(Escena del Auto del Nacimiento del Niño Jesús, Bonecos de Santo Aleixo. Exposición en Solsona, Festival Espurnes Barroques (mayo 2022). Foto T.R.

Llega Navidad, acaba el año, y toca felicitar las fiestas como dios manda. Algunos dirán, ¿de qué tenemos que felicitarnos? Bueno, una razón es por haber llegado sanos y salvos a un nuevo 25 de diciembre. No siempre es fácil, y los titiriteros de vez en cuando vamos cayendo por el camino. Tampoco está mal haber sobrevivido a una pandemia y a una crisis del sector de bastantes decibelios de altura. Pero bueno, repetirá alguien, esta es nuestra obligación, la de todos los mortales que habitamos en esta Tierra: sobrevivir e ir tirando: aguantar el tipo y si es posible mejorar en algo.

Pero señores, dirán otros, ¿cómo vamos a felicitarnos cuando tenemos dos guerras activas tan cerca de nosotros? Sí, sí, es verdad, y de ello hablaremos cuando lleguemos al nuevo año, no sería bueno juntarlo todo ahora. Del año que dejamos y del que viene, habrá que hablar con un cierto conocimiento de causa. Pero, me pregunto yo, ¿es eso posible? ¿Podemos tener un cierto conocimiento de causa de lo que ocurre? Hoy por hoy, mejor disimular y decir que sí, que sabemos de qué hablamos. Porque lo que importa ahora es celebrar la Navidad.

Niño Jesús de Filipinas de marfil policromado, mitad siglo XVII, Museu Marés, Barcelona. Foto T.R.

Básicamente el nacimiento del niño Jesús. Un hecho que marcó el inicio de una nueva época. Alguien que revolucionó las relaciones que hasta entonces tuvimos con la o las divinidades. En realidad, democratizó el acceso a los dioses: lo que antes pasaba por los sacerdotes, de pronto se hizo íntimo e individual. Cada uno dueño de sí mismo. Aquí nació un individualismo liberador, que luego la Iglesia recondujo al patrón rebaño.

Pero el cambio de esta libertad en relacionarse con lo divino influyó en el arte y de alguna manera hizo que los titiriteros tuviéramos un lugar en la nueva sociedad medieval y luego en la renacentista que siguió. Si los artistas o artesanos podían representar a Dios con imágenes y figuras de dos y tres dimensiones, algo que la Iglesia apoyó desde el principio acomodándose al criterio greco-romano, se abrían las puertas para que las artes populares del teatro también usaran figuras en sus representaciones. Parece algo obvio, pero el monoteísmo musulmán e incluso el ortodoxo de Bizancio prohibieron el uso de las imágenes de tres dimensiones. De ahí que, en estas zonas culturales, se implantaran las pinturas murales, los geometrismos, las miniaturas y el teatro de sombras, pero no el de títeres.

Pesebre oficial de Barcelona del año 2019, Plaza del Ayuntamiento, obra de la escenógrafa Paula Bosch. Foto T.R.

Más tarde, la Iglesia ratificó esta opción y el Barroco, pese a sus excesos, fue una época de esplendores figurativos y una edad de oro para las marionetas en toda Europa.

Pero volvamos a Jesucristo, figura polémica como pocas. Tan alabado por unos, tan denostado por otros. Muchos de los que tanto lo veneran, serían los primeros en volverlo a crucificar, por pobre, indigente y demasiado humano. Hoy lo muy humano está de capa caída, lo que prima es lo digital, la substitución de la carne por la imagen, lo numérico y la máquina. Lo del Espíritu ha quedado como un anacronismo, y lo de ser bueno, una provocación.

Los Tres Reyes Magos representados por tres conocidos gigantes de Barcelona. Pesebre humorístico diseñado y producido por la Asociación de Pesebristas de Ciutat Vella, Barcelona. Casa dels Entremesos. Foto T.R.

Jesucristo hoy estaría fuera de cualquier rebaño: ni patrias, ni bandos, ni territorios, ni religiones, ni ideologías. De hecho, no está porque ya estuvo, y sigue presente cada año en la idea del rito navideño.

Darnos cuenta de la realidad que subyace a los eufemismos dominantes, sin duda nos hace más humanos. Poner espejos en el interior de los motores de la sociedad, para ver los engranajes y no vivir tan engañados por los cuentos que nos cuentan, eso es bueno. Algo que el teatro en sus modalidades más avanzadas suele practicar.

Espejo. Imagen extraída de Wikipedia

Quizá la Navidad podría ser una buena época para instalar nuevos espejos de la mirada crítica y ver por dónde salen los tiros de lo que el futuro nos depara. Y obrar así en consecuencia.

Por todo ello, desde Titeresante deseamos a todo el mundo: ¡buenos espejos, alegres fiestas y Feliz Navidad!