(Claudia Schneider con Polichinela)

Una buena noticia para los amantes de la ópera y de los títeres: Euridice y los Títeres de Caronte, ópera de Joan Albert Amargós, con libreto de Toni Rumbau, dirección de escena y dramaturgia de Luca Valentino, escenografía de José Menchero y títeres de Mariona Masgrau, se va a poder ver de nuevo en la ciudad de Alessandria, Italia, los días 27 y 28 de septiembre de 2022. Las funciones, que serán en el Teatro Alessandrino, se realizan en el marco del Festival Scatola Sonora (de ópera de cámara) que dirige Luca Valentino y organiza el Conservatorio Antonio Vivaldi de la ciudad (+ info aquí). Tras estas dos funciones, la obra viajará a Milán, en el área de Rozzano, donde se representará el sábado día 1 de octubre en el Campus Humanitas University – Residenza universitaria, en el programa Opera nei Cortili, con un ensayo general a las 19h del viernes 30 de septiembre abierto al público (+ info aquí). 

Con dirección musical de Giovanni Battista Bergamo, el reparto es el siguiente: Sofia (mezzo-soprano): Giulia Medicina / Wang Qin; Oscar (barítono): Dario Castro / Zhe Xu; Pulcinella / titiriteros / lengüeta: Toni Rumbau y Eudald Ferré.

Eudald Ferré y Toni Rumbau durante un ensayo de la ópera. Foto Rebecca Simpson

Este nuevo montaje de Euridice y los Títeres de Caronte es una coproducción de Òpera de Butxaca i Nova Creació; Conservatorio Vivaldi – Festival Scatola Sonora XXV; taller de escenografía de José Menchero; y Thot Arts.

Euridice se estrenó el año 2001 durante el Festival Grec de 2001 en el Convent dels Àngels de Barcelona, con dirección musical del mismo compositor, Joan Albert Amargós, la orquesta Barcelona 216, los cantantes Claudia Schneider / Marc Canturri (cast 1) y Cristina Zavalloni / Enric Martínez-Castignani (cast 2), y los titiriteros Toni Rumbau (lengüeta) y Pavlos Nowak. La producción, a cargo de Jaume Grau, fue del Festival Grec 2001, Producciones Caliban, Teatro Metropol de Tarragona y la compañía La Fanfarra. 

José Menchero, autor de la escenografía y del retablo. Foto T.R.

Eurídice y los Títeres de Caronte fue editada en su día por la casa Harmonia Mundi en formato CD, en su versión castellana y con traducciones del libreto al inglés, francés y alemán (ver aquí).

Una ópera para títeres y cantantes

Quizá la característica principal de esta ópera consiste en ser de las pocas, por no decir única, que se ha escrito para ser cantada por cantantes y por los mismos títeres, a través del instrumento tradicional de la ‘lengüeta’ (la clásica piveta del Pulcinella napolitano), un reto al que los autores se enfrentaron, convencidos ambos de que así tenía que ser. Un atrevimiento, pues mezclar la sonoridad lírica de la voz humana con el arrebato cáustico, estridente y siempre algo disparatado de la lengüeta, era jugar con pura dinamita. Hay que decir que compositor y libretista se salieron con la suya, y que la obra fue saludada por el público , tanto en España (Barcelona, Tarragona, Gerona, San Lorenzo del Escorial) como en Suiza, Alemania y Andorra, con extraordinario alborozo y espléndidas críticas.

Claudia Schneider y Marc Canturri

Tuvo mucho que ver el refinado trabajo dramatúrgico y de dirección escénica de Luca Valentino, la brillante escenografía de José Menchero y la impactante iluminación en su día de Quico Gutiérrez. Por otra parte, la música supo adaptarse al contenido del libreto con una rica paleta de cuatro instrumentos -piano, contrabajo, violoncelo, violín- a los que el compositor sumó el bandoneón, logrando una sonoridad capaz de transitar del drama al títere popular de calle, tránsito que constituye una de las bases dramatúrgicas de la propuesta.

Trasfondo de la ópera

EURIDICE y Los Títeres de Caronte nace de la voluntad de cruzar dos géneros distintos como son la ópera y las marionetas. Dos géneros que llevan a su extremo los elementos artificiales del teatro: el juego de las convenciones vocales y musicales por un lado, y el juego de los muñecos articulados con vida propia que hablan y cantan, en este caso, con la voz distorsionada de la “lengüeta”1. Precisamente la idea de cruzar la voz humana con esa otra rara voz de los títeres tradicionales ha sido el punto de partida sonora del proyecto, en el que el mundo de la cultura popular representado por Polichinela se enfrenta al mundo de la ópera y al fatalismo mitológico de Eurídice. 

Cristina Zavalloni con Polichinela

Juntar estas dos voces es también lo que ha permitido a los autores abordar la temática de la obra, una historia en la que una pareja se halla enfrentada a un clásico triángulo de amor y desamor: mientras él (Óscar), trata el asunto como un conflicto pasional de celos y de intereses profesionales, ella (Sofía) lo vive como una dramática confrontación con la realidad de su propia muerte. Polichinela, el tercero en discordia, representa por su lado el deseo de vida de Sofía irremediablemente enlazado a su miedo de morir. Una historia de vida y de muerte que fuerza la evolución de la protagonista hacia los deseos de libertad y de aceptación del destino, y que se resuelve a través de la poética del desdoblamiento (representada por los títeres). 

Toni Rumbau y Eudald Ferré, ensayando con la lengüeta. Foto Rebecca Simpson

La música de Joan Albert Amargós se sumerge apasionadamente en este terreno lleno de ambigüedades y de contrastes, creando para ello un mundo sonoro brillante y poliédrico que intersecciona y oscila entre el registro vitalista de la calle representado por los títeres y el registro más ferozmente dramático de los conflictos existenciales y de los celos de Óscar, pasando por el registro mágico y sinuoso de la misteriosa góndola de Caronte, encarnado en la figura invisible del titiritero… Un mundo sonoro férreamente organizado por una extraordinaria utilización de los recursos utilizados: una orquesta de cinco instrumentos y tres colores de voz distintos. 

El Mito

Eurídice es la mujer de Orfeo, que muere a causa de la mordedura de una serpiente. Intenta rescatarla en vano Orfeo, que consigue entrar en el Hades gracias a su lira y a su canto, apaciguando la furia infernal del Can Cerbero. Allí canta para Plutón y Perséfone y éstos, agradecidos, le dan permiso para llevarse a Eurídice. Pero ponen una condición: que no se vuelva a mirarla hasta haber franqueado el umbral del Hades. Orfeo, en el último momento, queriendo saber si Eurídice la sigue, se gira y pierde así definitivamente a su amada. 

Los personajes

Como Eurídice, Sofía siente que de alguna manera a ella también le ha mordido una serpiente condenándola a muerte, una muerte más lenta que la de Eurídice, pero por ello mismo más trágica y triste. Una muerte anunciada a plazo fijo. Se halla pues en este espacio que junta y separa la vida de la muerte. Es en este espacio intermedio donde es posible encontrar personajes también ambiguos como Polichinela, con su retablo de títeres, títeres que no tienen manipulador sino que son diferentes encarnaciones de Caronte, de la misma Muerte, entendida en sus dos caras alegre y siniestra, vitalista y mortuoria. De ahí que los títeres, su acción y su música tengan el eco de esa ambigüedad, un peculiar tono inquietante propio de lo que es y no es, de lo que está vivo y está muerto. 

Óscar debería haber sido más respetuoso con Sofía, aceptando sus sentimientos y respetando su relación con los títeres, una relación que él no puede entender de ninguna manera y que, por ello mismo, exige la máxima atención. Al irrumpir violentamente en el mundo privado de Sofía y los títeres, entra él también, sin quererlo ni saberlo, en ese espacio intermedio y mágico en el que se halla Sofía, un espacio peligroso pues se camina por él en el límite que separa los mundos, límite que tratado con arrogancia y desprecio se convierte en un afilado filo de navaja. Cuando se halla frente al títere que representa a la Muerte, no puede imaginarse Óscar que en efecto se halla ante la misma Muerte, de ahí el fatal desenlace del encuentro. 

La barca de Caronte

Pero ocurre que en este espacio intermedio y limítrofe, todo es posible: por ejemplo, burlarse de la misma muerte, como hace Polichinela. Cuando ello se hace con arte, con gracia y con donaire, aceptando las reglas de juego del humildísimo teatrillo de los Títeres de Caronte, la Muerte misma acepta su derrota, pues el drama de la vida y de la muerte se convierte entonces en un juego, en una bufonada, en un divertimento, en una paradoja. Tal es el regalo que Polichinela ofrece a Sofía: entrar en este mundo intermedio, mundo mágico y poético donde lo imposible se hace posible, donde mediante el juego y la risa uno puede burlar a la muerte y estallar en carcajadas vitalistas y sarcásticas. Sofía acepta el envite, pero Óscar precipita un desenlace que de todas formas era inevitable. 

El perro que sale en el teatrillo de los títeres es el Can Cerbero, el mítico perro guardián que Orfeo debe amansar con su canto, y que aquí aparece bajo la forma de un simpático perro con orejas alargadas y puntiagudas que recuerdan a Anubis, el dios perro de la muerte de los antiguos egipcios. De alguna manera, el teatrillo de los títeres es una puerta al Otro Mundo, con su gran Dama, la Muerte, con su Maese Caronte, el oculto e invisible titiritero, el silencioso conductor de la Góndola que pasea a los muertos por los mundos del más allá y los lleva a la otra orilla… 

Polichinela es el Maestro de Ceremonias, el Loco, el Mago, el genio liberador capaz de transformarse en mil caras (en Diablo, en Policía,..), el Demiurgo que habita y reina en su teatro, teatro que es una ingenua reducción del mundo, convertido en ese Reino Intermedio de la Vida y de la Muerte. Cuando se abre el telón, es como si se abriera una ventana del Más Allá: a través de ella, soplan los aires misteriosos, míticos y poéticos del Otro Mundo… 

La lengüeta: nuevo instrumento para la ópera

Este pequeño artilugio que a modo de instrumento se coloca en la boca, entre la lengua y el paladar, para distorsionar y amplificar la voz, es uno de los protagonistas sonoros de esta ópera. Durante siglos, ese sonido chillón, impertinente y un tanto irreverente, ha sido la voz propia de los títeres populares de calle. Conservada como un secreto muy guardado por los titiriteros, la “lengüeta”, también llamada “cerbatana” en español (“swazzle” en inglés, “pratique” en francés, “piveta” en italiano), nos ha llegado del Pulcinella napolitano, desde dónde se ha irradiado por todo el continente. Han hablado siempre con esa voz hasta no hace mucho toda la familia de los descendientes de Pulcinella (el Punch and Judy inglés, el Kasperl alemán, Polichinelle en Francia, Petroushka en Rusia, Puxinel·li en Cataluña, Don Cristobita en España, Don Roberto en Portugal…). También se lo encuentra en el personaje de Aragosi en Egipto y en el iraní Mobarak. Igualmente se utiliza la “lengüeta” en algunos teatros de títeres populares de la India (Rajastán) y de China. Actualmente se sigue practicando en algunos países, aunque su uso ha decaído mucho, sustituído por los sistemas electrónicos de amplificación de la voz.

De izquierda a derecha: Marc Canturri, Claudia Schneider, Joan Albert Amargós, Toni Rumbau y Pavlos Nowak (Convent dels Àngels, Barcelona, julio 2001)

pasajeros: Sofía y Polichinela. Suena el tema de “La Góndola de Caronte” con las voces lejanas de Sofía y Polichinela.