Se presentó el jueves 21 de junio, a las 12h del mediodía, el Taller realizado por los alumnos de Segundo Curso de Escenografía del Institut del Teatre[i], con el título “¿De qué tienes miedo?”, dirigido por Alfred Casas. Colaboraron también Jaume Ayza, profesor de Iluminación, y Elisa Echegaray, profesora de Personaje y Vestuario. En el apartado de dramaturgia, Víctor Molina participó al principio del Taller con algunas observaciones sobre el concepto y la propuesta del recorrido. El taller tuvo la suerte de contar con la afortunada participación de alumnos de Tercer Curso de Gesto del Centro de Terrassa del Institut del Teatre.

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El Miedo a Caer

Más que una obra convencional de escenario, el Taller escogió una interesante forma de recorrido que el público, en grupos de diez personas, debía seguir guiado por unas azafatas encargadas de introducirlo a cada uno de los escenario-instalaciones, cuatro en concreto, que correspondían a los Cuatro Miedos que centraban la temática de la propuesta: el Miedo a Caer, el Miedo a Volar, el Miedo a Saber y el Miedo a Olvidar.

Pero lo que aún lo hizo más interesante fue el espacio elegido para el recorrido: el piso menos dos del mismo Instituto del Teatro, donde están los talleres de escenografía, maquillaje y vestuario, así como el almacén donde reposan las cajas con buena parte del fondo del MAE mientras esperan ser trasladadas al futuro Museo del Teatro de Barcelona. Interesante elección de espacio que podríamos denominar como “las tripas reales y simbólicas” del Instituto: allí donde se cocina y se enseña la visualidad del fenómeno teatral, y allí donde radican, escondidos en cajas, los restos y los secretos del Teatro Catalán de los últimos cien años. Un espacio misterioso, lleno de objetos y de instrumentos que explican y sustentan algunas de las dimensiones artesanales del teatro.

Taller de L'Institut del Teatre
El señor del Periódico. Foto de Carlos Benito Ballester.

Del Taller creo que hay que valorar y conocer dos de sus aspectos: el visible y el invisible. El visible es lo que vimos el otro día los privilegiados que seguimos los itinerarios del recorrido por los Cuatro Miedos. El invisible es el proceso de composición y elaboración del taller, que contó con un complejo equipo de colaboradores, como antes se ha indicado, y que duró dos meses de trabajo. Nosotros hablaremos en esta crónica del aspecto visible. De lo invisible, lo harán sus propios protagonistas, en una ventana que abriremos en la Sección de Formación en la que se podrán ver y seguir los diferentes procesos de creación del Taller. [ii]

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Cartel del Taller

Creo que el gran acierto del Taller es su mismo planteamiento, que constituye toda una declaración de principios de lo que podría ser una enseñanza teatral centrada en los objetos, la transformación de los espacios y un trabajo de actor integrado en las dimensiones visuales del teatro. En este sentido, se puede decir que Alfred Casas inaugura una nueva etapa en el Institut del Teatre, bien sustentada por la incorporación dramatúrgica de Víctor Molina, la colaboración de otros profesores del Departamento (luces y vestuario) y con la incorporación de Jordi Palet como nuevo profesor de Teatro de Objetos y de Títeres.

Taller de L'Institut del Teatre
La chica que vuela. Foto de Carlos Benito Ballester.

Si por teatro de objetos entendemos aquel teatro que convierte determinados objetos en personajes o en otras “realidades” que normalmente no están implícitas en su apariencia cotidiana, se podría decir que transformar un espacio en una realidad distinta a la suya normal, constituye también una variante más amplia de “teatro de objetos”. Esto es lo que propuso el Taller de los alumnos de Segundo Curso: convertir los espacios de uso diario los unos, de uso pasivo para almacén los otros, en los espacios simbólicos de cuatro Miedos muy cotidianos y universales: el Miedo a Caer, el Miedo a Volar, el Miedo a Saber y el Miedo a Olvidar. Algunas salas que sólo eran de paso también se convirtieron en “espacios de miedo”, como el taller de pintura en el “Miedo a Manchar-se” o el Taller de Vestuario en el “Miedo a Pincharse”. Cada espacio desarrollaba su miedo con una escenografía y una interpretación actoral concretas.

Importante destacar el acierto de las azafatas, con una manivela de dar cuerda a la espalda y un comportamiento de títere o de robot mecánico. Tanto su gestualidad como su hablar hacían referencia a esta naturaleza automatizada, burla por un lado de las visitas culturales guiadas y del vacío abstracto de nuestra sociedad, que procura automatizar todas sus funciones, y muy en especial las culturales.

Hostessa
Azafatas. Dibujo.

Miedos … Un acierto también la elección de la temática central: ¿no es a través del miedo que los poderes consiguen hoy modelar a las poblaciones para hacerlas dóciles a sus intereses? El miedo a la enfermedad para imponer el sistema médico y farmacéutico que rige las poblaciones occidentales; el miedo al ostracismo y a la bancarrota para someter a los países que pretenden sublevarse contra las consignas del capital financiero; el miedo a la guerra para imponer la industria armamentística y exportar guerras en todo el planeta; …

Los miedos elegidos por el Taller, cuatro, hacen referencia a pulsiones universales, quizá buscando una esencialidad en el trabajo de investigación de los alumnos: caer, volar, saber, olvidar.

El Miedo a Caer, quizá la realización más sofisticada en cuanto a su complejidad constructora y simbólica, era una estructura de tres pisos en la que tres personas viven prisioneras, atrapadas por el mismo espacio donde permanecen encajadas. La estructura es patriarcal y parece tener por objetivo el confort del “señor de la casa”, dedicado a leer el periódico bien sentado en su sofá en lo alto de la pirámide. Pero toda la estructura en realidad no hace más que poner en un terrible y angustioso desequilibrio al supuesto “señor de la casa”, que vive en constante situación de pánico, siempre a punto de caer de su asiento que no para de moverse, sacudido por el bamboleo de la “pirámide”. Una imagen perfecta para indicar la inestabilidad actual que hace tambalear el orden social, y especialmente el de las familias. El espacio, una zona indefinida del piso menos dos, era visto desde un balcón interior, lo que reafirmaba aún más la sensación de peligro del lector de periódicos.

La azafata encargada de mostrarnos el primer miedo nos hizo pasar a toda prisa junto a la estructura, y nos introdujo en la Sala de Escenografía donde pasó el relevo a una segunda azafata, no sin antes darle cuerda para activarla. Un espacio alto y grande cubierto de ropas y lonas, una caja y dos cuerdas que cuelgan del techo. Una atmósfera oscura e intrigante que de repente se anima con la aparición de una chica que sale de la caja. Intenta moverse, pero percibe que está atada por cuerdas que sujetan sus muñecas y tobillos y tiran de ella sin dejarla mover. Poseída por una desazón extraña, se va sacando las cuerdas. Liberada, tira de las que cuelgan del techo y se ata con unas anillas que se agarran a un arnés en el cuerpo con ganas de dejarse llevar por las alturas. La escena se convierte en una bella secuencia llena de poesía de la chica alzada por las dos cuerdas volando por el espacio. Muy bien tratada la actitud de la actriz, inquieta e ilusionada, pero sin nunca perder una desazón que sólo se puede definir como “su miedo a volar”, bien superado en este caso.

Taller de L'Institut del Teatre
El túnel del Miedo a Olvidar. Foto de Carlos Benito Ballester.

El público es inmediatamente trasladado a otra sala donde una tercera azafata se activa para guiarnos por los diferentes talleres interiores del Instituto. Cruzamos pequeños miedos: el de “mancharse” de la Sala de Pintura, el de “pincharse” de la Sala de Vestuario, hasta llegar a una sala llena de ordenadores. Todas las pantallas muestran unos ojos que parpadean inquietantes y que tal vez nos vigilan. Se nos introduce así al Miedo a Saber, el meollo del cual se encuentra en el interior de los almacenes del MAE, un amasijo de cajas de todos los tamaños puestas unas encima de las otras. Una sorpresa nos espera allí: entre los muñecos llenos de polvo, máscaras y maniquíes, una figura cobra vida de repente con gran susto para todos: un Ubu Roi impertinente y provocador que se mete con el público. El miedo a lo ignoto se apodera de los presentes, ante la incertidumbre de lo que representa y quiere ese personaje que parece salido de una pesadilla. De algún modo, el “miedo” a aquel Ubú renacido eclipsa el “miedo a saber” que provocan aquellas cajas misteriosas, de las que no sabemos si nos inquietan porque desconocemos su contenido o porque no queremos saber nada de ellas …

Pero el Miedo a Saber es pronto substituído por otro miedo: el de olvidar. Para ello somos conducidos a otras dependencias, aún más oscuras y misteriosas de los almacenes del MAE. Estamos en realidad en una especie de pasillo donde desfilamos ante varias instalaciones que representan momentos trágicos e ignominiosos de la Historia: los desaparecidos durante la Dictadura Militar Argentina, el Tsunami en Indonesia, las cámaras de gas de los Campos de Concentración … La Azafata va apagando cada cuadro mientras nos anima a olvidar. Es el reino del olvido que se impone en esa sala. En cada secuencia de olvido, la Azafata acciona un timbre y un personaje de cuerpo desnudo que aparece detrás de un cristal, estático, misterioso y como en trance, se encarga de cerrar las luces de las diferentes escenas tocando un tambor. Acabado el recorrido, un cambio de luz repentino nos confronta ante un espejo detrás del cual desaparece el hombre del tambor. La última visión, la última escena de este recorrido de los miedos, es la imagen de nosotros mismos, pequeño rebaño de personas dóciles a las azafatas, al Ubú y a los distintos miedos por los que hemos ido desfilando. Quizás la más terrorífica de todas las imágenes vistas …

Professors
De inzquierda a derecha, los profesores Elisita Echegaray, Jaume Ayza y Alfred Casas.

Salimos de aquel lugar oscuro y claustrofóbico, y entramos en el escenario de la Sala Estudio del Instituto del Teatro. En vez de ofrecernos teatro, unos paneles nos muestran esquemas, dibujos, apuntes e imágenes sobre el proceso de creación de cada uno de los Miedos. Un escenario de teatro se convierte así en el espacio donde se desvelan los secretos de construcción de las escenas que hemos visto en espacios no teatrales pero preñados de una teatralidad profunda y sugerente. El recorrido ha acabado y nos muestra lo que hemos visto: un taller de alumnos de Segundo Curso.

Hay que decir que el esfuerzo de realización global del Taller es altísimo, así como la calidad de sus acabados. No sólo la estructura de la familia patriarcal, sino también las diferentes escenas, y muy en especial las imágenes enmarcadas del recorrido del Miedo al Olvido, de una factura impecable. En este sentido, nos encontramos ante un trabajo que reúne todos los estándares profesionales y que va más allá de lo que se suele entender por un taller de escuela.

Un trabajo tan poderoso como efímero: las visitas (unos cuatro o cinco grupos de visitantes) han durado sólo dos horas. Quizás han recorrido los Miedos unas sesenta personas, la mayoría estudiantes y profesores del Instituto. La próxima vez, podrían proponer hacerlo en los intestinos del Macba, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (sin duda lleno de cajas rellenas de tesoros pagados y enterrados) o del mismo Teatro Nacional (con sus impresionantes almacenes de muebles para el escenario y de atrezzo). Alumnos y profesores quedarían más satisfechos, y el público de Barcelona sin duda lo agradecería: además de conocer espacios ignotos, quizás se sacarían unos cuantos miedos de encima.


[i] Participaron los siguientes estudiantes de Segundo Curso de Escenografía “Classe Koala”: Jordi Rovira, Helena Torres, Paula Maestro, Rocío Diego, Alba Macfarlane, Federico Materassi, Josep Carreras y Caterina Bonet.

[ii] Pretendemos con esta sección abrir los tres portales de Puppetring a distintas obras y talleres, en colaboración con algunas escuelas y compañías, interesadas en dar visibilidad  a sus procesos interiores de creación.