(Manuel Costa Dias con ‘O Gato’)

Terminamos nuestras crónicas sobre la edición 2021 del Parque de las Marionetas (Festival Internacional de Teatro de Feria de Zaragoza), que ha tenido lugar durante las Fiestas del Pilar de este año, en el Parque Grande José Antonio Labordeta, con este quinto artículo dedicado a los siguientes espectáculos: Marionetas de mi vida de Manuel Costa Dias, cía. Trulé, de Portugal; Colgando de un hilo de Filippo Marionette (Italia-Australia); Profesor Coperini, de la cía Civi Civiac, de Aragón; Freak Show del Circo la Raspa (Aragón) y Parade, el circo de los valientes, de la cía. La Maquiné (Andalucía).

Marionetas de mi vida de Manuel Costa Dias

Actuó en la carpa grande llamada Bagdad el gran maestro titiritero de Évora, Portugal, Manuel Costa Dias, de la compañía Trulé, con cuatro de sus números más vistosos: dos de marioneta de hilo, la Bailarina y el Director de Orquesta, y dos con títeres movidos según técnicas inventadas por Costa Dias que podríamos llamar de mecanismo, guante y manos: El Niño y su famoso Gato, que cerró la representación.

Lo más interesante del trabajo del Maestro Costa Dias es que sus marionetas se salen de cualquier esquema convencional, al ser invenciones suyas en el estudio al que se halla inmerso desde hace años sobre el movimiento de los títeres y sus múltiples técnicas de animación. De ahí estos números con muñecos que se mueven mediante sistemas por un lado mecánicos pero que por otro lado requieren de la entrega total del actor-manipulador, que debe sumarse al protocolo vital del personaje como un complemento mudo y secundario, casi como un telón de fondo, pero muy activo en este acompañamiento en el que comparte sentimientos e interactúa con su doble ajeno.

Así ocurre con el Niño y con el Gato, dos ejemplos de esta involucración del titiritero en la vida de sus personajes, aunque sea mediante un papel de comparsa distante. El efecto es sorprendente y entrañable, invitando al espectador a participar en la vitalidad del muñeco, cuyas acciones son siempre sutiles, casi minimalistas.

Sin duda el Gato es una de los títeres más logrados por el maestro de Évora, una joya de muñeco de una simplicidad máxima, casi una mascarita con una tela-guante, cuyos movimientos rezuman el alma de un gato. Se acompaña el número con una música sinuosa que ayuda a envolver la actuación de un halo de sensualidad que solo podemos definir de gatuna.

Con las marionetas de hilo, Manuel Costa Dias mantiene una relación distinta, que podríamos definir como de respeto y homenaje a un arte, el del hilo, que siempre ha admirado y respetado, y que le ha planteado constantes retos en su condición de constructor e investigador del movimiento. Es muy interesante el origen de la marioneta del Maestro de Orquesta, fruto del desafío que le produjo el schock de ver la compleja marioneta de la rana que toca el piano del titiritero mexicano Daniel Loeza en las Ramblas de Barcelona. Lo explica muy bien en el artículo que publicó en Titeresante sobre el asunto (ver aquí). El desafío se convirtió en obsesión y así surgió esta maravilla de marioneta que es el Maestro de Orquesta, de la que podemos decir que tan impactante es su movimiento como el mando que controla sus hilos, de una complejidad de tres pisos de altura y 38 hilos.

Todos estos detalles nos ayudan a situar el universo titiritero en el que vive Manuel Costa Dias, dedicado integralmente a satisfacer esta necesidad de estudio y de dar vida a lo inanimado con las manos y el cuerpo entero. Su práctica con las marionetas se ha convertido de algún modo en una disciplina diaria de profundización en los secretos del oficio y casi podríamos decir en una mística de la animación de los muñecos, una manera de satisfacer otra necesidad vital, la de estar acompañado de estas otras criaturas amigas pero ajenas que son los títeres.

Tal entrega se inmiscuye en el escenario creando un sutil pathos de fondo que envuelve cada gesto de su intervención. Los espectadores, sensibles siempre a este tipo de entrega, agradecieron al maestro de Évora su labor con calurosos y sentidos aplausos.

Colgando de un hilo de Filippo Marionette

Actuó también en la misma carpa Bagdad la compañía Filippo Marionette compuesta por Rhoda López, de Australia, y Remo Di Filippo, de Italia, una pareja de artistas titiriteros que gracias a su entregada vocación a las artes del hilo y a su simpatía natural, han alcanzado sin apenas darse cuenta un merecido puesto en ese parnaso de las compañías más solicitadas por los festivales del mundo.

Presentaron cuatro de sus números más conocidos, el de la mujer de la limpieza que, tras regañar a Di Filippo por tirar un papel al suelo, lo seduce para que la haga volar a caballo de su escoba y a hacer malabarismos con ella; los dos bailarines de música de calle, un alarde de manipulación con movimientos perfectos y ensamblajes increíbles entre los dos en sus ejercicios acrobáticos; el número del ciclista en el que interviene Rhoda, mostrando su capacidad de entusiasmar al público entusiasmando al ciclista; y para acabar, la marioneta Gino, la primera construida por Di Filippo, una especie de reflexión emocional sobre el muñeco como doble del titiritero, un número que siempre acaba emocionando al público, con sollozos incluidos como así me consta que sucedió en Zaragoza.

Creo que los méritos de Di Filippo Marionette se encuentran por una parte en la férrea determinación que tiene la pareja de artistas titiriteros en profundizar en la construcción y manipulación de las marionetas, buscando la simplicidad de los mecanismos para dar más libertad al manipulador en su ejecución práctica. Por el otro lado, han conseguido un estilo de actuación que sabe conectar directamente con el público desde la distancia que otorga el hilo y desde una actitud de honestidad que se nutre de la espontánea simpatía de Rhoda y su impecable técnica como actriz, bailarina y cantante.

El resultado es una pequeña bomba escénica que, sin pretensión alguna, consigue lo más ‘difícil todavía’: el alarde técnico sumado al alarde de empatizar con los títeres y, a través de ellos, con los espectadores. ¡Chapeau!

Profesor Coperini, de la cía Civi Civiac

Como cada año, la compañía Civi Civiac que dirige el mago y actor Ismael Civiac montó su precioso teatro al aire libre consistente en unas gradas para el público a modo de pequeño anfiteatro con un espacio central de actuación, para unos cien espectadores. Presentó dos espectáculos diferentes: por la mañana Civiarini Circus, y por las tardes Profesor Coperini. Este cronista vio el segundo, en la última sesión del día.

En esta ocasión, Ismael Civiac se metamorfoseó en el Profesor Coperini, un supuesto científico ambulante con funciones de charlatán callejero que vendía al respetable público frascos de un elixir que no solo lo curaba todo, sino que permitía que las cosas se transformaran en otras. Digamos que, en vez de varita mágica, este Doctor de Imposibles se servía del pequeño frasco milagroso con el que conseguía maravillar al público con sus mutaciones de estado. Un magnífico relato que ha permitido a este mago siempre original en sus propuestas, presentar los números de magia de un modo eficaz y muy teatral.

Lo bueno de Civiac es el tono con el que se dirige al público, una seguridad en el trato y en el humor que denotan muchas horas de vuelo, como es el hecho de que prácticamente haya nacido en un escenario, al provenir de una familia de magos que en su niñez recorría las ciudades y los pueblos de Aragón y de toda España. Pero en vez de seguir las rutinas de siempre y sentarse en los laureles del oficio, Ismael Civiac intenta ir algo más allá, probar nuevos formatos, mezclar géneros, aventurarse por terrenos desconocidos, jugar con relatos que tienen que ver más con el teatro que con la magia clásica de escenario.

Un ejemplo de lo que digo es que actualmente se encuentre ensayando un nuevo montaje dirigido por Paco Paricio, de Los Titiriteros de Binéfar, lo que no deja de ser toda una declaración de principios de por donde se encarrila su carrera. Aunque claro está que Ismael nunca dejará de ser mago por encima de todo, una disciplina que como la de los títeres, ha ido cambiando en las últimas décadas de arriba abajo. Adaptarse a los nuevos tiempos sin olvidarse de la responsabilidad que los artistas populares de escenario tienen en relación a las artes catárticas populares del gesto, la palabra y la ilusión, tal parece ser su intención.

¡Que Talía desde el teatro y Hécate desde la magia, acompañen sus labores y derroteros de futuro! Nosotros, desde Titeresante, seguiremos sus andanzas a fin de testimoniar y analizar sus nuevos frutos y triunfos.

Freak Show del Circo la Raspa

No conocía a esta compañía de actores circenses de Aragón que por lo visto es una de las que más se mueven por el país, deslumbrando con sus números y su vena cómica. No por nada en 2012 recibió el Premio al Mejor Espectáculo de Circo Aragonés. Me lo contaba Roser Vilà, que me acompañó durante el espectáculo, buena experta como es en las disciplinas del circo, un oficio que admiro mucho, pero del que sé poco.

Lo que vi en el escenario fue a un par de cómicos de una simpatía contagiosa y provistos de una frescura y un oficio que denotaba mucha carrera y muchos bolos en su haber. Por un lado, el gran malabarista Torri di Chous, muy excitado esperando al resto de la compañía que hiciera su aparición. Por el otro lado, el ayudante, botones y acomodador, torpe y pasado de vueltas, desgarbado y larguirucho, y que se convertirá en el Gran Paquetini. Al final, como era de esperar, la tal compañía solo está en la imaginación de estos dos freakis actores de circo, los cuales deberán ser los que hagan ellos solos la función.

Detrás de estos nombres de cartel circense se esconden las personas de Ricardo Ariño Mur y Román Mometón Tomás, dos artistas de gran nivel, uno con sus malabares y el otro en la disciplina de la contorsión, con números de gran altura que despertaron la admiración del público y sus aplausos entusiasmados.

Pero lo que se impuso al final, sumándose al buen hacer en el tema de las habilidades, fue el alegre freakismo de ambos cómicos, su desvergonzado regodeo humorístico, su actuación desacomplejada y jocosa que busca sobre todo divertir al público. Ritmo frenético a veces, músicas adecuadas para cada número, una estética muy cuidada, y la sensación de que más que trabajar, lo que hacen es divertirse. Los espectadores, conscientes de que se hallaban ante un gran trabajo de mucho arte y estudio, los premiaron con los fervorosos aplausos de rigor.

Parade, el circo de los valientes, de la cía. La Maquiné

De Andalucía llegó este otro espectáculo circense a cargo de una compañía, conocida no por su dedicación al circo, sino por su trabajo estético y mimoso en obras de teatro visual y de títeres: La Maquiné.

Con dramaturgia de Elisa Ramos y Joaquín Casanova, dirección de Joaquín Casanova e interpretación de Elisa Ramos y Noé Lifona, la obra plantea una situación parecida a la del espectáculo anteriormente comentado: un circo que planta sus reales en la plaza de un pueblo y en el que sus principales artistas han desaparecido. Solo quedan el tío Pepe y el payaso Chochotte, que cuentan con una única atracción: el elefante Babar, tímido y miedoso en relación a los humanos. Eso le impide salir a la primera ni a la segunda, con lo que la pareja de cómicos deberá lidiar con el público y ejecutar ellos mismos los diferentes números programados.

Toda la obra está acompañada con música de Erik Satie, Francis Poulenc e Igor Stravinsky, lo que le da un enorme atractivo. Si sumamos las canciones de Poulenc y de Satie que canta Noé Ligona, provisto de una voz de bajo sumamente agradable y entonada, el resultado sonoro es realmente esplendoroso.

A su vez, los dos personajes aparecen desdoblados en títeres detrás de la lona del circo, así como el elefante una vez este se ha atrevido a salir del camerino. Un magnífico ejemplar de elephantidae, nombre científico al que se da a estos mamíferos placentarios del orden Proboscidea, que La Maquiné ha creado bajo forma de un enorme y hermoso títere muy bien movido por un manipulador situado en su interior.

Humor, equívocos, momentos musicales, números acrobáticos y malabaristas, con algunos mensajes dirigidos a las consciencias bien pensantes en la relación con los animales. Finalmente, con el circo sucede lo que sucedía con el teatro de actor en el teatro antiguo: la iglesia, en períodos determinados, prohibía la exhibición de los actores, pero permitía la de las marionetas. Quizás el circo del futuro, si continúa esa ola moralizadora, será inexorablemente un circo de marionetas o con marionetas, donde muchos de los protagonistas serán títeres, como ya empezamos a ver en muchos casos.

Nuevas modas y nuevos lenguajes que una compañía de títeres y teatro visual de prestigio, como es La Maquiné, ya ha empezado a cultivar. El público, entusiasmado con la obra, aplaudió a rabiar a los dos intérpretes y al artista animal de tela y cartón.