De aldea en aldea                                             Vacía su alforja                      
el viento lo lleva                                               de sueños que forja
siguiendo el sendero,                                       en su andar tan largo.
su patria es el mundo,                                     Nos baja un estrella
como un vagabundo                                        que borra la huella
va el titiritero.                                                   de un recuerdo amargo.
Viene de muy lejos,                                          Canta su romanza
cruzando los viejos caminos de piedra.        Al son de una danza
Es de aquella raza que de plaza en plaza,   híbrida y extraña,
nos canta su pena…                                         para que el aldeano
                                                                            le llene la mano
                                                                            con lo poco que haya.

(Joan Manuel Serrat – El Titiritero)

He aquí la clásica imagen del titiritero ambulante cargando su maleta y un fajo de palos con los que arma su retablo. Representado en la atinada expresión: “..con el teatro al hombro”, o aquella otra en palabras de Javier Villafañe: “el teatro que camina”, o la de los actores contemporáneos que dicen: “el teatro de maleta”. En el teatro de títeres ésta es la mítica imagen del titiritero, que hoy podemos decir, lleva a cabo un teatro que por sus características es una forma de trabajo que en germen presupone lo que conocemos como el espectáculo unipersonal. Hay que decir que también en el teatro de actores ha ocurrido una evolución semejante. El teatro de actores y teatro de títeres han recorrido distintos períodos históricos como vecinos muy cercanos al punto que en la figura de un solo hombre ejercía el mimo, el juglar, el titiritero, el trovador y el saltimbanqui. Los actores y los titiriteros, miembros de una misma familia a lo largo de los tiempos han pasado por procesos estrechamente vinculados y similares, como socios colaboradores y solidarios a veces, y otras en permanentes y rabiosas disputas y antagonismos, pero en última instancia, han propiciado la transferencia y el intercambio entre ambas modalidades.

Imagen de Punchinelis, de Luís Zornoza Boy. Foto Manuel Minaya

Pero hagamos una muy breve caracterización de este tradicional titiritero itinerante, ya que muchos de los recursos, características formales y operativas de su oficio, de su práctica artística, en nuestra opinión, mutarán de distintas maneras en lo que será después el espectáculo unipersonal. La imagen del titiritero ambulante podemos, al menos en occidente, rastrearla en la juglaría medieval y en el teatro renacentista; en la búsqueda de una audiencia, innumerables y diversos han sido los espacios, lugares y rincones que ocupaban para montar su tinglado. A veces simplemente valiéndose de una cuerda atada entre dos árboles con una manta encima, o una capa de gran tamaño que servía para ocultar al titiritero (el Bululú), o bien los muchos y variados retablos concebidos para instalarse en áreas reducidas y en las más diversas condiciones espaciales y sonoras.

Si nos remitimos a imágenes del siglo XVIII vemos el tradicional retablo habitado por un solo titiritero y ocasionalmente acompañado por un músico ejecutando un violín o un tambor.

Teatrillo tradicional

La técnica del títere de guante era quizás la que ofrecía un procedimiento, una manera de trabajo que hacía muy factible su ejecución con un solo titiritero. Además que por su tamaño y material podía guardarse ocupando espacios reducidos.

Así pues su condición de ambulante lo obligo a andar ligero de equipaje, con un formato que le permitía acomodarse en cualquiera de los espacios que le ofrecía la calle y la plaza.

Desde el punto de vista formal, la escena estaba planteada como un teatro a la italiana, con una vista frontal y con la vestidura pertinente: fondo, piernas y telón de boca; he aquí otra modalidad compartida con el teatro de actores. Otras dimensiones, misma convención general. El público miraba la boca escena unos centímetros más arriba de la altura de una persona adulta promedio. (Retablo, Castillo, Teatrino)

Pulcinella, de Teatro Matita

El titiritero solista tradicional lo movía la finalidad de contar una historia, que no lo involucraba a él más que como animador de títeres, los muñecos eran los personajes que contaban la historia dentro de una convención determinada por ese formato que establecía ese espacio específico para el lucimiento de las figuras animadas. El titiritero creaba, más allá del rostro del títere, la justa tipología de los personajes a través de las acciones y la voz, de los juegos escénicos y el tono general de la obra. Pero en el estricto ámbito de la ficción solo los títeres personajes contaban la historia. Este artista obedecía rigurosamente la regla del titiritero oculto, los títeres eran los personajes en la escena, el titiritero era el artífice encubierto que hacía posible la ficción del teatro.

En un resumen rápido entonces, tenemos un titiritero, solo e itinerante, llevando a cuestas su teatro que se reducía en lo posible a pocos elementos para dar la viabilidad de presentarse prácticamente en cualquier espacio, en un formato donde el titiritero está oculto en el interior del retablo y las historias son representadas en la técnica de títeres de guante. Esta forma de trabajo aún hoy, en Latinoamérica, la vemos en una gran cantidad de colegas, junto a los cuales eventualmente me incluyo, un espectáculo portátil de bajo costo con un elenco reducido a un solo titiritero.

Marcelo Lafontana con su Mamulengo

A primera vista vemos varias coincidencias entre el trabajo del titiritero solista tradicional y los llamados unipersonales. ¿Cuáles son, entonces, las diferencias?

Podríamos puntualizar, en primer término, que el unipersonal no es un género sino un formato escénico, una manera de resolver en escena diferentes materiales dramáticos, narrativos o poéticos y eventualmente cantados a través del trabajo de un titiritero que se vale de diferentes medios y recursos: tipos de títeres (técnicas, dimensiones y materiales), objetos, figuras, juguetes, máscaras, etc.; para contar una o varias historias que conforman el espectáculo.

Imagen de M.A.R., de Andrea Díaz

Soy de la opinión que uno de los sucesos de mayor trascendencia e influjo en el escenario del teatro de títeres fue la aparición del titiritero en escena cuando rompe la convención del titiritero oculto, en un principio tímida- mente y luego con total osadía y desenfado para convertirse en el hombre orquesta, el gran demiurgo creador de sentidos, ese que particularmente  vemos en los unipersonales.

Así uno de los ejes centrales de la forma unipersonal es el titiritero-actor cumpliendo funciones de animador, narrador, actor y eventualmente cantante o músico. Este desempeño multifacético por una parte permite abarcar estas áreas y ejecutarlas por sí mismo; por otra parte esta manera se ha constituido en una función estructural del espectáculo, modalidad que permite organizar una dramaturgia y una resolución escénica definida, que da en gran medida ese sello particular del unipersonal.

Imagen de Nymio, de José Antonio Puchades ‘Putxa’, de Zero en Conducta

En el terreno de la dramaturgia los titiriteros frente a la escasez de textos para títeres hemos recurrido al procedimiento de la adaptación, ajustando y recomponiendo obras de teatro o material literario diverso: cuentos, mitos, leyendas, poesía, etc.; en nuestro medio esta práctica habitual la hemos aplicado para distintas propuestas escénicas y elencos variados en número, entre ellos el unipersonal. Por lo general, la estructura dramática del unipersonal es fragmentada, armada con textos heterogéneos y desiguales que van del drama a la comedia, a los clásicos y contemporáneos, historias propias o ajenas con eventuales tintes autobiográficos. Esta organización del material convierte al unipersonal, en especial tratándose de espectáculos dirigido a un público adulto, en el vehículo idóneo para satisfacer necesidades expresivas y comunicativas de índole personal y de exploración estética diferente.

Desde la perspectiva de esa voz centralizadora, esta figura del titiritero a la vista del público, que se desempeña como animador, y en otros momentos como actor y narrador cumple de una manera lograda en tanto elemento de enlace y continuidad, encargándose de unir espacios, tiempos y situaciones, así como conectar y relacionar los distintos roles, dando la posibilidad de materializar varios personajes a través de los títeres y las figuras animadas, pero igualmente interpretando él mismo otros personajes representados por su propia persona. El titiritero en este cometido múltiple, sin duda de alta exigencia, deviene en una función estructural medular, dinamiza el  transcurrir de la obra y ejecuta transiciones a modo para lograr un concierto y afinidad en la organización total de la composición escénica.

Imagen de Vida, de Javier Aranda

Por otra parte, la ventaja formal y expresiva con los títeres es que nos da la posibilidad de dar vida a otros personajes en escena de manera simultánea entre sí y con el animador, convirtiendo el tradicional monólogo en diálogo claramente objetivado. Independientemente de los recursos expresivos propios del teatro de títeres que ofrecen variadas opciones de, si se me permite la expresión, pluralizar la escena y sus materializaciones escénicas.

Podemos apuntar algunas características específicas en el unipersonal con títeres:

  • Manifestación material de los personajes como entidades separadas del actor-titiritero.
  • Mayor juego, movilidad escénica y creación de espacios alternativos en la ficción. (Tamaños y escalas)
  • Los títeres por sus características formales y expresivas, por su condición de cosa material y mutable sumado a su natural cualidad de transgredir las reglas de un realismo naturalista, los ubica en un universo que les permite proponer un manejo espacio temporal y de interrelación de los personajes y su entorno con conductas, modos y procederes muy variados.
  • En la mayoría de los unipersonales la convención de la cuarta pared no existe.                                                                                                                         
  • Ante la necesidad de trabajar solos en un espectáculo y al ver que los textos que se disponen no cumplen con las expectativas artísticas, abre el camino a la creación de un dramaturgia, por lo general, fragmentada.
  • En el unipersonal la permanente referencia a diferentes espacios hace que se haga necesaria una escenografía que dé cuenta de esta versatilidad. Frente a esta necesidad el teatro de títeres brinda una enorme gama de posibilidades en razón de sus peculiares propiedades.
  • Las acciones se desarrollan en distintos espacios y no hay jerarquía entre uno y otro, sino que todos los espacios ficcionales son importantes para el desarrollo de la acción.
  • Habría que agregar también el tema de los tipos de títeres en cuanto a técnicas de animación, tamaños y materiales, que por lo general se usa de manera abundante y variada en los unipersonales a diferencia del titiritero tradicional que defendía el empleo de una sola técnica.
Imagen de ‘Mi Gran Obra’, de David Espinosa.

El formato unipersonal por sus características pide y éstas lo constituyen como tal: Titiritero a la vista, ruptura del espacio tradicional, invasión del titiritero en el espacio del títere, modificación de la función retablo, integración del cuerpo del titiritero con el cuerpo del títere, desafío artístico y por último generalmente, mantiene las obligadas exigencias de una producción portátil y  costos bajos.

Más allá de un eventual equipo de trabajo que participa en la creación del espectáculo, el reto que plantea el unipersonal para el solista y la enorme satisfacción de salir airoso del desafío, la coronación de tal empresa es actuar y estar en control de toda la representación escénica.