(Imagen de ‘Auga que non vas beber…’, de Fantoches Baj. Foto de Ana Brigida)

Acabamos con esta tercera crónica de recorrer con nuestra mirada los espectáculos que pudimos ver en el Mó Festival de Marionetas de Oeiras. Pero antes de indicar a los que vamos a tratar, es preciso elogiar el alto nivel de las compañías participantes, lo que no hace más que afianzar este festival que dirige con tanto mimo João Costa y que ha conseguido armar a su alrededor un equipo de excelentes colaboradores, ya sea en las faenas técnicas como en las logísticas y de producción.

Hablaremos en este artículo de los siguientes espectáculos: Agua que non vas beber…y Novos lobos, de la compañía gallega Fantoches Baj; el Dom Roberto de João Costa, de la compañía Mãozorra; Dr. Jerónimo de Mesfisteatro; y Ai Xico Xica de Sofia Pimentão.

Auga que non vas beber…, de Fantoches Baj

Menudo espectáculo nos trajo Inacio Vilariño, director de la compañía Fantoches Baj, acompañado de esta gran actriz, cantante y guitarrista que resultó ser Almudena Vidal. Una verdadera bomba artística de un altísimo nivel que nos dejó embobados a todos los del público que asistíamos a la velada al aire libre. Para nada molestó el aire fresco que la noche iba imponiendo, tal era la fuerza de los dos cómicos.

Foto de Ana Brigida

Auga que non vas beber… es un espectáculo que, pese a su complejidad y a la ambición artística que rezuma, le ha salido redondo a su autor y director, Inacio Vilariño, que también es el intérprete titiritero de la misma. Nació ya con buenos augurios cuando recibió el Premio AGADIC de textos para monicreques para adultos del año 2010 (la Axença Galega das Industrias Culturais), pero el gran mérito del espectáculo es haber conseguido juntar con tanta frescura, gracia y desvergüenza titiritera los componentes variopintos que lo conforman.

Veamos cuáles son, siguiendo las indicaciones de la misma compañía: unas cantigas populares tales como “A Saia da Carolina”, “O sermón do padre Damián” o “ O cura está malo” entre otros cantos y cuentos que remiten sempre a unha memoria colectiva de transmisión oral compartida en toda a península ibérica e que o autor enlaza para contar as aventuras e desventuras amorosas do muiñeiro Xosé coa Carolina, baixo a libidinosa tutela do padre Damián, cura de Agolada.

Foto de Ana Brigida

Pero la obra es mucho más que eso. En ella se cruza el teatro popular de títeres de guante, pero también el del viejo estilo del Bululú, en el que el titiritero dialoga cara a cara con sus personajes; el teatro cómico de cabaret o de café teatro; el cuplé y la canción satírica; el romance de ciegos con sus viñetas y los comentarios rimados que hablan de crímenes, venganzas y pasiones desaforadas. Todos estos registros, y aún otros que me dejo, hilvanan la hora y media de puro teatro popular.

Y como es propio en estos casos, el secreto está no solo en las ideas y los textos, sino en la interpretación de los actores, dos en este caso: Inacio Vilariño, que borda esta conjunción de actor y titiritero capaz de aparecer y desaparecer, de desdoblarse en sus personajes de madera, de ser el personaje que interpreta a sus muñecos y a la vez el titiritero que los mueve con un gran dominio técnico, capaz de cantar, tocar la guitarra, o convertirse en el más granuja y socarrón de los bufos que antaño recorrían los caminos embaucando a la gente.

Por su parte, Almudena Vidal, con un físico y un vestuario que nos traslada de inmediato a los años cincuenta del siglo XX, que es donde se sitúa la obra, hace un despliegue extraordinario de sus capacidades cómicas y musicales, cantando magníficos cuplés, tonadillas populares y otros versos, poniéndose a su vez en la piel de Carolina, mientras nos va llevando al huerto de este gran retablo de lo grotesco y lo disparatado que es la obra.

En efecto, Auga que non vas beber… enlaza con esta tradición literaria española que tiene en el Esperpento de Valle-Inclán a su gran autor, capaz de mezclar la sátira, la burla jocosa y el humor negro, y que no duda en fustigar contra los poderes, en este caso los eclesiásticos, en la figura del padre Damián, un cura de los años cincuenta de los que combinaba el sacerdocio con el negocio, y una sobrina de propina.

Foto de Ana Brigida

Consigue Inacio Vilariño que el registro de los fantoches lo invada todo, de modo que incluso cuando sale su cabeza por encima del retablo, parece la de uno de sus muñecos, gracias a lo acertado de su gestualidad y a lo disparatado de la acción. En cuanto a Almudena Vidal, su interpretación sabe situarse en el mismo asiento titiritero que hilvana la obra, mientras sus momentos musicales sirven para humanizar el esperpento a modo de respiro para el espectador, al que se le permite gozar en pequeños intervalos de su excelente voz y musicalidad.

Foto de Ana Brigida

Fue notable y acercó aún más la obra al público, la interpretación mixta que hizo Inacio Vilariño entre el gallego y el portugués, combinando las dos lenguas con una gracia envidiable, que se explica por el extraordinario dominio que el actor tiene de ambas, al ser por un lado de origen gallego, y haber vivido en Lisboa una buena temporada. Esta combinación hizo que los guiños y los dobles sentidos de los juegos de palabras y de las situaciones aumentaran sus efectos desternillantes

El conjunto es un espectáculo divertido, loco, a veces hilarante, con un fondo de dramatismo trágico-cómico que mantiene constantemente la tensión, y con una interpretación de las que te atrapa sin soltarte a lo largo de su hora y media de duración. Quizá lo que más destaque, a mi modo de ver, sea el humor inteligente que evidencia la obra, una cualidad que cuando existe, se disemina y se manifiesta en toda la extensión de la obra. Algo de lo que los fantocheiros de Baj van sobrados.

El público de Oeiras así pareció entenderlo, al premiar a los actores con aplausos sinceros y prolongados.

Novos lobos, de Fantoches Baj

Actuó en esta ocasión la compañía Fantoches Baj en el Auditorio de Oeiras, dado el viento que soplaba en la plaza de la Iglesia, con un espectáculo distinto, destinado al público familiar y solo con la actuación de Iñacio Vilariño, como único actor y titiritero.

Foto de Ana Brigida

De nuevo mostró el titiritero gallego sus extraordinarias aptitudes, con una interpretación en la que ejercía con igual pericia los dos roles de actor y de fantocheiro, entrando y saliendo del retablo cuando quería, con esta habilidad suya para combinar la prosodia gallega con la portuguesa, así como el registro narrativo con el poético en canciones y romances populares.

Foto de Ana Brigida

La obra toca el tema de la violencia de género, pero de un modo sutil, dando la vuelta al cuento de Caperucita Roja y con una mirada muy particular sobre los lobos y la vida en el bosque. Mostró el intérprete un primoroso cuidado en el movimiento de los títeres, así como en el uso de las canciones en las que invitaba a participar al público, que respondió entregado al envite.

Inacio Vilariño recurre con este espectáculo al títere tradicional fiel a las exigencias de síntesis y minimalismo del género, en el modo solista del titiritero que se lo hace todo a su aire, desplegando las facultades que mejor conoce.

Foto de Ana Brigida

Una actuación que logró la misma entusiasta respuesta de los espectadores que la noche anterior, en esta ocasión compuesto de familias, encantadas de haber presenciado un espectáculo de tanta calidad y buena factura.

Dom Roberto, de João Costa, de la compañía Mãozorra

No podía faltar en este festival que tiene la plaza como uno de sus escenarios principales, un espectáculo de Robertos. Lugar que ocupó el titiritero João Costa, de la compañía Mãozorra y director del Mó Festival.

Ya conocía las labores roberteiras de Costa, por haber trabajado con él en una obra y haberlo visto en otras ocasiones, pero me sorprendió ver la madurez que ha alcanzado con los años el fantocheiro  de Oeiras. Me encantó la introducción que hizo sentado en un taburete frente al público antes de empezar la función, cuando explicó de un modo sencillo y entrañable lo básico de la tradición del Teatro Dom Roberto a un público compuesto de adultos y niños, los cuales escucharon con verdadero interés las explicaciones del titiritero. Me hizo pensar en estampas de otros tiempos, cuando los maestros o los sabios de antaño departían con las gentes del pueblo sin prisa alguna y en un tono entre familiar y sereno. Una presentación que estableció de un modo indirecto y perfecto el tiempo propio de la representación, el que deja espacio para lo popular.

Foto de Ana Brigida

Representó El Barbeiro, un clásico del repertorio, con las divertidas peripecias del afeitado en el que la brocha es sustituida por una escoba, y la navaja utilizada más como cachiporra que como cuchilla de afeitar. Para llegar al no menos clásico ‘¿pago? No pago’. Recuerdo que João Paulo Cardoso, cuando actuaba en España, a la pregunta del barbero a Dom Roberto si le iba a pagar, este respondía: ‘Sí, te voy a pegar’, dejando muy tranquilo al pobre rapabarbas, que confundía pegar con pagar. Un equívoco al que el roberteiro de Porto le sacaba mucho jugo, y que en portugués creo que no funciona.

Foto de Ana Brigida

Ejerció Costa su oficio con segura serenidad, indispensable en este arte para que la velocidad de los títeres no colapse la comprensión de lo que sucede, marcando bien cada lance y dejando espacio al despliegue de las rutinas, con sus correspondientes cambios de tercio.

Foto de Ana Brigida

El desenlace del Barbeiro varía según cada maestro titiritero. Costa lo derivó en esta ocasión a la aparición de la Muerte, con la que se enfrenta Dom Roberto, con el final obligatorio de aporrear a la Pálida, retrasando una y otra vez el desenlace fatal que incluso los títeres, a pesar de su inmortalidad, deberán sufrir un día u otro, cuando el trozo de madera sucumba al fuego, al afán mercantil o al simple olvido. Cosa que por fortuna no sucedió en la función de Oeiras ni sucederá mientras João Costa siga defendiendo con tanto empeño y buena ventura el noble oficio de titiritero.

Foto de Ana Brigida

El público, agradecido de haber vivido aquellos preciosos minutos de tiempo fuera del tiempo, aplaudió a los muñecos y también al titiritero, consciente este de que en el teatro popular la gloria se mide no por el éxito sino por la calidad silenciosa de los encuentros que propician estos seres aparentemente inertes pero tan llenos de vida que son los títeres.

Dr. Jerónimo, de la compañía Mefisteatro

Se presentó en un lado de la plaza de la Iglesia el pequeño espectáculo para solo cinco personas Dr. Jerónimo, una creación de André Consciência y Eunice Correia, de la compañía Mefisteatro. Un formato que, como ocurría también con el Ornirotóptero, de la Trupe Fandanga, era de difícil definición, aunque, por el hecho de disponer de frontispicio con una boca teatral, podríamos considerarlo cercano a un lambe-lambe para diez ojos.

Foto de Ana Brigida

La boca nos abría a un pequeño escenario de marionetas para dos personajes: el Dr. Jerónimo que ocupa el título y que por lo tanto es el protagonista de la obra, y una pequeña figura de madera del tipo de los maniquís articulados o modelos para escultores y dibujantes, llamado Rodrigo, una especie de robot o Frankestein al que el tal Dr. Jerónimo da vida para hacerle compañía.

Debo decir que conozco los nombres de los personajes y su papel en la obra porque la compañía, al acabar la representación, me dio un libro titulado As estranhas Estórias dedicado al trabajo de estos dos jóvenes artistas, André Consciência y Eunice Correia, que conforman y crearon Mefisteatro. Un libro que leí con atención y que me pareció muy interesante y también indispensable para entender bien la propuesta que se presentó en Oeiras. Tras su lectura, vi el pequeño espectáculo Dr. Jerónimo como la punta del iceberg de un trabajo ingente y de una enorme intensidad artística y teatral, en el que confluyen los títeres, el teatro visual, el vídeo, la fotografía, la danza, la creación literaria y aún otras disciplinas de las que gustan hibridarse entre sí.

Foto de Ana Brigida

Lo que vimos en la plaza de la Iglesia de Oeiras era una simple acción de estos muñecos en un registro de teatro mínimo con una estética también de mínimos que se recrea en un cierto desaliño deseado, buscando quizás este vacío en la escena que busca ser llenado por la imaginación activa del espectador.

Como he dicho antes, conocer el libro de la compañía ha sido un complemento que en mi caso me ha abierto las puertas para entrar en el universo inquietante y sumamente creativo de Mefisteatro. Una atención, según barrunto, difícil de alcanzar sin este conocimiento suplementario. Ojalá todos los espectadores gozaran de semejante información, o que esta información se hiciera patente de un modo subliminal en los entresijos de la obra. Aunque también es posible que la parte oculta del iceberg fuera visible para los espectadores más sensibles y motivados, y quizás en unas condiciones escénicas más acordes con la propuesta: intimidad ambiental, oscuridad y silencio, dejando que el rito del teatro marcara su tempo.

En todo caso, una propuesta sumamente interesante de estos dos jóvenes creadores con una carrera tan interesante a sus espaldas.

Ai Xico Xica de Sofia Pimentão

Vamos a mencionar, por último, este divertimento que nos trajo la actriz y bailarina Sofia Pimentão, titulado Ai Xico Xica, en el que la intérprete ejecutó este número tan agradecido, cuando se hace bien, de hacer bailar dos títeres de medida humana que lleva pegados al cuerpo y sirviéndose de piernas y manos para dar movimiento a las piernas de ambos personajes.

Foto de Ana Brigida

Lo hizo Sofia Pimentão con un baile folclórico de Portugal, que empieza con un ritmo lento y acaba en otro endiablado, lo que obliga a la bailarina titiritera a un gran esfuerzo para conseguir el efecto de que veamos bailar a dos personas-muñecos de medida natural aún sabiendo todos que solo hay en su interior un único animador.

Foto de Ana Brigida

Un divertimento de los más agradable que encandiló a los espectadores de Oeiras, poco dados a encontrarse con semejantes números de cabaret popular. Los aplausos del respetable así lo confirmaron.

Foto de Ana Brigida