos muy bien trajeados con sus vestidos regionales que juegan a pelearse e incluso a ‘torearse’ entre sí, arrancando no pocos olés entre el público.

Los espectadores del Parque de las Marionetas agradecieron estas notas tan ricas de color y música del Mamulengo brasileiro, atrapados por el buen hacer de los dos jóvenes actores titiriteros, que se entregaron en su faena arrancando el entusiasmo del respetable.