(Imagen de ‘Et si Roméo & Juliette’, de Dynamo Théâtre)

Continuamos con nuestra crónica de los dos días pasados en Madrid durante la celebración del Festival Teatralia (el Festival Internacional de Artes Escénicas para Niños y Jóvenes) que tiene lugar del 7 al 31 de marzo. Hablaremos en este artículo del encuentro que tuvo lugar entre Suzanne Lebeau y Gervais Gaudreault, y de los espectáculos ‘Et si Romeo et Julieta’, de la compañía canadiense Dynamo Théâtre, y de ‘Night Light’, de Teater Refleksion, Red Bridge Arts & Imaginate.

Suzanne Lebeau y Gervais Gaudreault, de Canadá.

Fue un verdadero regalo y todo un lujo que Teatralia decidiera invitar a estas dos eminentes personalidades del teatro canadiense y mundial, dos referentes de primer orden que este cronista debe confesar no conocía. Y es por ello que el encuentro fue, además de un descubrimiento, una ocasión única para conocer de cerca y en la intimidad de un encuentro profesional, la experiencia de vida de dos creadores que han sustentado su obra en el principio de la libertad  y del compromiso real con los temas y las personas tratadas, sin concesiones a las hoy en día omnipresentes correcciones culturales y políticas.

Suzanne Lebeau y Gervais Gaudreault.

Pareja en la vida real y pareja artística con mucho trabajo compartido desde su compañía Le Carrousel, ambos empezaron como actores en compañías independientes en los años setenta. Poco a poco se fueron definiendo sus perfiles, ella como autora y dramaturga, él como director de escena.

Con intervenciones que se iban solapando, mientras se iban pasando la palabra uno al otro, Lebeau y Gaudreault nos fueron contando los principios básicos de su trabajo, a medida que los iban descubriendo y desarrollando en sus diferentes obras. Su relación con los niños ha sido esencial en su carrera, en la que lo importante ha sido dejar ‘jugar al niño’, propiciando la participación.  Fascinó a Lebeau la mirada, la curiosidad y la inmensa capacidad de comunicación que tienen los niños.

Hablar y escribir como los niños le permitió a Lebeau crear una escritura muy contemporánea. Un texto sin pasado ni futuro, abierto a lo inesperado. Descubrieron que un mismo texto es entendido de diferente manera por los niños y por los adultos. Esto les abrió las puertas a su empeño de tratar con libertad determinados temáticas que para los niños son perfectamente asumibles pero para los adultos son impensables en un contexto de teatro infantil. Interesante saber del uso que ha hecho Gaudreault de los objetos, capaces de funcionar como símbolos que establecen una distancia y un espacio de intermediación, útil para amortiguar el impacto de determinadas realidades.

Fue bonito darse cuenta de hasta qué punto la Libertad en mayúscula ha sido el principal estímulo del trabajo de ambos artistas. Sus palabras fueron una invitación a reflexionar sobre la autocensura del artista ante el público joven. Un verdadero chorro de aire fresco para los que llenábamos una de las salas de ensayos de los Teatros del Canal donde se celebró el encuentro.


Petit Pierre, de Suzanne Lebeau. Produccción de Bambalina Teatre.

He aquí algunas de las últimas obras de Suzanne Lebeau: Cuentas atrás (1997), Pequeño Pierre (2001), Zapatos de arena (2005), El ruido de los huesos que crujen (2006).

‘Et si Roméo & Juliette’, de Dynamo Théâtre.

Fue muy interesante descubrir en la Sala Verde de los Teatros del Canal el trabajo de esta compañía canadiense que dirige Jackie Gosselin, por lo visto bien conocida por el público de Teatralia, pues ha sido invitada varias veces al Festival, y que se ha especializado en un teatro del ‘movimiento acrobático’, es decir, donde las emociones y las temáticas tratadas son traducidas al lenguaje del cuerpo en movimiento y de los juegos acrobáticos entre los actores.


Y hay que decir que los cuatro intérpretes de la compañía, Rosalie Dell’Aniello, Marie Fannie Guay, Marc André Poliquin y Rémy Savard, deslumbraron por sus capacidades entre la danza y el circo, en un ejercicio impecable de sincronización virtuosística no sólo entre ellos sino con una escenografía diabólica compuesta de dos escaleras que se movían en todas las direcciones, todos ellos montados en un escenario giratorio circular.

Un reto que sólo la juventud y la entrega de los actores permitían enfrentar. Del mismo modo que sólo la extrema juventud de los personajes enamorados de la obra de Shakespeare explican su entrega absoluta a los sentimientos que les subyugan. Sin duda este despliegue de energía juvenil de Dynamo Théâtre fue la base y la esencia del lenguaje de los acróbatas-bailarines para interpretar a Romeo y Julieta y a los demás personajes de la obra sin palabras, en un bonito juego de rueda de papeles por el que todos encarnaban a todos los personajes. El girar de la rueda es el girar del tiempo que sitúa el drama en un presente eterno, y es también el girar de los roles por el que los absolutos vividos por cada uno de ellos se convierten en relativos vistos desde fuera de la rueda.


Y es este relativismo de la rueda que gira y de los roles que son vividos ahora por uno y ahora por otro, lo que propicia que en el desenlace de la obra, surja la pregunta ‘¿Y si…?. ¿Qué pasaría si no hubiera habido pelea ni derramamiento de sangre? ¿Acaso el amor con un final feliz hubiera triunfado?… ‘ La juventud de los intérpretes, su energía entregada, situada en la rueda del tiempo y de los roles, que ellos ven y viven desde dentro y desde fuera, es lo que permite situarnos en el relativismo contemporáneo por el que los imperativos románticos y la tiranía de las emociones violentas dejan de ser absolutos, direcciones trágicas inevitables.

En la obra, vemos  como la ficción y el juego substituyen a la tragedia, aunque para desarrollar esta ficción haya que emplear toda la energía de la juventud de los intérpretes en un espacio de entrega total.

Es en este sentido que ‘Et si Roméo & Juliette…’ brilla como un trabajo que ha dado en el clavo a la hora de situar en el presente la tragedia de Shakespeare, respetando prácticamente toda la obra pero cambiando el final que, gracias a la energía desplegada en el lenguaje de la rueda del tiempo y de los roles,  se ajusta maravillosamente bien a la óptica relativista contemporánea.

El público, entusiasmado por el trabajo impecable de los intérpretes, aplaudió a rabiar.

‘Night Light’,  de Teater Refleksion, Red Bridge Arts & Imaginate.

Pudimos ver en la Sala Cuarta Pared de Madrid este precioso espectáculo para público reducido situado en la intimidad de una pequeña carpa para un único intérprete. Fue el británico Andy Manley el encargado de interpretar la obra, en una coproducción en la que ha participado la compañía danesa Teater Refleksion y las productoras Red Bridge y Imaginate.


Un trabajo sin palabras que requiere la proximidad del público, pues lo que ocurre sucede en una escala de miniatura, la de los pequeños muebles mñagicos en una casa de juguetes en la que habitan algunos bebés, un perro y otros personajes invisibles. Pues la gracia del espectáculo es que todo se imagina a partir de los sonidos, las luces y las acciones del actor, cuyo papel es, según indica el programa de mano, el Señor Noche, encargado de vigilar que todo el mundo esté durmiendo.


La delicadeza y el cuidado del detalle son los puntos fuertes de la obra, magníficamente interpretada por Andy Manley, cuya humanidad de cuerpo grande y alto debe lidiar con la pequeñez de los seres a los que protege y vigila. Y sin duda es este contraste entre el actor y los personajes imaginarios que habitan en los cajones o en las cajitas misteriosas desparramados por el interior de la casa, uno de los elementos clave que permite definir el aire de paternal protección hacia realidades que escapan a la lógica normal.

Nos encontramos, en efecto, en un registro de ensoñación, el que se sitúa entre el sueño y el desvelo, en esa zona limítrofe donde las cosas son y no son lo que son, donde el tiempo transcurre de otro modo, como bien indica el reloj de pared que en vez de un péndulo tiene varias cucharas colgadas que se mueven sin ritmo pendular  alguno. Una zona que seguramente es muy próxima a la de los niños, estén dormidos o estén despiertos, pues de algún modo viven, cuando son pequeños, en estos espacios de ensueño donde todo es posible.

‘Night Light’ nos invita a entrar en esta zona bisagra entre la conciencia y la inconsciencia, a dejarse cubrir por la capa del sueño manteniéndonos despiertos, un espacio abierto a las maravillas y a las quimeras. En la función de la Cuarta Pared no había niños entre el público, sino adultos ya fogueados en las convenciones teatrales. Y aún así, el embrujo del ambiente de irrealidad de la propuesta de Teater Refleksion consiguió captar a la mayoría, trasladados a un estado de conciencia a años luz de la calle madrileña. Me quedé con las ganas de disfrutar la función rodeado de espectadores niños, embebidos en el embeleso de la acción minimalista y miniaturista de Andy Manley.