(Izabela Brochado y Marcos Pena, con algunos títeres de ‘Una Historia Sencilla’. Foto T.R.)

Del 31 de mayo al 2 de junio de 2024 se ha presentado en el teatrillo La Puntual de Barcelona la obra Una Historia Sencilla, a cargo de la compañía de Huesca Trapusteros Teatro, con la interpretación solista del titiritero aragonés Marcos Pena.  La dirección es de Izabela Brochado y Yolanda Navas, siendo la obra una adaptación libre realizada por Marcos Pena del libro ‘Pirineos, Tristes Montes’, de Severiano Pallaruelo.

Foto compañía

Hay varios aspectos importantes a destacar sobre el montaje. De entrada, la buena idea del retablo que es también la escenografía de la obra, con ventanas que se abren para determinadas escenas, pequeños decorados planos que se van incorporando al paisaje que ha construido Pena, retablo que ofrece la posibilidad de abrirse completamente, desplegando otro plano escenográfico. Esto da una gran riqueza visual y permite que la historia se vaya explicando visualmente con mucha gracia y claridad.

El otro aspecto que ha calado hondo en los espectadores es el mismo estilo en el manejo de los títeres que aplica Marcos, conciso y directo, con movimientos rápidos y seguros que se coordinan con los sonidos, sean los realizados por el mismo personaje, sea mediante otros efectos sonoros que acompañan la acción. Se consigue así un ritmo ágil y muy a la antigua usanza, lo que encaja con el papel del mismo manipulador, que se presenta como un cómico itinerante con sus títeres.

Marcos Pena en plena función. Foto compañía

Esta acción clara y concisa está en consonancia con el texto, escueto, con las palabras indispensables, de las que dicen las cosas por su nombre sin subterfugios, aunque se presten a los equívocos, como es de obligación en este tipo de obras. De hecho, el mismo desenlace del argumento se basa en el equívoco logrado con las palabras Oro Negro, que los dos truhanes confunden con el petróleo, cuando se trata de simples cagarrutas de oveja.

La historia en sí muestra las dos caras que hay en los pueblos que viven aislados: en esos paisajes y lugares bucólicos también hay personas ambiciosas que no dudan en engañar y pretender ser más de lo que son, siendo uno de ellos, en el caso que nos ocupa, el cura del pueblo, que en este caso no duda en aprovecharse de la simplicidad de los aldeanos. Un anacronismo, el del cura, que sirve más que nada para situar la obra en épocas pretéritas de antaño.

Pero por suerte, y gracias a la alta cultura de la sabiduría popular, y al buen hacer del titiritero, el burlador acaba aquí burlado, para alegría de los habitantes del pueblo y del público que asistió con ganas de pasarlo bien al Teatro de La Puntual. La codicia es vencida, y Antonio y Rosario, los dos buenos aldeanos protagonistas de la obra, pueden seguir superando las sequías y otras plagas con humor y sana alegría.

Foto compañía

Todo ello sucedió gracias al gran oficio de un titiritero al que, utilizando terminología taurina, podríamos llamarlo ‘de raza’. En efecto, Marcos Pena muestra una gran habilidad en el manejo de los ritmos, bien marcados estos por las voces y los sonidos, de modo que las distintas secuencias de la obra transitan con refinada fluidez dramatúrgica, dejando que los espectadores, grandes y chicos, siguieran atentos la acción de una historia titulada ‘sencilla’, pero para cuya ejecución se necesitan muchos kilovatios de experiencia y del complejo buen hacer titiritero. De lo que el de Huesca está más que sobrado.

Izabela Brochado, estudiosa y gran conocedora de los Mamulengos, la tradición popular de los títeres en Brasil, y miembro también de Trapusteros Teatro, apoyó en esta ocasión desde la técnica, controlando con mano diestra luces y sonido.