(El Mestre Salas i el Padre Chancas. Foto companyia)

Terminamos con esta crónica nuestra atención sobre la Bienal de Marionetas BIME 2023 de Évora, de la que ya hemos publicado las cuatro primeras (ver aquí), y nos centraremos en esta ocasión en los siguientes espectáculos, teniendo en cuenta que lógicamente no hemos podido abarcar la totalidad de la programación, dada su extensión y nuestras limitaciones: Galletas de queso, de Txo Titelles; O nabo gigante, de Partículas Elementares; Historieta de un abrazo, de Cia. Dromosofista; El Zorro, de Eudald Ferré; y el Auto da Criação do Mundo, de los Bonecos de Santo Aleixo.

Galletas de queso, de Txo Titelles

Había visto este espectáculo el día de su casi estreno en el festival de Gavà, y debo decir que el paso del tiempo le ha dado la forma definitiva, alcanzando una soltura y un grado de perfección técnica de los de difícil logro, algo que indica lo acertado de la vía emprendida por Nartxi Azcargorta con la dirección de Esther Cabacés, y la co-interpretación de la actriz Rut Girona, de embarcarse en este proyecto de un teatro que podríamos llamar de cámara, poético e intimista.

Foto de Jesús Atienza

Galletas de queso es un montaje aparentemente sencillo, que nos explica una historia entrañable sobre la soledad y la pobreza, tierna y dura a la vez, la de un señor mayor que vive solo, acompañado de sus rutinas cotidianas, a modo de pequeños ritos que sirven para mantener alta su dignidad. Pero en realidad, la obra esconde una filigrana técnica de una cierta complejidad: para que funcione bien, esta filigrana debe realizarse sin que su dificultad alcance y afecte al público. Es decir, un montaje que exige mucho rodaje y una entrega de los dos actores titiriteros total y muy refinada.

Algo que Rut y Nartxi logran gracias en parte a un doble juego de oposiciones que tiene que ver con la relación muñeco/titiritero. Los dos manipuladores tienen unos físicos radicalmente diferenciados: Nartxi es alto, de manos grandes y lleva una barba noble y distinguida de señor de edad provecta, mientras que Rut es joven, más bien pequeña, de manos refinadas y mirada pícara y vivaracha.

Foto de Jesús Atienza

Una oposición que se corresponde con los dos personajes de la obra: el señor anciano que vive solo, y el ratoncillo listo, que se las ingenia para burlar las defensas del amo de la casa. Creo que este doble juego de opuestos es básico para dar un sustento dramatúrgico potente al espectáculo, justificando en cierto modo que pueda nacer una amistad entre dos especies tan radicalmente enfrentadas como son la familia humana y la familia de los mus, nombre con el que se designa al género de los roedores miomorfos, más vulgarmente conocidos como género ratonil.

Foto de Jesús Atienza

Las resonancias entre títeres y titiriteros están servidas y permiten dar profundidad al tema y amparar desde el mito lo que la psicología y los atavismos del instinto soslayan con visceral rotundidad.

Un magnífico ejemplo de cómo la dramaturgia de los títeres pasa hoy en día ineludiblemente por asumir el rol íntimo o explícito de los actores-titiriteros que los sirven.

El público de Évora, entendido y refinado, supo captar estos matices sin necesidad de teorizarlos, valorando con sus aplausos el buen hacer de Txo Titelles.

O nabo gigante, de Partículas Elementares

Carlos Silva, intérprete solista de la compañía Partículas Elementares, tiene la singular virtud de haber encontrado, a través de una larga experiencia de años de trabajo y de títulos llenos de éxito, un estilo propio que le permite dirigirse al público desde una singular llaneza que aúna sencillez, naturalidad, familiaridad, campechanía, franqueza, espontaneidad y confianza. Normalmente, los artistas se quedan con uno solo de estos sinónimos, lo que ya se considera un gran mérito, pero ¿es posible encarnarlos todos? Carlos Silva lo ha conseguido.

Foto compañía

Le ha ayudado, por supuesto, el magnífico equipo con el que siempre se ha rodeado, con Leonor Bandeira en la plástica y el diseño de los títeres. Y haber sabido escoger historias universales que saben llegar muy directamente más al corazón que a la mente de los espectadores.

Es el caso de O nabo gigante, un cuento de Alexis Tolstoi en una versión de Nuno Clemente y el mismo Carlos Silva perfectamente adaptada al lenguaje y al modo del titiritero del norte de Portugal, que le ha sabido extraer todo su jugo. En su forma de interpretar, los grandes mensajes quedan reducidos a pequeñas evidencias a las que se hace caso por mero sentido común. La máxima ‘la unión hace la fuerza’ que parece ser la lección del cuento, en manos de Silva queda reducida a una ocurrencia tan natural como que el agua hace crecer las plantas, o que una piedra es más dura que una patata.

Foto compañía

Lo vi actuar en la sala grande del Teatro García Resendo, y ni la distancia del barroco escenario ni la pompa de los suntuosos terciopelos pusieron palo alguno a las ruedas de su natural y franca campechanía. Luego, niños y mayores subimos al escenario para ver de cerca los pequeños muñequitos de la historia, admirados todos del milagro de que semejante fluidez comunicativa haya sido posible.

Así es Carlos Silva y así son los espectáculos por él creados, pequeñas obras que conquistan a los espectadores desde la sencillez de un lenguaje que va a lo esencial despojado de pretensiones. Quizá por eso decidió un día llamar a su compañía Partículas Elementares: un nombre que nos revela sin más el secreto oculto del titiritero.

Historieta de un abrazo, de la Cia. Dromosofista

He aquí a dos artistas que han sabido combinar el virtuosismo en todo lo que hacen con la humildad y la sencillez del artista callejero que gusta de serlo, no por ideología, sino porque la calle ha sido la escuela natural donde han aprendido lo que saben.

Foto compañía

No siempre ocurre así. Muchas veces la dejadez y una cierta complacencia en el abandono de las formas puede llegar a rebajar el arte de los que trabajan en la calle. En el caso de los Dromosofistas, ocurre todo lo contrario: para Rugiada Grignani y Facundo Moreno, una natural exigencia en llegar a lo máximo parece haber sido el motor de sus vidas. Cada uno por caminos separados; Rugiada, junto con su hermano Timoteo, en el seno de una familia de artistas ambulantes cuyos padres, Federica Lacomba y Marco Grignani, de la compañía Girovago e Rondella, procuraron enseñar a sus hijos que las pretensiones del virtuosismo dejan de serlo cuando se practican en el día a día; Facundo dotado de una formación musical como guitarrista de altos vuelos junto a su hermano Santiago, ambos capaces de tocar juntos en un dúo donde música, manos y guitarras juegan a un malabarismo pocas veces visto.

Foto de compañía

Vale la pena citar el párrafo en el que la compañía explica su nacimiento:

La Compañía Dromosofista nació en 2007 en Italia, a partir del encuentro entre los músicos Facundo y Santiago Moreno con los titiriteros Rugiada y Timoteo Grignani. Los hermanos Moreno, en el 2002, empezaron a tocar en las calles de Génova sus composiciones folklóricas experimentales y Timoteo e Rugiada crecieron en el mundo del teatro de marionetas integrando la compañía familiar Girovago e Rondella desde su primera infancia. Tras su encuentro en el sur de Italia, los cuatro jóvenes comparten la dedicación a la dromosofía.

¿Pero qué es la dromosofía? Según la compañía que lleva su nombre, es una palabra inventada que une calle (dromo) con sabiduría (sofía). ‘Indica la filosofía de quien encuentra en la calle una escuela de vida’. Así se formaron ellos: ‘dromosofía es la fe en la potencialidad de la calle como fuente de inspiración y como lugar poético por excelencia del encuentro entre culturas’.

Foto compañía

La calle como escuela de alta sabiduría donde encontrar el sentido poético de la vida, tal podría ser otra definición de su perspectiva artística. Porque esto es lo que vemos en el escenario en esta joya titulada Historieta de un abrazo, en la que la música confluye en momentos teatrales de gran intensidad con marionetas, sombras, visiones, sirenas y otros seres salidos de la imaginación de unas manos que desde niños han sabido los secretos de lo que ocultan.

Y todo sin palabras, desde la humildad del artista orgulloso de serlo, con unas presencias que no tienen que impostar nada, pues son lo que deben ser, sin trucos ni subterfugios. Y junto a esta sencillez, toneladas de oficio, muchas horas de vuelo, de calle y de escenario, y una curiosidad basada en la mirada ingenua de quien ve las cosas por primera vez. Único e insólito.

El público se entregó a corazón abierto al talento de los dos dromosofistas.

El Zorro, de Eudald Ferré

Conozco bien esta obra de mi amigo y compañero de escenario Eudald Ferré, la he visto evolucionar desde su estreno junto al titiritero Luca Ronga, un virtuoso de los guaratelle, y ahora en colaboración con el joven titiritero catalán Arnau Colom, inventor del personaje polichinesco Matito y dotado de unas facultades extraordinarias. Y he podido comprobar como la obra ha ido madurando para asentarse finalmente en su forma actual, en la que prácticamente ya no le falta ni le sobra nada. ¿Ha llegado a su perfección?

Foto El Parque de las Marionetas

Aunque parezca que sí, preferimos decir que no, pues por suerte los espectáculos de títeres contienen la suficiente aleatoriedad y el indispensable ‘ruido’ interior para evitar los ‘absolutos’, además de ser proclives a las inevitables turbulencias del ambiente, si tenemos en cuenta que cada público es un mundo, y que las diferentes culturas matizan siempre los contenidos y los resultados. Dicho esto, vale la pena indagar sobre lo que ha hecho Ferré en su Zorro.

Foto El Parque de las Marionetas

Decir antes que Eudald Ferré se ha interesado desde sus inicios por la especialidad del títere de guante, no desde un punto de vista puramente técnico (aunque también, pues ha utilizado siempre el títere de estilo catalán, ese que usa los tres dedos centrales de la mano para mover el busto del muñeco), sino como medio de expresión teatral en el que la presencia del actor titiritero actúa como un elemento más, indispensable del espectáculo. Es decir, sabe que la verdadera dramaturgia del teatro de títeres nunca puede prescindir de la figura del titiritero, esté más o menos visible o escondido del público. No en vano Ferré estudió en el Institut del Teatre y hoy en día es profesor de la misma institución, en la especialidad de títeres y teatro visual y gestual.

Foto El Parque de las Marionetas

De ahí que una de sus obsesiones haya sido plantear obras de títeres con una presencia importante del titiritero. Lo hizo en sus primeros montajes, especialmente en ‘Las Maravillas de Oriente’, una obra altamente premiada y muy solicitada por festivales y programadores, y ha rizado el rizo en este montaje que nos ocupa, El Zorro.

Con la técnica mixta del títere catalán y el guaratelle napolitano, aquí desaparece no solo el retablo, sino también la llamada alma del títere, la tela que conforma su cuerpo, que queda reducida a una especie de ‘minifalda’ que apenas cubre la mano del manipulador. En realidad, lo que ha querido hacer Ferré es convertir todo el cuerpo del titiritero en el ‘alma’ del títere, una alma que ha querido presentar con apariencia disciplinada, algo que sabemos es imposible. Y es aquí donde a mi parecer radica la clave del montaje y el interés que ha despertado en los públicos y entendidos: mostrar cómo las almas de los títeres -es decir, de las ‘personas’ encarnadas por ellos-, a pesar de las apariencias y los deseos voluntaristas de cohesión, jamás serán entes de identidad absoluta y coherente, al estar sometidas al capricho de una multiplicidad que es la base de nuestra libertad oculta, esa que tanto nos cuesta descubrir y practicar.

Foto El Parque de las Marionetas

En El Zorro, casi pesan más las ‘almas’ de los personajes que sus caras, a pesar de que estas marcan muy bien con sus rostros hieráticos de títeres esculpidos el papel arquetípico de cada uno de ellos. Pero por suerte, debajo de las máscaras que definen al personaje, los espectadores vemos sus ‘almas’, y cómo las voces de cada rol salen de bocas humanas imperfectas, volubles, sinuosas y contradictorias. Vemos la realidad humana imperfecta que contradice la perfección del modelado impoluto de las tallas de madera, y es esta riqueza de las ‘almas’ lo que da fuerza y profundidad al montaje.

Se trata de una paradoja: quisieron extirpar el alma de los títeres -la tela que cubre la muñeca y el brazo del manipulador- pero de hecho la mostraron en su realidad más profunda e interesante, el cuerpo del titiritero que se ha puesto al servicio del personaje-títere.

Foto El Parque de las Marionetas

Un despojamiento de las convenciones tradicionales del títere de guante que nos desvela los misterios profundos del alma humana, jugando con la oposición rostro-inerte-del-muñeco versus cuerpo-inquieto-cargado-de-psicología del actor que hace de titiritero y así de ‘alma’ del títere.

Un juego de miradas y de perspectivas que, con la historia del Zorro como excusa, nos permite entender más allá de lo habitual los secretos íntimos del teatro de títeres visto como ‘teatro del futuro’. ¡Admirable!

Auto da Criação do Mundo, de los Bonecos de Santo Aleixo

¿Qué podemos decir de esta joya del teatro popular europeo, una reliquia que con más de doscientos años de antigüedad nos ha llegado, gracias a los actores del CENDREV, tan lozana y llena de vida que parece ser un producto fresco del día?

Foto compañía

Nos encontramos ante un caso único de sobrevivencia teatral, como tantas veces se ha dicho. Creo que la clave está en el equipo humano que en los años ochenta se hizo responsable de la recuperación de los Bonecos. Unos jóvenes actores que descubrieron el embrujo de los títeres de la mano de un viejo maestro que les enseñó todo lo que sabía. Hoy seguramente eso sería imposible. ¿Qué jóvenes tendrían la paciencia y la humildad de escuchar a un anciano titiritero que les hablara de prácticas centenarias, tan alejadas de los medios digitales que ni siquiera usan la electricidad para iluminarse?

Soldados. Exposición en Solsona. Foto T.R.

Aunque quizá nos equivocamos, y ante el acoso de lo digital, exista en la actual juventud un anhelo oculto de descubrir lo que la actual civilización de la imagen mediática pretende eliminar: el contacto de persona a persona, el calor de la voz natural, y una atención intimista hacia lo que se ve directamente con los ojos y se toca con las manos. Algunos de los espectáculos más interesantes e innovadores del llamado teatro de objetos exploran precisamente este retorno de lo natural, del teatro como rito humano basado en lo elemental.

Fue para mi muy interesante y revelador ver de nuevo el Auto de la Creación del Mundo después de haber escuchado la intervención de José Russo en la segunda Jornada de Discusiones de la BIME (ver aquí), en la que nos habló de la importancia del universo sonoro en las representaciones de los Bonecos.

Bonecos del Auto do Nascimiento do Menino. Foto T.R.

Algo que de algún modo se sabe o se percibe, pero a lo que no prestas atención cuando estás viendo el espectáculo, más imbuido por lo que se dice y lo que se ve que en el cómo de lo que se hace. Pude así gozar por partida doble de la obra atendiendo a la sucesión de escenas pero también a los ‘trucos’ sonoros de sus ejecutantes: los golpes, los silbidos, los zapateados unas veces rítmicos y musicales, otras absolutamente alocados, como los efectuados en el diálogo del Sol y la Luna. Como dije en el resumen de la intervención de Russo:

‘Se trata de una sonoridad musical asociada al mismo movimiento percutivo de los títeres y que se acompaña de otros sonidos realizados por los titiriteros de la compañía: gritos, canciones, zapateados, el silbato que separa y anuncia cada escena, voces de los personajes, los petardos, los jolgorios de las escenas de tumulto, la guitarra de Gil Salgueiro Nave, más las saiadas y los fadinhos que centran las escenas más musicales y de baile.’

A Virginhina y el señor Paulo de Afonseca. Foto T.R.

Y pude comprobar como realmente ‘el alma de los Bonecos se sostiene y se alimenta de este universo sonoro que le da vida, marca su ritmo, y atrapa al espectador sin soltarlo en ningún momento: un ardor y una chispa rítmica esenciales para que la obra tenga la viveza indispensable y mantenga indeleble el cordón umbilical que lo ata a la tradición de donde procede, de un teatro popular arcaico de raíces rurales propio del Alentejo’.

Algo que seguramente es lo más difícil de conseguir: ensamblar sin atropellos todo este dinamismo vitalista con la acción de los bonecos, dejando que cada escena respire el aire que necesita, y que el ritmo del conjunto quede vivo y pausado a la vez, con los espacios bien puestos para las improvisaciones y los diálogos con el público, una de las partes más jugosas e importantes del espectáculo.

Diablos. Foto T.R.

Volviendo a lo que decía al principio, es obvio que solo es posible producir estos efectos teatrales tan agudos y arcaicos cuando se dispone de un equipo artístico tan entregado como el de los actores del CENDREV, hoy convertidos en veteranos maestros titiriteros, una condición que sin duda no esperaban alcanzar cuando se iniciaron en el asunto.

No cabe duda que un día u otro, los cinco intérpretes de los Bonecos deberán asumir la misma responsabilidad que tuvo el señor Antonio Talhinhas cuando les traspasó el legado de su experiencia. Y si entonces fueron necesarias muchas sesiones de práctica y aprendizaje con el anciano maestro, lo mismo ocurrirá hoy con los nuevos titiriteros interesados en retomar la preciada tradición. Quizá los actuales actores del CENDREV deberán esperar a que otro señor Alexandre, consciente de la riqueza del legado y la necesidad de su preservación, les saque en el futuro de su jubilación y les obligue a enseñar lo que saben a los nuevos jóvenes imberbes interesados en coger el relevo.

La rueda del tiempo, que todo lo cambia sin cambiar nada, mostrará entonces, en ese futuro lejano, la nueva versión de los Bonecos de Santo Aleixo, la cual esperamos siga los típicos procesos de refinamiento que conlleva toda recuperación, pero sin perder ese toque de viveza espontánea, un tanto gamberra y provocadora, ese ‘ruido’ interior que palpita siempre procaz y siempre respetuoso, lleno de sorpresas inesperadas, que sus actuales intérpretes han conseguido otorgar a los Bonecos, fruto de sus años de experiencia y de rodar por el mundo.