(Dora Cantero. Foto de Iñigo Royo)

Primera reflexión de Karim Dakroub tras su estancia en Tolosa, donde participó como invitado en las Jornadas sobre Títeres y Violencia en el 40º Festival Internacional de Títeres de Tolosa, Titirijai 2022.

No pude cerrar los ojos esa noche sin escribir mi impresión de esta increíble representación, a pesar del cansancio extremo: ‘El Tiempo de las Tortugas’, de Dora Cantero, vista en el teatro TOPIC de Tolosa, el 24 de noviembre de 2022.

Se trata de una combinación única de conferencia, teatro de objetos, títeres, instalación y performance, interpretada por Dora Cantero (que es la autora y directora del espectáculo) con el destacado acompañamiento musical y performativo de Joan Bramon Mora.

Foto de Iñigo Royo

Antes de que comience el espectáculo, un técnico reparte tarjetas con la imagen de una tortuga, a la que llama “acreditación”, a unos pocos afortunados del público sentados en primera fila, y resulta que yo soy uno de ellos y recibo esta tarjeta. No hablo español, le dije, no se preocupe, lo entenderá, respondió el joven con seguridad. Tal vez no exagero si afirmo haber entendido cada palabra de la presentación basada en el texto.

El espectáculo comienza con una conferencia sobre la tortuga, un ser frágil y vulnerable, a pesar de la impenetrable armadura en la que reside. En los primeros minutos, casi se tiene la impresión de estar viendo una sesión de concienciación medioambiental y de preservación de las criaturas en peligro de extinción. Sin embargo, pronto nos vemos arrastrados a un juego oculto con el suave humor que cose el espectáculo desde el primer minuto hasta el final. Dora se abre paso en nuestros corazones con su actuación tranquila y sarcástica, y nos pone un suave espejo delante de la cara para hacernos comprender que el ser en peligro no es la tortuga, sino el humano que llevamos dentro.

Foto de Iñigo Royo

La estructura simbólica de la representación se despliega sucesivamente con la actriz arrastrando el antiguo piano de madera hacia el centro del escenario, después de que éste haya pasado a formar parte del fondo escénico a la derecha del espectador. Este piano se convierte en una maqueta del caparazón de la tortuga, su cuerpo lleno de arrugas y laberintos. Nadie toca el piano, sus teclas rotas se nos revelan como si fueran el alma de esta mujer. Sólo queda desmontarlos y ponerlos en un cubo de recuerdos. “Dora” nos lleva a un viaje por las entrañas huecas del piano, un viaje por la geografía del cuerpo y su historia, por los recuerdos, los objetos íntimos, las melodías, los poemas y los pensamientos, mientras continúa su explicación “anatómica” paralela de los pulmones, los intestinos, el corazón y los huesos. Una ambivalencia entre la conferencia anatómica y las ilustraciones en la pantalla, y lo que el ojo, el oído, los sentimientos y las ideas perciben.

Foto de Iñigo Royo

Dora nos cuenta el viaje de la tortuga por las profundidades de los océanos y a través de lugares y países, su migración, reproducción y pérdida entre el agua y la luz de la luna, el peligro de su extinción, la cantidad de nylon que devora y que se queda atascado en su intestino tras ser engañado por su brillo en el agua como una medusa (el alimento favorito de la tortuga). La tortuga es engañada por la belleza del nylon y la mujer es engañada por la gente y las relaciones. El piano/cuerpo se desdobla en una escena sencilla e impactante, la mitad va con un hombre que ilumina el corazón de la mujer, y luego lo apaga en una escena expresiva que sugiere una experiencia sexual aburrida y decepcionante.

Uno se asombra de la motivadora interpretación musical, contrastada con la tranquila y sarcástica Dora, que esconde a lo largo del espectáculo una tristeza que se eleva hasta la tragedia. Joan se desliza repetidamente desde el rincón de los instrumentos musicales al corazón del espectáculo, al corazón de la mujer para interpretar el papel de los demás, de todos los demás. La imagen está muy presente durante la representación, con el vídeo cuyo papel oscila entre las ilustraciones, las imágenes poéticas, los poemas y los recuerdos. La imagen nos sorprende cuando invade el escenario para provocar la mente con sus contradicciones y contradice el texto y la interpretación musical. El uso de la imagen no va más allá de lo necesario en la estructura dramatúrgica del espectáculo. No hay pretenciosidad, ni despliegue de músculo artístico y técnico, ni culto a la forma, a la suavidad, a la sencillez y a la profundidad.

Foto de Iñigo Royo

Dora, que cubre su feminidad con gruesas capas de tela, da una impresión ambivalente del personaje que interpreta, a veces nos da la impresión de que es una persona sobria y práctica, desprovista de emociones dando una conferencia científica, otras veces aparece como una niña o un niño, o incluso un ser cerrado desprovisto de toda identidad sexual. Luego, poco a poco, se va despojando de sus ropas y finalmente aparece como una joven frágil, con el alma tan hueca como este piano.

Antes de finalizar el espectáculo, entra el fantasma de un hombre, cuya espalda se muestra en el vídeo. Todo el escenario se convierte en una pantalla y la nostalgia se superpone a la realidad. El hombre/fantasma toca el piano y toca el alma de Dora. Alarga la mano para tocarlo, para abrazarlo y fundirse con él, pero la sombra se retira y la imagen se desvanece, dejando un trozo de tela vacío en la mano de Dora. Duda, sonriendo: No lloro, no lloro, no lloro… Se apoya en el piano roto y llora en silencio mientras su compañero toca la guitarra.

Es un poema teatral que pasa en silencio para cavar él mismo un tatuaje en las profundidades.

Karim Dakroub

Director de teatro, titiritero, psicólogo clínico/psicoterapeuta y consultor psicosocial. Se graduó en la Academia de Teatro de San Petersburgo y otras universidades y actualmente es profesor en la Universidad Libanesa. Como fundador y presidente de KHAYAL (Asociación para las Artes y la Educación) ha diseñado y gestionado varios programas culturales, sociales y psicosociales y ha colaborado con varias organizaciones locales e internacionales. También ha trabajado como experto psicosocial y formador como respuesta a diferentes guerras y crisis de oriente medio. Sus obras de teatro de títeres han sido presentadas en numerosos festivales alrededor del mundo.