El pasado marzo llegó un año más Teatralia a Madrid. El Festival Internacional de Artes Escénicas para Niños y Jóvenes de la Comunidad de Madrid ha alcanzado la mayoría de edad (ya van 18 primaveras) pero, lamentablemente, sigue perdiendo cada año funciones, compañías y alcance. Nadie está a salvo de los recortes y parece que los hay que piensan que tal vez los niños y su cultura tengan que pagar el pato. En cualquier caso, los números hablan muy claro: de 290 funciones en 2008 se pasó a 200 en 2010. Este año, la friolera de 107 funciones. Esperanzador, ¿verdad?

Pulgarcito, Pa Sucat
Imagen de Pulgarcito, de Pa Sucat.

Pero vayamos a lo que nos ocupa. Había varias funciones interesantes a nivel titiritero, pero por problemas de agenda solo pude acudir a dos. Y en buena hora. Porque a pesar de la pena de no poder ver a compañías como El patio o Teatro de Marionetas de Porto (entre otros), pude disfrutar de dos potentes funciones: las ofrecidas por los catalanes (y bien conocidos de esta casa) Pa Sucat y por los veteranos holandeses Tam Tam Tam Objektentheater.

Conocí a Pa Sucat con Maravillas de Oriente el pasado noviembre en el Born de Barcelona y quedé felizmente impactado. Su mezcla de títere tradicional catalán con las rutinas de Pulcinella, amén de otras influencias, me parece una importantísima aportación al panorama titerero actual. Pero a Madrid (al centro cultural Paco Rabal) venían con otro montaje, mucho más complejo y aparatoso que aquel teatrillo de guiñol callejero. Venían con una criatura de interior, delicada y más oscura (para infantes a partir de siete años) que se llama Pulgarcito. El crudo cuento de Perrault es la excusa perfecta para el potente despliegue técnico y artístico de la compañía. La función arranca con unos linternistas del siglo XVIII que, con su proyector de imágenes ambulante, van a contarnos un cuento. Y vaya si entramos en el cuento: el juego escénico de espacios con luces y sombras funciona a la perfección, nos traslada en instantes del profundo bosque a la humilde casa familiar, al hogar del ogro…

Pulgarcito, Pa Sucat
Eudald Farré, en Pulgarcito, de Pa Sucat.

En cuanto a los títeres, técnicas variadas y bien aprovechadas. Hay teatro de sombras, algo de guante, manipulación directa sobre mesa, sobre suelo… y es ahí, cuando ves al negro pájaro picoteando, al ágil zorro correteando, a las inquietantes hijas del ogro, cuando más brilla el talento de la compañía. Es entonces cuando envidias sanamente (más o menos) la cuidada creación de los títeres. Cuando entiendes el alcance de la apuesta y de la propuesta.

En conjunto, un gran montaje de compleja producción y notables resultados escénicos que satisfizo al público presente y dejó bien alto el pabellón catalán. Pero que, cara a la organización, deja también una reflexión: ¿por qué este espectáculo solo tuvo una función abierta al público? ¿No se merecían algo más los niños de Madrid?

Tam Tam Objektentheater
El burrito del Tam Tam Objektentheater.

Al día siguiente y en la sala Cuarta Pared, tocaba asistir a Tan listo como un burro de la veterana compañía holandesa Tam Tam Objektentheater. El gran despliegue escénico del día anterior dejó paso a la calidez en un espectáculo de mediano-pequeño formato. Una bestezuela que sin duda se habría ahogado en un gran auditorio.

Tan listo como un burro es una historia contada a cuatro manos. Dos titiriteros y un simpático protagonista: un pequeño burrito que con sus aventuras y su gran expresión mímica se ganó al público desde el principio. Manipulación sobre mesa, alguna video-proyección, cariñoso y cercano contacto con los titiriteros… Este montaje de teatro visual de objetos cuenta con el añadido de exhibir unos títeres realizados con materiales reciclados: cosas rotas y materiales viejos que la compañía había ido encontrando en el camino. Y esa fuerza de los objetos reutilizados se nota en los personajes.

Tam Tam Objektentheater
Imagen de la función del Tam Tam Objektentheater.

La historia trata de fondo mensajes interesantes y positivos como la condena de la rutina, la importancia de vivir los sueños… los buenos son buenos, y los malos, muy malos. Pero todo tiene un halo elegante, el ritmo justo y, en fin, un resultado muy redondo y rodado que llega a donde tiene que llegar.

Terminado el festival, solo queda elevar las plegarias y esperar que el año que viene Teatralia no siga perdiendo funciones y envergadura…