El ventrílocuo Jaime Figueroa, sosteniendo la marioneta que representa a Ramón Gómez de la Serna, (el escritor era un gran aficionado al mundo del circo) en una escena de: “Mil novecientos setenta sombreros”, espectáculo producido por el Teatro Circo Price. Foto: Teatro Circo Price

La feliz ubicación que da título a este artículo, aconteció en los aciagos y pandémicos días de 2020, aquellos tiempos de reclusión domiciliaria ante el acoso del contagioso Covid y a la espera de la vacuna fulminante capaz de acabar con Covid

Año 2020. Los artistas integrantes de: “Mil novecientos setenta sombreros”, enmascarados tras las mascarillas protectoras contra el Covid, durante una rueda de prensa para presentar el espectáculo. Foto: Teatro Circo Price

Haciendo cierto acopio de heroicidad ante el peligro de propagación de la pandemia, pero lógicamente tomando medidas sanitario preventivas, se estrenó el espectáculo: Mil Novecientos Setenta Sombreros, según una idea original de Aránzazu Riosalido, poseedora de un amplio currículum vinculado a la cultura: estudios de derecho, master en propiedad intelectual, master en gestión cultural, gestión de proyectos y equipos, project manager, gestora cultural, documentalista de circo y actualmente directora del Centro Actúa de la Fundación AISGE con sede en Madrid.

Aránzazu Riosalido, experta en gestión cultural. Foto: Archivo particular A. Riosalido

Desplegando su gran capacidad de trabajo, Aránzazu Riosalido también se hizo cargo de la dramaturgia, compartiendo esa responsabilidad con el actor Pepe Viyuela. Y también de la producción ejecutiva. Una aplaudida dirección artística, contó con la firma de Hernan Gené

Mil novecientos setenta sombreros, vino  a ser un poético homenaje al antiguo Circo Price, desaparecido en el año 1970 y por aquel entonces instalado en la Plaza del Rey.

Anteriormente, entre 1853 y 1880, tuvo su sede en el Paseo de Recoletos. El nombre: Price, le fue adjudicado por su fundador y director Thomas Price, un domador de caballos y acróbata de origen irlandés.

Mil novecientos setenta sombreros, fue un tributo de respeto y admiración  a tantos artistas que pisaron la pista del Price desde 1880 hasta su clausura. Entre otros: la trapecista Pinito del Oro, el faquir Daja Tarto, y el payaso y empresario de circo Arturo Castilla.

El actor Pepe Viyuela y la marioneta de la trapecista Pinito del Oro. Foto: Teatro Circo Price

La marioneta del faquir Daja Tarto, manipulada por Jaime Figueroa. Foto: Teatro Circo Price

En el trapecio, las marionetas de Gómez de la Serna, Pinito del Oro, Arturo Castilla y Daja Tarto. Foto: Teatro Circo Price

La recreación homenaje que propuso Mil novecientos setenta sombreros, vehiculaba su argumento mediante la peripecia artística y existencial de un payaso que sentía el impulso y los deseos de abandonar la pista, de dejar su mundo artístico, decepcionado por considerar que el arte del circo había sido denostado y ya no se respetaba a sus artistas. 

La pista del actual Teatro Circo Price. Ubicado en la Ronda de Atocha, fue inaugurado en el año 2007. Foto: Teatro Circo Price

Bienvenidos, querido público! ¡Asistiremos a la gran crisis del payaso! ¡Con todos ustedes, el payaso que quería dejarlo!”Con estas palabras abría el espectáculo Mil novecientos setenta sombreros, el personaje del presentador

Mil novecientos setenta sombreros. Escena con el payaso que “quiere dejarlo” (interpretado por Pepe Viyuela) situado en el centro y rodeado por aquellos personajes  que intentan disuadirlo de su radical propósito…  Foto: Teatro Circo Price

El reparto de Mil novecientos setenta sombreros, lo integraba un nutrido grupo de artistas pertenecientes a las distintas disciplinas del Teatro, el Circo, la Magia y la Música. 

Entre ellos, ya hemos dejado constancia en pantallas anteriores, el ventrílocuo Jaime Figueroa, en está ocasión asumiendo el rol de manipular y animar distintas marionetas.

Además de ese cometido sobre el escenario, Jaime Figueroa fue el responsable, junto a Álex Martínez “Idealex”, de diseñar y crear el mecanismo de  articulación más apropiado para que las marionetas pudieran “hablar” abriendo  y cerrando sus bocas.

El tema del payaso desubicado de su rol, ya sea por iniciativa propia o por circunstancia externa y que de cómico pasa a ser personaje de drama o tragedia, siempre ha ofrecido mucho juego dramatúrgico.

El escritor Henry Miller escribió el cuento: La sonrisa al pie de la escalera, protagonizado por un clown que en clave muy dramática, pone en cuestión su propia identidad más allá de saber hacer reír al público. Destacable también la famosa ópera I Paglacci, de Ruggiere Leoncavallo, con el payaso Canio convertido en trágico y celoso homicida.  

Logo de la revista digital: titeresante.es En versión catalana, (con contenidos propios) la revista se edita con el título de: putxinelli.cat. En versión inglesa, con el título de: puppetring.com.  

La revista digital titeresante.es, esta que ahora mismo ustedes están  visitando desde la pantalla de su móvil, ordenador o  tableta, basa todos sus contenidos exclusivamente en las especialidades escénicas de los títeres, las marionetas, el teatro de objetos y el teatro de sombras.

Pero si existe un arte escénico que pueda considerarse del todo próximo a los títeres y las marionetas, este no es otro que el de la ventriloquia. Arte que practica con maestría, imaginación, humor y poética: Jaime Figueroa.

Solicito de Jaime Figueroa su opinión sobre proximidades y diferencias entre muñecos de ventriloquia y títeres o marionetas, y así se expresa: “No existe diferencia alguna, un muñeco de ventriloquia es un títere. En ese sentido la proximidad es total”.

Muñeco de Jaime Figueroa, diseñado a imagen y semejanza de su creador. Es decir, se trata de su doble, o de su continuidad, o de su prolongación… Foto: YouTube

Efectivamente, un muñeco que en origen ha sido diseñado para ventriloquia, puede ser usado como títere. Y con cierta adaptación (incorporándole hilos y cruceta) también como marioneta.

Jaime Figueroa, prosigue con su opinión: “Podría decirse que la única diferencia a señalar reside en que en los espectáculos de títeres existe un filtro entre el títere y el público: el titiritero. Independientemente, de que ese titiritero se identifique más o menos con el títere y se mantenga oculto (es así en la mayoría de espectáculos) o como en el Bunraku o títeres de mesa, esté a la vista del público, siempre existe esa convención teatral, ese filtro.  

El Jaime Figueroa muñeco, acompañado por “su voz”, se toma un respiro descansando en el sofá. Foto: archivo Jaime Figueroa

Jaime Figueroa, amplía su opinión: “Un filtro por supuesto indispensable y positivo en el caso de los títeres. Y me consta que en determinados espectáculos los titiriteros son tan importantes teatralmente  como los mismos títeres, pero en la ventriloquia es distinto, bastante distinto, no existe ese filtro tan evidente, la línea divisoria entre muñeco y ventrílocuo se hace imperceptible y el público les ve como un todo mágico y misterioso. Es difícil de explicar pero fácil de percibir cuando se está delante de ambos: muñeco y ventrílocuo. En cierta forma, se relacionan entre ellos como el paciente y el psicólogo en el diván freudiano. Y el público nunca sabe exactamente quién es quién…”

Jaime Figueroa, concluye su opinión: “Cabe destacar que el muñeco, debido a esa extraña simbiosis con el ventrílocuo, puede parecer (ante la mirada del público) más vivo que el títere, más real e inquietante. Más hipnótico. Más adulto. La prueba es que existen muy pocos espectáculos de ventriloquia para público infantil. Por supuesto, hay títeres que también pueden alcanzar una comunicación tan real,  intensa e inquietante como la de un muñeco de ventriloquia.” 

Esa condición de más inquietante y más perturbador, podría explicar las diversas películas donde el protagonista es un muñeco de ventriloquia diabólico y asesino, como por ejemplo en Dead Silence. 

El terrorífico muñeco protagonista de la película “Dead Silence”. Foto: Puñalada.com

Si existe un personaje teatral a quien otorgar el máximo don de la “autoventriloquia”, del monólogo “introspectivo”, del “comerse el coco” a sí mismo, ese personaje  no es otro que el más famoso y representado a lo largo de los siglos, el dubitativo, estresado y angustiado Hamlet de Shakespeare.

La versátil creatividad de Jaime Figueroa no ha podido sustraerse a la tentación de interpretarlo. Evidentemente, a su manera… La creación hamletiana de Figueroa  se representó por primera vez en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, conmemorando su 50 aniversario.

¡Hamlet-Figueroa y una calavera que, sorprendentemente,  habla! Foto: YouTube

Existe el grandísimo error, (muy extendido por la opinión popular) de creer que en Hamlet, la escena del cementerio y la calavera, es la misma que la del famoso monólogo del “ser o no ser”. En realidad, pertenecen a actos distintos, no tienen nada que ver la una con la otra.  

El Hamlet de Figueroa, con mucho humor, pone ese error en evidencia, al tiempo que la  calavera del difunto bufón Yorick, (haciendo las veces de muñeco de ventriloquia) no permanece totalmente muda como en la obra original, sino que se expresa verbalmente. Sumamente parlanchina, le aconseja a Hamlet-Figueroa que se deje de exquisiteces y trascendentalismos culturales y ría y se divierta.

Jaime Figueroa con un muñeco-buitre en una escena del espectáculo “El Ventrílocuo”. De convertirse en marioneta, el buitre podría volar mediante los mágicos hilos… Foto: Álvaro Moro

Actualmente, Jaime Figueroa representa en el Teatro Alfil de Madrid, su espectáculo: El Ventrílocuo. Uno de los números más celebrados presenta a un buitre carroñero que con su pico abierto y muy hablador, espera impaciente la muerte de Jaime Figueroa, que dormita a su lado con la boca cerrada.

La siguiente imagen nos ofrece un sorprendente efecto: Jaime Figueroa, no ya duplicado en un muñeco, sino seriado, multiplicado. Un efecto visual  publicitario, destinado a promocionar el espectáculo El Ventrílocuo y que viene a ser como una simbología del arte de Jaime Figueroa, capacitado para expresarse con distintas y variadas voces.

Imagen publicitaria. ¡Lejanos o cercanos, hasta un total de 14 Figueroas pueden llegar a contarse! Foto: archivo Jaime Figueroa 

Del presente más presente y sin alejarnos  de la ventriloquia,   retrocedemos al pasado. En España, el arte de la ventriloquia nos ha obsequiado con creadores de gran talento. A finales del siglo XIX y principios del XX, destacó Eugenio Balder. En el Museo Nacional de Teatro de Almagro, se expone una colección de sus magníficos muñecos.

Eugenio Balder con dos de sus muñecos. Ambos presentan un acabado muy realista e inquietante. Foto: La Galena del Sur

En los años treinta, Francisco Sanz, también conocido como Paco Sanz, se inició artísticamente como tenor cómico, contratado per el teatro Ruzafa de Valencia y participando en diversas zarzuelas.

Posteriormente, debutó como monologuista, demostrando una extraordinaria habilidad para hacer distintas voces (todas articuladas desde su prodigiosa garganta) y al mismo tiempo ser capaz de desubicar su origen y simular que procedían de distintos puntos del escenario. Facultades extraordinarias para ejercer el difícil arte de la ventriloquia.

Portada del libro de Ignacio Ramos Altamira sobre la presencia en Madrid de Paco Sanz

Francisco Sanz disfrutó de un éxito apoteósico, actúo por toda España y Portugal y cruzó el océano para triunfar también en América. Fue considerado el mejor ventrílocuo del mundo.

En época menos lejana, años 70 y 80 del pasado siglo, el arte de la ventriloquia alcanzó gran aceptación popular gracias a ventrílocuos como José Luis Moreno o Mari Carmen y sus muñecos, y a la frecuente presencia de ambos en programas de televisión.

El muñeco Doña Rogelia, creación de Mari Carmen,  fue seguramente el personaje más celebrado. De haber sido concebida como títere y gozado de la misma difusión, sin duda Doña Rogelia habría alcanzado una aceptación similar. Semejante a la obtenida actualmente por los dos títeres-hormiga que aparecen en el programa de televisión: El hormiguero.  

Una elegante Mari Carmen, acompañada por una rústica Doña Rogelia que exhibe su imagen de cartón piedra con talante espontáneo y dicharachero. Unas cualidades de carácter, semejantes a las que un titiritero puede otorgar a un títere o a una marioneta. Foto: RTVE.es

La ventriloquia de Jaime Figueroa es bastante menos ingenua, blanca y convencional que aquella que nos ofrecían José Luis Moreno o Mari Carmen.

La ventriloquia de Figueroa, es iconoclasta, novedosa, creativa, transgresora, cáustica, investigadora en la búsqueda de abrir nuevos caminos a la ventriloquia y al mismo tiempo aproximarse a una estética capaz de fusionar ventriloquia, magia, títeres y teatro de objetos.

Jaime Figueroa en una escena de sugestiva fuerza y comunicación teatral, a considerar como perteneciente a la modalidad del Teatro de Objetos. A observar que es la mano-brazo-abrigo-títere quien sujeta el mentón de Figueroa. Foto: Archivo J.Figueroa

Jaime Figeroa, ha dicho sobre su oficio: “Con un muñeco en las manos puedes decir cosas políticamente incorrectas, incluso regodearte.”