(Imagen del carrillón situado en la torre principal del Ayuntamiento de Munich: a las 11h y a las 12h, suenan al unísono 43 campanas y se activan 32 figuras de cobre, que escenifican dos danzas en sus dos niveles. Foto T.R.)

¿Buen Año 2026? Estamos de acuerdo, pero ¿cómo sostener este deseo? ¿Acaso, visto con antelación, el año nuevo no se nos aparece negro como el carbón?

Para salir de dudas, mejor hablar con quién más sabe sobre esta cuestión, el viejo señor 2025.

Lo encontré donde suele esconderse el año saliente cuando llegan estas fechas, en lo más recóndito del más viejo café del barrio, envuelto en humo y con una botella de aguardiente sobre la mesa.

– Buenas noches, señor 2025.

– Buenas noches. Qué raro que alguien venga a verme…

Miré el reloj y me di cuenta que faltaban escasos minutos para dar las doce y dejar paso al nuevo año 2026.

– Ya falta poco, es verdad, se le acaba el tiempo…

El Abuelo Mayorga, campanero de las campas de la torre del Ayuntamiento renacentista de Plasencia, Extremadura. Foto Wikipedia

– El tiempo… Esto de los años es como lo de aquellos reyes que coronaban para un único reinado de doces meses. Al acabar, lo despachan y se corona a otro.

– ¡Que le quiten lo bailado, señor 2025!

– En eso tiene razón. No vea lo que me han hecho bailar en esta fugaz vida mía…

– Muchas guerras e injusticias tiene en su haber.

– ¿Y qué más da? ¿De qué sirve nacer niño y llegar con las mejores intenciones, si nadie te escucha? Ustedes celebraron mi nacimiento con fiestas y verbenas, pero a los dos días, se olvidaron de mi y se fueron a las andadas.

– Bueno, no sé en su caso, la verdad, pero dudo que su sucesor, el año 2026, venga con buenas intenciones. ¡Lo han publicitado con cara de pocos amigos y dispuesto a comerse el mundo!

– Bah, esto es porque son víctimas de la propaganda y se lo creen todo. El pobrecito 2026 nace como un angelito, más bueno que el pan de cada día. Solo que aparte del minuto uno, ya nadie le hará caso en nada.

– Me deja patitieso. No sabía que ustedes nacían con buenas intenciones. ¡Con la década que llevamos…!

– El problema no es el nuevo año que nace, sino que nadie, por mucho que al nacer hablemos y alcemos la voz, nadie se molestará en escuchar.

– Escuchar al tiempo… No sabía que ustedes, sus representantes en la Tierra, tuvieran tantas ganas de hablar.

Calendura y Calendureta, campaneros autómatas de Elche encargados de tocar las horas en el campanario del reloj del Ayuntamiento situado en la Torre de la Vetlla o Centinela de la antigua muralla medieval, lo cual consiguen golpeando las campanas con sendas mazas. El más grande, Miquel Calendura, golpea en las horas punta y el otro, Vicent Calendureta, los cuartos. Foto y texto de Wikipedia

– Ah, el tiempo, le soltaré un secreto: el Tiempo, mi dueño y señor, solo habla cuando nace. El resto del tiempo, cumple con su función de tiempo: pasar, arrasar, cortar. Y otro secreto: solo habla de tú a tú, cara a cara, uno a uno, pues lo que más odia es la manada. Dicho eso, señor mío, vaya usted a su fiesta de fin de año y tápese los oídos como todos hacen a esa hora.

– Disculpe, pero todo lo que me dice, ¿no suena a resentimiento, ahora que se le acaba el tiempo…?

Llenó su copa de aguardiente y se olvidó de mí. Sonó la primera campanada y se esfumó convertido en nada.

Pasmado y asustado, salí a la calle, a ver si escuchaba algo del nuevo año que nacía.