(Bailarina de samba y esqueleto bebiendo absenta.)
Del 17 de abril al 1 de julio, en el Torreón Fortea, de Zaragoza
Helena Millán ha trabajado siempre en silencio. No se ha permitido un solo gesto a la galería. Helena Millán expone en la sala del Torreón Fortea de Zaragoza treinta largos años de su vida íntima con las marionetas.
Sala del Torreón Fortea, sede de la exposición.
En una sala habitualmente dedicada a la pintura, a la fotografía y a la escultura, los gestores culturales de la ciudad han decidido que era un buen lugar para mostrar el arte que Helena cultiva con el esmero de una alquimista.
Madame Butterfly, en primer plano.
Helena Millán guarda en el pecho de algunas de sus marionetas un pequeño corazón de madera o un breve escrito que solo conocerá aquel que la rompa. La cabeza de una de ellas está tallada en una viga de un palacio renacentista de Zaragoza. Tiene pues esa cabeza más de quinientos años. Cada una de ellas esconde un secreto imposible que hasta ahora solo conocíamos algunos de sus amigos más cercanos. Algunas acunan el aliento de las personas que amó. Las historias que la atormentaron. El beso de la sabiduría. El viento que mece la creación. Y eso se nota en el cuerpo de cada marioneta. Y sobre todo en sus miradas. Helena Millán aprendió la técnica de pintar miradas con su amigo Ignacio Fortún, escenógrafo de buena parte de sus obras, y a la técnica le añadió su propio soplo.
La exposición presenta cuarenta marionetas de todas sus épocas. Desde sus primeros títeres de guante a sus complejas y elaboradas marionetas de hilos. Ha querido presentar buena parte de ellas en acción teatral, relacionándose unas con otras. Casi, casi, como si estuvieran en un escenario.
Don Juan y doña Inés, en colaboración con el Taller de Marionetas de Pepe Otal.
Escuela de Cajal, el rey de los nervios.
Pero además nos ha querido mostrar el interior de su taller, la mesa en la que trabaja, comprada hace treinta años en una carpintería que cerraba la persiana.
Reproducción de una pared del taller de Helena Millán.
Los procesos de construcción, desde sus primeros dibujos, la talla en madera o el modelado en barro, la construcción de los moldes, la sujeción de los hilos, la paciencia que hay que tener hasta que marioneta y marionetista acaban por entenderse.
Bailaora de flamenco y reportaje fotográfico del proceso de construcción.
Un discurso expositivo evidenciado en un catálogo imprescindible adornado con las fotos de su amigo Jesús Atienza, la presentación de Adolfo Ayuso y sus propias palabras describiendo los procesos de creación.
Portada del catálogo. Foto de Jesús Atienza.
Expone también algunas piezas encargadas por otras compañías como el Javier Villafañe del Teatro Viridiana, el Nosferatu del Teatro Che y Moche o el Niño del aquelarre que El Silbo Vulnerado le encargó para su homenaje a Goya.
Nosferatu y Niño del aquelarre.
A la inauguración, este 17 de abril, acudió el teniente de alcalde Zaragoza y concejal de Cultura, Fernando Rivarés, que elogió la ternura y el arte de las manos de Helena. Se vio rodeada de amigos y colegas como Domingo Castillo, de Teatro de Medianoche, de Esteban Villarrocha e Iñaqui Juárez, del Teatro Arbolé, de la profesora de la Escuela de Teatro, Arantxa Azagra, de las titiriteras Sol Jiménez y Marta Cortel, habituales artistas de su compañía, del músico Víctor Rebullida, de la inventora del Al! Festival, Carmen Sánchez, de la programadora del Parque de las Marionetas, Ana Abán, del director, actor y rapsoda, Luis Felipe Alegre, que fue la persona que bautizó a su compañía como los Títeres de la Tía Elena. Y de cien amigos más que harían esta lista imposible.
Fernando Rivarés, concejal de Cultura, y Helena Millán. Foto de Domingo Castillo.
En su casa-taller Helena tiene una pequeña huerta y unas cuantas gallinas. Los titiriteros que recorren el Norte de este país saben que sus puertas están siempre abiertas. Y que sus huevos fritos son los mejores. Helena Millán no parece ser de este mundo pero, sin duda, su presencia y la de sus marionetas lo hacen mucho más interesante.
Helena Millán y el panadero de El regalo del río. Foto de Jesús Atienza.
La exposición se mantiene hasta el 1 de julio y se complementa con visitas guiadas, talleres y actuaciones. Si pasáis por Zaragoza no os la perdáis. Está en el Torreón Fortea, en la plaza de San Felipe, junto al museo del gran escultor Pablo Gargallo.
(Fotos de Adolfo Ayuso, salvo cuando se indica lo contrario)