(El retablo del Teatro Arbolé antes de levantarse el telón en el recinto junto a la Plaza de los Sitios. Foto T.R.)

Acudimos solícitos a la cita anual con Pelegrín, el héroe polichinesco del Teatro Arbolé, junto al público de Zaragoza y de tantos aragoneses que acuden a la capital durante las Fiestas del Pilar, para ir al teatro, a los cines, a los toros, a los restaurantes, al Parque de las Marionetas y al recinto que el Teatro Arbolé planta cada año junto a la Plaza de los Sitios, en pleno centro de Zaragoza. Allí nuestro héroe muestra su repertorio de aventuras e historietas que los diferentes titiriteros de Arbolé han montado con él de protagonista.

Atención, desde hace dos años, han querido que no solo actúe Pelegrín, sino que también el público pueda conocer otras historias del repertorio tradicional que Arbolé ha ido creando a lo largo de los años. Títulos como los Tres Cerditos, El Patito Feo, Caperucita Roja, Dos Lobitos, entre otros, han sido interpretados por los titiriteros de Arbolé: Iñaki Juárez, Pablo Girón, Azucena Roda y Julia Juárez.

En esta crónica, que completa la atención de Titeresante a la presencia de los títeres durante las Fiestas del Pilar de Zaragoza 2025, hablaremos de tres aventuras de Pelegrín, la vista el sábado 11 por la tarde a cargo del maestro Iñaki Juárez, Pelegrín y el Dragón, y las que interpretó Pablo Girón el domingo 12 por la tarde, El Ladrón de Sandías y La Casa Encantada. También citaremos la representación que hizo Arturo Monteagudo, de la compañía PeliAgudo Arte y Circo Arturo, el domingo 12 de octubre al mediodía con la obra La Última Lamia.

Pelegrín y el Dragón, con Iñaki Juárez

Está visto que Pelegrín, este aventurero peregrino y caballeresco, pero tan ingenuo y perezoso como suelen ser algunos de los que ejercen esta profesión, está condenado a recibir una de cal y otras de arena en el asunto ese de los amores. Con lo difícil que es combatir a seres descomunales, como es un dragón, y vencerlo. Victoria pírrica, la suya, pues una vez abatida la inmunda fiera, ve como María, su novia, compadecida del monstruo, acepta darle un beso en la boca, afín de redimirlo, para ver al instante que en realidad, el dragón no es más que un príncipe encantado que esperaba el beso de alguna princesita incauta para desencantarse, más galante y guapetón que cualquier ídolo hollywoodiense.  Y aunque María no es princesa alguna, sino moza del pueblo con ganas de ir a más, el galán no puede evitar cumplir con su misión y prometerle el oro y el moro.  

Iñaki Juárez con Pelegrín y el Diablo. Foto T.R.

Porque así termina de mal esta historia, cuando vemos a la ingrata María elegir al príncipe, dejando en la picota al inefable y sufrido Pelegrín, vencedor de dragones pero perdedor de amores, que no tiene más remedio que tragarse la amarga píldora, para que no le tachen de machista posesivo y aún cosas peores.

Hilarante final que Iñaki borda con sus personajes en la mano, tras regalarnos con escenas de persecución, de ocultamientos, de peleas polichinescas con el Dragón, un clásico del teatro de títeres europeo.

Pelegrín en la exposición que se le dedicó en abril de 2023 en el Teatro Arbolé para celebrar los 40 años del personaje. Foto T.R.

Juegos de mano y juegos de palabras son la clave del género pelegrinesco, que los de arbolé han creado, pero cada titiritero con su estilo propio y diferenciado, lo que enriquece al personaje. Las manos masculinas tienden más a la tarascada y a las salidas de tono, mientras que las manos femeninas se inclinan por giros más elegantes aunque sin perder el aire cazurro y taimado de Pelegrín, héroe rústico y agreste de la zona prepirenaica.

Pelegrín Ladrón de Sandías y la Casa Encantada, de Pablo Girón

Aunque llegué tarde en la primera de las dos historias, se trata de una obra que conozco bien, pues la vi magníficamente interpretada hace muy poco por el mismo Pablo Girón en Rianxo, en el Festival Titiriberia, este agosto pasado de 2025. Vi pues en la barraca junto a la Plaza de los Sitios el final de la obra, y me quedé para ver la Casa Encantada que la siguió.

El presentador. Foto T.R.

Pero antes de proseguir con nuestra crónica, cabe preguntarse: ¿cómo es Pelegrín? Sería imposible mostrar las mil caras del personaje, los distintos papeles que ha vivido en estos años, los matices que cada titiritero le ha dado. Antes lo hemos calificado de rústico y agreste, pues vive en una casa junto a campos donde cultiva melones y sandías. Pero al ser los titiriteros que lo manejan seres urbanos, que además son empresarios teatrales, se nota la cercanía de la ciudad. De ahí que los ladrones preocupen y estén siempre al acecho, miedos propios de los que gozan de propiedades, aunque sean rurales y vegetales. Pero, como antes hemos dicho, cada titiritero es un mundo, y de ahí que haya tantos Pelegrines como manos lo manejan.

Por el momento, han sido seis los que han manejado a nuestro personaje, cada uno desde su retablo correspondiente: Iñaki Juárez, Pablo Girón, Alicia Juárez, Julia Juárez, Javier Aranda y Azucena Roda, es decir, titiriteros que son o han trabajado para Arbolé. Cada uno tiene su propio títere de Pelegrín, adaptado a las manos y a sus gustos particulares. Y cada uno lo interpreta según su estilo y sensibilidad: las manos femeninas con más suavidad en las formas, otros buscando la rudeza de los tiempos antiguos, pero siempre fieles al personaje, con sus debilidades, sus fuerzas y sus ideas peregrinas. Aunque hoy los tonos han bajado decibelios, obligados a adaptarse al público actual.

Pero vayamos al gran y veamos como Pablo Girón presentó El Ladrón de Sandías. Un clásico de este titiritero que en realidad junta dos historias de Pelegrín en una: la del Ladrón de Sandías propiamente dicho y la inspirada en una obra del Guiñol Francés, en la que se borda un argumento basado en puros equívocos en la fonética de las palabras.

Pablo Girón después de la función, con el Presentador y Pelegrín. Foto T.R.

Tocaría aquí hablar de la figura del presentador, creación de Pablo, que nos sitúa ya de entrada en un ambiente popular, con un deje andaluz aunque también muy maño, y una dicción que combina la sequedad idiomática del hombre de campo con las florituras retorcidas de la retórica, con jugosos errores y juegos de palabra, que provocan la hilaridad del público. Un número, el del presentador, que nos recuerda a estos personajes secundarios del teatro -tramoyistas, eléctricos, acomodadores…- que de pronto deben dirigirse al público y entretenerle mientras se espera a las primeras espadas. En algunos casos, convertidos en el personaje principal. Un recurso muy utilizado en las comedias de títeres.

Pablo Girón consigue sacarle mucho brillo y sobre todo nos sumerge ya en el tono de la obra y en el tipo personajes que vamos a encontrarnos.

Pelegrín aparece aquí con una de sus facetas más conocidas: sus pocas ganas de trabajar. Pero aquí está María para cuadrarlo y encomendarle recoger unas sandías para venderlas en el mercado. Como imagina el lector, irrumpe aquí el malo de la película, ni más ni menos que un ladrón de sandías, lo que da pie al inicio de los juegos titiriteros clásicos, a cuál más disparatado.

Lo más interesante es ver cómo Pablo Girón consigue, mediante clásicos recursos del teatro de títeres como son los equívocos, los juegos constantes de palabra y los malentendidos, convertir la pieza en una hilarante obra de teatro del absurdo.

Entrada al recinto del Teatro Arbolé. Foto T.R.

Lo que nos lleva a la segunda obra, en la que se obliga a Pelegrín a permanecer dentro de una casa encantada, donde habita un fantasma. Y como el héroe es como es, consigue que sea su amigote Guillermo el que lo sustituya y se encierre con el supuesto fantasma.

No desvelamos los pormenores que se suceden en los distintos desenlaces, tan ingenuos como hilarantes, en la que los fantasmas guardan sorpresas en su interior que nadie se espera.

Destaca en estos títulos el dominio que tiene Pablo Girón en el uso de los equívocos y los juegos de palabra, triquiñuelas siempre complicadas y nada fáciles de llevar a cabo, pero que el titiritero zaragozano controla a la perfección gracias a un hecho fundamental: las muchas horas empleadas en este quehacer, práctica indispensable para lograr el pleno conocimiento del oficio. Un control que tanto Iñaki como Pablo tienen en su haber, pues son muchas las horas, los días y los años que llevan manejando a Pelegrín y explicando sus historias. Solo cuando los títeres empiezan ya casi a hablar solos porque saben muy bien cómo van a reaccionar ante las diferentes situaciones, solo entonces puede alcanzarse esta seguridad del oficio, la misma que tenían los titiriteros que representaban los viejos copiones de los personajes de la Comedia del Arte en Italia.

Algo que el público pudo constatar en la barraca de Arbolé junto a la Plaza de los Sitios.

La última Lamia, con Arturo Monteagudo, de PeliAgudo Arte y Circo

Teatro Arbolé programó como compañía invitada a PeliAgudo Arte y Circo, con el espectáculo solista La Última Lamia. Se encargó de su ejecución el actor titiritero Arturo Monteagudo, oriundo de Aragón y de larga experiencia en su ámbito de trabajo (fundó su compañía en 2013), que se ha prodigado en la escenografía, la animación y sobre todo en la búsqueda y reflexión de las viejas mitologías populares de los pueblos europeos que de algún modo pueden ayudarnos a tomar conciencia de los peligros medioambientales que nos amenazan.

Arturo Monteagudo en plena actuación. Foto T.R.

En esta obra, de alto contenido ecológico, se ha centrado en la figura de la Lamia, un ser mitológico de origen griego que sin embargo encontramos en prácticamente todas las culturas europeas, lógicamente bajo formas diferentes. En la cultura popular vasca, a veces se asocia a las Lamias con la misma Mari.

En esta ocasión, se refiere a las Lamias que habitan en los ríos y lagunas, mitad hermosas mujeres y mitad peces, y que son por regla general amigas de los humanos. Arturo Monteagudo presenta a una Lamia que de pronto descubre la decadencia y la destrucción de los bosques donde habita, el fin en definitiva del ecosistema que les da vida. Por ello decide reunir a los pobladores de los bosques, animales en su mayoría, para combatir la política depredadora del señor que vive en una especie de castillo ciudad en lo alto de la montaña, controlando la tala de los bosques y la explotación forestal.

La ciudad del tirano. Foto T.R.

Una obra de fuerte compromiso medioambiental que hizo las delicias del público, con los niños invitados a ocupar el rol de los animales amenazados mediante el uso de máscaras y pequeños cabezudos.

Arturo Monteagudo salió muy bien parado de su reto de presentar esta obra en el retablo de Arbolé, a plena luz del día, sin los efectos de luz que sin duda se ejecutan en la versión teatral. El público así lo consideró, premiando al actor con calurosos aplausos.