En la edición de este año de la Fira de Teatre de Titelles de Lleida, los objetos han tenido un protagonismo innegable. Lo residual, el testigo de un tiempo pretérito y la presencia física de unas vivencias reales han sido el mensaje de no pocos espectáculos, desde los organismos robóticos de Ferroluar haste el Bajo mínimos presentado por La Cónica, pasando incluso por un espectáculo infantil como El gallo de las veletas, de la compañía La Canica. En el caso de Ferroluar y La Cónica, el mensaje es explícito: sus objetos y partes de motores, en ambos casos, han pasado a significar algo más que el el simple uso que tenían originalmente; se han convertido en un eco de la vida de la gente.

mercè gost

La materia de este espectáculo es la transparencia del cristal, la traslucencia de los líquidos i la luminosidad de los recuerdos. Foto de Jesús M. Atienza.

En el caso de Mercè Gost (cía. La Cònica), presenta Bajo mínimos dando la clave para la lectura poética necesaria en este espectáculo. Con el formato de un menú de amores en el que el público ha escogido de la carta el tipo de experiencia que quiere vivir una vez dentro de la sala (que en este caso una jaima donde, desgraciadamente, se oía el ruido de la calle), Gost presenta los objetos que tiene sobre la mesa. Son de vidrio: culos de vaso de distintos colores, frascos y jarrones con tinta china o ron, copas de vino, pantallas de lámparas antiguas… El caso es que cada uno de estos objetos tiene un valor personal para la propia Gost: todos son o bien un regalo de algún amigo o amiga o bien son destilados de experiencias vividas (como el ron). Ella lo presenta con una informalidad absoluta, como si realmente hubiéramos sido invitados a una comida en casa de la artista y nos explicara cómo ha preparado cada plato o en qué puesto del mercado compra los ingredientes. Y de forma más o menos inconsciente, según me contó ella misma, sitúa el espectáculo en el plano poético.

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Foto de Jesús M. Atienza.

Los objetos establecen una relación metonímica con su origen, son el indicio de una o varias personas en un momento dado. Al mismo tiempo, el objeto se presenta como tal (“un culo de vaso”, “un jarrón”, “una pantalla”…) y, por lo tanto, mantiene el correlato objetivo de forma que cualquier espectador pueda reconocerse en él. Mercè Gost ya dice que Bajo mínimos es un montaje muy personal, y casi parece que insinúe que se trata de una especie de secuela de trabajos anteriores, escénicamente más ambiciosos, o bien un divertimento. Pero, de hecho, éste es un espectáculo muy ambicioso: no es frecuente, en el teatro de objetos, que las piezas presentadas mantengan su individualidad, sinó que más bien, al construir la dramaturgia, se transforman en otra cosa, como ocurre, por poner un ejemplo del mismo fin de semana de la Fira de Lleida, con El gallo de las veletas, en el que un cesto, un tenedor de madera con una pinza de tender la ropa y una escobilla se convierten en un gallo. Si en el teatro de objetos estamos acostumbrados a asumir que un grano de café es una brasileña, un tapón de corcho es un vecino o que un juguete viejo se personifica, Mercè Gost construye un mecanismo poético a partir de otro supuesto: la copa de vino sigue siendo una copa de vino, pero ha sido elegida por la entidad que tiene en una relación de continuidad o por analogía.

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Foto de Jesús M. Atienza.

Cada objeto lleva su historia, de la que recibe lo esencial para este tipo de teatro: la capacidad de parecer seres animados. Esta capacidad, tener “alma”, en realidad la transmite la propia manipuladora, y, en el caso de Bajo mínimos, además traspasa el propio objeto, translúcido, para proyectarse en un juego de sombras y luces. El movimiento de éstas sobre una pequeña hoja de papel de una libreta es un lenguaje de signos que se describen a sí mismos y que expresan, gracias a su historia y su memoria, los amores que Mercè Gost ha dejado escoger al público.

Además, durante el espectáculo, Gost explica hasta el más mínimo detalle el porqué de las músicas que pone, nos da a entender que son músicas realmente importantes para ella, y por lo tanto nos conduce a un terreno muy íntimo. No hay nada escondido, todo está a la vista. Honestidad máxima. Estamos como quien dice en el comedor de su casa.