(Asistentes al Laboratorio de Objetos Documentales en Matanzas, Cuba, impartido por Shaday Larios)
La primera edición del Encuentro Internacional Retablo Abierto (EIRA), pensada y proyectada desde el Teatro de las Estaciones, trajo a Matanzas a los maestros líderes de Microscopía Teatro y Oligor (México-España). El proyecto EIRA propone abrir una zona pedagógica, acompañada de muestras teatrales, para traer a nuestras tierras modalidades, técnicas, metodologías diversas, a fin de ampliar entre nosotros el concepto de teatro de figuras, y estudiar a fondo su vinculación con la tradición escénica que lo sustenta, y sus nuevas ramificaciones. Alternativa de aprendizaje, tuvo en esta edición cero al teatro de objetos como protagonista: una variante muy poco explorada en Cuba, y del cual, ahora, se ofrecieron referentes valiosos, de primera mano, gracias a la presencia de Shaday Larios y Jomi Oligor, a quienes acompañaron otros artistas de México, Ecuador y España.
Objetos tras el terremoto de 1985 en México. Ilustración al artículo ‘El objeto ‘post-catástrofe’ y la ‘catastrofización’ de la materia’, de Shaday Larios. Ver aquí.
En las mañanas del EIRA, que ocurrió del 7 al 13 de abril en la sede de la ACAA matancera y otros espacios de la ciudad (la sala Pepe Camejo y el Mirón Cubano), la maestra Shaday Larios expuso su investigación acerca del teatro de objetos, que tuvo su aparición en la década de los 80 del pasado siglo, emanando desde Francia hacia otras tierras europeas gracias al quehacer de maestros como Agnés Lymbos, y llegando a tierras latinoamericanas gracias a la praxis y la búsqueda de líderes como Ana Alvarado, entre otros. Vinculación que hibrida no pocas veces a personas que provienen de las artes visuales con otros que se forman en los escenarios, ya es presencia habitual en festivales y foros, tratando de hurgar en la biografía de los objetos, en lo que cuentan de nosotros, en lo que revelan de sus poseedores y del contexto en el que se encuentran y se pierden. Detectives de objetos, se llaman a sí mismos Shaday y Jomi, que presentaron en Matanzas un fragmento de La máquina de la soledad, conferencia performativa que expone puntualmente la perspectiva desde la cual ellos han abordado el teatro de objetos. Una maleta llena de cartas de amor, con más de un siglo de firmadas; el diálogo con el oficio casi perdido de los escribanos, y la memoria de un cohete postal que tuvo su prueba justamente en Cuba, les dejan ir y venir en un acto que proyecta, con exactitud, mucho de lo que el propio taller pudo sustentar, acerca de lo que ellos llaman teatro de objetos documentales.
Imagen de ‘Caja Chernobyl’, de Ángel Hernández.
Junto a ellos, se presentaron otra conferencia perfomativa (Caja Chernobyl, de Ángel Hernández, México), la obra-instalación Buscamos el silencio de las cosas (Giulianna Zambrano, Ecuador); y el espectáculo M.A.R. Un discurso plástico a través del espacio (Andrea Reboredo, España). La des-memoria del desastre de la central nuclear lleva al dramaturgo mexicano a Ucrania y a Cuba, en pos de fragmentos y sobrevivientes de la contaminación; el terremoto que borró gran parte de una ciudad costera en su país lleva a una joven estudiante de letras a recomponer los espacios arrasados desde el escombro y el vacío; y una memoria familiar se alza y recombina mediante piezas de madera, pequeñas maquetas imposibles, que concluyen, si se quiere, en el fondo del mar.
Imagen de ‘Un discurso plástico’, de Andrea Díaz Reboredo.
Son tres propuestas diversas, que hablan de las muchas posibilidades del teatro de objetos. También de los peligros de su carácter híbrido. Así como el nadador que se lanza a aguas abiertas o a una piscina desconocida tiene que aprender a mantenerse a flote, aunque no se le reclame la destreza de un atleta olímpico, los creadores provenientes de otras experiencias de formación se arriesgan al entrar a dispositivos teatrales. Habrá que profundizar en cómo hacer de la dramaturgia y el modo de narrar-presentar sus proyectos no solo esos ejercicios de exposición. Hay que negociar con los rudimentos de lo teatral para que la historia sea atractiva, y quede claro el compromiso del por qué ir tras estas historias y objetos, y en ello también importa la proyección de la voz, el uso de la luz, de la expectativa y la alternancia. Actuar, así sea desde la naturalidad más transparente y el diálogo menos efectista, para que nos identifiquemos ciertamente con lo que estos objetos, restos de una arqueología que nos denuncia y nos delata, quieren contarnos. Es un territorio peligroso, porque el teatro de objetos sigue siendo una zona de búsqueda. De ahí que ese tipo de negociación tendrá que ver como un acto orgánico, en el cual, además, el protagonismo será siempre el de los objetos que se dejan ver como fragmentos de una trama que nos exige participar desde áreas no siempre predecibles. Para eso es también el taller, para que los riesgos nos sirvan en tanto señales de alerta.
En la muestra cubana, aparecieron espectáculos que a su modo, se acercan al teatro de objetos. A ratos como indagación, o como primeros apuntes de una nueva interrogante.
Imagen de ‘El irrepresentable paseo de Buster Keaton’, de Teatro de las Estaciones.
El irrepresentable paseo de Buster Keaton, de Teatro de las Estaciones, abrió la muestra: Iván García y María Laura Germán hacen ese acto acrobático que es actuar desde el texto surrealista de Lorca y logran saltar esa barrera, gracias a Rubén Darío Salazar, Zenén Calero, y la convicción con la cual se lanzan al reto.
Imagen de ‘La Casa del Escarabajo’, de Retablos-El Arca.
La casa del escarabajo, de Retablos-El Arca, confirma el preciosismo del diseño que Christian Medina ya tiene como sello propio en su labor de director-diseñador-dramaturgo, narrando historias que poco tienen que ver con la convención del teatro para niños que tanto nos abruma.
Concierto para Aurora, del Mirón Cubano, es un paseo por espacios de la ciudad, con la intención de despertarla y despertarnos ante sus secretos.
¡Pum!, de Ernesto Parra, se basa en juegos de globoflexia y el encanto de su protagonista, dueño de los recursos del clown, para lanzar un comentario agudo sobre nuestras contradicciones, no solo económicas.
Imagen de ‘¡Pum!’, de Ernesto Parra.
Hojas de papel volando, de La Rosa, activa zonas de la poesía, creada por Patricia Ariza, para que Roxana Pineda y su colectivo expongan la indagación sobre memoria y poética que va cuajando en el novel colectivo, como un acto de legado de la fogueada actriz hacia los más jóvenes integrantes de ese núcleo.
Imagen de ‘Hoja de papel volando’, de La Rosa.
El encuentro, de La Salamandra, era una puesta en escena que me debía y al fin veo, tras su Premio Villanueva. Evocación de los días de gloria de El Encanto, la célebre tienda por departamentos habanera que sucumbió tras un sabotaje a inicios del período revolucionario, posee un exquisito trabajo de diseño, donde se combina el quehacer de un maestro como Eduardo Arrocha y el indudable talento de un diseñador en crecimiento, Mario D. Cárdenas. La presencia de Ederlys Rodríguez es siempre una garantía de organicidad, frescura y precisión, que se agradece en cada aparición. Como sucedió con varias de las puestas del evento (a las que debo añadir Nueve, de Martha Luisa Cadenas e Ileana Cadenas, madre e hija en un acto de memoria íntima que se abre al visitante), también fue debatido al final de la representación. En este caso, la necesidad radica en puntualizar la visión crítica que aún no es clara en esa evocación, en el diálogo entre el pasado y el presente, que ayudaría a quien, desde otros contextos, pueda no conocer la historia y el destino no solo de El Encanto, sino de un tiempo de La Habana que ya existe. Los objetos también nos atrapan, y como alertaba Eco: “el pasado nos condiciona, nos agobia, nos chantajea”.
Imagen de ‘El Encuentro’, de La Salamandra.
No le pido doctrina a El Encuentro, hace ya mucho que pasamos de eso, pero sí quisiera saber más de este personaje que viaja en el tiempo a otros códigos y símbolos pasivamente, sin distanciarse de ellos desde algo que no sea únicamente la nostalgia. Movilizar recuerdos y evocaciones tiene que servir, también, para decirnos quiénes somos, y cómo nos posicionamos, más allá de la belleza y la necesidad de combatir lo feo y lo vulgar que nos acosa cotidianamente, algo en lo cual este espectáculo acierta y podría profundizar. En cierto modo, es mi reclamo también hacia Caja Chernobyl. Espero que el contacto que su creador tuvo ahora mismo en Cuba con los restos de esa memoria en Tarará hagan más nítida su necesidad de por qué, viviendo él mismo en un contexto tan minado de conflictos, se va en pos de otras tensiones, tan lejanas no solo geográficamente.
Shaday Larios y Yudd Favier, en la presentación del libro ‘Escenarios de la materia indócil’, de Shaday Larios.
Junto a todo esto, el taller, nacido como extensión lógica de la práctica investigativa del Teatro de las Estaciones, incluyó presentaciones de libros y documentales. La muestra final expuso testimonios, hallazgos, libros, objetos que sobreviven y que ya componen un objetario cubano: un catálogo de memorias de la nación narrada a partir de piezas aún en activo, o que sobreviven acaso a pesar suyo, para narrarnos una Cuba mayor.
Durante el Laboratorio impartido por Shaday Larios.
No sé si de inmediato esta búsqueda que nos propuso el EIRA en su edición cero genere puestas en escena. Pero si sé que nos ayudó a compartir, entre cubanos y extranjeros, otra conciencia acerca de los objetos, de lo que ellos quieren y no revelarnos, de la filosofía a ratos invisible que articula nuestras convivencias, la infrahistoria que proviene de ellos y en la cual nos reflejamos. Ya es tiempo de ir pensando en la próxima edición del EIRA, más que un taller, un dispositivo de estímulos que apuesta por la futuridad de nuestra escena.