(Foto compañía)

Se presentó en el teatro La Puntual de Barcelona la obra El patito feo, un clásico de A La Sombrita, de Écija, (fue estrenada en 2009) y que a su vez muestra la forma clásica del teatro de sombras, es decir, aquella en la que todo sucede detrás de una pantalla de dimensiones relativamente pequeña, adecuada para un único manipulador sombrista: José-Diego Ramírez.

En efecto, se trata de la última obra realizada por la compañía con esta modalidad técnica, pues a partir de ella, José-Diego Ramírez, director y su único manipulador, se abrió a las nuevas formas que el teatro de sombras hoy permite, gracias a los nuevos sistemas de iluminación y a un concepto abierto en la proyección de las sombras, sea sobre pantalla o sobre otras superficies, móviles o fijas.

Foto compañía

Pero la gracia de El Patito Feo que propone José-Diego Ramírez es el compromiso que tomó su autor en realizar una puesta en escena artesanal, sin vídeos ni retroproyectores, sino todo en directo y manual. Por supuesto, se utiliza la tecnología tanto lumínica como mecánica, pues por algo Ramírez es, además de sombrista, técnico de iluminación e informático, lo que le facilita mucho las cosas a la hora de planificar sus montajes. En cuanto a la música, una banda sonora muy amoldada a la obra de Sulpicio Molina, se ajusta a la perfección al clima de cada escena, creando un paisaje sonoro que se suma al colorido y a la dinámica de lo visual.

Foto compañía

La adaptación que hace A La Sombrita del clásico cuento de Hans Christian Andersen es rigurosamente fiel al original, pero tratado con libertad y marcando sus tiempos propios, pues lo que se busca con las sombras es explicarlo más a través de imágenes que de palabras. Por eso el texto se reduce a algunos párrafos que resumen la acción de lo que se va a ver en las siguientes secuencias.

La ventaja que tiene El Patito Feo es que el público conoce bien el cuento, de modo que no es necesario insistir en el relato del argumento, lo que permite recrearse en las imágenes. Y eso es lo que ha hecho A La Sombrita, con unas figuras o siluetas de impecable factura, provistas de unos movimientos muy simples pero que definen perfectamente a los personajes. Es decir, hay un primor en la construcción de las figuras de una gran exquisitez, cuyas dimensiones van cambiando ajustándose a los distintos planos de cada secuencia (primer plano, plano general, etc).

Foto Julio Castro Jiménez

También sobresale la ambientación lumínica de cada escena, lograda con filtros de colores que se mueven en algunos casos, creando paisajes dinámicos que dan mucha vida a la obra.

Muy importante es el final, una vez han acabado los aplausos, cuando el titiritero sombrista muestra al público lo que hay detrás de la pantalla. Grandes y pequeños quedan entonces fascinados por la tramoya frágil y oscura, toda pintada de negro para que no haya reflejos inoportunos, desvelando la existencia de dos placas de cristal plástico transparente que separan las siluetas de la pantalla y que se van superponiendo, según la luz ilumine a una o a otra, como si fueran dos escenarios con sus distintos decorados y personajes. Es fascinante ver los pequeños trucos y las artimañas técnicas que se inventa el sombrista, para poder moverlo todo él solo, manipulando las siluetas de una escena, mientras se va preparando la siguiente con sus decorados y efectos.

José-Diego Ramírez con el Patito Feo. Foto compañía

La artesanía que antes comentábamos entra entonces por los ojos de un modo directo y los espectadores complementan las imágenes del cuento visto desde el lado del público, con las imágenes del juego y de los artilugios que las creaban. Se entiende que José-Diego Ramírez se haya convertido en uno de los sombristas del país más reputados, y la compañía A La Sombrita, en una de las que más viaja por la geografía española.