(Imagen de ‘El Mar: una visión de unos niños que no lo han visto nunca’, de Xavier Bobés y Alberto Conejero. Foto David Ruano)

Vivimos inmersos en la sociedad del cansancio dentro de lo que algunos pensadores denominan la democracia “satisfecha”, el hombre rebelde ha dejado paso al conformista, al indignado integrado. Afortunadamente todavía se generan formas de expresión que hacen renacer una serie de preguntas fundamentales. Estamos en esa dualidad contradictoria entre apocalípticos e integrados que diría Umberto Eco.

Este es el quid de la cuestión que veo insinuada y reflejada en las entrevistas a titiriteros/as con muchos años de experiencia en este oficio que está realizando Toni Rumbau para el estudio sobre el sector de los títeres en España (ver aquí). Entrevistas que esconden una reflexión sobre como ejercer y construir el oficio. Todos/as los entrevistados son maestros en este arte milenario y todos/as llevan muchos años ejerciendo la profesión y preguntándose en los escenarios ¿qué es el arte?, ¿qué supone ser artista? y ¿cuánto hay de artesano y cuánto de artista en este ir y venir por los más dispares lugares del mundo? Son preguntas que no se hacen directamente pero se intuyen en las entrevistas realizadas para la revista digital Titeresante, que están latentes continuamente en las respuestas de los entrevistados.

Interesantes cuestiones que creo merecen una reflexión y alguna aportación que puede contribuir al debate que intuyo se abre en las entrevistas realizadas por Toni Rumbau.

León Tolstoi

Tolstoi en su libro ¿Qué es el arte? escribe: Es necesario, pues, en una sociedad civilizada en que se cultiva el arte, preguntarse si todo lo que pretende ser un arte lo es verdaderamente, y si (como se presupone en nuestra sociedad) todo la que es arte resulta bueno por serlo y digno de los sacrificios que entraña.

El problema es tan interesante para los artistas como para el público, pues se trata de saber si lo que aquellos hacen tiene la importancia que se cree, o si simplemente los prejuicios del medio en que viven, les hacen creer que su labor es meritoria. También debe averiguarse, si lo que toman a los otros hombres, así para las necesidades de su arte, como para las de su vida personal, se halla compensado por el valor de lo que producen. ¿Qué es ese arte considerado como cosa tan preciosa e indispensable para la humanidad?

Imagen de ‘Todo irá bien’, proyecto en curso de la cia. FrauTrap, de Matteo Frau y Mina Trapp

Sensatas reflexiones del escritor ruso. ¿Qué es el arte? y ¿qué responsabilidad tiene la sociedad para con los que dicen ser artistas? Esta dicotomía es constante a lo largo de la historia de la cultura y del arte. Son las maneras y las formas de contestar las que permiten un acercamiento al hecho artístico y en la manera de responder a estas preguntas está la clave de si somos artistas o artesanos.

Imagen de ‘La Melancolía del turista’, de Shaday Larios y Jomi Oligor. Foto de Shaday Larios

El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a los demás; equidistante entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso los verdaderos artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar, y si han de tomar un partido en este mundo, este sólo puede ser el de una sociedad en la que, según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.

Así se refiere Albert Camus en su escrito La misión del escritor sobre el hecho artístico. Tiene razón el intelectual francés, unir arte y sociedad, hecho artístico y receptor del hecho artístico nos implica en la verdadera misión de la cultura y el arte, intervenir en los procesos históricos, ser parte de la conciencia colectiva, favorecer el debate crítico para hacernos más libres e iguales. Sin esos componentes nada tenemos que hacer y el teatro de títeres es parte de ese vaivén continuo o debe serlo si quiere convertirse en parte de la cultura contemporánea y esencialmente del teatro.

Existen muchas maneras de levantarse contra el orden establecido para reivindicar cambios sociales y el teatro ha sido una de las herramientas utilizadas a lo largo de los siglos. Como bien dice el dramaturgo Alfonso Sastre en una reciente entrevista, el teatro contribuye a cambiar la sociedad para bien o para mal, para mejor o para peor, pero para cambiarla, y esta es la responsabilidad que adquiere el titiritero al ejercer su oficio.

A lo largo de mis años como responsable cultural encuentro alentador reencontrarme con creadores que se sienten artesanos, y viceversa, mucho más agotador es ver otros que se dicen artistas y apelan a las vanguardias sin conocer el canon, soy de los que creen que sin conocer la tradición no se puede llegar a la innovación, a las vanguardias.

Aunque ya se sabe, La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a quemarse. Le copio a Oscar Wilde.

Lord Byron dejó escrito: «Quién no ama las marionetas no merece vivir». Una frase extremada de un extremado poeta. Pero creemos que quedó corto con su afirmación. En realidad, quien no ama las marionetas no es que no merezca vivir; es que ya está muerto, añadió el iconoclasta Francisco Porras: Quién no se haya dejado seducir alguna vez por la ingenuidad del espectáculo titeril es que nunca ha tenido ilusión, nunca ha estado vivo.

Imagen de ‘La Biblioteca Imaginaria’, de Esteban Villarrocha Ardisa. Teatro Arbolé. Con Azucena Roda y Pablo Girón. Joto Julia Juárez

La forma de expresión más común consiste en la representación de un universo de ficción en el mismo espacio y tiempo que el de las personas espectadoras que lo contemplan, mediante un proceso de trabajo en el que participan responsables de dirección, diseño, manipulación, actores y actrices, intérpretes, personal técnico y demás profesionales, utilizando los medios específicos de la escena y estableciendo los códigos establecidos para el hecho dramático.

Volviendo al principio, ¿qué son los títeres?: arte, artesanía, oficio o todo junto, artesanía y oficio, que en la puesta en escena se convierten en arte.