(Marissa Nolla y Carmen Marín en ‘Pájaros en la cabeza’. Foto compañía

Se ha representado este fin de semana pasado, los días 10 y 11 de mayo, en el Teatro de la Estación de Zaragoza, la obra Pájaros en la cabeza, escrita y dirigida por Rafael Campos Lozano e interpretada por Carmen Marín y Marissa Nolla, con producción de Esteban Villarrocha.

Una obra singular, de teatro dentro del teatro, pues en ella somos testigos de una divertida y a la vez dramática situación, de dos actrices encerradas en un escenario teatral, sin poder salir del mismo, y donde las dos mujeres dirimen sus pleitos y diferencias ante unos espectadores que no existen, pues supuestamente la platea está vacía, una manera de implicarlos en la trama desde la elipsis.

Foto compañía

Dos mujeres que encarnan unas interesantes oposiciones: la actriz de éxito frente a quien ha vivido siempre a su sombra, como asistente, cuidadora o secretaria. El otro antagonismo entre ellas tiene que ver con la memoria: una la tiene de elefante, pues se acuerda de todos los pasajes que han desfilado un día u otro por su mente, y la obra vive constantes lagunas que le impiden acabar los queridos textos de los grandes autores. Lo malo es que la desmemoriada es la actriz de éxito, mientras que su ayudante le tiene que recordar cada frase olvidada. ¿Y qué mayor drama puede vivir una actriz o un actor que perder la memoria, lo que la incapacita para subir en los escenarios y representar sus papeles?

Oposiciones que son motivo de profundos rencores, que a su vez se ven contrapesados por declaradas muestras de amistad e incluso de amor entre ellas, mostrando como las emociones viven sometidas al vaivén de sus antojos, unas veces en una dirección, y otras en la contraria.

La memoria es el otro gran tema de la obra, esos lapsos y olvidos que aquejan a tantas personas a partir de una determinada edad, y que las sumergen en profundas depresiones. Lo bueno de este caso es que cuando los ‘pájaros’ sustituyen a las palabras, el teatro también funciona, como las dos actrices demuestran con su presencia y sus contratiempos. Una memoria que tiene que ver con el tiempo, ¿pues acaso no es la memoria esta necesidad y casi se diría esa ‘prisa’ que tenemos los humanos por rescatar un tiempo que se nos ha perdido, que no queremos dejar atrás? La memoria, pues, como un recurso para hablar del tiempo sin mencionarlo. Los clásicos, tan citados en la obra, ¿no son tiempos lejanos y brillantes encapsulados en este tiempo sin tiempo que es el teatro?

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Una situación de partida, la planteada por Rafael Campos Lozano, que exige unas actrices de poderoso carácter, pero asimismo capaces de verse subyugadas por esta constante oscilación de las emociones, creando personalidades de una compleja ambigüedad, que siempre suele ser lo más difícil de encarnar en un escenario.

La obra tiene un final que da una vuelta de campana a la trama, un giro que no desvelaremos pues constituye una sorpresa que el espectador no debe conocer de antemano. Lo que si podemos decir es cómo el autor ha recurrido a esta argucia tan usada por los títeres por definición, la del desdoblamiento de los personajes, en el sentido de que ambas actrices, al enfrentarse, se miran constantemente en el espejo que es la otra, un efecto que va evolucionando hasta la traca final.

El empleado aquí es un espejo ambiguo, que refleja lo que somos pero que nos refleja también por lo que es la otra persona a la que miramos. Eso crea una complejidad de intercambios y similitudes que no hace más que acentuar la ambigüedad antes señalada.

No cabe duda de que escribir una obra como la que nos atañe requiere de un enorme conocimiento del oficio teatral, de alguien que ha conocido sus tripas y entresijos en profundidad, y capaz de ver las cosas desde dentro y desde fuera. La trayectoria de Rafael Campos Lozano encaja de lleno en este perfil, un histórico del teatro aragonés que ha conocido todas las entretelas del asunto, desde la dirección, la producción, la programación, la actuación, o la misma creación y dirección de espacios teatrales. También las dos actrices Carmen Marín y Marissa Nolla son puntales del teatro de Aragón, ambas con una larga experiencia como intérpretes y como profesoras de teatro en diferentes centros.

Una obra magníficamente resuelta con una brillante interpretación de las dos actrices, una profunda e interesante reflexión sobre el teatro como una de las disciplinas que mejor sabe tratar los ‘asuntos del Tiempo’, que esperamos pueda verse con prodigalidad en los distintos escenarios del país.