(Imagen de ‘A Manos Libres’. Foto Rebecca Simpson)

Ha vuelto a los escenarios Toni Rumbau con un título, A Manos Libres, que le ha venido como anillo al dedo para completar lo que llama su Trilogía de las Manos, compuesta por las dos obras anteriores A Dos Manos (1987) y A Manos Llenas (2009).

Y lo ha hecho actuando en una salita, el Teatro La Gleva de Barcelona, muy apropiado para el espectáculo, un espacio de no más de 50-60 espectadores, asegurando la intimidad y el acercamiento que requiere la obra. Firma la dirección Eudald Ferré, que ya dirigió con mano sabia y reconocido acierto su último trabajo.

No es fácil ofrecer títeres para el público adulto en horas nocturnas, aunque al parecer han acudido no pocas personas e incluso algunos chavales de 8-10 años para arriba; sobre todo ocupando tres semanas la programación de la sala. Según pude saber, la obra tuvo una ocupación discreta pero regular, lo que no deja de ser todo un éxito al tener que competir con títulos y espectáculos de mayor empaque publicitario, en una ciudad como Barcelona.

Foto Jesús M. Atienza

Pero vayamos a la obra. Títeres, sombras y pinceladas filosóficas de la que nos tiene acostumbrados Rumbau, como se demostró en su última creación, la conferencia-espectáculo El Titiritero, el Doble y la Sombra (ver aquí). Filosofía de salón, por supuesto, o más bien de retablo de títeres. En esta ocasión, han desaparecido casi las palabras y también la presencia exterior del titiritero, pues todo sucede dentro del castillito de los títeres, convertido a su vez en teatro de sombras. Un formato más clásico, pero a mi modo de ver más poderoso, al promover misterio, sorpresa e impacto. 

Tras mostrarnos sus manos al empezar, de inmediato nos vemos inmersos en un mundo interior, definido por las sombras, básico y primigenio, al estar habitado por las manos que en este océano lumínico de los títeres aparecen duplicadas, como si hubiera dos titiriteros. Se inicia así un proceso de multiplicación que constituye de hecho una especie de matriz de este mundo interior titiritero: dos manos, dos títeres, dos máscaras, dos personajes enfrentados cara a cara.

Dualidades. Dice una voz en esta primera parte oscura de las sombras: ‘hacer y deshacer, sí y no, tu y yo, dentro y afuera, nacer y morir’. Conceptos unidos por la conjunción copulativa i en vez de la disyuntiva o, como señaló Rumbau en una entrevista (ver aquí). Un matiz importante para el autor, que establece el recorrido dramático de la obra.

Foto Jesús M. Atienza

Pero cuidado, una vez han salido los títeres, que en realidad son dos máscaras de las manos del titiritero que se van disfrazando en personajes diferentes, desaparece el registro simbólico y hasta filosófico del asunto, para imponerse el registro de los títeres de toda la vida, los polichinelas de viejas raíces napolitanas, alejados del pensamiento y cercanos a la fiesta, a la burla, al disparate y a los arrebatos vitalistas y hasta diría libertarios.

Y aquí es donde da en el clavo Rumbau, al indicarnos que esas manos que se quieren libres, solo lo son cuando escapan de las obsesivas matrices dualistas y se adentran por las sendas del jolgorio, de la risa y del carnaval. Hay momentos sublimes en las aceleraciones rítmicas hacia el disparate y el teatro burlesco y del absurdo, como la larga escena del parto y de los bebés, o, tras la loca Corrida de Toros, el funeral de la res sacrificada, una secuencia antológica, donde los conceptos de Muerte, Vida, Títeres y Poesía se funden en feliz síntesis.

Hay un punto de provocación en las temáticas tratadas, un ir a la contra de la moral bien pensante, aunque habría que relativizar esta incorrección. Como si no pudieran tratarse en un escenario situaciones como el amor, el parto o las relaciones paternofiliales desde la risa y el disparate. Por no hablar de los toros, una de les debilidades del autor, que aquí trata con guante de seda.

Respecto a la Muerte, el otro tema importante de la obra, bienvenida sea cuando nos introduce a la mirada distante del teatro de sombras, o a la risa desmitificadora de los funerales, sobre todo si es el funeral de un toro que a pesar de estar muerto sigue estando vivo.

Foto Rebecca Simpson

En realidad, esta atención de Rumbau por las contradicciones esenciales, como eso de estar vivo y estar muerto a la vez, constituye no solo uno de sus temas predilectos sino la propia base del oficio titiritero, como nos ha explicado en distintas ocasiones con no poca obsesiva redundancia.

Capítulo aparte merece la música, a cargo de Octavi Rumbau, retazos de su disco Pendular Motion, editado por Neu Records, un alarde sonoro que encaja de maravilla con las imágenes que acompaña, como si hubiera estado hecha pensando en ellas.

Los títeres le han salido redondos a su autor, Eudald Ferré, unas máscaras realmente hermosas a las que Toni ha sabido sacar todo su provecho. Se nota la mano del director en la obra, muy bien pautada en el ritmo, la sucesión de escenas y en los movimientos de los títeres, que combinan una elegante contención con la exquisita locura carnavalesca de las escenas más desatadas.

En definitiva, una obra que cierra una trilogía y una carrera artística, aunque, conociendo al autor, bien podría significar el inicio de una segunda parte vaya usted a saber dedicada a qué…