(Imagen de ‘Sómion’, de la cía. El que ma queda de teatre. Foto Ura Iturralde)
Se inició el sábado 22 de noviembre la 43a edición del Festival Titirijai que organiza el TOPIC – Centro Internacional del Títere de Tolosa. Y lo hizo con dos espectáculos de dos grandes compañías: la vasca y ya veterana Taun Taun Teatro, de Euskadi, con Tinglau Txikia, un pequeño teatro nacido del azar y la curiosidad, como reza el programa, una obra basada en el arte de los objetos encontrados convertidos en títeres por los mismos espectadores; y la compañía de Bélgica Ma Tache con O Quel Dommage. Por cierto, una formación, Ma Tache dedicada al teatro de sombras y formada por dos españolas, una de Madrid y otra de A Coruña, compañía aún poco conocida en España pero que por la calidad de sus espectáculos es de esperar que no tarde en darse a conocer profusamente por nuestra geografía.
También estuvo el domingo 23 de noviembre Alma, uno de los grandes títulos de esta reconocida compañía catalana de danza y teatro visual, Labú Teatre, que dirige Anna Ros, intérprete solista de una enorme categoría (ver aquí ).
Este cronista no pudo ver estos espectáculos, pues llegué a Tolosa el lunes por la tarde, pero si hablaremos en esta primera crónica de: Apnea, de la cía. Le Poisson Soluble, de Francia; Sómion, de la cía. El que ma queda de teatre, de Cataluña; y La Forma de las Sombras, de la cía. Tangram Kollektive, de Francia-Alemania.
Apnea, de Le Poisson Soluble
De Franca llegó este redondo espectáculo de la cía. Le Poisson Soluble, de la región de Arriège, al sur de Toulouse. Una obra que creció y se redondeó en el centro Odradek, que dirige la compañía Pupella-Noguès de Toulouse, unos titiriteros bien conocidos en España y particularmente en Tolosa, donde han acudido para actuar, para impartir un curso de dramaturgia en 2023, en el que tuve la suerte de participar, y para traer a sus estudiantes, pues Odradek es también, además de centro de Compagnonage (de acompañamiento de compañías y procesos creativos) una escuela con estudios de larga duración.

Foto Ura Iturralde
Apnea, como su título indica, es una obra que trata del sueño y de las pesadillas que pueden llegar a provocar los ruidos y la respiración agitada, por decirlo con palabras suaves, de quien tienes al lado en la misma cama. Una pesadilla para muchos, o al menos para los dos personajes de esta comedia onírica, una pareja que sueña en paralelo sus respectivas pesadillas, aunque también sus dulces sueños en ocasiones.
Lo hacen los de Arriège con un lenguaje sencillo, pero a la vez complejo, en el que las caras de los protagonistas se solapan en las revistas que ambos leen antes de dormir. Siempre es un placer representar y poder ver los sueños de alguien, aunque son tantas las posibilidades imaginarias que nacen en estas horas de desconexión consciente, que ocurre aquí como con la física cuántica: necesitas a un ‘observador’ para concretar un sueño, reducción drástica de sus infinitas variantes. Una reducción-concreción que se logra con los títeres, pues mientras los soñantes se dedican a su quehacer, dormir y soñar, los titiriteros que hay detrás, tras pescar al vuelo el contenido de uno de los sueños, nos lo representan con el lenguaje que les es propio. De modo que la cama se convierte en un teatrillo de títeres que, por razón de la temática tratada, se estira y deforma lo que haga falta.
Sin palabas, solo con las imágenes del sueño y de los durmientes, Apnea nos traslada con mucho humor a los mares oníricos, a sus islas, y a sus habitantes mágicos. Sin duda el humor es una de las claves de la obra, con sorpresas al público, que este agradece con sus carcajadas.

Foto Ura Iturralde
Basada en un texto de Jean Cagnard y dirigida por Laure Boutaud, Apnea está interpretada por Catherine Brocard y Yoann Rousseau, quienes conforman partes del cuerpo de los durmientes, piernas, brazos y manos, con muchas sorpresas que los dos titiriteros-actores desvelan con un gran dominio del cuerpo y del manejo de los títeres.
El público aplaudió con muchas ganas el excelente trabajo de Le Poisson Soluble.
Sómion, de El que ma queda de Teatre.
Aunque el título nos refiere a los sueños, la obra de la compañía catalana de Santa Coloma de Gramenet toma un sentido diferente de la palabra lejos de su relación con el dormir: ‘el sueño de lo que te gustaría ser o hacer cuando seas mayor’. Una pregunta dirigida lógicamente a los niños, pues los adultos se supone que ya han alcanzado sus sueños de infancia. Pero como sabemos bien que eso no es así, el título también está dirigido a aquellos adultos que, a pesar de sus edades avanzadas, siguen soñando con ser algo diferente a lo que son. Lo imposible e inalcanzable, por regla general. Y quizá por eso, los de Santa Coloma han optado por tratar con sueños -profesiones, oficios, puestos de trabajo, ambiciones- imposibles, pues los ‘posibles’, o no atraen a los pequeños, o no son soñables en exceso o ya están demasiado usados y amortizados por los mayores.

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Fuere como fuere, la opción de ‘El que me queda de teatre’, y aquí radica su éxito y el acierto de su propuesta, es la de las profesiones imposibles que derivan de una pulsión de fantasía poética. ¿Acaso no es pura poesía soñar en ser ‘el que pone las calles de madrugada’, antes de que los habitantes despierten, o ejercer el oficio de quién maneja y dispara los despertadores?, por solo citar dos casos y no desvelar más sorpresas de la obra.
Sómion está interpretado por Juan Fernández, quien también firma la dramaturgia, y Juanjo Marín, responsable de la música del espectáculo y ejecutor en directo de la misma. Un equipo amplio de artistas de Santa Coloma que se han prodigado tanto en espectáculos de teatro como de calle, siendo este título el primero realizado con títeres, construidos en este caso por Eulàlia Aragay a partir de los diseños de Biel Frenández.
Un primer trabajo titiritero creado con mucha gracia y una gran delicadeza poética. A su vez, plantea una temática que es de rabiosa actualidad, en una época como la actual, en la que tantas profesiones van a desaparecer, como nos indican los gurúes de la IA. Lo que significa que será necesaria mucha imaginación para inventar nuevas profesiones al gusto de cada uno. Que sea el aliento poético el empuje de tales innovaciones es fundamental para no caer en las garras de una tecnología que intenta matar lo humano.

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Los niños que llenaron el inmenso teatro Leidor de Tolosa disfrutaron de lo lindo, entregados a la fantasía de esos personajes imposibles y por eso mismo muy atractivos. Una obra tan oportuna como bien realizada. Recibieron muchos aplausos.
La Forma de las Sombras, de Tangram Kollektive
Jugar con las sombras, eso es lo que nos propone la compañía Tangram Kollektive, un colectivo de Alemania y Francia centrado en el teatro de títeres, nacido de los estudios de marionetas y teatro de objetos de la escuela HMDK de Stuttgart. Formada por Sarah Chaudon, Clara Palau y Herrero, y Tobias Tönjes, trabaja especialmente para públicos jóvenes. Un ejemplo de su trabajo es Schattenwerfer, La Forma de las Sombras,

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Creado e interpretado por Sarah Chaudon y Clara Palau y Herrero, con dramaturgia de Tobias Tönjes y música de Sarah Chaudon, la obra nos planta la siguiente pregunta: ¿qué ocurre cuando las sombras cobran vida propia de repente? Responde Tangram Kollektive: ‘Una cosa es segura: ¡se desata el caos! Se multiplican a voluntad, desafían las leyes de la física y hacen de la luz su juguete. Tras pasar demasiado tiempo en un segundo plano, ¡las sombras se encuentran ahora en el centro de atención! Pero ¿cómo es posible? Es casi como si se abriera la puerta a otro mundo.’
Un caos muy controlado es el que producen las dos magníficas intérpretes de Tangram Kollektive, para hablarnos de cómo el teatro de sombras es capaz de crear semejantes efectos de trampantojo, que nos dicen que no todo lo que vemos es lo real, sino que la realidad no es más que una combinación de lo posible con lo imposible. Allí donde hay uno puede haber dos o incluso tres. O cuando la pantalla de sombras se convierte en un espejo en el que nuestro reflejo es capaz de hacer lo que le da la gana, acercándonos a este imposible maravilloso del espejo de Alicia, que puede cruzarse en una dirección u otra, mediante una simetría de doble cara, ambas autónomas. O cuando la sombra decide escapar del interior del espejo e invade el espacio privativo de nuestra realidad.
Sombras y luces, pues en otros momentos son los puntos de luz los que varían y conforman burbujas en ambos lados del espejo-pantalla, que crecen o se hacen diminutas, y que no dudan en tragarte para luego meterse dentro de la sombra de quién se está mirando en ese espejo mágico de las sombras. Las oposiciones dentro/fuera, cerca/lejos, tu y yo, blanco y negro, estar y no estar, aquí juegan a convertirse en paradojas vivas y cambiantes.

Foto Ura Iturralde
Las sombras, como reza el título, son formas de dos dimensiones pero que al jugar a la simetría elástica de las pantallas-espejos, oscilan en triples y cuádruples dimensiones, pues a través del trampantojo, se introducen en los espacios subjetivos de la imaginación, donde nada nos priva percibir las realidades según el más libre de los antojos.
De todo eso habla este espectáculo tan magníficamente interpretado por Sarah Chaudon y Clara Palau y Herrero, con la asistencia técnica de Tobias Tönjes, encandilando a los espectadores, atónitos y maravillados por lo que va pasando ante sus ojos. Al acabar, ambas actrices se acercaron al público, para mostar la sencillez de cómo habían efectuado sus trucos y efectos, dejando entender que la mayor parte de la obra había sucedido en nuestra imaginación. ¡Admirable al cien por cien!