(Javier Aranda en ‘A Volar’)

Trataremos en este artículo sobre el resto de los espectáculos vistos en el Parque de las Marionetas, dentro del VIII Festival Internacional de Teatro de Feria que se ha celebrado durante las Fiestas del Pilar de Zaragoza, entre los días 11 y 15 de octubre de 2017. Unas fiestas siempre llenas de actos y de eventos de todo tipo, con el centro nuclear de la Ofrenda Floral del día 12, y de las que todavía hablaremos en un próximo artículo, especialmente sobre las funciones del gran Pelegrín en la Plaza de los Sitios así como sobre la magnífica exposición del pintor Ignacio Fortún en la Lonja.

Por distintas razones logísticas este cronista no pudo asistir a todos los espectáculos programados en la Feria. Los aquí reseñados no lo son por haber sido escogidos sino porque el azar los puso en el camino.

Las sombras de Valeria Giuglietti y la Luz Negra del Teatro de la Carreta, en el Salón de los Sueños

Muy acertados fueron los espectáculos escogidos para la barraca conocida como Salón de los Sueños (importa saber que todas las barracas y los pabellones que hay en el Parque de las Marionetas han sido pintados magníficamente, muy a la manera de las antiguas atracciones de feria, por Ignacio Fortún, un gran pintor amigo de los títeres), al pertenecer ambos a técnicas de las consideradas como «mágicas»: las sombras chinescas y el teatro de luz negra.


Valeria Giugllietti es una gran artista argentina de las sombras que bien podríamos llamar también artista de las manos, al ser la suya una especialidad basada en el virtuosismo de la gestualidad manual para producir sombras animadas en una pantalla o en una pared. Nos encontramos ante un verdadero género cuyos inicios son tan antiguos como la misma humanidad, pues es fácil pensar que desde el momento en que los humanos inventamos el fuego, inventamos las sombras, y especialmente de las manos. Por algo se dice que las pinturas rupestres no fueron más que el deseo de fijar las formas que los artistas del Paleolítico Superior veían a través de la imaginación y de los relieves y las sombras en las rocas iluminadas por lámparas de aceite. De ahí también que las tradiciones de teatro de sombras, especialmente en la India, Indonesia y China, sean de las más antiguas formas de teatro conocidas, las cuales aún perduran en la actualidad con envidiable vigor.


El estilo de las sombras que se hacen con las manos proviene de los siglos XVIII y XIX, cuando se puso de moda el teatro de sombras con todas sus distintas aplicaciones que se generaron para ser realizadas en las casas de los señores y más tarde de los burgueses.

Para el Parque de las Marionetas, Giuglietti preparó un espectáculo especial de unos veinte minutos de duración en el que además de su exhibición habitual de personajes y seres que por arte de magia nacen de las manos al proyectarse su sombra en una pantalla, también hizo participar al público, mostrando los trucos para ejecutar algunos de los números, sólo con las manos o con la ayuda de pequeños accesorios que permiten retocar las siluetas.

Giuglietti cosechó un éxito enorme, como ya es habitual en las actuaciones de esta sombrista de fama internacional.

De Elche vino a Zaragoza La Carreta, con Manuela Montalvo Coronado y Francisco Manuel Pérez Guirado, más conocidos como Manoli y Paco, históricos titiriteros que fundaron la compañía en el año 1985 y que unos años más tarde, en 1998, abrieron la sala que lleva el mismo nombre de La Carreta en la capital ilicitana. Presentaron un espectáculo de teatro negro titulado «Vicente, el Pirata Valiente» que entusiasmó al público, poco habituado a ver este tipo de técnicas que siempre suelen maravillar por la fuerza de su colorido y la magia de sus movimientos. Una técnica que se desarrolló especialmente en Chequia,  donde existen compañías muy versadas en este trabajo, y que combina la llamada «luz negra» (realizada con unos fluorescentes de luz violeta que resaltan determinado tipo de pintura) con la iluminación lateral acotada en un único pasillo de luz. Los manipuladores desaparecen, tapados con telas negras de terciopelo y gracias al deslumbre provocado por los mismos objetos iluminados.


La historia que cuentan Manoli y Paco es sencilla y por ello muy efectiva, centrada en un pirata, su barco y un rival malo en las artes bucaneras, el pirata Pata Palo. Tras sus encuentros en alta mar, el espectáculo nos lleva a una isla, lo que da pie a otras fabulaciones marineras, con una bajada al fondo del mar, con sus pobladores habituales más los míticos encabezados por Neptuno. Momentos poéticos muy logrados en estas escenas submarinas.

Es curiosa esta reducción del espacio que produce la luz negra, que aún manteniendo las tres dimensiones del espacio, pues el público ve objetos y siluetas en movimiento, en realidad es como si nos desplazara al mundo plano de dos dimensiones, similar al de las sombras. Es como un teatro de sombras pero sin pantalla, en el que vemos las siluetas moverse solas. De ahí la inquietud que suele provocar en el espectador, que no sabe muy bien en qué realidad se encuentra, como si las formas que ve moverse en el escenario fueran en efecto planas pero dotadas de unas ciertas dimensiones plegadas que de pronto pueden llegar a desplegarse. Esta ambigüedad es la que invita a los que practican esta técnica a adentrarse en temáticas de ensueño, de fantasía, de mundos donde ocurren cosas que en la realidad son imposibles.

Manuela Montalvo y Paco Pérez, de La Carreta.

De ahí que los dos espectáculos, el de sombras de Valeria Giuglietti y el de luz negra de La Carreta, fueran tan idóneos para un lugar llamado Salón de los Sueños.

«Desde las nubes», de MetaZero

En la barraca llamada «Cabeza Parlante» tuvimos la oportunidad y el gozo de ver a este nuevo y joven grupo de Barcelona compuesto por la rusa Lidia Gurianova y el valenciano Nelo Sebastián Vera, dos artistas titiriteros de una gran categoría que se han lanzado a la aventura de los títeres y de la vida con contagioso entusiasmo. Y no es un asunto baladí hablar de aventura en este caso, pues tanto la compañía como el espectáculo se mueven por estos derroteros: «Desde las nubes» surge del viaje y nos muestra esta radical visión cosmopolita de la vida que tienen hoy la mayoría de los jóvenes trashumantes, que saltan de ciudad en ciudad y de país en país, llevados por este olfato vitalista que tiene la juventud, luchando por sobrevivir en un mundo cada vez más paradójico, en el que luz y oscuridad parecen ir de la mano.

Lídia Gurianova. Foto de Manuel Fernández Minaya.

La obra nos ofrece un menú de cinco o seis ciudades diferentes: París, Londres, Moscú, Nueva York… En cada una de ellas, la titiritera Lidia Gurianova nos deleita con un número que habla de la cultura y de algunos trazos significativos de cada lugar, a través de una hermosa síntesis expresiva hecha con las manos y pequeños muñecos, decorados y accesorios. Nelo Sebastián ejerce de músico y técnico, siempre atento al escenario, con su acordeón en ristre.

Se nota la huella rusa de la educación artística de Lidia Gurianova (graduada en música y danza, y diplomada en títeres por la prestigiosa Academia Nacional de Arte Dramático en San Petersburgo bajo la dirección de Alexander Yanovich Stavissky), dotada de una presencia agradable y de impacto, más una gestualidad de gran elegancia en el manejo de los muñecos. El espectáculo, acabado de estrenar, se perfila ya por su capacidad de tocar fibras íntimas de los espectadores, con una enorme capacidad de sugerencia poética que el tiempo y el rodaje irán afinando todavía más.


«Desde las nubes» pertenece ya a una mentalidad nueva, que busca apoyarse en una conciencia de tipo global o mejor aún, planetaria, un punto de partida esencial para salir de los atolladeros de nuestro mundo, inmerso todavía en las viejas pulsiones del nacionalismo y de las fronteras.

Un espectáculo «mutante» y una joven compañía de la que oiremos hablar en el futuro próximo.

La Barraca de Los Prodigios: Javier Aranda y La Chaminera

Fue un placer ver un pequeña muestra del nuevo espectáculo de Javier Aranda, titiritero cada vez más afinado en su trabajo escénico de animar los objetos para dar vida a personajes fascinantes surgidos de la nada.

«A Volar» fue el número que presentó en la barraca Los Prodigios, un personaje que nace de las manos del titiritero, tras aplicar un «disfraz» hecho con pequeños accesorios: unos zapatitos, ojos, pañales… Es increíble la capacidad que tiene Aranda de sacarle punta a estas formas apenas apuntadas pero que los espectadores vemos como seres reales y vivos, dotados de cabeza, ojos, nariz, boca, orejas, cuerpo, brazos y patas. Y lo más interesante y fundamental para este tipo de trabajo: la presencia neutra y viva a la vez del titiritero manipulador, presente y ausente, de estar y no estar. Se produce así esta hermosa paradoja titiritera de compenetración con el títere, de modo que ambos comparten la misma condición ontológica esencial de ser y no ser, para desde ahí lograr lo imposible, la creación de algo nuevo y efímero, que dura lo que dura la percepción del fenómeno. Una paradoja que el titiritero hace partícipe al público. Cuando ello sucede, se logra el llamado «milagro titiritero», algo que ocurre pocas veces con la nitidez suficiente para ser observada, vivida y gozada.

Javier Aranda.

El número del ser que crece y decrece con el globo que hincha, una pequeña metáfora de la vida misma desde el nacimiento a la vejez y la muerte, fue un suculento aperitivo que nos preparó para el ágape de su próximo espectáculo que está a punto de estrenar en el Teatro del Mercado de Zaragoza. Desde Titeresante miraremos de cubrir dicho estreno.

También en el mismo pabellón pudimos ver los «Moñacos en fiesta» de La Chaminera, este grupo formado por los veteranos María José Menal “Toche” y Ángel Vergara, que desde 1996 trabajan en esta línea tan interesante de rescatar tradiciones y trasmitirlas al público, con el énfasis puesto en las músicas, letras y canciones. Para ello, no dudan en utilizar todo tipo de instrumentos populares, de los que sacan sonidos alegres, chillones y bizarros, despertando nuestros genes arcaicos que duermen bajo el manto de la modernidad.

María José Menal “Toche” y Ángel Vergara

En esta ocasión, se centraron en tradiciones que usan muñecos, desde los gigantes y cabezudos, que aparecen reducidos en sus dimensiones de títere, hasta las clásicas marionetas «a la planchette», que bailan sobre una tabla de madera que se hace vibrar con una mano o un pie. O el baile de cintas, que representan con un hermoso artefacto giratorio del que penden los muñecos bailadores.

Baile de Cintas.

Un espectáculo que llevó al Parque de Marionetas el halo de las más arcaicas tradiciones populares, aún vivas en las aldeas montañosas, pero cada vez más reducidas a «esas cosas que los viejos del lugar todavía recuerdan…»

«Plain Bob», de Noisy Oyster

Situado en un escenario al aire libre, Nik Palmer, titiritero, constructor de títeres y músico, (con íntima relación con el DaSilva Puppets, Norwich Puppet Theatre y Parachute Theatre, hijo a su vez del mítico Ray DaSilva, histórico marionetista, coleccionista y editor británico, quien entre otros trabajos escribió la conocida biografía ilustrada de Harry V.Tozer, el Maestro inglés afincado en Barcelona), junto con Sarah Rowland-Barker, bailarina y actriz circense (No Fit State Circus), sorprendió al público zaragozano con un refinado y fresco espectáculo solista de calle centrado en el humilde personaje de Bob, una marioneta a la que el titiritero consigue mover incluso sin tocarla con las manos.


Sin palabras, con una estudiada y elegante banda sonora, Nik Palmer elabora un lenguaje cuidadoso y delicado, cargado de un humor inteligente, nunca excesivo, para situar distintas escenas cotidianas de su personaje. Todo surge de una simple maleta y de una gabardina, hasta que empieza a llover. Entran en juego entonces los paraguas, que permiten al cómico invitar a dos jóvenes espectadores, que se convierten en cómplices partícipes de la acción.

Nik Palmer con Bob.

Un soplo de aire fresco de las lejanas islas británicas fue el espectáculo de Noisy Oyster, unas notas de interpretación pulcra y contenida, amable y distanciada, lejos de la exacerbación hispánico-catalana, indicándonos anclajes distintos y posibles, basados en la tradición pero abiertos al futuro optimista de quien se resigna a no ser más de lo que se es, con una ambición escuetamente profesional y cotidiana. En las antítesis de la pulsión ibérica.

«Ambulant», de Civi Civiac, y la Feria de los Inventos

En la Carpa Mágica, en una zona del Parque bajo árboles donde se instaló la Feria de los Inventos, una iniciativa también producida por Civi Civiac, pudimos ver el espectáculo del mago y actor Ismael Civiac, de la compañía Civi Civiac, de Aragón.  Una experiencia lúdica de magia de escenario o más bien de salón, dado que la grada donde nos ubicábamos los espectadores era pequeña y bien inclinada, de modo que todo quedaba en una íntima cercanía.

Ismael Civiac. Foto de Manuel Fernández Minaya.

Y hay que decir que Ismael Civiac consiguió meterse al público en el bolsillo a los pocos minutos de empezar el show, al ejercer primero como acomodador, una parte importante del espectáculo, pues situar a críos, adultos y familias en los bancos del pequeño circo tenía su miga. Un acomodador-presentador que desde el primer instante fue el artífice del espectáculo. Tras anunciar la salida del artista mago, el profesor Ambulant, y constatar que no aparecía, no tiene más remedio que ir a buscarlo. Y quien sale no es otro que el mismo Civiac caracterizado ahora sí de mago, en su versión elegante y cómicamente pomposa de escenario, con un marcado acento francés del llamado macarrónico.

Son varios los números que ejecuta el mago, con bolas y cubiletes, con una cuerda, con pañuelos y finalmente con unas cajas que contienen dados. Números muy bien ejecutados, con la suficiente picardía para engañar al público, servidos desde una interpretación muy convincente del personaje.

Ismael Civiac. Foto de Manuel Fernández Minaya.

Un espectáculo que aúna magia, circo y teatro de calle en un cóctel logradísimo, capaz de enganchar y satisfacer a un público siempre ansioso y hambriento tras los largos momentos de cola para entrar.

Al salir, los niños y los mayores podían recrearse con los Inventos de Feria que se hallaban desparramados por el bosquecillo, realizados con la misma estética vintage del espectáculo de magia, de modo que todo el conjunto mostraba una afortunada coherencia visual. Un complemento convertido en indispensable en la oferta del Parque de las Marionetas y su Festival de Teatro de Feria.

«En las nubes», de Títeres sin Cabeza

La compañía aragonesa Títeres sin Cabeza, compuesta por Alicia Juárez Sallén y Fernando Martínez de Vega, presentó un interesante espectáculo titulado «En las nubes», en el que se hacía una referencia directa a los conflictos bélicos de Oriente Medio, quizás Siria, con un niño de protagonista traumatizado por las bombas y  los episodios de guerra. Lo curioso es que los manipuladores, a modo de vestuario titiritero, iban disfrazados de personas del lugar, la mujer que manipula al niño protagonista con una pañuelo cubriéndole la cabeza, y el hombre también a la manera oriental.


El manipulador masculino desempeñaba un rol de actor, mientras que la manipuladora femenina más bien se centrada en mover al niño-marioneta. Un espectáculo que aunaba el deseo de vivir las emociones del conflicto con una aproximación poética del personaje y su desamparo. La presencia de una lámpara de aceite que recordaba la de Aladino expresaba bien la necesidad de disponer de algún genio capaz de resolver las situaciones conflictivas con algo de magia.

Títeres sin Cabeza realizaron también con mucho acierto talleres de títeres reciclados para niños en la placeta del Quiosco de Música.