(Foto Hermanos Oligor)

Hay artículos que se escriben desde la parte más intelectual, y otros, que inevitablemente se han de escribir desde la emoción. Éste es uno de ellos.

El sábado 23 de abril, día de Sant Jordi, fue un día raro, llovió, granizó, y no pude recorrer las calles de Barcelona en busca de ningún título que se añadiera a mi particular pila de libros que esperan ser leídos. Sin embargo, sabía que el día seguía prometiendo una historia. Había reservado las entradas para ver “la vuelta” de Las tribulaciones de Virginia hacía mucho tiempo, no quería perderme aquel “mito” del que todos los titiriteros habíamos escuchado hablar alguna vez.  

Foto Hermanos Oligor

Yo, sabía a lo que iba, otros espectadores no. Estaba claramente emocionada porque me encantan las experiencias teatrales íntimas, esas que se desnudan ante nuestros ojos y te muestran no solo el resultado, sino que te dejan ver el recorrido para llegar a lo que vemos. Estábamos en el Teatre L’Artesà, un espacio precioso, y allí, para mi sorpresa no llovía. De forma escalonada fuimos pasando del vestíbulo a una sala oscura, pero que prometía una especie de verbena, con banderitas… y en el fondo una barraca. El Primo nos dio la bienvenida. El Primo, simplemente se presentó así, como el primo de los hermanos Oligor. Nos introdujo con descarada franqueza en la historia del espectáculo, en su recorrido y su papel allí.

Había risas nerviosas, miradas de complicidad y una suma de emociones que atravesaron la pequeña puerta donde se iniciaba la aventura de escuchar y sentir para los 50 escasos espectadores que entramos.

Foto Hermanos Oligor

Y una alegría más, que no puedo dejar pasar, es que pudimos vernos las caras, de cerca y por completo, todos estábamos sin mascarilla.

Dentro nos recibió Jomi, uno de los hermanos, y nos confirmó aquella familiaridad y desparpajo que ya habíamos advertido en El Primo. ¿Habitaban personajes en ellos? No lo sé, me quedo con la verdad que me llegó.

Jomi, tiene una forma particular de narrar, nos va llevando por sus mundos, por sus pensamientos, nos conduce por territorios muy íntimos y a veces nos saca del camino para interpelarnos. Escucharlo es como encontrarte con un amigo al que tienes años sin ver y que en poco tiempo es capaz de contarte todo su universo, todo su viaje por la vida.

Mientras escuchamos a Jomi y observamos los detalles de la barraca, la austera iluminación, la artesanía latente en cada elemento, entramos en la paradoja del tema central de la obra: el amor. 

Las tribulaciones de Virginia es una pieza que comienza mostrándote el final. Virginia es la protagonista de una historia de amor que acaba con un hiperbólico suicidio. Empezar por el final es arriesgado, pero en este caso tiene mucho sentido, porque no es solo la historia lo que te atrapa, sino el cómo te la cuentan. La imagen de una frágil figura subida a un elefante lanzándose al mar, es muy potente. Es el resumen de sus tribulaciones.

Foto Hermanos Oligor

Creo que parte del éxito de este montaje, que recorrió Europa y atravesó la barrera de sus idiomas tiene que ver con que el amor es el gran tópico que nos toca a todos. Aquí cabría adaptar la frase de León Tolstói en Ana Karenina: “cuando amamos y somos correspondidos todos nos parecemos en esa felicidad, pero cuando transitamos el desamor somos singularmente infelices”. En este sentido, Las tribulaciones de Virginia nos muestra lo patético y lo sublime del hecho de amar y nos permite catalizar esas emociones que tal vez quedaron registradas con una pequeña grieta en nuestro corazón.

Cuando Jomi nos mira y comparte las fragilidades de Valentín y Virginia, nos invita a soltar nuestras propias resistencias, a confrontar nuestro dolor, nos motiva a vivir el vértigo y a lanzarnos al vacío sin miedo. Es una invitación a sentir, porque después de todo, hay cosas inevitables. Enamorarse, una de ellas.

La historia de amor entre estos personajes vulnerables contada a través de un recorrido por pequeñas y poderosas imágenes poéticas nos sirve de caja de resonancia para escuchar nuestras propias experiencias. Por ello, en esta propuesta teatral no cabe la explicación, sino la imaginación, el cómo cada espectador interpreta desde su recorrido personal lo que nos va pasando como colectivo.

Foto Hermanos Oligor

El aparato escenográfico de Las tribulaciones de Virginia es un ensamblado de detalles, como si por años cada pieza hubiese llegado a ese lugar para contarnos lo que pasó entre los dos personajes ficticios.  Como si esos cartones, esas piececillas inservibles formaran parte del engranaje de su historia de amor. Un engranaje que cobra vida propia cuando se desplazan personajes por la barraca, cuando los autómatas repiten sus acciones, cuando la música se rebobina en una gastada cinta de casete. Dar valor a la sencillez es otro acierto de esta propuesta, rescatar aquello que ya no funciona y darle otra oportunidad es de alguna manera resignificar lo grotesco y convertirlo en sublime.

El ritmo orgánico de las palabras va dándonos confianza para reír y distraernos del argumento central, hasta que llegan las pausas y nos despejan. Entonces, escuchamos los pensamientos propios, y allí somos sorprendidos por una música, un disparo, un petardo, y volvemos a conocer algo más sobre Virginia, algo más sobre Valentín, sobre su unión llena de incertezas.

Este espectáculo se gestó durante años en un sótanoy aunque no quiero entrar a especular sobre su proceso creativo, es evidente que Las tribulaciones de Virginia pudo salirde allí cuando sus creadores consiguieron extraer, a través de aquella compleja instalación, el dolor de Virginia, y hacerlo visible, sólo entonces pudo trascender.

Cuando entramos en aquella barraca, los espectadores también nos exponemos porque este montaje apela a nuestra memoria, deja un aroma de nostalgia en el aire. Escuchando esta historia de amor tropezamos con la propia, con aquellos momentos en los que nos hemos lanzado al vacío subidos a un elefante.

Ficha artística:

Creación:
Senen y Jomi Oligor
Interpretación:
Jomi Oligor
Coproducción de:
Hnos. Oligor y el Festival Internacional de Teatre Visual i de Titelles de Barcelona

Esto ha salido de un sótano gracias a la ayuda de:

Manolo Martín, Juan Loriente, Victor Molina, Anna Alcubierre, Jordi Fondevila, Lechu, Ernestina, el Chispas, Claudio y Charo, el primo Pepperino, Lola, Adal y Eva, Semolina, Alberto Paco, Giulia, Jaime Ortega, la pastora, la prima Bea, Brit, Giulia, Alfred, Eduardo Mun2, la Copy de Berlín, Manolo, Josué y Jose, Miguelón, Mirjan, la TDN de Barna, Pepe del Amor, Marionetari de Valencia, Jordá Ferrer, Raquel, Grupo Sobrevento de São Paulo, Remacha y el Super, Ety Fefer, Shaday Larios, etc…etc…