(Fotografía de Jesús M. Atienza)

Se ha presentado del 2 al 5 y del 9 al 12 de septiembre de 2021 la obra the watching machine de Macarena Recuerda Shepherd en el Antic Teatre de Barcelona. Una obra que en cierto modo continúa la exploración realizada en ¡Ay! ¡Ya! (ver aquí), donde se buscaba provocar la percepción compleja de las realidades dobles: ser y no ser a la vez algo o alguien. Es decir, recurrir a los juegos perceptivos del trompe l’oeil pero sin nunca perder de vista la realidad doble que lo crea.

Fotografía de Jesús M. Atienza

En The watching machine, como el mismo título indica, nos encontramos de nuevo en los reinos de la mirada, con todo el escenario convertido en una especie de caja mágica en la que tienen lugar las correspondientes mutaciones perceptivas de la mirada doble -las cosas no son lo que aparentan ser- con una clara línea evolutiva metamórfica hacia un estallido ‘de algo nuevo’. Un propósito magníficamente logrado sin salirse en ningún momento del marco de partida y con los escasos elementos que entran en juego: un bosque de pies con sus micrófonos, cuatro espejos y unos rayos de luz que también juegan a desdoblarse.


Fotografía de Jesús M. Atienza

Para conseguir esta transformación del espacio y de lo visible, necesita crear la artista, que en esta ocasión actúa sola (con el complemento técnico en la cabina), una atmósfera perfecta de lo que podríamos llamar un ritual performativo, es decir, una medición exacta y siempre autoconsciente del tiempo y de los tiempos de cada acción, siendo esta autoconsciencia espacial y temporal el secreto sutil, pero profundo y poderoso, que nos introduce al misterio del rito, de las miradas dobles y de la transformación.

Como en todo rito, hay una estudiada ‘puesta en escena’ de los elementos espaciales que lo van a conformar, en este caso el bosque de pies de micrófono que inundan el escenario, todos estirados al máximo y mirando hacia arriba, como queriendo captar sonidos y mensajes que vienen del cielo, del cosmos.

Fotografía de Jesús M. Atienza
Fotografía de Jesús M. Atienza

En un momento dado, Macarena Recuerda se permite unas secuencias de conexión directa con el público, cuando juega a engañar la percepción que tenemos de ella desdoblada en un espejo; como quien pone las cartas sobre la mesa, parece querer indicarnos que la clave del asunto es esta ambigüedad del desdoblamiento visual. También nos dice que la base de toda su propuesta se basa en el espejo y en su capacidad reflexiva: desdobla la imagen y quiebra la luz.

Fotografía de Jesús M. Atienza
Fotografía de Jesús M. Atienza
Fotografía de Jesús M. Atienza

Pero no deja de ser un apunte que también engaña, pues el rito en el que nos vemos inmersos va más allá del juego de ser dos cosas a la vez. Como he dicho antes, la artista malagueña-vasco-catalana, dueña como es de los lenguajes dobles que exigen una percepción consciente de los mismos, nos embarca en una distorsión que es transformativa del espacio y del tiempo. El ritual lo es de verdad porque muta las realidades y nos introduce a algo nuevo y distinto.

Se sirve para ello del sonido: a través de un latido profundo que crece y se va vistiendo de unas capas de música que nos remiten a la canción ‘transfigurativa’ que ya nos cantó al principio, entonces aún desde la desnudez inicial de la puesta en escena del rito. Se trata de Because, el conocido tema de los Beatles.  Ahora la canción surge inmersa en una expansión ‘cósmica’, como si los supuestos micrófonos captaran por fin las vibraciones de aquellos sonidos buscados, de acorde en cierto modo con la letra de la canción.

Una ola de luz y música hila el proceso de transformación del espacio y de la propia actriz-oficiante, convertida ella misma en foco de expansión de infinitos rayos de luz que surgen del desdoblamiento quebrado de los haces luminosos reflejados en los espejos… Un final casi de expansión mística o cósmica.

Creo que Lídia Zoilo, nombre real de la artista que se presenta como Macarena Recuerda Shepherd, ha logrado lo más difícil todavía, desde la máxima sencillez y sin jamás perder la ambigüedad perceptiva que define su trabajo. Lograr un rito de transformación visual y sonora efectivo, sin perderse en las confusiones emocionales que suelen usarse para estos menesteres, sino manteniendo siempre despierto el ojo de una mirada de percepción autoconsciente, es decir, estando dentro y estando fuera a la vez, no es algo que se vea cada día. Se trata de una experiencia única, que nos remite a lo que podría ser un teatro del futuro que vaya más allá de los contenidos de siempre con sus vaivenes de juegos emocionales, y que se centre en los misterios de la percepción consciente del tiempo.

El fotógrafo Jesús M. Atienza sacó unas preciosas fotografías que son las que acompañan este artículo. Conclusión: no hay que perdérselo.