Comenzaba a escribir otro artículo para Titeresante cuando me encuentro en internet con la noticia de la muerte de Brunella Eruli. Murió el 8 de agosto, en Florencia, Italia. La noticia me atraviesa  como una daga. Me quedo por un rato sin aliento, con el temblor y el ahogo de las lágrimas. Hacía mucho tiempo que no perdía a un ser querido, con todo la desolación y el desgarro que nos sobrecoge ante una noticia así.

Brunella Eruli

Brunella Eruli

Será un lugar común decir que su muerte es una gran pérdida para el teatro de títeres, pero esto es una verdad a gritos. Brunella Eruli, la profesora e investigadora italiana es de esas personas que le han aportado fuerza, músculo, vértebras, materia gris, oxígeno al teatro de títeres en los últimos cuarenta años. A través de sus investigaciones y su aguda mirada Brunella constató la importancia del títere y supo comunicarla y defenderla en ámbitos intelectuales y académicos, donde es tan habitual que se le de la espalda, o se ignore. Su visión contribuyó a que el títere fuese tratado como categoría artística, pues lo relacionó con otras artes, las  vanguardias, la investigación, las nuevas tendencias, la tradición. En fin lo trató en su justa y sensible medida, con el mayor rigor científico, histórico, intelectual, técnico, propio de la gran estudiosa que fue.

Una de sus labores más visibles es sin duda la redacción de la revista Puck. Brunella era la verdadera flor de Puck, desde su creación en 1988. Ella articuló los 18 números publicados desde entonces, convirtiendo a Puck en la revista de referencia internacional en el mundo del títere. El número 19, dedicado a las colecciones y coleccionistas, lo preparaba desde el año pasado, y estaba prevista su publicación para el próximo mes de septiembre.  Estos 19 Puck serán parte del legado que nos deja Brunella, una revista sin fecha de caducidad, testigo de lo mejor de nuestro arte, ejemplo de perseverancia y exigencia.

Puck

Además son numerosos sus artículos e investigaciones sobre la obra de Tadeuz Kantor, las vanguardias y los títeres, su colaboración en exposiciones, eventos teóricos, publicaciones, etcétera. Y como remate está su labor pedagógica como profesora en diferentes universidades y escuelas teatrales de Italia y Francia.

Entre sus discípulos me cuento. Tuve la suerte de tenerla como profesora en la ESNAM de Charleville-Mézières y recuerdo sus clases, los viernes, como colofón y premio de la semana. Ella llegaba, con su elegante porte de bella donna italiana, cargadísma de libros y DVD que nos mostraba en clases. Con su voz y acento suave nos hacía penetrar en las entrañas de Ubú o en los ballets triádicos, nos acercaba a Artaud, Breton, Schlemmer, Craig, Kleist, Kantor, Maeterlinck, y toda esa historia y teoría la conectaba con nuestra realidad, el presente, para entender de dónde veníamos artística y titiriteramente hablando, y a partir de ahí reflexionar sobre lo que veíamos y creábamos. De su mano descubrí la colección de arte moderno y contemporáneo del Museo G. Pompidou, en París, y muchos espectáculos que ella “nos llevaba” a ver, para luego debatir en clases…

Y con la misma pasión con la que nos contaba sobre Depero o Schulz, Brunella se preocupaba por nosotros con un cariño maternal que contrastaba bastante con la actitud habitual en el resto de profesores. Se preocupaba si comíamos y dormíamos bien, si no pasábamos frío, en fin, si nos cuidábamos. Cuando comenzaba el buen tiempo, trasladaba las clases al jardín, porque decía que respirando un aire limpio entenderíamos mejor.

Volví a ser su alumna en la Universidad de París III. Luego mantuve el contacto con ella a través de correos electrónicos, colaborando con su revista, cruzándonos en festivales y espectáculos, porque para mí su presencia y criterio es de eso que me importan e interesan tener cerca.

El día 4 de agosto le escribí un correo electrónico y no sabía que sería el último, pues la invitábamos a Granada para que impartiese conferencias el próximo curso. Brunella no respondió, y por eso guardaré en mi memoria su despedida el último día de clases en Charleville: ¡sed exigentes, sed exigentes!