Se estrenó a principios de octubre en Halle, Alemania, una ópera singular y especialmente interesante desde la óptica del teatro visual y de objetos: su punto de partida es el llamado Disco del Cielo de Nebra, Die Himmelsscheibe von Nebra en alemán o Nebra Sky-disc en inglés. Un disco de bronce adornado con incrustaciones de oro, que representa el cielo con la luna llena -o quizás el sol- y la luna creciente, varias estrellas (32 exactamente) y una barca solar en la parte de abajo. Se trata de un hallazgo fundamental para los arqueólogos, ya que no sólo consiste en el primer mapa celeste encontrado en Europa -y el más claro encontrado del mundo antiguo-, sino que nos explica perfectamente el conocimiento astronómico que se tenía en su época y el uso que se hacía del disco: básicamente alinear el calendario lunar con el solar, muy importante para la agricultura, y determinar los solsticios.
Cartel en el exterior de la Ópera de Halle.
¿Una ópera cuyo principal protagonista es un objeto? ¿Un disco celeste del Bronce considerado como la joya del Museo de la Prehistoria de Halle, tratado como fuente de inspiración para un proyecto operístico? Tal ha sido la idea y el punto de partida de la libretista Rebecca Simpson, una escritora británica residente en Barcelona desde hace bastantes años (ha escrito ya otros libretos de ópera, como el de Juana, obra estrenada en el Romea en 2005 con música de Enric Palomar) y que quedó un día fascinada por el objeto. ¿Porqué no convertirlo en un oratorio?, se preguntó la autora. Hacer hablar al objeto: un disco del cielo es como un espejo que refleja el macrocosmos del universo visible, con todos sus misterios y sus interrogantes, y, al mismo tiempo, un espejo que enfoca el microcosmos de la vida en el planeta, la de cuando se usaba el objeto, pero también todo lo que lo rodea, cruzando el espacio y el tiempo de la Historia. Un pequeño disco de unos treinta centímetros de diámetro de repente convertido en un espejo de los que hablan por los codos, y que nos permite enfocar el Tiempo en mayúscula -el de la Cosmología, el de la Ciencia y el de la Física Cuántica- y los tiempos en minúscula de la vida diaria de los humanos. Un disco que nos habla de nuestro Planeta atravesando los siglos y ofreciéndonos visiones insólitas y de una profundidad extraordinaria. Un nudo, en definitiva, en el que se cruzan épocas, percepciones, cosmovisiones y todo un alud de interrogantes que aún no tienen respuesta.
El Nebra Sky-disc. Foto de Franz St. a Flikr.
Y este ha sido el reto y la gran hallazgo de la propuesta de Simpson: sacar la ópera de sus contenidos habituales basados en los sentimientos y en la explosión de las emociones humanas, y situarla en una nueva zona, en la que las emociones proceden de la aventura del Conocimiento y se asocian a las interrogaciones cosmológicas, a las inquietudes científicas y filosóficas. De repente, la ópera, empantanada en los humedales de los dramas psicológicos de las emociones humanas, salta de registro y se sitúa en una singular plataforma de creación, en la que los conflictos son las oposiciones y las terribles paradojas relacionadas con la aventura del conocimiento. Los grandes temas de siempre -la Vida, la Muerte, el Destino, la Humanidad, el Planeta, el Pasado y el Futuro- tratados desde una óptica diferente, lejos del empeño psicológico de las emociones humanas. ¿Es esto posible? Un reto que Simpson se planteó y para el que necesitaba la complicidad de un músico capaz de entender estas nuevas dimensiones de los contenidos operísticos.
Rebecca Simpson y Ramon Humet en la Òpera de Halle.
Ramón Humet, joven compositor catalán con una carrera ya llena de premios y de reconocimientos, ha sido el cómplice de esta aventura. Parece ser que los dos artistas se entendieron enseguida. Su música detallista, cuidadosa y orientada a una visión cosmológica de la vida, que gusta de las sutilezas de la percepción pero que no duda en llevar la música hacia las alturas de la intensidad explosiva, encajaba a la perfección con el objetivo del proyecto. Un oratorio en el que en vez de Dios se hablaría del cielo, del firmamento, de las estrellas, del Cosmos, de la Historia y del planeta Tierra. Así se planteó a la ópera de Halle (la misma ciudad que guarda el objeto precioso, y muy sensible por lo tanto a todo lo que tenga que ver con él) y sus responsables dijeron que sí, pero con una condición: además de oratorio, debería ser una ópera. Es decir, debería tener personajes y una historia que justificara su condición operística.
Imagen de la ópera Sky Disc. Foto © Uwe Köhn. Ópera de Halle.
Un nuevo reto que la libretista Simpson resolvió planteando un doble registro escénico y musical: por un lado, el oratorio de una música coral que sería el gran envoltorio sonoro de la obra, y, por otro lado, la acción de unos personajes de la misma época del Bronce en la que se forjó y empleó el Disco del Cielo. La parte oratorio enfocaría los aspectos poéticos, cosmológicos y conceptuales del Disco entendido como “espejo del cielo y de la tierra”, y la parte operística trataría la vertiente humana de unos personajes centrados en la figura de un forjador, encargado de incrustar algunos de los ornamentos dorados del objeto. Dos registros enfrentados en cierto modo -uno basado en las emociones propias del conocimiento, el otro en los conflictos humanos y psicológicos de unos personajes enfrentados a su destino-. Y, en medio de los dos registros, el Disco del Cielo como el gran protagonista de la obra.
Sandra Maxheimer (Guueren) y Coro. Imagen de la ópera Sky Disc. Foto © Uwe Köhn. Ópera de Halle.
Hay que decir que los resultados, vistos en el estreno de la ópera en Halle, han sido altamente satisfactorios. El director de escena, G.H. Seebach, parece haber entendido perfectamente la propuesta, al situar la escena en un museo como punto de partida. Un lugar muy idóneo para escenificar ya de entrada un registro ambiental centrado en la Historia y el Conocimiento: son los mismos visitantes del museo los que de repente se convierten, los unos en personajes de época (del Bronce), y los otros en las voces corales del oratorio. A partir de aquí, y apoyándose en una maquinaria escénica de un gran artefacto metálico en forma de embudo que se mueve y se puede iluminar con diferentes colores, la acción se va alternando según interviene el oratorio o los personajes del Bronce. Por cierto, un trabajo el de los cantantes extraordinario, entregados en cuerpo y alma a la partitura. Impecable también el trabajo del director musical, Andreas Henning.
Imagen de la ópera Sky Disc. Foto © Uwe Köhn. Ópera de Halle.
Toca hablar aquí del enorme trabajo de orfebrería musical y poética que han hecho los dos autores, en una conjunción retórica de altos vuelos, en la que los contenidos encajan como anillo al dedo con las formas rítmicas y musicales. El texto es una exhibición de virtuosismo preciosista y de síntesis en el uso del lenguaje, así como de creación de imágenes de un enorme impacto poético, elementos todos ellos indispensables para tratar temas de estas alturas. Respecto a la música, es de las que no se deja etiquetar, al utilizar el lenguaje en función de las necesidades expresivas del texto y de la gran fuerza volcánica que parece salir del músico Humet. Una fuerza que sin embargo sabe como entrelazarse por las sutilezas más sofisticadas y exquisitas de la sonoridad vocal y orquestal. Su deseo de juntar forma y contenido ha llevado al compositor a proponer una armonía construida a partir de 32 acordes de siete notas cada uno, los cuales evocan las 32 estrellas incrustadas en el Disco que incluyen la constelación de las Pléyades, compuesta de 7 estrellas.
Gerd Vogel (Fierket) y Robert Sellier (Pyrpi). Imagen de la ópera Sky Disc. Foto © Uwe Köhn. Ópera de Halle.
El juego y el paso entre los dos registros -el oratorio poético de las emociones conceptuales y el dramatismo de los conflictos humanos entre los personajes- está perfectamente hilvanado en un continuo muy logrado de superposiciones que se encadenan sin romperse entre sí. En cuanto a la música propiamente dicha del oratorio, satisface plenamente la necesidad de expresar la gran carga de profundidad poética, histórica y conceptual que contiene el Disco del Cielo.
Coro. Imagen de la ópera Sky Disc. Foto © Uwe Köhn. Ópera de Halle.
Por cierto, tres son las lenguas utilizadas en la ópera: el inglés, el alemán y el catalán. Mientras en las escenas del Bronce las tres lenguas se mezclan según la procedencia de los personajes, el oratorio se canta básicamente en inglés, salvo algunos fragmentos de textos en alemán y catalán. Una decisión que quiere situar la ópera en medio del pensamiento europeo, y que se corresponde con el origen mismo de sus creadores: Inglaterra, Cataluña y Alemania.
Hiltrud Kuhlmann (Tamar), atrás: Sandra Maxheimer (Guueren). Imagen de la ópera Sky Disc. Foto © Uwe Köhn. Ópera de Halle.
El elemento objetual al principio mencionado está centrado en el Disco del Cielo, que tiene una constante presencia en el escenario. Pero más que del juego teatral que se hace con el objeto mismo, lo importante aquí es destacar cómo toda la ópera en su conjunto surge y se apoya sobre este objeto precioso. Un disco que es capaz de generar imágenes, reflexiones, interrogantes, personajes de épocas distintas, y que ha tenido dos funciones básicas en su vida: orientar a los campesinos de la época del Bronce a situarse respecto al calendario, y orientar a los investigadores de hoy en día sobre realidades y aspectos históricos de nuestra especie. Toda una complejidad de usos, matices y reflexiones que la propuesta de Simpson-Humet-Seebach destila, con diferentes grados de intensidad, en su desarrollo operístico.
Una ópera, en definitiva, de mucho riesgo y altos vuelos, y que se suma a las que hoy pretenden abrir nuevos caminos a la lírica y al teatro musical.
Ficha artística:
– estreno: 2 de octubre de 2013, Ópera de Halle
– dirección musical: Andreas Henning,
– dirección de escena: G.H. Seebach,
– vestuario: Ragna Heiny,
– director del coro: Jens Pete Montar,
– diseño de la escenografía: Hartmut Schörghofer,
– dramaturgo: André Meyer,
– vídeo: Anke Tornow.
– Solistas: Gerd Vogel (Fierket), Sandra Maxheimer (Guueren), Maria Petrašovská (Estria), Robert Sellier (Pyrpi), Hiltrud Kuhlmann (Tamar), Ulrich Burdack (Boatman), Ki-Hyun Park (Priest), Julia Preußler (boy soprano) y Kaori Sekigawa (solo soprano).
– http://buehnen-halle.de/oper/
Nota final: que no piense el lector que en Alemania todo es coser y cantar. La increíble calidad de músicos y cantantes de la Ópera de Halle se ve en estos momentos amenazada también por los recortes que planean sobre el teatro. Hay mucha preocupación y las protestas son constantes. A modo de ejemplo, vean esta foto de la fachada principal del Teatro de Ópera de Halle, donde la lucha de sus empleados aparece con rasgos bien nítidos.