Roberto White

Roberto White. Foto de Jesús Atienza.

Roberto White, creador de personajes sencillos, estuvo el 17 de febrero por el Taller de Marionetas de Barcelona para enseñar Criaturas particulares. Su trabajo de titiritero abarca el territorio que hay entre los títeres de cuerpo y la investigación de los materiales con los que forma sus muñecos. White, que proviene del universo artístico del mimo y del payaso, convergió con Hugo Suárez (Hugo & Inés) en 2004, en la compañía La Santa Rodilla. “Él me introdujo al mundo de los títeres”, afirma Roberto White. “Fui alumno suyo.”

Criaturas particulares es una evolución personal del camino que inició con Hugo Suárez. Aunque es un espectáculo que ya ha podido verse en otras ocasiones en España, no es un montaje acabado. No tiene una estructura unitaria, sino que funciona como una serie de presentaciones o sketches de los diversos personajes, que los que el propio White llama “números”. Es un cabaret.

Al principio, White capta la atención del público con la palabra y con el gesto e introduce unos globos blancos que serán material recurrente a lo largo del espectáculo. Pero cuando éste empieza de verdad es cuando los globos adquieren la verdadera dimensión de personaje y el titiritero queda en segundo plano. El tono y la energía de la obra cambian radicalmente cuando aparecen en escena, a ritmo de música brasileña, una madre y un hijo hechos con una bolsa de plástico y un globo, todo blanco, manipulados sencillamente con una varilla pegada al globo que le permite hacerlos girar y adoptar varios gestos expresivos. A partir de ahí, desfilan todos los personajes, unos tiernos, histriónicos otros, radicales casi todos. Un prisionero en una jaula de pájaro, que no es más que un globo y la mano del propio White, con la que reproduce con detalle la articulación de un cuerpo entero. Una bruja hecha con las manos, que bebe de una poción mágica que la convierte momentáneamente en sepia, elefante y alguna otra bestia gigantesca, en el que probablemente es el sketch narrativamente más bien trabado de todos. Una danza entre dos cuerpos-mano con una cabeza redonda en cada pulgar, en la que prácticamente se reproduce una escena que pasa del amor a la pelea y de nuevo al amor. El personaje más potente de todos viene a continuación: un samurai hecho con bolsas de plástico que White manipula desde atrás con los pies, una mano para el bastón y los dos brazos del muñeco y la otra para la cabeza. El samurai tiene una gesticulación muy propia y la interacción con el titiritero, además de muy acertada, es muy divertida. Y el último “número” es el de un bailarín de tangos argentino hecho con una cabeza de globo con sombrero, una americana que el titiritero manipula desde atrás sacando una mano por una manga y con sus propios pies. El personaje baila e imita a Michael Jackson, a un fumeta que escucha reggae y a un tanguero.

Roberto White, samurai.

Roberto White y su samurai. Foto de Jesús Atienza.

Roberto White explica que organiza el orden del espectáculo a medida que crea personajes nuevos, que luego los prueba y los recombina mientras cada uno va desarrollando su sketch. A la hora de crear estos personajes, le interesa especialmente el material. “Me gustan los materiales simples, como las bolsas de plástico, que además son muy cotidianos, porque cuanto más simple es, más se transforma. El salto que hay entre el objeto original y lo que representa es mayor, y por tanto es más mágico.”

Como White reside en Costa Rica, no es habitual verlo en España. Aunque tampoco resulta extraño. “Suelo venir unas tres o cuatro veces al año, entre actuaciones y clases. Porque también imparto cursos, aunque yo no me lo tomo como una enseñanza clásica, sino más bien como una transmisión de conocimiento.”