(imagen de un puesto de venta del Jueves)

Continuamos con nuestra crónica sobre la 38 Feria Internacional del Títere de Sevilla, con una semana repleta de espectáculos y preparando el terreno para la llegada de los consejeros y otros responsables de Unima y de la Asociación AVIAMA (Ciudades Amigas de las Marionetas), que tienen encuentros y reuniones de la organización los días 21, 22 y 23. Hablaremos en otro artículo sobre estos eventos de gran trascendencia para los interesados y sin duda para los profesionales en la materia.

‘Tres Globos’, de Cia. Planas (y) Ardilla-Bam

Ha sido un placer asistir a una representación de ‘Tres Globos’, de la compañía sevillana Planas (y) Ardilla-Bam, a partir de un guión de Azahara Montero e interpretado por la misma autora más el colombiano Jhon Ardilla. Y lo ha sido no sólo por la bella factura del espectáculo, sino también por haber visto a un público tan participativo y entusiasta llenar hasta la bandera la sala de actos del Centro Cívico Cerro del Águila, en uno de los barrios históricos de la periferia obrera de Sevilla.


Se ha inspirado Montero en poemas, cuentos y canciones de la escritora Gloria Fuertes, que tanto hizo para dignificar las obras para niños en los años de la postguerra española y en sus apariciones en los primeros programas infantiles de Televisión Española. De hecho, el título de la obra está sacado del nombre del programa que hizo famosa a Fuertes, ‘Un globo, dos globos, tres globos…’.

Nos hallamos ante un trabajo de actor y títeres muy bien trabado, que descansa sobre la buena presencia y la soltura de ambos intérpretes, con una Azahara Montero pletórica de facultades con ganas de encontrar, junto a su compañero de escenario, la necesaria comodidad en la relación con los muñecos, que permita fluir de la palabra al gesto y del gesto al títere a través de una participación activa del público, muy bien atado a la trama de los poemas y textos de Gloria Fuertes.

                     

Magnífico el vestuario de ambos actores, que marcan una atmósfera de carromato gitano de ensueño que en realidad es una biblioteca ambulante, de quién cumple con los servicios fundamentales de llevar cuentos, historias y canciones allí donde más se los necesita: escenarios de guerra o pueblos donde los niños han dejado de leer y de interesarse por los cuentos.

El dinamismo del vaivén de los actores, de sus cambios de rol, de sus metamorfosis en otros personajes, crean una extraordinaria vitalidad a la obra que engancha y lleva de la mano a los espectadores en las distintas secuencias de la obra.

El público aplaudió satisfecho al acabar, muy contentos los niños de haber aceptado el envite del espectáculo, y los padres de haber visto a sus hijos tan eufóricos con su entrega participativa.

‘Parias’, de Javier Aranda.

No vamos a extendernos sobre esta obra, por haber sido tratada con anterioridad (vean aquí) en Titeresante en dos ocasiones, pero sí indicar la buena idea que tuvo el festival, ante la amenaza de lluvia inminente,  de trasladar la representación al Teatro Alameda, a pocos pasos de la zona donde tenía que producirse: la sala se llenó, atraído el público sin duda por el éxito del día anterior con la representación de VIDA, y Aranda volvió a atrapar al respetable que aplaudió a rabiar al terminar la obra.


Un paso más en la carrera del titiritero de Zaragoza, que ha abierto con sus espectáculos una senda de trabajo unipersonal de alta calidad, sin apenas palabras por en medio, con invitaciones llegadas de alrededor del mundo. Y todo desde la modestia de alguien que simplemente cumple con sus labores con la honestidad y el compromiso radical del artista con su obra.

Xip-Xap, de Lleida, en La Alameda

La conocida compañía de Lleida, conocida por la calidad de sus espectáculos de calle, presentó no sólo uno de sus pasacalles, el titulado ‘Transhumancia’, sino que lo acompañó con la obra de escenario que de alguna manera lo complementa, al tratarse de una historia con el mismo tipo de protagonistas: un pastor y siete cabras.

Fotografía de Tomás Pombero.

En efecto, la compañía ha indagado en el lenguaje de los pastores y de los rebaños, con un muy cuidado vestuario con zancos en el caso de ‘Transhumancia’, más unas hermosas  marionetas realizadas con materias naturales. El equipo de pastores y su pequeño rebaño de marionetas se paseó por una parte de La Alameda como si se encontraran en su medio ambiente, para regocijo de pequeños y mayores, que podían interactuar con los atractivos personajes.

Fotografía de Tomás Pombero.

En el escenario, representaron el cuento de ‘El Lobo y las 7 Cabritillas’, un clásico que los de Lleida sirvieron sin rehuir los momentos duros y horripilantes de la historia, que es como los cuentos se deben contar a los niños, con un registro suficientemente humorístico y distanciado para que los espectadores más chicos entraran en el argumento con suavidad y sin traumas.

Fotografía de Tomás Pombero.

Mediante el uso de máscaras (para el lobo en concreto), marionetas de vara y una efectiva escenografía compuesta de palos, los dos actores de Xip-Xap ejecutaron una faena de las que van directo al grano, metiéndose al público en el bolsillo a los dos minutos y sin dejarlo escapar en lo que duró el espectáculo. El respetable aplaudió agradecido al acabar, como si otorgaran a los actores el premio simbólico de las dos orejas y el rabo del lobo hundido por todos en el fondo del río.

‘Ricitos de Oro’, de Manicomio de Muñecos

La afamada compañía de Colombia, bien conocida por los festivales españoles, ha sido invitada a la Feria del Títere Sevilla con su espectáculo ‘Ricitos de Oro’. Obra que ha ido representando estos días en distintas localidades de la periferia sevillana, y le tocó hoy hacerlo en la Plaza de la Encarnación, más conocida como las Setas (por la extravagante construcción que se alza en la plaza y que recuerda unas setas enormes).


Por desgracia, una intensa tormenta de lluvia, rayos y truenos obligó a suspender el espectáculo. Según nos contó Juan Luís Clavijo, director del festival, es la primera vez en 38 años que se suspende una actuación en la Feria de Títeres. Le tocó al Manicomio de Muñecos. Quizás por estar el tiempo loco. Se cumplió el dicho popular que dice: ‘Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo’. En este caso, más que el frío, el incordio fueron el agua y los rayos.

El Jueves, el rastro sevillano

No podía dejar pasar la ocasión de pasearme este jueves por la calle Feria, que es donde se realiza allí el mercado de viejo o baratillo más popular y antiguo de Sevilla, conocido como El Jueves, por tener lugar en este día. Por lo visto, el Jueves existe desde el siglo XIII, después de la conquista de la ciudad por el rey Fernando III.

Puesto de venta en el Jueves de la calle Feria.

Es interesante ver como las ciudades que se precian mirarse a sí mismas con ganas de gustarse, buscan dignificar de la mejor manera posible sus mercadillos de viejo, allí donde con determinada periodicidad -cada ciudad establece la suya propia- se exhibe sin pudor alguno las entrañas de sus interiores domésticos. Sevilla lo hace con una cierta solemnidad popular al escoger una de sus calles céntricas pero alejadas del núcleo histórico y monumental, muy cerca de La Alameda y del barrio donde no hace mucho se ejercía la profesión más antigua de la humanidad, hoy reconvertido en zona de bares de diseño y con alegre concurrencia juvenil.


La calle Feria se llena cada jueves de puestos de venta de objetos de todo tipo, desde los más humildes y anodinos que podríamos considerar despojos y desechos de lo que queda cuando se vacía un piso, hasta piezas de un cierto valor que se ofrecen como antigüedades de precio alto y a veces bajo. Y como es propio que suceda en estos casos, la misma calle contiene no pocas tiendas especializadas en la compra y la venta de lo viejo y lo antiguo, con profusión de objetos, esculturas y pinturas de tema taurino, flamenco y sevillano, que deben ser los más buscados por los coleccionistas amantes del ‘souvenir’ de calidad.


Indispensable detenerse en la taberna El Vizcaíno para tomar en ella una caña y unos altramuces, cosa que hice con religiosa diligencia, una barra situada en paralelo a la calle y que permite ver la plaza de Monte Sion que se abre al frente con el despliegue de sus puestos de venta. Vendedores y compradores vienen a resarcirse y a tomar un respiro en la sombra fresca del bar, con la conciencia clara de quién sabe estar cumpliendo con una costumbre ancestral de muchas generaciones de uso.

El Vizcaíno.

No compré nada, pues no era este mi objetivo, pero salí de la calle Feria saciado de sabores que me hablaban del espíritu popular de todos los Jueves, Rastros, Encantes, Baratillos y Ferias de Ladra que abren en canal y llenan de poesía las urbes de nuestro Mosaico Ibérico, sin distinción de tiempos.


Al estar alojado en casa del titiritero Tomás Pombero y mientras charlábamos sobre el Jueves y otros mercados españoles de viejo, se acordó Tomás de un texto del también titiritero sevillano Julio Martínez Velasco (de la compañía Pipirijaina del Titirimundi) publicado en la recopilación de ponencias y debate del 2º Congreso de Titiriteros de Unima Federación España realizado en Sevilla en el año 1995. Cuenta Martínez Velasco que siendo estudiante de bachillerato y al ver un día a un viejo titiritero ‘malvender sus títeres por cuatro perras a un chamarilero en un mercadillo callejero de trastos viejos, el Jueves de la calle Feria’, se esforzó por comprarlos y devolverlos así al pobre trujamán. Lo buscó en la pensión donde se alojaba, pero llegó tarde: por lo visto, ya había muerto. Juró entonces que ocuparía el puesto de aquel hombre. Y acabó siendo titiritero de por vida.


Una hermosa y triste historia de títeres, rastros y Jueves.