(Imagen de Loop. Foto Jesús M. Atienza)

Se estreno el viernes 31 de octubre de 2025 la obra Loop, una creación solista de Eugenio Navarro con dramaturgia y dirección de Pablo Ariel. El estreno tuvo lugar en La Puntual, el teatro abierto por el autor de la obra, hoy dirigido por su hijo, el titiritero Néstor Navarro.

Loop, palabra que en español se traduce por bucle, y que tanto se refiere a un efecto de repetición como a una forma helicoidal de rizo o tirabuzón. Creo que, en este caso, los autores de la propuesta han querido combinar ambos significados, en cuanto sus protagonistas provienen o se inspiran en la forma circular del bucle, que a su vez se repite o sucede en cadena para constituir sus formaciones más complejas. El hecho de que una luna llena ocupe el zénit cósmico de la obra nos indica claramente que lo circular o lo helicoidal mandan en ella.

Foto Jesús M. Atienza

No hemos utilizado el adjetivo ‘cósmico’ en vano: diría que constituye el ámbito en el que Loop nos quiere llevar, un paisaje hecho de vacío y de distancia, sin referencias espaciales claras -salvo la luna-. De hecho, podríamos hablar de un Universo Loop, pues todo en él es autosuficiente, aunque también complementario al nuestro. Sería como una abstracción geométrica de lo que ocurre en nuestra cotidianidad banal, una reducción desde luego irónica pero que en su despegue imaginario alcanza grados de suma libertad.

Los habitantes de Loop no son seres terrestres, tampoco extraterrestres: conservan ciertos moldes humanos y animales, entre la pincelada y la abstracción. Son títeres, vaya, y como tales, gozan de esta libertad de ser lo que mejor les viene en gana (gracias a los titiriteros, claro). Sus formas pueden ser descabelladas y extravagantes, aunque siguen patrones geométricos básicos: el círculo, la línea recta que de pronto se curva, el triángulo, el cono, el cubo… Eso hace que los veamos aún más cercanos y familiares, al conectar con las raíces primordiales de nuestra imaginación.

Foto Jesús M. Atienza

Algunos dirán que recuerdan a las formas de la Bauhaus o de los futuristas italianos, rusos o alemanes del siglo pasado, lo que no deja de ser cierto, pero es su condición de títeres lo que les otorga carácter y los definen como personajes que van a su bola.

Y el gozar de esta ‘libertad cósmica’ los hace sumamente atractivos, y aptos para disfrutar en un escenario haciendo disfrutar a quienes los miran desde sus asientos.

Foto Jesús M. Atienza

Teatro, puro teatro, o puro circo galáctico, que juega con la luz negra, para romper todavía más sus ligámenes con la Tierra y la pesada gravedad que nos impide volar.

Navarro y Ariel cultivan un futurismo de artesanía, tratado con un humor veladamente socarrón (una tímida y sutil retranca) que sólo se me ocurre definir como ‘profundamente británico’.

Y es que las raíces inglesas de Eugenio Navarro han germinado con inusitada energía en esta nueva creación de La Puntual. Un humor displicente hecho de una suma de pequeños gags, de guiños sutiles que hay que pescar al vuelo, sin estridencias ni brocha gorda alguna, el mismo que rezuma en las creaciones del serio Stephen Mottram, o en las marionetas del maestro Harry V.Tozer.

Foto Jesús M. Atienza

Un humor que necesita alejarse de las realidades sociológicas de este mundo y que afila sus agudezas desde las distancias de una comicidad celeste.

Hay que tener una gran sabiduría escénica para orientarse por esos espacios abiertos donde reina el vacío lleno de nada, y hacer nacer en ellos a esos seres formados de pura geometría elemental, para que nazcan, crezcan, jueguen y mueran regresando al vacío negro de donde han salido.

Eugenio ejecuta un verdadero alarde en el manejo de los títeres, en una pieza como esta que requiere la más extrema minuciosidad, sin utilizar palabra alguna, solo movimientos muy estudiados, para conseguir efectos que nunca hacen perder la sonrisa del espectador, y, quizá lo más importante, la conciencia de saber que son seres únicos, a los que, sin embargo, reconocemos como cercanos, excrecencias salidas de nuestras más íntimas ensoñaciones.

Foto Jesús M. Atienza

La labor de Pablo Ariel, por su parte, es realmente extraordinaria: erigir un universo visual y sonoro en el que los seres creados por Navarro toman vida y una lógica propia en sus andanzas y movimientos, lógica inventada pues aquí se cumple aquello de que ‘el camino se hace al andar’, para sorpresa y maravilla de los espectadores, que ven algo nuevo, algo que nunca habían visto -o quizá sí, pero en raros estados de conciencia. Pablo, solo con una escueta coreografía de entradas, salidas, subidas, bajadas y unas relaciones que bien podríamos definir como ‘encuentros en la octava dimensión’, por ponerle un número alto, más unas músicas magistralmente bien seleccionadas, nos mostró un saber y una pericia de las que solo se adquieren con el ajetreo de los años.

El resultado de esta colaboración entre Eugenio y Pablo, espectacular y deslumbrante, ha sido también un hermoso ejercicio de recatada sencillez. Un refinado cambio de tercio del de La Puntual que corona sus ya pronto cincuenta años de oficio, apostando por lo inédito y por trabajar con alguien abierto a la suma y a los retos de enfrentarse a lo desconocido. Sorprendente y admirable.

¡No se lo pierdan!