Iker Vicente es un artista transfronterizo. Su trabajo cruza la línea de las artes plásticas con el teatro realizando varios trayectos de ida y vuelta. Luego va del pequeño formato a los grandes eventos y de la interpretación actoral a la manipulación de figuras pasando por la construcción de máquinas y artilugios autómatas. Parte de su formación en bellas artes, hace escala en el teatro y sobrevuela el payaso de tradición soviética, pasa a recojer algunos trazos de alambre y algo de la concepción espacial de Alexander Calder, luego para a repostar en el teatro de máscaras y se adentra en las profundidades del títere.

iker vicente

Él mismo cuenta cómo consigue juntar intereses que de por sí son disciplinas independientes, como la mecánica, la acción teatral y el títere. Lo visité a su taller de la colonia Santa María la Ribera, en Ciudad de México, un barrio popular y bello al mismo tiempo, relativamente cerca del centro histórico pero alejado de las zonas más concurridas por artistas. Y me sorprendió la pequeñez de su estudio, donde también está Humberto Galicia «Beto», colaborador, ayudante y reciente artista. Cuando trabaja en proyectos grandes, dijo, construye en casa de amigos con los que colabora o directamente en el local de quien los encarga. Su espacio pues es, entre otras cosas, una especie de laboratorio de ideas del que salen los proyectos más personales.

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Cuando llegué, estaba trabajando en una máquina de movimiento continuo que accionaría un muñeco ciclista en otro rincón del taller (ver foto superior), de modo que el flujo de movimiento diera la sensación que tanto podía ser que la maquina animara el monito como al revés. “Lo saqué de un plano que estaba en la portada de un libro encontrado en la calle”, reveló. “Es un invento mexicano patentado en el siglo XIX que nadie sabe realmente si puede funcionar.”

“Estudié artes plásticas y siempre me interesé por el teatro”, contó. “Cuando juntaron todas las disciplinas en el Centro Nacional de las Artes e incluyeron también el teatro, yo andaba por ahí dando vueltas, y allá conocí a mi mujer, Jacqueline Serafín, que es actriz, y también conocí a un maestro ucraniano, Anatoli Lokachtchouk, con quien trabajé. Pero más que la escenografía, lo que me gustaba del teatro eran los títeres y poco a poco también adapté mi trabajo plástico a las maquinillas y a las cosas que se mueven.” Por eso su estilo se expresa en una mezcla de lenguajes: “Mis títeres no tienen una técnica en especial, casi siempre mezclo, combinando mecanismos con la manipulación directa.”

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Su chamba principal sigue siendo de ilustrador de libros, constructor de títeres para obras teatrales y otros artefactos. En actualidad, además, tiene una beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA.

Además de los encargos que le hacen, ha colaborado con artistas mexicanos como Emanuel Márquez o Jorge Vargas, de Teatro Línea de Sombra. Junto a Vargas, intervino en el desfile de conmemoración del Bicentenario en 2010, en lo que ha sido uno de sus más grandes proyectos y uno de los que, posiblemente, le ha dado un reconocimiento público más amplio. De todos los cuadros históricos representados en el desfile, con un gran despliegue de artistas, ellos se encargaron del segmento “Revolución e insurgencia”, para el que construyeron un ejército de 80 muñecos grandes movidos por voluntarios. También con Línea de Sombra y los franceses Carabosse, participó en 2011 en el montaje de Article 13.

Otro proyecto personal es la compañía La Liga Teatro Elástico, nombre con el que se resume su filosofía del arte, entre lo cotidiano del objeto y la flexibilidad de los márgenes de las distintas disciplinas que maneja. Con esta compañía, formada junto a su mujer, Jacqueline, actriz y directora, puso en escena en 2006 una obra basada en la novela Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki, y en 2012, A la deriva JOC!, una versión de Las aventuras de Huckelberry Finnen el que se combina actores, títeres y objetos, que fue dirigida por Jacqueline Serafín.

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“En el trabajo para exponer, lo que suelo hacer son instalaciones que el público manipula. Hice una especie de bicicleta en la que una persona se subía, pedaleaba y generaba luz mediante un dinamo; así se prendían varios focos que iluminaban móviles en toda la sala unos motorcitos con hélices de hojalata. Así se generaba una especie de teatro de sombras en todo el espacio, en las paredes de la sala. Ésa fue la primera vez que mezclé todas las cosas que me interesaban: el dibujo, los mecanismos, la participación del espectador, el dibujo tridimensional, tomando de Calder y otros… Y ya sobre eso empecé a hacer máquinas que animan dibujos pero como de antes del cine, como zoótropos o kinoras de papelitos, que hacen que uno vea el efecto de la animación pero de manera rústica y accionado por la propia gente.”

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Pareja bailando, construida en alambre. Su movimiento es azaroso, se debe al móbil del que cuelgan, y dibujan su figura con su sombra en la pared.

“Poco a poco me di cuenta de que el movimiento era mi onda. Así que me he dedicado a trabajar el movimiento, también en los títeres, de forma que las dos cosas se fueran complementando. Juego con tres tipos de movimiento: uno más mecánico, un segundo de tipo orgánico por así decirlo, que sería el de manipular directamente las cosas y darles vida de manera voluntaria, como haría un manipulador o actor, y el aleatorio, que es el de las cosas que se balancean o tambalean sin seguir un orden. Sobreponer estos tres movimientos me ha dado pistas para trabajar simultáneamente títeres y máquinas.”

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Figura, sombra y trazo.

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“Me gusta que el material y la propia construcción se vean y que eso resulte lo interesante.” Por ejemplo: “La talla la cabeza del personaje de Jim en A la deriva Joc está hecho con los troncos de los árboles que de vez en cuando podan en la calle y se inspira en el trabajo de William Heinrich, en el que se ve el proceso escultórico, la marca de la gubia… Para mí eso da valor al material en sí mismo.”

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El Jim de

Hoy amanecí con el Polo Norte por dentro es un espectáculo de danza para el que Iker Vicente construyó los objetos. El oso que nada en la inmensidad del océano sin llegar a encontrar el hielo sobre el que podría descansar es uno de los títeres más logrados de Vicente, ya que se mueve por los tres tipos de movimiento en los que basa su trabajo: el mecánico, ya que mueve las patas delanteras mediante un sistema de poleas accionado desde debajo; el orgánico, con el que el actor manipulador controla los gestos y la expresividad de la cabeza del animal, y el aleatorio, ya que las patas traseras se mueven por el balanceo de un contrapeso colocado en el centro del cuerpo del oso a modo de corazón. Y además, cuenta: “Cuando me encargaron un oso pensé que tendría que usar peluche, que es un material que detesto, pero al final logré hacerlo con ropa blanca deshilachada, lo que permite que se vea su estructura y su interior.” El efecto que produce es profundamente dramático, su natación no es neutra, se siente su desespero.

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Con todo, Iker Vicente casi nunca parte del dibujo para construir, sino más bien directamente del material. De alguna forma, el dibujo se materializa en el aire a través de los materiales que lo componen o como consecuencia de proyectar su propia sombra sobre una pared. “Empiezas a dialogar con el material y ya te vas dando cuenta de su expresividad”, dice.

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Beto

Hace un año, Humberto Galicia entró en un taller impartido por Iker y empezó a involucrarse en la construcción de títeres. Entre los dos nació una amistad que los ha llevado a colaborar en varios proyectos, aun desarrollando cada uno de ellos una línea propia y sus ideas independientes sobre montajes de espectáculos. “Beto se interesa más por los detalles de los mecanismos”, cuenta Iker, “y yo en cambio estoy más por las formas, los personajes…”

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También Beto empieza a construir a partir del material. Aunque no ha realizado títeres para espectáculos (salvo un colibrí que actuó en un montaje de poesía), sus prototipos exploran varios mecanismos no sólo técnicos sino expresivos. Partir de dos coladores para construir una mosca puede no parecer demasiado original, pero añadirle un guante para que la mano se convierta en parte móvil y un motorcito para generar la vibración del insecto ya forma parte de una investigación más compleja.

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De esa investigación también nos mostró algunos ejemplos en los mandos de otros prototipos: un ratón que camina sobre una rueda y despliega una gran cantidad de movimientos en la cabeza y la cara y un pequeño pájaro que es, de veras, una auténtica joya de la construcción de títeres.

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