Ha gozado el público barcelonés del privilegio de poder asistir en un espacio idóneo –el de la máxima proximidad- a un espectáculo sin duda alguna memorable, como es ‘Desde el Azul’ de Inés Pasic. Una propuesta que proviene de la gran labor emprendida por el dúo Hugo e Inés (la compañía formada por el peruano Hugo Suárez y la bosnia Inés Pasic) en los años ochenta y noventa, y que en la actualidad han continuado desarrollando ambos artistas por separado desde la intimidad y el acento personal del trabajo solista.
Podría uno pensar que, tras tantos años de buscar nuevas formas en la expresión de determinadas partes del cuerpo para crear figuras y personajes autónomos, ya está todo dicho. Y sin embargo, los que asistimos a la representación de Pasic en La Puntual pudimos darnos cuenta hasta qué punto los filones creativos inventados en su día por la pareja bosnio-peruana siguen tan frescos y vivos como en el principio.
La razón es simple: si cada representación es una catarsis de regresar siempre a los orígenes, se da aquí el añadido de una técnica que ha madurado en el tiempo y que permite convertir el rito de la representación en un ir al encuentro íntimo y profundo de la subjetividad del artista, de modo que cada gesto, por pequeño que sea, nos habla de toda una vida, de unas emociones que han sido vividas, sufridas y aprendidas, de pinceladas expresivas que desvelan matices y sutilezas universales del alma.
El espectáculo habla de la extrañeza del cuerpo que nos sorprende al encarnar sus partes acentos y personalidades distintas que sin embargo nos pertenecen, y nos indica que es posible lograr una harmonía con ellas, una convivencia no siempre plácida mediante un dramatismo temperado por la sabiduría del propio cuerpo y del arte, del oficio de la interpretación que permite modular los lados salvajes y oscuros de la expresividad. De todo ello nos habla Inés Pasic a través de una sucesión de números que componen una rica paleta de facetas de la vida: el nacimiento, el amor, la ambición, la dualidad, la vejez, la muerte, las dobles caras de la vida…
Depura Inés su arte con un tempo magnífico, marcado por las bandas sonoras escogidas o por los densos silencios que siguen el ritmo del alma que se expresa a través del cuerpo. Se combina la extrañeza del desdoblamiento con la harmonía del encuentro y de la aceptación del Tiempo, ese enemigo con el que los verdaderos artistas se hacen amigos y compadres. El Tiempo y el drama de la vida se encarnan aquí en el cuerpo, convertido en escenario, es decir, en un continente que también es el contenido. Una situación que sorprende incluso a la propia actriz, intrigada y cómplice por un igual de lo que ‘ocurre en ella’.
El espectador se sitúa ante este juego de ilusiones inmerso en una atmósfera de distanciada reflexión y de empatía emocional, mientras contempla como tiempo y cuerpo se funden en un Tiempo particular, el propio del cuerpo que lo expresa a su manera. ¿Y no es acaso eso lo que buscamos todos en el teatro y en la vida?
Un espectáculo único a cargo de una de las grandes artistas titiriteras de nuestra época.
Fotos de familia.
Al acabar la función, el fotógrafo Jesús Atienza, que firma todas las imágenes de este artículo, hizo también las obligadas foto de familia con todos los titiriteros que asistieron a la representación, junto con Inés Pasic. En la última, el fotógrafo tuvo que ceder la cámara para salir él también en la foto.
Gracias a Toni Rumbau por su sensibilidad y cariño.
Para mi teatro es mucho más que hacer espectáculo frente al público. Es el camino y búsqueda de autoconoscimiento. Es un estilo de vida que enseña vivir aquí y ahora, abrazar la precariedad y hacer de ella el motor de la creatividad. Es posibilidad de comunicar lo que realmente importa. Él público nos entrega el privilegio de ser escuchados y nos devuelve con honestidad, rara vez tan explicita en la vida fuera del escenario, el reflejo de nuestro ser y proceder.
Hay un grado de intimidad y verdad en esta “mentira” que llamamos teatro, tan profunda y catártica que me hace imposible imaginar la humanidad sin sus formas de expresión.