(Personajes de la obra ‘Pirù e la Vendetta di Teodoro’, de Walter Broggini)

Acabamos con este artículo las crónicas sobre los espectáculos vistos en Pordenone, durante el Festival de Teatro de Figura llamado ‘MAgicaBUra!’ que se realizó en ocasión de la magna exposición urdida por Ortoteatro y comisariada por Walter Broggini, ‘Giù la maschera’. Vean los textos publicados aquí.

‘Arlecchino Cavadenti’, de la compañía Aprisogni.

De Treviso, una ciudad de alta densidad titiritera situada en el Véneto, acudió a Pordenone la compañía Aprisogni, con un espectáculo solista sobre el personaje de Arlecchino a cargo de Paolo Saldari, acompañado en la técnica por Cristina Cason, responsable de la dirección y del vestuario de los títeres.

Arlecchino e Isabella.

Mención especial merecen los muñecos utilizados, de una gran elegancia y preciosos en su factura, lo que nos indica que nos encontramos en los sofisticados territorios próximos a Venecia, donde por lo general reina el buen gusto y refinados planteamientos dramatúrgicos. No por nada viven en Treviso y sus alrededores titiriteros de alto nivel como son Gigio Brunello, Paolo Papparotto, Paolo Rech o Alberto de Bastiani, además del propio Saldari.

También el retablo utilizado por Saldari entra en esta misma línea de formas cuidadas y elegantes, para enmarcar una obra con los personajes clásicos de la Comedia del Arte: Pantalone y su hijo Orazio se disputan a Isabella, quien ama por supuesto al más joven de los pretendientes. El enredo llega con la aparición del criado Brighella y su compadre Arlecchino, a los cuales se suma el no menos clásico Dottor Balanzone.

Arlecchino.

Un arte, el de Saldari, que bebe de la experiencia de Paolo Papparotto, uno de sus maestros principales, pero que muestra una interesante contaminación de los guaratelle napolitanos. Como explicó en el coloquio posterior a la representación, proviene esta influencia del taller de trabajo que hizo con uno de los virtuosos titiriteros de los guaratelle, Gaspare Nasuto, lo que le permitió conocer el estilo rítmico y sintético del Pulcinella napolitano. Una contaminación que me pareció muy interesante, mostrando como hoy en día no existen reglas fijas que marcan la tradición, sino que los cruces y las influencias están en el orden del día, en la búsqueda personal de cada titiritero por encontrar el lenguaje adecuado a sus inquietudes, sus gustos, sus afanes y sin traicionar el legado de los maestros y de la Historia.

Paolo Saldari, con Arlecchino y Brighella.

Paolo Saldari consigue coser estas influencias, integrarlas en un todo orgánico y darnos una comedia clásica que podríamos llamar de ‘agilidad’, manteniendo el necesario sentido del humor de las palabras y la habitual socarronería de los personajes. Humor fino junto al humor grueso que no escatima los detalles escatológicos, con muchas referencias sexuales, para goce de los adultos que asistían al espectáculo.

Orazzio, hijo de Pantalone en la obra.

Al acabar la función, los espectadores acudieron al retablo para felicitar al titiritero y admirar de cerca las preciosas tallas de los títeres y su exquisito vestuario.

‘Pirù e la vendetta di Teodoro’, de Walter Broggini.

He aquí una de las cuatro obras, la última, que el titiritero y director de teatro Walter Broggini ha dedicado a una figura de su creación, Pirù, fruto del deseo de entrar en la tradición de las ‘máscaras’ con la propuesta de un nuevo personaje. Instalado en la localidad de Albizzate, de la región del Varese, donde no se dispone de ninguna ‘máscara’ propia, decidió Broggini que para entrar en la corriente de los teatros populares clásicos del norte de Italia e iniciarse en el ‘Arte Antiguo’, sólo tenía dos opciones: optar por un personaje ya conocido, aunque no fuera oriundo de su zona, o inventar uno nuevo. Como es lógico y propio de quien ama la aventura y se inició en el teatro de marionetas desde una perspectiva no tradicional, escogió Broggini la segunda vía: crear a alguien que de algún modo tuviera trazos tradicionales, capaz de interactuar con las ‘máscaras’ habituales, pero cuyas características gozaran de la ambigüedad propia de los héroes contemporáneos. Es decir, sumar a los arquetipos conocidos del teatro popular de las ‘máscaras’ un arquetipo de atributos dobles y algo más complejos.

Teodoro piensa cómo escapar.

Por de pronto, Pirù no lleva máscara, como es propio de los nuevos personajes nacidos a lo largo del ochocientos y del novecientos, alejados de los estándares de la Comedia del Arte que el nuevo régimen burgués denostó. Pero por otra parte, lleva el rostro pintado de un modo alegre y jocoso, entre el clown estrafalario contemporáneo y una estética de tipo punky. Con lo que goza de esta característica de ser dos cosas a la vez, la aparente y la que se esconde bajo sus pinturas. Pero al no tener sus rasgos referentes claros, uno de sus lados se sitúa en la incógnita, en un misterioso vacío del que el espectador no sabe nada. Mientras que su lado visible, con sus colores chillones, nos remite al mundo del juego, de la juglaría, del espectáculo y de la originalidad.

Quizás sea esta dualidad entre una apariencia clara pero sin referentes, y un doble rostro desconocido, una de las la características principales del héroe contemporáneo, dicho en otras palabras, un héroe que lo es sin serlo, pues nada sabemos de él. Los héroes clásicos se sacrifican por la comunidad, pues su doble rostro no es otro que el alma colectiva a la que pertenecen. En los nuevos héroes de hoy, lo colectivo ha desaparecido y en su lugar se encuentra este vacío que pertenece al mundo privado insondable de alguien que no sabemos quien es. Por eso hoy los héroes de verdad son irreconocibles, pues ya no representan al pueblo sino a sí mismos.

Claro que Pirù posee características también clásicas: una mirada viva, quizás demasiado viva, algo siempre inquietante, y un proceder expeditivo, que lo conecta con las vitalidades exacerbadas propias de todos los héroes de la Historia. Y a pesar de estas incógnitas esenciales antes descritas, Broggini no renuncia a que sea un héroe que trabaja para la colectividad, como en efecto sucede en sus historias. Pero si cumple con estos requisitos es porque quiere, no porque sea su función única y primordial. Por ello, Pirù puede desconcertar a los que gustan que las cosas sean claras y seguras, pero a los públicos vírgenes de jóvenes y adolescentes, les chifla y se entregan a alguien con el que pueden identificarse, pues ¿acaso no es propio de las actuales juventudes tener un pie en el suelo y el otro en el vacío, carentes como estamos de modelos de futuro, los cuales deben ser inventados en el día a día por las nuevas generaciones?

Walter Broggini con Pirù después de la función.

Otro detalle importante es que la particular máscara pictórica de Pirù contamina y se traslada, de un modo claro aunque más discreto, a todos los demás personajes, que presentan también los mismos tonos de colores apastelados en el rostro. Una contaminación que se manifiesta en la forma pero que de alguna manera entra en las almas de los demás personajes, participando todos de esta áurea de lo desconocido.

Sirva este exordio indagador sobre Pirù de preámbulo indispensable para entender al personaje creado por Broggini y situarlo en la trama de sus aventuras. Pues de algún modo, bien podríamos llamar a la serie de sus distintas obras ‘Las Aventuras de Pirù’, que el titiritero de Varese ha querido situar en el contexto clásico, es decir, rodeado de algunas de las ‘máscaras’ tradicionales, como Brighella o Il Capitano, y con historias de corte histórico-medieval sin definición clara. En este caso, la fuga del malvado Caballero Teodoro, con la ayuda del Capitán Bobò, con el objetivo de hacerse con el trono de Mezzotacco y vengarse después de Pirù, responsable de haber ido a la cárcel.

Con Idoya Otegui, Secretaria de Unima Internacional.

Broggini trata la historia con ritmo propio, huye de las pausas clásicas de los cambios de decorado y prefiere conectar con el joven espectador, más acostumbrado a las aventuras trepidantes. El ritmo ágil le permite ir al grano, ordenar las escenas según módulos narrativos cortos y eficaces, pero sin huir de los parlamentos y de los diálogos necesarios. Un lenguaje, pues, contemporáneo cuya cadencia va poco a poco acelerando sus motores hacia su conclusión justiciera y liberadora.

Todo ello nos lleva a pensar que Pirù puede dirigir sus aventuras allá donde le lleve el capricho, y que no debería sorprendernos encontrarlo un día en la Luna, otro en el Inframundo, entre los muertos o entre los diablos y sus infiernos, o encontrarlo en el futuro de compadreo con humanos mutantes en cafeterías siderales.

Primer plano de Teodoro.

Quizás Pirù nació libre pero encuadrado en el teatro clásico de las ‘máscaras’ por el deseo de su creador de que así fuera, ansioso como estaba de entrar, conocer y disfrutar del género tradicional, indispensable paso iniciático de cualquier títere con pretensiones de héroe y doctorarse así en cachiporra -un doctorado que el titiritero se ha adjudicado con nota alta-. ¿Hacia dónde le llevarán sus próximas aventuras? ¿Seguirá fiel a los maestros de antaño y a los personajes con máscara, o escapará a los confines del género, donde todo está aún por inventar? Las misteriosas pinturas en los rostros de los personajes nos inducen a pensar que todo es posible en el microcosmos de Pirù. Sin duda su gran acierto sea poder responder a estas incógnitas mirando en todas las direcciones posibles: su doble naturaleza oculta, sustentada en el gran vacío contemporáneo, así lo permite.

‘Meneghino e il Castello di Tremarello’, de la compañía ‘C’è un Asino che Vola’.

De la localidad de Castellanza, también situada en la provincia de Varese (en la Lombardía), llegó a Pordenone Giorgio Rizzi, alma mater de la compañía que tiene este nombre tan largo y poético: ‘C’è un Asino che Vola’. Llevaba Rizzi, sin embargo, ya una larga temporada en el Friuli, al gozar de una residencia, auspiciada por Ortoteatro y su proyecto alrededor del teatro de ‘máscaras’, para terminar el espectáculo.

Walter Broggini y Giorgio Rizzi en los ensayos.

Quiso Rizzi iniciarse en el Teatro Clásico de Títeres con el personaje de Meneghino, característico de la ciudad de Milán, al haber nacido él en esta urbe, y para ello urdió un proyecto de espectáculo con el que enfrentarse al juego de las ‘máscaras’ tradicionales. Una voluntad que viene a confirmar hasta qué punto está vivo y palpitante este lenguaje tradicional y sus personajes. Los responsables de Ortoteatro consideraron que la idea encajaba como anillo al dedo con su exposición ‘Giù la maschera’, y decidieron sufragarle una residencia de un mes para ensayar la obra con su director: Walter Broggini.

Rizzi y Broggini han trabajado juntos en varias ocasiones, ya sea como acompañante técnico o musical, pues el primero además de titiritero también es músico. De ahí que cuando quiso iniciarse con Meneghino, le pidiera al experimentado padre de Pirù dirigirle la obra.

Un personaje, el de Meneghino, hasta hace poco desaparecido y que hoy empieza a gozar de una nueva vida, gracias a titiriteros como Giorgio Rizzi o el joven Valerio Saccà, autor también de otra versión del personaje.

En el castillo.

Y hay que decir que el estreno de ‘Meneghino e il Castello di Tremarello’, celebrado el domingo 28 de abril a las cinco y media de la tarde en una de las salas del exconvento de San Francesco, fue todo un éxito. Gozamos los asistentes del privilegio de ver nacer a un nuevo Meneghino, en un debut en los escenarios por todo lo alto, con un argumento tradicional basado en el rapto de una Principessa, el desespero del Rey, su padre, que llama a Brighella para resolver el asunto. La cosa se complica cuando interviene Arlecchino, se llega al Castello donde está la prisionera y surgen los malos de la historia: el bandido que la ha raptado, un brujo y la misma Muerte, encargada de las fúnebres ruinas.

Optó Rizzi por los personajes fantásticos que acompañan siempre a las historias de los héroes tradicionales: diablos, muertes, dragones, fantasmas… Temas que encantan a los espectadores más jóvenes y a los no tan jóvenes, y que permiten trenzar los argumentos con sorpresas, misterios, sobresaltos y transformaciones mágicas.

Giorgio Rizzi con Meneghino y su ayudante.

La obra estuvo muy bien interpretada por Giorgio Rizzi en su estreno como burattinaio solista dando vida a Meneghino. La ‘máscara’ de Milán estuvo a la altura de las circunstancias, mostró valor, empeño, picardía y entusiasmo, y pudo vencer a sus enemigos con un moderado uso de la estaca. El público aplaudió el estreno con entusiasmo, no sólo porque habían visto una buena obra, sino por haber presenciado el renacer de un personaje histórico que hace apenas unos años sólo salía en los libros de historia.

Un paso adelante que la voluntad activista y militante de Ortoteatro y Walter Broggini en pro del Teatro Clásico de Títeres italiano, hizo posible.

¡Felicidades!