(La espectacular entrada a la exposición. Foto Centro del Títere)

Miles de niños han coreado desde 1959 «Peneque, Peneque… ¿dónde te metes?», y el pasado fin de semana volvió a ocurrir —a voz en grito, se certifica— en el Centro del Títere de Alcorcón. Para celebrar el centenario del nacimiento de Don Miguel Pino, creador del famoso títere, se programó un fin de semana lleno de actividades para recibir y homenajear a su vez a la veterana compañía malagueña.

Antonio Pino, Isabel Hurtado y Peneque, en la fiesta del viernes. Foto compañía

El viernes se celebró una fiesta donde las niñas y niños de Alcorcón y Madrid calentaron motores para el evento del sábado. Acompañando a la función y la fiesta-merienda, la compañía se había traído de regalo una impresionante exposición. Carteles antiguos, los títeres más recientes y, para disfrute de todxs, títeres originales de Peneque de 1959. Un auténtico lujo poder verlos de cerca.

Más cerca de los títeres históricos. Foto Centro del Títere

El Peneque original de 1959 con su primo lejano Pulcinella, regalo del maestro napolitano Gaspare Nasuto. Foto Centro del Títere

La función del sábado, en una otra vez abarrotada Sala Polichinela, fue Peneque cien por cien valiente, espectáculo que cuenta con música de Nacho Doña, acompañada de las voces de Fran de Luna e Isabel Hurtado. En clave emotiva a la par que festiva, como procede, el espectáculo rinde delicado y hondo homenaje a Miguel Pino. El montaje incluye una esencial función de guiñol de Peneque, y a la vez cuenta la vida del titiritero a través del teatro de objetos.

En una engrasada introducción con juego de teatro dentro del teatro, unos clownescos Antonio Pino e Isabel Hurtado van presentando lo que va a acontecer, mientras de paso se meten al respetable en el bolsillo.

El títere-calabaza caminando por la vida. Foto compañía

Impresiona, sea dicho ya, la verdad que destila el espectáculo. «Todo esto es verdad», explicó al público Antonio Pino al final de la función. Sobre el escenario pudimos ver el chupete-calabaza original con el que jugó Miguel Pino allá en los años 20 del siglo pasado: cuando manipuló su primer títere, en la cuna y sin saberlo. Siguiendo con coherencia, la historia del titiritero extremeño (nacido en Villanueva de la Serena) se va narrando con unos títeres-calabaza que recorren su vida. Un camino, por cierto, que en escena transita sobre unas sillas también centenarias y llenas de historia.

Y es precisamente en estas sillas donde surge la magia: de ellas aparece un teatrillo desnudo, sin tela que oculte al titiritero. Pudimos así asistir a una función de Peneque viendo los entresijos teatrales (algo siempre ilustrante para todos). Además de los títeres y sus andanzas, quedó a la vista cómo van y vienen los muñecos a las maletas (también originales de don Miguel Pino), cómo bromean bajo el teatrino los titiriteros, cómo se limpian el sudor de la frente entre ellos…

Antonio Pino con los malos en plena maquinación. Foto Centro del Títere

¡Vaya forma de desgañitarse los niños con el guiñol! Antonio Pino, sentado y a cara descubierta, desplegó su savoir faire. Disfrutando y dominando los tempos, sacó a pasear a los principales títeres de la tribu Peneque: conocimos a la Princesa Linda, asistimos al engaño de la malvada Bruja Pelos Blancos y su compinche Filibud. Y claro, coreamos todos juntos la llamada a Peneque. Puro jolgorio con los cachiporrazos… Otro interesante hallazgo. Esta función le da la vuelta al final clásico, ya que es la propia Princesa quien se defiende sola, zurra la badana a los malvados y salva al intrépido Peneque.

El fin de fiesta fue por todo lo alto, literalmente. En una bella escena poética, un títere de hilo de Don Miguel vuela sobre una nube y desde el cielo sigue haciendo danzar a su Peneque. Ahí tuvimos todos la lágrima colgando, claro, y la ovación final dicen que se oyó en Madrid.

Ya con la música final despedimos entre aplausos al gran héroe de fieltro y cartón, y a la familia titerera. Cómo no, volvió a sonar otra vez: «¡Peneque, Peneque! ¿Dónde te metes?» Y entonces lo supimos: ¿dónde iba a ser? En los corazones de las niñas y los niños, ayer, hoy y siempre.

Terminamos con una entrañable historia. De entre el público y tras la función apareció David, un señor de Algeciras. Emocionado contó a Antonio que de niño, allá al sur, había vibrado muchas veces con Peneque, y que había acudido al Centro del Títere al enterarse de la función. El viaje a la infancia que había vivido lo tenía aún medio flotando…

Antonio Pino, Peneque y David de Algeciras, feliz tras su viaje a la infancia. Foto compañía

Con ese buen sabor de boca y un refrigerio despedimos a un gran finde, siempre necesario homenaje al creador del longevo (pero tan vivo) títere malagueño, que por cierto ya está seduciendo a la siguiente generación de la familia, ya que no faltó por allí tampoco Antonio Ángel Pino, presumiblemente ya “infectado” de este virus titiritero que tantos arrastramos.