(Cecilia di Mauro, en Renata, hablando con el público en el X Festival Iberoamericano de Títeres. Foto Teatro Arbolé)

¡Ayúdenme, chicos! Está llamada a la participación del público es constante en el desarrollo de la representación tanto del grupo EL TELON (De piratas y marineros) como de EL LUCERO (Renata), esta llamada marca una manera de entender y hacer la dramaturgia para títeres de estos dos elencos sucesores de la mítica compañía de títeres LA PAREJA, emblemática compañía de Héctor y Eduardo DiMauro, hermanos, mellizos y creadores del canon de manipulación del títere de guante argentino.

Los Di Mauro son esenciales en la creación de la profesión de titiriteros en Argentina, ellos recogen y perfeccionan la manera de hacer titeril de grandes maestros como Javier Villafañe y Roberto Espina tan ligados a la familia Di Mauro que eran parte de esa enorme familia titiritera. De parte de los Di Mauro, han estado presentes en Zaragoza para cerrar el X FESTIVAL IBEROAMERICANO DE TÍTERES, que organiza Teatro Arbolé, las compañías El Telón y El Lucero.

Quique Du Mauro en acción, con ‘De marineros y piratas’. Foto Teatro Arbolé

Llevo un tiempo constatando como toda expresión artística, por sencilla que sea (las puestas de Renata y De piratas y marineros lo son, brillan por su sencillez), tienen en su forma una traslación de su fondo, creyendo y poniendo en práctica que toda forma artística debe ser coherente con su contenido y estas dos lo son tanto en su ética como en su estética.

Esto es lo que pasa con Renata del teatro EL LUCERO de Córdoba, Argentina, centro de operaciones de la familia Di Mauro, en su representación donde el títere lo es todo. Cecilia Di Mauro busca y encuentra que en la representación de Renata lo exhibido provoque en el receptor suficientes impulsos para convocar a la participación y lo consigue magistralmente con técnica y profesionalidad. En toda representación de títeres antes o después de las emociones aparecen lo que llamamos rutinas titiriteras que beben del quehacer formativo y constante de la familia Di Mauro, creadores del canon de manipulación del títere de guante en Argentina como antes se ha dicho, y en el caso de Renata, del director de la puesta en escena, Miguel Oyarzun, alumno aventajado de los Di Mauro y miembro de esa estirpe de titiriteros latinoamericanos que se han convertido en leyenda.

Quique Du Mauro en acción, con ‘De marineros y piratas’. Foto Teatro Arbolé

En cuanto a la puesta en escena en el Festival, Renata se enmarca en el territorio donde las marionetas se convierten en nuestras plumas para escribir y contar historias y estados de ánimo. En las puestas en escena tanto de El Telón como de El Lucero, destaca la constante llamada a la participación del público, que ayuda al discurrir fluido de la narración, que en esta ocasión y es plausible en el caso de Renata, tiene protagonista femenina, tan escasa en las puestas en escena de títeres en Argentina.

La titiritera alemana Traude Kossatz afirmaba que no hay ninguna otra forma de arte que acceda con tanta facilidad a los niños y niñas como los títeres. El títere es más pequeño que los infantes, de forma que éstos no sienten detrás la presencia de los adultos. Por esta razón es evidente que los muñecos logran fácilmente niveles de conexión profundos con los más pequeños, algo que no siempre se consigue a través de otros recursos. En el caso de Renata, Cecilia Di Mauro lo consigue hábilmente.

La puesta en escena que hace el Telón, al igual que el Lucero, es de una sencillez y sobriedad máximas. Sólo un pequeño retablo en el que evolucionan los títeres correctamente animados por manos maestras. Sin apenas decorados, ni espacio sonoro, ni efectos de iluminación, únicamente los títeres, la materia inerte cobrando vida ante los ojos de los espectadores. Aquí el títere lo es todo. No hay trampa ni cartón y sí mucho oficio.

Cecilia Di Mauro junto a Miguel Oyarzun. Foto compañía

El títere y la capacidad de comunicar, de conectar, de establecer el juego y ganarse la complicidad del público. En realidad, títere y comunicación forman parte de una misma ecuación. Decía Paul Claudel que el títere es una palabra que se mueve y, en efecto, esto es así en cierto modo, ya que un títere tiene existencia en la medida en que se mueve, transmite alguna idea y comunica algo. Enrique Di Mauro resuelve de forma notabilísima esta ecuación y plasma en realidad esa aseveración teórica que define al títere como una forma de vida animada por una idea en un cuerpo inerte.

En De marineros y piratas vemos un desfile de personajes de marcada personalidad (el rey Baltasar, un sapo brasileiro, María, Juancito, un ladronzuelo, Pepucho o un encantador payaso a modo de maestro de ceremonias) que van protagonizando pequeñas historias que se desarrollan utilizando algunos de los elementos más característicos del teatro de títeres (rápidas entradas y salidas, ocultamientos, persecuciones, golpes, llamados a la complicidad y a la participación del público…).

Es cierto que no existe una elaborada dramaturgia, la manipulación y la sencillez buscan realzar la teatralidad del espectáculo. En el caso de El Telón, el titiritero sale del teatrino, muestra los muñecos, explica cómo de manipulan, se establece un diálogo directo entre él y los personajes, entre él y los espectadores, y todo con una fluidez y una facilidad realmente envidiables.

Como decía Peter Brook, aquí solo se cuenta lo esencial para que la historia cumpla su función, que no es otra que la de fascinar al espectador y atrapar su atención hasta provocarle la necesidad de pedir otra más, lo superfluo sobra en estas dos puestas en escena donde lo sencillo gana al artilugio y la ostentación de las que a veces se abusa en las representaciones para niños y niñas.