(Juan Antonio Sanz en Barcelona en 2014. Foto T.R.)
Una triste noticia ha llegado a esta redacción: Juan Antonio Sanz, reconocido titiritero de Libélula, compañero de Julio Michel en tantas aventuras por los escenarios de este mundo, ha fallecido en Sevilla, su ciudad natal y donde residía últimamente, aquejado por una enfermedad grave que ha podido con él.
Juan Antonio Sanz fue la mano derecha de Julio Michel en la segunda etapa de la compañía, tras dejar Lola Atance Libélula, el grupo que fundaron ella y julio en los años setenta. Entró en 1984 y desde entonces hasta la muerte de Michel, estuvo al pie del cañón trabajando con los títeres.
Era Sanz un titiritero integral que se encargaba tanto de la construcción de los títeres como de la manipulación. Además de sustituir a Lola Atance en los espectáculos anteriores de la compañía, como Borrachos de Luna Llena o Historia de un Proverbio, entre otras obras, pronto les entró, a Julio y a Juan Antonio, el gusanillo de crear un espectáculo de títeres tradicionales a la manera de los Cristobitas que recorrían antaño los caminos de España. Se inspiraron para ello en una tradición vecina que aún estaba viva y que conocían bien, el Dom Roberto portugués, y crearon sus historias de Cristobita.
Se puede decir que, desde entonces, llevaron el retablo con las aventuras de Cristobita por medio mundo, aunque los verdaderos aventureros en este caso fueron los dos titiriteros, a los que muchas veces se les sumaban músicos como Cuco Pérez, Pablo Zamarrón o Salvador Lucio, o el también titiritero David Faraco, que llegó a sustituir al mismo Julio Michel, cuando este decidió aparcar la lengüeta.
A destacar los varios viajes por Rusia, en los años críticos del fin de la Era Soviética, o su participación durante unos 20 años en la llamada Ruta de Quetzal, cruzando varios países iberoamericanos, buscando repetir las mismas rutas que siguieron los primeros exploradores españoles por las Selvas Amazónicas.
Juan Antonio Sanz era una persona de una gran nobleza que siempre fue fiel a la causa titiritera que tenía que ver con Libélula o con el mismo festival Titirimundi, por el que tanto hizo en muchos años. Buen amigo y conversador, todos los que le conocimos lo recordamos con un enorme cariño. Podrían pasar los años que fueran, que la amistad permanecía inquebrantable y más sólida que una roca.
Últimamente supimos que había sufrido algunos achaques propios de la vida saltimbanqui que había vivido. Su pérdida será muy sentida por quienes tuvimos la suerte de conocerlo, tratarlo y compartir con él tantos buenos momentos. ¡Qué descanse en paz!