(Retablo de Arbolé para Títeres de Cachiporra)

Acaso fuera mejor desterrar enteramente de nuestra escena un género expuesto de suyo a la corrupción de los ciudadanos. Acaso deberían desaparecer con él, los títeres y matachines, los pallazos, arlequines y graciosos de baile de cuerda, las linternas mágicas y totilimundis, y otras diversiones que, aunque inocentes en sí, están depravadas y corrompidas por sus mismos accidentes. ¿Porque de qué serviría que en el teatro se oigan sólo ejemplos y documentos de virtud y honestidad, si entre tanto, levantando su púlpito en medio de una plaza, predica don Cristóbal de Polichinela su lúbrica doctrina a un pueblo entero, que con la boca abierta oye sus indecentes groseras? Mas si pareciese duro privar al pueblo de estos entretenimientos, que por baratos y sencillos son peculiarmente suyos, púrguese a lo menos en cuanto puede dañarle y abatirle. La religión y la política claman a una por esta reforma.

Don Gaspar Melchor de Jovellanos, en su Memoria para el arreglo de la policía en los espectáculos y diversiones públicas.

Los títeres de cachiporra son un género titeril que nos llega a nosotros en ese ir y venir constante por el mundo: donde encontramos a Don Cristóbal en España, a Punch en Inglaterra, a Guiñol en Francia, a Don Roberto en Portugal, a Pulcinella en Italia y a Pelegrín en Aragón, que no son sino distintas caras de un mismo personaje, que en cada lugar ha tomado las peculiaridades locales, pero con un innegable tronco común. Son varias las claves del género: la participación y el diálogo con los espectadores, el ritmo trepidante, a veces frenético, de los muñecos, el efecto catártico de la cachiporra y un contenido netamente subversivo de la realidad y la cotidianidad.

La cachiporra vuelve a ser un elemento de juego, una manera de entrar en una travesura escénica, que nada tiene que ver, ni con un sentido justiciero, ni con un ánimo moralista, ni con una apología de la solución de los problemas con la violencia; sino con una sátira tan grotesca y distorsionada que es imposible extrapolarla a la realidad, y que por un momento nos libera de ella.

 Pelegrín

Una vez soñó Pelegrín que con solo una obra podía vivir siempre. Él comenzaba en un lugar del mundo a dar la vuelta, entre montar y montar tenía para casi 18 años hasta llegar de nuevo a ese lugar, y para entonces el público infantil era otro, eran los hijos de aquellos para los que había mostrado su obra por primera vez.

Era una gran idea pero nos impedía crecer y ampliar la compañía. Empezamos a cambiar los planes de Pelegrín y llamamos a otros personajes, a otros actores, a otros directores, a otros escenógrafos, a otros técnicos, a otros productores y gerentes y fuimos construyendo el repertorio, además de construyendo un equipo estable de trabajo.

Siempre nos ha motivadola búsqueda de la tradición, por eso nuestros títeres de cachiporra y Pelegrín han sido vitales en la trayectoria de Teatro Arbolé. Ha sido lugar de formación y aprendizaje. Un teatro popular que enseña e insinúa las claves del teatro del futuro.

Qué mal nos hubiera ido si se le hace caso a Don Gaspar Melchor de Jovellanos.

LAS TÉCNICAS SON HERRAMIENTAS PARA CONTAR HISTORIAS

Usamos diferentes técnicas titiriteras, duplicamos, cuadriplicamos personajes, aumentamos en número, mezclamos muñecos y actores, interpretamos, nos acercamos a la danza, al clown, etc., y ya se sabe: todo avance cuantitativo es un avance cualitativo y viceversa. Hoy tenemos un enorme repertorio que va desde el teatro popular (nuestros títeres de Cachiporra) a la reflexión que implica un teatro para y por la educación, aunque esto siempre suena a pedante, nosotros pensamos que es necesario entretener y divertir además de reflexionar, pensar y generar espacios libres y críticos que contribuyan al proceso educativo. Estamos a favor de la escuela y queremos ser herramientas de apoyo.

Imagen del espectáculo ‘Caballero Encantado’, con Azucena Roda y Pablo Girón.

Muchas son las técnicas que utilizamos en favor del hecho dramático y son los títeres en sus diferentes manifestaciones los que nos motivan a la hora de construir historias. Después de tantos años de viaje hemos empezado a comprender la verdadera naturaleza de los títeres en el hecho artístico y su valor en la concepción general del espectáculo. Hemos incorporado el espacio sonoro como algo esencial, aprendemos a imaginar espacios construidos con la luz, le damos valor a las texturas, las formas, los colores, aprendemos y evolucionamos constantemente.

Pero siempre nos han importado los contenidos, el cómo contar las historias, el cómo imaginar lugares, el cómo exagerar situaciones; adaptar los cuentos clásicos ha sido una de nuestras tareas, sin maniqueísmo, siguiendo el esquema clásico del teatro: planteamiento, nudo y desenlace. Siempre hemos querido hacer historias comprensibles que ayuden a transformar y mejorar el mundo. Acercarnos a lo esencial y huir de lo superfluo.

Títeres de ‘El Caballero Encantado’.

Teatro Arbolé, después de tantos años en este oficio del Teatro, consolida su proyecto y ofrece diferentes líneas de trabajo para el fomento de las Artes escénicas, creemos que diversificar y acumular experiencia es necesario para afrontar los retos actuales. Los tiempos están convulsos y ahora más que nunca debemos aferrarnos a nuestro oficio (el de titiriteros), con la intención de generar actividades que provoquen una ocupación del tiempo de ocio que contribuya a educar en valores. En definitiva, generar un ocio inteligente sin renunciar a principios y estéticas.

LA SALA DE EXHIBICIÓN ESTABLE – TREINTA AÑOS PROGRAMANDO

Teatro Arbolé en estos años, sobre todo desde que abrimos la nueva sede en el Parque del Agua, se ha consolidado como un espacio lleno de vida, un lugar para enseñar a convivir a través de la cultura desde el respeto, la tolerancia y la solidaridad, además de normalizar y consolidar la exhibición de las artes escénicas para la infancia y la juventud, y fomentar y potenciar la creación y formación de públicos.

Fachada del Teatro Arbolé.

La Sala fue un sueño que a veces nos genera pesadillas, pero que ha permitido consolidar el proyecto y nos hace mantener una enorme independencia a la hora de crear y de consolidar una cultura del ocio distinta e inteligente.

Muchas han sido las compañías que nos han visitado en estos 30 años programando (más de 300 compañías), de todo tipo, mayoritariamente agrupaciones que utilizan los muñecos como forma de expresión. Muchas gentes de diferentes pareceres e ideologías pero compartían una misma visión del oficio.

Interior del Teatro Arbolé con público.

Son muchas las historias contadas y recibidas en estos años, también son innumerables los artistas que nos han visitado  y todos tenían un empeño: generar un ocio inteligente. Este ha sido y será el leitmotiv constante de este teatro. Aquí en la Sala Arbolé tratamos de hacer verdad la frase que da comienzo a este artículo: La cultura para el artista es un servicio,para el Estado una obligacióny para el pueblo un derecho. La encontramos en la puerta de un teatro en América Latina y ha sido guía para construir el proyecto que ahora, tras 40 años, compartimos con artistas y ciudadanos. Servicio, obligación y derecho.

EL PROYECTO DIDÁCTICO

En Teatro Arbolé estamos convencidos de que hay que crear un público exigente que en un futuro demandará la presencia continuada y normalizada de la actividad escénica en nuestra sociedad, esta es la tarea fundamental de nuestro Proyecto Didáctico.

Azucena Roda con niños durante una visita escolar.

Este es uno de los aspectos fundamentales que se han consolidado a lo largo de estos 40 años, nuestro proyecto didáctico (hoy llamado La escuela a escena),proyecto quebusca la complicidad con los educadores, tratando de poner en valor la educación y los procesos formativos como herramientas al servicio de la cultura. El lenguaje teatral es sin duda una más de esas herramientas educativas necesarias para la apertura cultural de la escuela. Las actividades complementarias en horario lectivo, generan convivencia, transmiten conocimientos y fortalecen los valores que actualizan el compromiso social.

Con el teatro se viaja al firmamento, se viaja en el tiempo, se conoce el significado del silencio, se acepta la incertidumbre de la vida, se mezclan lenguajes, se dejan fluir símbolos, se construyen los sueños personales, se afirman los derechos propios, se reconocen los derechos de los otros, de todos los otros.

Matilde CallariGalli
Il nido e il teatro

PARA SER HISTORIA DEL TEATRO

Como cualquier rama del conocimiento, la Historia es una herramienta y una herramienta se puede usar para construir o para destruir.Conseguir que se razone en el terreno de la historia es difícil, porque son territorios minados por una serie de elementos irracionales. Mis maestros me enseñaron que lo importante es que un historiador enseñe a la gente a pensar por su cuenta, no a contarle la verdad, sino a hacerle desconfiar de todas las verdades adquiridas, estimular a que las gentes piense por su cuenta. Este es lo que hace con sus representaciones Teatro Arbolé en estos 40 años. Hacemos historia, qué duda cabe, pero hacemos historia para compartir: cuéntalo tú, cuéntalo a otros. Queremos con los títeres estimular y favorecer un mundo mejor.

Imagen de los ‘Tres Cerditos’ con Julia Juárez e Iñaki Juárez.

Durante estos 40 años hemos tratado de estar presentes en los movimientos sociales que pronosticaban cambios y mejoras, avances y retrocesos, siempre oyendo lo que la sociedad decía. En estos 40 años hemos compartido ideas y opiniones con unos, hemos discrepado con otros, pero hemos aprendido a entender todas las opiniones, con el paso del tiempo nos hemos hecho más tolerantes, hoy creemos que el Teatro nos ha permitido comprender mejor al diferente. Los muñecos nos han enseñado a tratar de entender al contrario, a abrir el abanico de nuevos y viejos lenguajes artísticos, a no empecinarnos. El universo titiritero que nos permite manipular los muñecos nos ha hecho crecer en esta historia del teatro que contiene formas de expresión dispares y contrapuestas. Hacer historia no era nuestro fin, ni nuestro objetivo, de artesanos pasamos a artistas, sin proponérnoslo. La historia de esta compañía y de este teatro ha sido nuestra vida y la de muchos y muchas que pasaron, compartieron y se fueron o se quedaron. Reitero: cuéntalo tú, cuéntalo a otros.

Los muñecos sí que hacen historia, los titiriteros no, y sus representaciones se guardan en el subconsciente colectivo de los pueblos.

Monsieur Guiñol:
Público, respetable público. La Historia de los muñecos hasta la fecha…
Maese Trotamundos:
Hasta qué fecha, si yo no tengo edad. Yo no envejezco. Tengo los mismos años que cuando…
Monsieur Guiñol:
Pero Historia sí que tienes, has recorrido el mundo en carromato, tren, avión.
Maese Trotamundos:
¡Eso sí! La Historia…  María Los cabellos.
Monsieur Guiñol:
Como iba diciendo: La Historia de los muñecos hasta la fecha, ha sido la historia de la lucha de clases
Pelegrín:
¡Que vamos a clase!
Maese Trotamundos:
¡No! Pelegrín, que a Guiñol le ha dado por ponerse melancólico. María los cabellos.
Monsieur Guiñol:
Lo que pasa es que vosotros no tenéis Conciencia de clase.
Pelegrín:
¡Consciencia! Yo no, yo soy un inconsciente sin subconsciente.
Maese Trotamundos:
¡Qué dices Guiñol! María los cabellos…
Monsieur Guiñol:
¡Bueno, es inútil! Comencemos…

Imagen de ‘Títeres de Cachiporra’.

Sirva este diálogo imposible para reiterar nuestro compromiso con el tiempo pasado, presente y futuro. Hacemos historia sin querer hacerla. El teatro es efímero, muere cuando acaba la representación pero sus actores, sean humanos o muñecos, objetos o sombras, permanecen en el recuerda del espectador que ha compartido en asamblea la representación.El espectador anónimo sí que hace historia. El teatro debe acelerar el pensamiento crítico, que no es otro que el que nos proporciona a la vez los medios para pensar el mundo tal y como es y tal y como podría ser. Este es nuestro oficio. Y os recuerdo que el Teatro es el único lugar donde antes de entrar te avisan de que todo lo que va a pasar es mentira.

Como decía mi añorado Josep Fontana: lo importante es que un historiador enseñe a la gente a pensar por su cuenta, no a contarle la verdad, sino hacerle desconfiar de todas las verdades adquiridas, estimularle a que piense por su cuenta.

Por eso, una vez más, y no será la última:
¡Público, respetable público! La función va a comenzar.