(El mago de Ola Muchin. Fotografía de Jesús Atienza)

Bajo los auspicios y el duro trabajo del chileno Mauricio Riobó, más conocido en los escenarios barceloneses como Mau, y de Ola Muchin, joven tiriritera y dotada clown polaca, afincados ambos en Barcelona, se inauguró el pasado sábado La Bayka, un nuevo taller y espacio escénico ubicado en la calle Buenos Aires de Hospitalet del Llobregat. Un trabajo titánico de diez meses de duración que estos jóvenes artistas han llevado a cabo para adecuar un amplio y acogedor local, en el que también han participado otros actores, músicos y titiriteros.


Se quiso inaugurar el espacio con una representación de cabaret en la línea de los que se realizan en la Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal –no por nada tanto Mau como Ola están íntimamente relacionados con el mismo, siendo los dos unos habituales en las representaciones cabareteras de la casa–, con la actuación de varios artistas que quisieron gozar del honor de participar en la inauguración. También estuvieron presentes dos teatros Lambe-Lambe, una de las especialidades del nuevo local, por lo que pudimos ver. Y hay que decir que fue entrañable la combinación de jóvenes intérpretes junto a otros más veteranos, que quisieron de este modo apadrinar con su experiencia a los que con tanto entusiasmo se han lanzado a esta nueva aventura. A destacar la presencia del fotógrafo Jesús Atienza, fiel amigo de la casa y autor del reportaje fotográfico de este artículo, quien no quiso perderse la velada.

Entusiasmo, juventud, experiencia veterana, mirada transparente y un elevado grado de cosmopolitismo podrían ser los atributos principales de la noche. Y es que el ambiente y la calidad humana que se vivió en La Bayka fue sin duda un ejemplo de una de las mejores Barcelonas de hoy en día, la abierta, libre y creativa, en la que coexisten un sinfín de personas procedentes de todos los rincones del mundo, en un sano cruce de lenguas y culturas decididas a colaborar entre sí aplicando al pie de la letra este principio universal siempre tan olvidado, común tanto al mundo de lo animado como de lo inanimado: ir a los Encuentros Creativos para propiciar el surgimiento de Nuevas Propiedades Emergentes. ¿Pues qué es La Bayka sino un nuevo espacio emergente de la ciudad fruto del encuentro creativo de los artistas que lo han levantado?

Elisa Aragno, Agustino Aragno y Andrés Riobó. Fotografía de Jesús Atienza.

El cabaret se estructuró en dos partes y contó con una formación musical compuesta por este inmenso violinista italiano de Torino, hoy un habitual en los escenarios de Barcelona, Agustino Aragno, quién se hizo acompañar por la flauta travesera de su hermana Elisa, de visita en la ciudad, y por la guitarra de Andrés Riobó, hermano de Mau. Impresiona siempre ver a estos violinistas que parece que han nacido con el instrumento en la mano, tal es la comodidad, el fervor y la espontaneidad con la que arrancan notas al violín, como esos zíngaros húngaros que los europeos guardamos en la mitología de nuestra imaginación. Ver que existen en la realidad y gozar de su arte es uno de los mayores placeres para los que aman las artes profundas de la música popular. El trío, impecable en los temas que atacó, cada uno en su especialidad, actuó al principio y también al final, cumpliendo con su rol de pórtico sonoro por el que se entra y se sale de la función.

Mau en el papel de oso de peluche. Fotografía de Jesús Atienza.

Mau fue el encargado de romper el hielo en el papel de presentador, una de sus especialidades cabareteras. Lo hizo con un personaje nuevo, un osito de peluche al que el actor le presta su cara, y con el que se halla preparando nuevos números.

Mau peluche. Fotografía de Jesús Atienza.

Al ser la noche tan especial, fue el propio Mau, deseoso de presentar él en persona el espacio, quien se puso por encima del títere, que no pudo con la personalidad avasalladora del presentador. Comprendimos los espectadores, compuestos de muchos titiriteros, que a veces los títeres deben dejar paso a sus servidores muñequeros, algo que les cuesta mucho, pues bien sabemos lo altas que son sus ansias de protagonismo. Por suerte para Mau, su personaje entendió la situación y no provocó ningún altercado, como a veces sucede con esos seres tan impredecibles e incontrolables que son los títeres.

Número de Ola Muchin. Fotografía de Jesús Atienza.

Presentó Mau a Ola Muchin, o más bien, al mago que ella suele representar, un número que ya le había visto en dos ocasiones y que siempre impresiona por la energía y la gran presencia que muestra frente al público.

Número de Ola Muchin. Fotografía de Jesús Atienza.

Provista de una gestualidad cautivante en la manipulación de su muñeco, ofreció varios de sus trucos de magia, centrados en la idea de la gallina y de los huevos que pone.

Número de Ola Muchin, con dos voluntarios. Fotografía de Jesús Atienza.

Hasta alcanzar el punto álgido de la representación, cuando se convierte ella en el mago, que ahora manipula a la marioneta que la representa. Y todo a un ritmo de música trepidante y sin palabra alguna. ¡Excelente! Ola conquistó el corazón de los espectadores, con su entrega entusiasta en el escenario.

Mau y el esqueleto. Fotografía de Jesús Atienza.

Regresó Mau en esta ocasión con su amigo el esqueleto punki, de voz grave y buen filósofo de cementerio, quien se encargó de presentar el siguiente número. Ni más ni menos que el roquero de Jordi Bertrán, una de sus marionetas más impactantes. Fue divertido presenciar el cruce de improperios de los dos muñecos punkis, el de corte más tremendista y existencial, con la gravedad que da vivir en un sepulcro, el esqueleto de Mau, y el ya más viejo y pasado de rosca, la marioneta de hilo del veterano Bertran, llamado Inox, el Roquero Inoxidable.

Inox, de Jordi Bertran. Fotografía de Jesús Atienza.

Y como siempre, el gran marionetista de Barcelona maravilló a los espectadores, muchos de los cuales habían visto ya su número muchas veces, pero no por ello dejamos de quedar todos fascinados y atrapados por las palabras, el humor y los gestos del deslenguado Inox.

Inox, de Jordi Bertran. Fotografía de Jesús Atienza.

Un dominio extraordinario del hilo, el de Bertran, que maneja sus marionetas  como quien toca una guitarra y le saca notas con total espontaneidad. Pero aquí las notas son movimientos, saltos en el vacío, vaciladas a la gravedad, vuelos repentinos y un sinfín de contorsiones disparatadas e hilarantes.

Jordi Bertran. Fotografía de Jesús Atienza.

Rendidos a su arte, Beltrán bautizó con sus hilos de maestro un espacio que quiere ser muy amigo de las marionetas. Todo un lujo para la Bayka.

Inox, de Jordi Bertran. Fotografía de Jesús Atienza.

Hubo entonces una pausa que sirvió para calentar motores con alguna copa y visitas al patio del local y sus otras dependencias. Los que tenían tanda en los Lambe-Lambe, pudieron saciar su curiosidad atisbando por los agujeros de las dos cajas mágicas. Importante mencionar a la compañía Microensamble, dedicada a esta especialidad ‘voyeurista’ y que dirige la chilena Roma Monasterio, con la ayuda de la francesa Carine Ferry. Ellas fueron las encargadas de dar vida al Lambe-Lambe de la noche. Se interpretó en ambas cajas nada más y nada menos que dos pequeñas obras: el Rey Lear y Otelo. Milagros que permite el género de las marionetas.

Mau presenta a Flora Kovats y Andrés Riobó.

Arrancó la segunda parte otro número musical, a cargo esta vez de la cantante húngara residente en Barcelona, Flora Kovats, acompañada por el guitarrista Andrés Riobó.

Flora Kovats. Fotografía de Jesús Atienza.

Fueron momentos de suspensión ante la voz profunda y enigmática de esta artista que parece surgida de las nieblas del este danubiano. Una voz que caló hondo, mientras era acariciada por la guitarra, que seguía el fluido vocal de la de Budapest con entregada y exquisita compenetración.

Flora Kovats y Andrés Riobó. Fotografía de Jesús Atienza.

Y tras esta entrada oscura y misteriosa, siguió un tema que la cantante adaptó a un ritmo de rumba catalana, con ese afán de síntesis y de cruce de culturas que sienten los artistas, ansiosos de dejarse contaminar por las diferencias, afín de sacar lo nuevo que siempre brota detrás de todo cruce.

El cambio de registro de la música fue perfecto para introducirnos al siguiente artista de la noche: Penélope, la payasa delirante que interpreta la también chilena Gabriela Sandoval, un número precioso e hilarante que ya conocía pero que, concentrado en el tiempo corto e intenso del cabaret, volvió a cautivarnos por completo.

Gabriela Sandoval, en el papel de Penélope. Fotografía de Jesús Atienza.

Consigue Sandoval crear de la nada al personaje del novio que espera y no llega, a partir de los mil objetos sacados de un cubo de basura, más una gabardina que hace de cuerpo del elíptico galán pero que la actriz convierte en real.

Gabriela Sandoval, en el papel de Penélope. Fotografía de Jesús Atienza.

Un ejercicio magnífico de desdoblamiento, un clásico del juego de ser dos en uno, que Penélope realiza con altas dosis de humor, toques de poesía y un amplio despliegue de facultades técnicas. El respetable respondió al envite con sonoras carcajadas y muchos aplausos.

Mau y el Gato Camilo. Fotografía de Jesús Atienza.

No podía faltar el Gato Camilo de Mau, ese otro personaje con el que ha presentado tantas sesiones de Cabaret en el Taller de Marionetas de Pepe Otal. Un gato locuaz y siempre certero en sus calificaciones, ducho en irse por las nubes para bajar de nuevo a la realidad, desde una visión delirante y esperpéntica, pero culta, pues Camilo gusta de las citas eruditas y su hablar a veces es doctoral, por lo que el cabaret se convierte entonces en Cátedra, y la Cátedra en cabaret, que al fin y al cabo es lo que importa.

Mau y el Gato Camilo. Fotografía de Jesús Atienza.

Camilo presentó a otro maestro del hilo, que Barcelona tiene la suerte de acoger en permanencia, al gran Alex Mihajlovski, el autor de su “Alex Barti Show”, uno de los números más increíbles y virtuosos que puedan encontrarse hoy con marionetas de hilo. Lo he visto decenas de veces, y siempre te sorprende, te emboba y te cautiva este personaje que parece tener más vida que su manipulador. Ya sólo al entrar, su paso y su mirada, escéptica y tranquila, de marioneta profesional que sabe que entra en un escenario, se imponen y se hacen dueñas del público y de su propio servidor, ese señor alto que lo maneja.

Barti. Fotografía de Jesús Atienza.

Se trata sin duda de un caso insólito y único de desdoblamiento, por el que la marioneta adquiere vida propia, dotada de una personalidad fuerte y a la vez humilde, pues nunca olvida que es un títere, a pesar de que se enfade tantas veces con quién le mueve los hilos.

Barti y Alex Mihajlovski. Fotografía de Jesús Atienza.

En la Bayka, Barti tocó el piano no sin antes cachondearse de todo el mundo, y se despidió con su arranque de flamenco y guitarra, uno de sus números más brillantes, cuando la marioneta se permite desplegar todos sus trucos y transformaciones faciales.

Barti. Fotografía de Jesús Atienza.

Lo bueno de Barti es que nunca deja de ser el personaje que es mientras está frente al público. Tan importantes son los números como los momentos de transición, las entradas y salidas al escenario, los posibles errores técnicos de luz o sonido, pase lo que pase, la marioneta domina la acción y sabe lo que tiene que hacer, por una razón muy simple: Barti tiene vida propia, casi se diría que independiente de su manipulador.

Barti. Fotografía de Jesús Atienza.

Lo dicho, un caso perfecto de desdoblamiento y creación de un alter ego que aún siendo ‘otro’, mantiene íntegro el cordón umbilical de sus hilos. ¡Admirable al cien por cien!

Barti. Fotografía de Jesús Atienza.

Se fue Barti y entró el último artista de la noche: Javier Aranda, con un fragmento de ‘Vida’. ¿Qué decir de este maravilloso espectáculo, mencionado ya varias veces en Titeresante (ver aquí) y en Putxinel·li (ver aquí) que no hayamos dicho ya?

Javier Aranda. ‘Vida’. Fotografía de Jesús Atienza.

Ejecutó Aranda su número con un recorte del espectáculo, pues no cabía entero en un tiempo de cabaret, y lo hizo centrándose en los dos personajes principales sin el hijo: el hombre y la mujer, nacimiento, madurez y muerte.

Javier Aranda. ‘Vida’. Fotografía de Jesús Atienza.

Y como es habitual con este espectáculo, el público cayó de cuatro patas bajo el hechizo de las marionetas que surgen de las manos del manipulador, entregados emocionalmente a este despliegue de facultades que ofrece Aranda por el que las verdades esenciales de la vida aparecen por encanto en un escenario, sin que lleguemos a entender como ello es posible sólo con el artificio de las manos, cuatro apliques y una cesta.

Javier Aranda. ‘Vida’. Fotografía de Jesús Atienza.

Muchas horas de vuelo y de ensayo de alguien que tiene la tozudez del artista empeñado en lograr lo que busca.

Javier Aranda. ‘Vida’. Fotografía de Jesús Atienza.

‘Vida’ fue un broche de oro, como suele decirse en esos casos, al cabaret inaugural de La Bayka. Aunque la noche no acabó aquí.

Elisa Aragno, Agustino Aragno y Andrés Riobó. Fotografía de Jesús Atienza.

El trío musical del inicio, compuesto por los hermanos Aragno y el guitarrista Andrés Riobó, salió de nuevo para sus dos últimos temas de música popular zíngara que el violín de Agostino puso a velocidades de vértigo, para el regodeo de los espectadores, embriagado por la locura de las notas.

Saludo de los intérpretes. Fotografía de Jesús Atienza.

Tras el teatro, La Bayka abrió sus despensas y los invitados pudimos saciarnos de comida regada con buen vino o con latas de cerveza para los cerveceros. Fue el momento del despliegue cosmopolita de la noche, donde artistas y amigos pudieron intercambiar opiniones sobre el espacio, con muchas felicitaciones a los impulsores del proyecto. Siempre es bueno que haya personas con ganas de emprender y de arriesgar, y abrir un local es uno de los riesgos indispensables para que la cultura creativa de base tenga sus lugares naturales de desarrollo, al margen de las instituciones, siempre ancladas en lo visto y seguro.

Dibujo de una de las áreas de trabajo de La Bakya.

La Bayka llega con ganas de dar un empujón al tejido cultural de Barcelona y, en este caso, del Hospitalet del Llobregat (la segunda ciudad de Cataluña), siempre activo aunque algunos dicen que algo alicaído en los últimos años. No será para estos artistas y para los que les acompañaron en el acto inaugural, que desde la humildad del oficio, se elevan a cumbres superlativas de calidad y emprendimiento. Un empeño, el de la Bayka,  encomiable y repleto de muchos quilos y quilovatios de valores añadidos, al que deseamos numerosos, fértiles y prósperos años de vida.