Tras la abertura de la exposición “Rotas de Polichinelo” en el Museu da Marioneta de Lisboa el jueves 3, se realizaron el sábado 5 y el domingo 6 de julio de 2014 dos maratones de Robertos, en las que participaron todos los titiriteros que hoy en día practican el Teatro Dom Roberto en Portugal. La primera de las maratones tuvo lugar en uno de los centros neurálgicos de la capital lusitana, el Chiado, por debajo de donde se encuentra la estatua dedicada a António Ribeiro, más conocido como Chiado, y la de Fernando Pessoa, sentado en una silla de bronce frente al café A Brasileira, donde tantos cafés y bagaços bebió el poeta de los heterónimos a lo largo de su vida.
Retablos frente a la Basílica dos Mártires, en el Chiado.
Los retablos se pusieron exactamente frente a la Basílica dos Mártires, un lugar pues de paso, en plena Rua Garret, muy frecuentado por los lisboetas y por los turistas. Un lugar seguramente algo reñido con la atmósfera callejera aunque relajada que requiere un espectáculo de Robertos, pero que tuvo la virtud de acercar geográficamente al procaz Don Roberto con dos personajes que de alguna manera lo secundan: el escritor de autos y al parecer gran bufón e imitador, António Ribeira ‘Chiado’, que ha dado nombre al barrio, y el maestro de los desdoblamientos. Fernando Pessoa, cuyas criaturas inventadas, alter egos emancipados del poeta, cuál marionetas de la mente, penden de los hilos mágicos de la imaginación.
El diablo de Francisco Mota, con la Rua Garret de fondo.
Esta cercanía, sin duda forzada y hasta irreverente, que horrorizaría a filólogos, estetas y entendidos en la materia, constituyó una transgresión de la que nadie tomó nota, sutil e imperceptible, y por ello mismo aún más interesante. Este observador tuvo una fugaz percepción de la misma, con gran regodeo de la situación, mientras dos otros obervadores, cámara en ristre, daban fe visual del encuentro: Yasnibel Martínez y Enrique Lanz.
Enrique lanz, en el Jardim de Belém.
La segunda maratona aconteció en otro lugar estratégico de Lisboa: ni más ni menos que en los jardines de Belém, frente a Os Jerónimos, el impresionante monasterio manuelista donde se halla enterrado Camõens, y al lado del Centro Cultural de Belém (CCB). Una situación estratégica de altos vuelos, ideal para ubicar en ella a los Robertos portugueses, que constituyen la expresión más humilde de la cultura popular portuguesa. De nuevo una preciosa intersección entre los mundos de la grandilocuencia y la Alta Cultura, con las minúsculas de los títeres que expresan el alma llana del pueblo portugués.
Robertos de Sara Henriques con los Jerónimos al fondo.
Los Robertos aplicaron aquí aquel principio universal del Corán que dice “Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña”. Brillante intuición del Museu da Marioneta, motor operativo de este estallido de contradicciones y paradojas, que impregnó ambas maratones de un sutil pero potente perfume de transgresión cultural de las que tocan las raíces mismas de la corrección política.
Los Robertos.
Toca hablar ahora de los Robertos y las distintas representaciones que pudimos ver en ambas ubicaciones: once exactamente, más el Mamulengo de Marcelo Lafontana que cerró el encuentro de Belém con brillante colorido.
Robertos de Manuel Rosado, en la exposición Rotas de Polichinelo.
Once roberteiros son los que hoy practican lo que podemos llamar la tradición titiritera de los títeres de guante en Portugal. Un número importante, si tenemos en cuenta que hace apenas treinta años eran muy pocos los que mantenían la tradición en pie.
Los once Teatros Dom Roberto frente a sus retablos. De izquierda a derecha: João Costa, Sara Henriques, Sérgio Rolo, Rui Sousa, Vitor Santa-Bárbara, José Gil, Nuno Correio Pinto, Raul Constante Pereira, Jorge Soares, Francisco Mota y Manuel Costa Dias.
Se impone aquí una reflexión que brota espontáneamente de la misma realidad de los Robertos: ¿la tradición se refiere a un personaje o a un estilo, a una manera de hacer títeres? La pregunta lleva implícita su respuesta: las dos cosas. Personaje y designación genérica. Claro que habrá disensiones, y unos insistirán en una cosa, y otros en la otra, pero por ello mismo la prudencia ecuánime nos obliga a aceptar las dos opciones como válidas. ¿Acaso la misma condición titiritera no nos da la libertad para que sea así?
Casal. Robertos de Faustino Duarte. Museu da Marioneta de Lisboa.
Por cierto, una situación muy común en la Península Ibérica; hay un Don Dristóbal pero también se habla de los Cristobitas. Y en Cataluña, Titella es personaje pero sobre todo es denominación genérica del género del guante.
Propuesta de rostro para Don Cristóbal Polichinela, de Helena Millán. Encargo del Topic de Tolosa. Exposión Rotas de Polichinelo.
En los tres casos, existe libertad figurativa: no hay para el personaje un modelo único, un rostro canónigo. Cada titiritero tiene el suyo propio, o sigue líneas establecidas por otros. Una libertad que la vemos en las disparidades figurativas de los títeres de Faustino Duarte, de Joaquin Pinto, de Manuel Rosado, de Domingos Mora, de António Dias, de João Santa-Bárbara o de João Paulo Seara Cardoso.
Robertos de João Santa-Bárbara.
En el Museu da Marioneta, rico en títeres de Manuel Rosado, podemos descubrir el criterio figurativo de este titiritero que recorría las ferias portuguesas en los años cincuenta del s.XX: seguía un único modelo, él mismo: rostros redondos como el suyo, que parecen querer expresar un sentido optimista, alegre y jocoso de la vida.
Robertos de Manuel Rosado. Exposición Rotas de Polichinelo.
Volvamos a la pregunta anterior: ¿es Dom Roberto un personaje? Sí, para los que así lo quieren considerar. Pero el hecho mismo de que todos los personajes hablen con la lengüeta, diluye la identidad y la extiende al conjunto de los que aparecen en el repertorio. ¡Incluso el toro habla con lengüeta! ¿Es un Roberto? Sin duda. Pero también el torero es Dom Roberto.
Robertos de Manuel Costa, en el Jardim de Belém.
Esta indefinición de la identidad –ser y no ser alguien– es una característica que permite enlazar los robertos con esa alma portuguesa de Pessoa, cuando dice que la mejor manera de ser portugués es no serlo, o simplemente ser otro. Paradojas que las dos Maratones nos han permitido gozar, desde la más exquisita y discreta disimulación.
Los once bonecreiros tuvieron la gran virtud de mostrar una realidad rica, llena de vitalidad y con un futuro por delante magnífico. Creo que ello es innegable, ante la exhibición vitalista de la que fuimos afortunados testigos. Cada caso es un mundo, y cada uno de ellos abre hacia direcciones distintas, todas ellas llenas de posibilidades.
Vítor Santa-Bárbara con dos de sus Robertos.
Podríamos empezar por Vítor Costa, considerado como el único que procede por línea directa de un linaje titiritero: su padre fue el mestre João Santa-Bárbara y de él heredó el oficio y los títeres. Provisto de un estilo rudo y eficaz, Vítor Costa denota un profundo conocimiento del arte popular de los títeres: sutileza, mimo y hasta delicadeza en las escenas de charla o presentación del conflicto, y feroz resolución expeditiva a la hora de repartir leña. La cachiporra no es para lucirse en virtuosismos de técnica manipuladora, sino que sirve para resolver con rapidez fulgurante el conflicto planteado. Estilo antiguo y popular, profundamente feroz y arquetípico. Pura síntesis del arrebato cachiporrero.
Momento de la actuación de Vítor Santa-Bárbara.
Francisco Armando Gonzálvez da Mota, de Porto, bebió de las fuentes directas de Domingos Mora, uno de los últimos “palhetas” (los que hablan con lengüeta) al viejo estilo, compañero de António Dias, con quién, según dicen, se repartieron algunas zonas del país. Mota conoció al ilustre titiritero y recibió el legado del maestro: su conocimiento y todos sus títeres.
Francisco Mota con dos de sus Robertos.
Desde entonces, el empeño de Mota ha sido poner en pie el estilo y las obras de Domingos Mora, con la intención de aportar líneas distintas de tratar con los Robertos. Caras de rasgos duros, muy alejados del estilo sintético de Cardoso, Gil o de los mismos Bonecos de Santo Aleixo, que participan también de este principio de simplicidad.
Diablo de Francisco Mota.
Las caras de Domingos Mora son trágicas y torturadas, algo patibularias en algunos casos. Denotan un expresionismo popular de tipos duros y fronterizos, un mundo de emigración y de contrabando entre las líneas que separan Portugal de Galicia o de León. Personajes de geografías rudas como pueden serlo Tras-os-Montes o las Hurdes extremeñas en el lado español.
Retablo de Francisco Mota en el Chiado, frente a la Basílica dos Mártires.
También el retablo de Francisco Mota parece buscar esta rudeza de carácter: aún más simple que el de los demás roberteiros, marrón como hecho de tela de saco, e inclinado a un lado, como si estuviera herido por un costado. Todo muy acorde con el carácter trágico de los rostros de Mora.
Raul Constante Pereira con su Dom Roberto.
Raul Constante Pereira es otro de los veteranos titiriteros, creador de la conocida compañía Límite Zero con una larga carrera de espectáculos en los que suele combinar distintos lenguajes escénicos. En ambas maratones desplegó sus robertos con un gran dominio de la tradición. También de Porto, aprendió la técnica del Dom Roberto con João Paulo Seara Cardoso y se lanzó al ruedo titiritero en 1986. Como peculiaridad, el deleite que regaló al público con un baile de dos marionetas à la planchette, esta técnica ancestral que encontramos en los viejos grabados europeos pero también en muchos países africanos.
Raul Constante Pereira, con sus marionetas ‘à la planchette’.
Momento de la actuación de Raul Constante Pereira.
Elegante y eficaz, sus rutinas se concentraron en las dos obras más conocidas del repertorio: el Barbero y la Tourada. En la primera de las maratones, en el Chiado, aguantó con admirable temple el paso de un grupo de Hare Krishna y de una banda musical de barrio. Tanto aquí como en Belém entró a matar en su tourada con gran conocimiento del oficio, cosechando los merecidos aplausos.
Manuel Costa Dias con uno de sus robertos.
Manuel Costa Dias, de la compañía Trolé, es uno de los titiriteros más veteranos y respetados de Portugal, pues desde el año 1975 se dedica a estas labores. Fue en 1987, según nos indica el libro Teatro Dom Roberto, de José Gil publicado por el Museu da Marioneta, cuando empezó con el Don Roberto. Y aunque aprendió con António Dias y con Cardoso, sus títeres tienen un estilo propio, de alguien que gusta deleitarse con la talla y también con las historias.
Roberto de Manuel Costa Dias.
En el Chiado, presentó una obra con una gran marioneta que recordaba la cara de Salazar, imagen de la Dictadura, con la Libertad, un títere de bonita cara, presa en la cintura. Obra política, en ella Dom Roberto tiene que liberar a la prisionera, no después de enfrentarse a las distintas autoridades y otros “demonios”.
Roberto a caballo, de Manuel Costa Dias.
En Belém representó su Tourada, con elegantes y hermosos títeres, como el torero a caballo, de noble porte, o los dos forcados, encargados de sujetar al toro.
Jorge Soares, con dos de sus Robertos.
Jorge Soares, de Faro, tras trabajar varios años con una compañía de teatro del Algarve, aprendió los Robertos con Manuel Costa Dias, debutando en 1995.
Jorge Soares sale a saludar con sus Robertos.
En las maratones, representó la obra Roberto e a Namorada, con títeres que muestran un acusado estilo personal en su diseño. Enérgico y musical –introduce elementos de percusión en la obra– encandiló al público con sus personajes y un dulce final feliz.
José Gil con su Dom Roberto.
José Gil, de la compañía S.A. Marionetas, de Alcobaça, y considerado un autodidacta formado a través del repertorio del mestre António Dias –a quién conoció cuando era niño –, es sin duda uno de los roberteiros más activos del momento. Ha presentado sus espectáculos por todo el mundo y empieza a ser conocido en los círculos europeos de los que practican las artes tradicionales de Polichinela. Como antes se ha indicado, es el autor de un exhaustivo libro sobre el Teatro Dom Roberto, en el que además de presentar la tradición portuguesa, nos introduce a los distintos titiriteros que lo practican en estos momentos.
José Gil presenta la función.
En el Chiado presentó O Castelo dos Fantasmas, un clásico del Dom Roberto –lo vi representar varias veces a Cardoso–, con un dominio encomiable de la técnica, buscando la rapidez en el juego casi de comedia de enredo que es esta obra que requiere ritmos diabólicos.
José Gil con la obra ‘Rosa e os Tres Namorados”.
Aún más interesante fue la obra presentada en Belém, “Rosa e os Tres Namorados”, que nunca había visto, con situaciones de enredo muy logradas, y también dotada de un ritmo vertiginoso, lo que requiere un gran dominio técnico.
Nuno Correia Pinto con dos de sus Robertos.
Nuno Correia Pinto, de la compañía Chao de Oliva, de Sintra, es el único de los robeiteros que no utiliza la palheta. La razón es que posee una voz magnífica que le permite lograr los mismos efectos sin necesidad de prótesis alguna. Un consejo que por lo visto recibió de Cardoso, según me contó. Hizo su primera representación de Robertos en 1999 y mostró un gran dominio técnico de los títeres.
Momento de la actuación de Nuno Correia Pinto en el Jardim de Belén.
Representó el Barbero y la Tourada, controlando al público en todo momento. Como diría Iñaki Juárez, del grupo Arbolé de Zaragoza, utilizando términos taurinos, “paró, templó y mandó”. Y el público lo premió con sus aplausos.
Rui Sosa con uno de sus robertos.
Rui Sousa, de Porto, creador de la compañía Marionetas da Feira, aprendió con José Gil y tomó la alternativa con los robertos en el año 2010. Ha buscado diferenciar sus títeres mediante caras de rasgos acentuados y, a modo de singularidad, tiene como personaje al único torero negro de la historia de los toros portugueses, llamado Chibanga.
Rui Sosa demostró un buen dominio de la técnica así como una gran claridad conceptual en su trabajo, clave para conectar bien con el público.
Y nos acercamos ya a los más jóvenes bonecreiros que hace poco tomaron la alternativ a: Sara Henriques, Joao Costa y Sérgio Rolo.
Sara Henriques, con su Dom Roberto.
Sara Henriques, de Porto, trabajó como actriz manipuladora con la compañía Marionetas de Porto que dirigía João Paulo Seara Cardoso. Fue tras su muerte cuando Sara, animada por sus compañeros y por la misma compañera de Cardoso, decidió seguir el legado de quién fue su maestro y lanzarse al ruedo de los Robertos. Vi su debut en el Jardim da Estrela, en el FIMFA de 2012, con títeres fabricados por Rui Pedro Rodrigues.
Robertos de Sara Henriques, con Os Jerónimos al fondo.
Tanto en el Chiado como en Belém demostró poseer una manipulación cuidada, sutil e inteligente, con interrogantes intercalados que parecen querer abrirse hacia futuras soluciones y perspectivas. Su traslado inminente a Montemor-o-novo para trabajar con el equipo de Alma d’Arame, hace entrever cambios próximos y avances futuros.
Joao Costa con sus tres ‘forcados’
João Costa, de Oerias, residente hoy en Lagos, en el sur de Portugal, aprendió la técnica de los Robertos con José Gil para debutar en 2010. Con estudios de Bellas Artes y una decidida vocación titiritera, Costa está avanzando a pasos agigantados por las difíciles vías de la manipulación. Me encantó su tourada, llena de sutilezas a pesar del entorno poco favorable a ellas, así como el Barbero que presentó en Belém. A destacar el títere con tres forcados juntos, uno de los cuales estira la cabeza.
Momento de la actuación de Joao Costa.
Sus cualidades son evidentes y el mimo tenaz que pone en su labor de aprendizaje le hace presagiar un gran futuro.
Sérgio Rolo, con dos de sus robertos.
Sérgio Rolo, de Lisboa, aprendió con José Gil y debutó en 2013. Vive hoy en Macao, China, donde se está abriendo camino como titiritero. Curioso pensar en un Dom Roberto desarrollándose en el contexto chino actual, tan rico en novedades pero en el que perduran las más arcaicas tradiciones titiriteras. Sin duda la juventud y las ganas de Rolo serán determinantes a la hora de dejarse contaminar por la cultura china, afín de dar nuevos contornos a sus robertos y que sean capaces de sorprendernos. Desde mi punto de vista, esto sería muy deseable.
Momento de la actuación de Sérgio Rolo.
Para acabar esta relación, deberíamos citar al Mamulengo de Marcelo Lafontana, del que ya hablé en su día en ocasión de verlo actuar en Pola de Siero, Asturias (ver aquí). En Belén actuó lógicamente en portugués, lo que me permitió apreciar la dimensión del espectáculo en un entorno en el que Lafontana se siente seguramente más cómodo. Todo lo cual confirma sus grandes dotes titiriteras, con una gran capacidad de improvisación, algo fundamental para los mamulengueiros. Sobre el trabajo de Marcelo Lafontana, vean también el artículo publicado en Titeresante sobre su Prometeu.
Marcelo Lafontana con su Mamulengo.
Como puede observarse en esta rápida mirada a los distintos robeiteros portugueses, la situación no puede ser más óptima y cargada de enormes posibilidades de futuro. El hecho de que muchos de los titiriteros sean jóvenes y lleven pocos años en el oficio, permite presagiar una gran abertura de técnicas, estilos, repertorios y desarrollo de la tradición, de modo que tanto los robertos como Dom Roberto sean cada día más unos seres incrustados en el siglo XXI, el que les ha tocado en suerte a día de hoy. Así al menos parecen indicarlo el trabajo de todos los que practican hoy el Dom Roberto.
Los once roberteiros con Marcelo Lafontana en el centro.
Como siempre han dicho los verdaderos maestros de todas las artes de la Tradición, lo mejor que puede hacer el aprendiz es traicionar al Maestro. No digo matarlo, como defendía Freud en relación al padre, pero al menos sí atreverse a traicionarlo. Sólo entonces, tras recorrer los muchos caminos de la innovación, el practicante neófito, ya viejo, regresa al punto de partida, y la Tradición, no en sus detalles, desprendidos estos por el camino, sino en su esencia, es finalmente asimilada y comprendida.
Hola compañero.
hace unos dias que acabé tus rutas de Polichinela y hoy me encuentro con
este fantastico trabajo sobre los Robertos.
Quiero agradecerte tu impagable aportación al mundo del títere y a los qué amamos este arte.
Si pasas por Sevilla espero que podamos charlar y tomarnos un café(en mi caso infusión)
Muchas gracias y un cordial abrazo titiritero.
Pepe Rodríguez (Pepetrapos)
¡Gracias, Pepe!!
Apunto lo del café!!
Abrazos
Toni
Que excelente matéria! E ver tantos titiriteiros amantes desta obra de Arte Viva: os Robertos. Um abraço