(Imagen del Pinoccio de la compañía Il Cerchio Tondo di Mandella del Lario)

Concluimos con esta tercera crónica la atención puesta sobre el Festival de Títeres de Pordenone, MagicaBura!, también llamado 2º Fantastico Mondo del Burattini Festival! (vean la primera crónica aquí y la segunda aquí). Hablaremos en el presente artículo de los espectáculos Le Avventure di Pinocchio de la compañía Il Cerchio Tondo di Mandello del Lario, y Sogni, de la compañía Gino Ballestrino di Genova. También comentaremos Gli Aperitivi Burattineschi, a modo de reflexión de unos encuentros que permitieron a las compañías hablar de sus propuestas.

Le Avventure di Pinocchio, por la cía. Il Cerchio Tondo di Mandello del Lario

Pudimos ver en la sala dedicada a los espectáculos del exconvento de San Francesco de Pordenone la obra Le Avventure di Pinocchio, una puesta en escena de la conocida obra de Carlo Collodi (seudónimo de Carlo Lorenzini, Florencia 1826-1890) a cargo de Marco Randellini, Maura Invitti y con la música en directo de Andrea Pizzamiglio, una producción de la compañía Il Cerchio Tondo di Mandella del Lario.

Foto compañía

Abordar la obra de Collodi ha sido, para Invitti y Randellini, un viaje casi iniciático a las raíces de su interés por el mundo de los títeres, basado según ellos en materiales nobles, siendo la madera uno de sus principales referentes de partida. Para Il Cerchio Tondo di Mandello, Pinocchio es un claro homenaje a la materialidad del teatro de títeres que se centra en la madera, una metáfora de lo que es un títere y de la ambición de cualquier titiritero: sacar una figura articulada de un tronco cualquiera de madera y conseguir que tenga vida.

Y es por ello que la propuesta de los de Mandella del Lario parte de un compromiso hacia la obra integral de Collodi, es decir, su objetivo ha sido representar un Pinocchio estrictamente fiel al texto original, para no traicionar los distintos aspectos que esconde. Si tenemos en cuenta que Collodi era masónico y que su obra está trufada de elementos pedagógicos que buscaban en su época una nueva moralidad social, se entiende que los titiriteros que lo quieren poner en escena se entreguen a la obra y al personaje como si de una iniciación se tratara, venciendo las enormes dificultades que contiene la historia, provista de una gran complejidad.

Foto compañía

Estas consideraciones sirven para explicar y entender los rasgos de la propuesta de Randelli i Invitti: el peso del elemento madera, en los títeres y en la escenografía, tallados con unos rasgos que buscan la tosquedad para afirmar su materialidad leñosa, al igual que la escenografía; y una apuesta por el llamado ‘teatro pobre’ al que la compañía ha sido siempre proclive, como ellos mismos afirman en sus declaraciones.

También hay una apuesta visual por unos decorados que nos remiten al universo pictórico de Van Gogh, que Maura Invitti ha sabido plasmar magníficamente, y que nos invitan a ‘ver la naturaleza desde la mirada interior’, el mismo tipo de mirada que exige tallar la madera para sacar lo ‘vivo’ que hay en su interior. Si le sumamos el atractivo acabado de los títeres tallados por Marco Randelli, cuya belleza se realza todavía más cuando los miramos en primer plano, debemos concluir que el trabajo realizado por la compañía tiene en su coherencia conceptual y en la belleza plástica de títeres, retablo y decorados, su mayor aliciente.

Foto compañía

Confesaron ambos titiriteros que su pretensión de poner en escena la obra entera de Pinocchio sin recortes y sin dulcificaciones del contenido los llevó a alcanzar la duración de dos horas de espectáculo, algo excesivo en los tiempos habituales de hoy en día. Tuvo lugar entonces un proceso de reducción o depuración del resultado, con varios cambios de músicos -la música en directo era otro de los requisitos que se pusieron los dos titiriteros-, hasta que pidieron a Walter Broggini que les echara una mano para poner la obra a punto y según los cánones aceptables por programadores y espectadores. Un trabajo que el de Albizzate realizó con excelente destreza, sacando algunas escenas, pero dejando lo esencial sin recortes excesivos y asegurando un ritmo ágil, pero dejando el tempo adecuado para que se pudiera gozar de cada uno de los momentos importantes de la obra.

Foto compañía

El estreno de esta última versión es lo que pudimos ver en el exconvento de San Francesco, desplegando la compañía el universo matérico leñoso de su escenografía y de los títeres, mostrando tanto su riqueza como su belleza. Como dijeron los autores en el Aperitivo Burattinescho, llevar a cabo la producción de Pinocchio ha sido un largo recorrido lleno de dificultades y contratiempos, que han tenido que ir solucionando a base de trabajo y de ir depurando el material creado. Un claro recorrido iniciático de aprendizaje, poniéndose en la misma piel del profundo significado que subyace en la obra de Collodi.

Una mención especial merece la participación del músico Andrea Pizzamiglio que intervino desde un lateral del escenario con un acordeón cromático antiguo, de los que se toca con botones y que no necesitan una afinación perfecta. Una sonoridad que Pizzamiglio consideró la más indicada para acompañar la acción de la obra, creando las atmósferas apropiadas para cada escena.

Una actuación al aire libre. Foto compañía

Sin duda el rodaje de la compleja ‘maquinaria poético-teatral’ de su Pinocchio pondrá todavía más a punto sus engranajes, dando alas a la tosquedad estética de la plástica escénica que sus autores han buscado con tanto ahínco. Un trabajo que el público de Pordenone supo apreciar como lo indicaron sus entusiastas aplausos finales.

Sogni, de Gino Ballestrino di Genova

El último espectáculo visto en el MagicaBura 2022 de Pordenone fue un bello montaje visual ‘de baracca’, como se dice en italiano, es decir, de retablo, a cargo del veterano maestro titiritero de Génova Gino Ballestrino. Una obra sin palabras que Ballestrino construyó durante la pandemia.

Bi y Ba. Foto compañía

El punto de partida es muy sencillo: el sueño de un títere. Pero no es fácil saber lo que sueña un títere, hay que conocer muy bien a esos seres de madera, de tela o de cartón que viven sin vivir, y sueñan sin soñar. Es decir, uno tiene que ponerse en la piel de estos ‘otros’ que figura que nos representan. Y eso es lo que hace Gino Ballestrino, situarse dentro del imaginario titiritero y escuchar las resonancias básicas que suenan en él. Dicho en otras palabras, ir a la esencia del títere y ver las imágenes que surgen de su interior.

Foto compañía

Imágenes de simetría unas veces, de desdoblamientos simétricos de género otras; vibraciones musicales que se enroscan en el aire y que giran del derecho y del revés, mostrando una faceta espacial de la música que normalmente está invisible; o las imágenes de esta vitalidad arquetípica de los títeres que tiene el verde de la naturaleza por insignia y gusta de los colores de las flores, mientras la música celebra la primavera. También los seres fantásticos que gustan ponerse en las manos de los titiriteros, como los dragones verdes que son símbolos de regeneración.

Foto compañía

El sueño del títere de Ballestrino nos invita a un viaje a la esencialidad del arte del guante, cuando las manos juegan a metamorfosearse en otros seres y formas. Parte para ello de un personaje, que llama Bi, el que duerme y sueña, y que en uno de sus episodios oníricos encuentra a su doble femenino que se llama Ba. Bueno, con esta denominación el titiritero nos indica ya quién es Bi: un ser doble, bi-lo-que-sea, es decir, nos indica ya por el nombre el secreto de los títeres, seres que están vivos y muertos a la vez, que son y no son, una esencialidad que sin embargo se reserva con extremo pundonor, como si fuera un secreto que no conviene desvelar sino solo intuir, una pincelada de sutileza filosófica para niños, pues los mayores podrían desvirtuarla razonando y teorizando, procesos que nos alejarían de la poesía. ¿Acaso los títeres no están siempre despiertos y dormidos, inanimados y soñantes? Cuando los vemos en un museo o en una vitrina de la casa del titiritero, hablamos de su ‘energía potencial’, es decir, hablamos de su ser inánime que sin embargo ‘sueña’ sus hazañas vividas o por vivir. Esta condición doble es lo que nos dice su ser Bi.

Foto Ottoteatro

De todo esto habla Sogni de Gino Ballestrino; habla sin hablar, pues no hay palabra alguna sino solo bellas composiciones musicales de algunos de los mejores maestros del siglo XX, que dan sonoridad a las imágenes poéticas que nos propone su indagación onírica. Un pequeño viaje a la intimidad del oficio de las manos, situándonos en el universo de la ‘caja mágica’ que siempre es un retablo de títeres. Un bello ejercicio de introspección poética que Gino Ballestrino quiso ofertar al público en tiempos de pandemia. Tras los confinamientos y los miedos colectivos, llegó el momento de verlo y gozarlo. El público en Pordenone así lo recibió, con emoción y sentidos aplausos.

Gli Aperitivi Burattineschi

Tuve la suerte y el honor de moderar estos aperitivos titiriteros, nombre que se dio a los encuentros que tuvieron lugar cada dos o tres espectáculos vistos, afín de agrupar a los artistas participantes para que explicaran al público sus puntos de partida, sus métodos de trabajo y los secretos del oficio que cada uno tuviera a bien desvelar.

Y tengo que decir que los Aperitivi fueron algunos de los momentos más interesantes del Festival, a modo de complementos de los espectáculos que permitieron a los asistentes descubrir ángulos ocultos de cada obra, las intenciones secretas de sus autores, los apuros que pasaron en sus siempre largos y dificultosos procesos de creación, los hallazgos y lo inesperado que suele sorprender a quienes batallan en los ensayos, y tantos otros detalles y aspectos que el público no ve ni sospecha.

Uno de los Aperitivi Burattineschi: de derecha a izquierda, Luca Radaelli, Walter Broggini, Domenico Bernini y Toni Rumbau

Tuvimos la suerte además de contar en cada sesión con algunas personas del público versadas en el teatro de títeres, cuando no con los mismos profesionales que escuchaban intrigados lo que decían sus colegas, para luego opinar sobre tal o cual tema. Tuvieron un papel importante los actores de Ortoteatro así como su director, Fabio Sacaramucci, y el codirector artístico del Festival, Walter Broggini, que pusieron no pocos puntos sobre las íes en muchas de las cosas que se dijeron. Sus aportaciones enriquecieron siempre el debate con ideas y opiniones tan oportunas como pertinentes.

Convenimos todos en celebrar estos encuentros como unas preciosas sesiones de autoconciencia o de autoobservación, algo indispensable en cualquier disciplina artística, esos procesos que permiten alejarnos de los que hacemos para vernos desde la distancia de una mirada exterior y ajena, aunque sea la nuestra propia. Desdoblarnos como hacemos con los títeres, pero en este caso para vernos desde afuera ‘haciendo títeres’. Una labor que desde los festivales vale la pena propiciar.