El pasado 27 y 28 de octubre de 2025 se celebró dentro del IX Festival Pendientes de un Hilo el Taller de crítica teatral impartido por Jara Martínez Valderas, Marta García Miranda, Nieves Rodríguez Rodríguez y Álvaro Vicente.

Tuvo lugar en el Teatro Pradillo y durante varias sesiones teóricas y prácticas los participantes se adentraron en la crítica teatral y el análisis escénico con el fin de afinar la mirada y poder convertirse en espectadores críticos. Tuvieron la oportunidad de disponer de una acreditación que les permitió asistir a todos los espectáculos del festival para poner en práctica los conocimientos adquiridos. Fruto de esas sesiones, se publican ahora una selección de críticas redactadas por los participantes.

Reproducimos aquí las críticas de los dos siguientes espectáculos: Empusa Abelha, de Rosalie Neal, y Été 69, de la cía. Tof Theatre. Críticas escritas por Laura Spacchetti y Pilar Pingarrón, respectivamente.

EMPUSA ABELHA, por Laura Spacchetti

Rosalie Neal creadora de Empusa Abelha, obra de teatro físico y objeto, desvela la sensualidad de un cuerpo en transformación. Desde lo divino a lo humano.

En un círculo de tierra oscura se cumple el eterno retorno del ciclo de la vida, ceremonia y rito.

Una larva, superorganismo hibrido entre lo divino y lo animal, experimenta el cambio de un cuerpo en transformación hacía lo humano.

Foto compañía

Rosalie Neal, inspirada por el libro “La vida de las abejas” de Maurice Maeterlinck, transmite la importancia del límite, del efímero y del eterno, del espacio que se abandona para dejar paso a una nueva vida.

La “enjambrazón” es el comportamiento natural que adoptan las abejas como respuesta al instinto de reproducción: la vieja reina en un determinado momento del año abandona la colmena con su sequito de abejas para fundar un nuevo hogar, otra colonia donde volver a empezar para preservar la especie.

Foto compañía

Rosalie, a través de un juego elegante de metamorfosis continuas, construye una metáfora escénica de destacada belleza plástica, para reflexionar sobre la importancia del legado, del relevo generacional y la sobrevivencia de la especie para el bien de la comunidad.

A través de un recorrido por géneros y estilos (clown, bufón, grotesco, máscara expresiva y utilitaria), disfrutamos de un personaje que asume múltiples aspectos: reina, dama, monja, campesina. Elementos de un vestuario sobrio y femenino, se prestan al juego de la trasformación, redefiniendo su significado, uso y valor: un corsé es un sombrero, una ventana, unas gafas; un miriñaque es un caparazón, un esqueleto, alas.

Foto compañía

En un ambiente sonoro compuesto por notas sincopadas y músicas de cine mudo, la sensualidad se viste de rojo para moverse sobre el tablero de un ajedrez de un mundo bajo tierra.

El gesto escénico, altamente poético, desentierra de forma magistral el objeto, elevándole a materia y símbolo del eterno movimiento de la existencia como fuente de renovación y del teatro, como juego escénico infinito.

Laura Spacchetti

Títeres para imaginarios múltiples, por Pilar Pingarrón

La consolidada compañía belga Tof Theatre nos ha convencido de que el teatro de títeres es para todas las edades, géneros, apetencias e imaginarios. Con una estética aparentemente tosca y dos espectáculos nada ostentosos, han dejado su rastro en el festival como aquellos que saben que los títeres son infinitos y que no importa la cantidad sino la calidad.

Su primera propuesta presentada en la IX edición del Festival Pendientes de un Hilo llamada Été 69, es un buen mélange de añoranzas, autoficción quizás y patetismo picantón. Al entrar en la sala del Teatro Pradillo, un personaje que ronda la setentena nos espera sentado, con una manta de cuadros escoceses en tonos rojos sobre sus hombros, manoseando una alianza y con una cerveza casi acabada. El espacio está en penumbra. El personaje se encuentra enmarcado al lado de una gran maqueta fait maison de la que solo vemos la parte de atrás. Sospechamos que la hará funcionar y la usará como vehículo para hacernos cómplices de los momentos de felicidad vividos en ese verano del 69. Tras él, hay en funcionamiento un pequeño coche autómata cargado de maletas en el techo, que atraviesa el paisaje de un bosque proyectado en una pantalla, anticipando que hemos llegado para ser testigos de un viaje con olor a hierba fresca en un día soleado.

Foto compañía

Una vez que estamos todes y la puerta de la sala se cierra, el personaje se levanta para dirigirnos una mirada de invitación con ritmo lento y torpe, que mantendrá durante la media hora que dura la representación. Este personaje es un títere, a escala real de manipulación directa, que comparte brazos y piernas con el manipulador que, sin ánimo de esconderse, le da vida con una templanza impasible.

A partir de este momento, el personaje se convierte en ejecutor-titiritero de todo lo que va a suceder. Pasando por delante de la maqueta, llega a la otra punta de la escena donde sobre una silla apoya un pequeño paisaje a otra escala, y del que hace salir un cochecito que sostiene la continuidad espacial y narrativa, transitando desde ese pequeño paisaje hasta la maqueta principal.

Foto compañía

Ha comenzado el viaje. El personaje títere-titiritero, nos irá revelando el detalle y la proximidad de los acontecimientos a través de la grabación y proyección en directo de las escenas recreadas con los muñecos miniatura que manipula. El espectador se convierte así en un voyeur que no perderá detalle de las intimidades de los pasajeros de ese cochecito, al que acabamos de perder de vista en unos arbustos para dar paso a los verdaderos protagonistas: un primer plano de la mano con su alianza, coloca un retal de la manta roja que servirá de escenario para que la pareja nos suba la temperatura hasta que salga humo y seguir mirando sea una actividad de alto riesgo.

Foto compañía

La pieza consigue que nuestro imaginario vuele a gran velocidad entre el presente del personaje, inmerso en el goce que le proporciona jugar con su maqueta: sus aparatos de vídeo e iluminación analógica, sus cables y accidentes (sospecho que provocados) del directo, y la narrativa del pasado del que nos quiere hacer partícipes: un picnic en la mejor compañía, el viento como cómplice de sus travesuras, algún espontáneo nada oportuno y una vaca que se interpone en su camino y también en el nuestro de mirones que no queremos perdernos detalle. Uno de los logros de la pieza es poder imaginarnos al personaje fuera de la representación, construyendo esa maqueta, revisitando su memoria: recordando ese verano. Este espectáculo, de apariencia sencilla, esconde recovecos dramatúrgicos que visitan al espectador días después de la representación, haciéndole consciente de su complejidad técnica y conceptual y, a su vez, consigue resonar en nosotres desde el lugar más humano y simple: el recuerdo de momentos en los que fuimos felices.

Pilar Pingarrón