(Azucena Roda y Pablo Girón en escena)

Ha sido posible ver esta semana, en funciones para escolares y luego en las sesiones para todos los públicos de sábado y domingo del Tantarantana Teatre de Barcelona, el espectáculo de la compañía Teatro Arbolé, de Zaragoza, Leocadia y los ratones, una creación colectiva del equipo del Teatro Arbolé, con idea y texto inicial de Esteban Villarrocha, e interpretación de los dos actores titiriteros Azucena Roda y Pablo Girón.

Una obra que incide en una de las temáticas que más gusta tanto a quien escribió el texto original, Esteban Villarrocha, como al mismo Teatro Arbolé: los libros. En efecto, los de Arbolé no sólo se han dedicado a crear espectáculos, a actuar, a organizar giras y campañas, a abrir un teatro, a gestionarlo y a programarlo, hoy situado en un magnífico edificio nuevo del Parque de las Aguas de Zaragoza, sino que también tuvo a bien crear una editorial para encargar, editar y publicar textos la mayoría alrededor del mundo de los títeres y del teatro para la infancia.

Tampoco es la primera obra de Arbolé que trata el universo literario y el de las bibliotecas. Recuerdo el espectáculo Veo Leo que vi en el festival de Abizanda País de Moñacos, en julio de 2018 (ver aquí), con un argumento centrado en el mundo de los libros e igualmente interpretado por Azucena Roda, en solitario en aquella ocasión.

La obra presentada en el Tantarantana Teatre persigue un objetivo claro: despertar el interés, la ilusión y, sobre todo, la curiosidad de los niños, hacia este ser raro que llena las bibliotecas y que, por lo visto, y según se insiste en advertir por doquier, deja de interesar a los cachorros humanos en cuanto estos alcanzan las edades propias del leer. Me imagino que el acoso que el libro sufre hoy por la competencia de las pantallas de todo tipo que llenan los universos caseros de los niños, debe ser terrible y seguramente invencible. ¿Cómo luchar contra la magia de lo digital, fabricado para satisfacer los deseos más profundos del consumidor y engancharlo a una dependencia que se prevé sea de por vida?

Héroes como Esteban Villarrocha, el ilustrado gerente y hombre de letras de Arbolé, más sus cómplices teatreros de la compañía, comandados por Iñaki Juárez y Pablo Girón, son los esforzados batalladores que lidian con el problema a través de inspiradas estrategias de resistencia.

De eso va Leocadia y los ratones, magníficamente interpretada por Azucena Roda y Pablo Girón, encargados de dar vida a una biblioteca imaginaria, casi la podríamos llamar onírica, habitada por una hermosa bibliotecaria, Leocadia, agraciada y simpática actriz inclinada a lo musical, y dos ratones campechanos llamados Pérez y Pereza, bien atrapados por el deseo de hacerse con los contenidos de los libros, tanto en lo físico -el papel que gustan roer- como en lo anímico -los cuentos por los que se mueren de leer-. Una biblioteca que de vez en cuando recibe la visita de una niña que, ¡ay!, sucumbe a la curiosidad de querer conocer los libros prohibidos…

Muy bien urdido está el juego de animación de los muñecos entre los dos titiriteros, que van alternando y cambiándose los títeres y las voces, sin que sufra la verosimilitud titiritera del conjunto.


La gracia del montaje es que busca desvelar las dimensiones ocultas que se encuentran en los libros, verdaderas cajas de las sorpresas capaces de despertar todo tipo de ensueños, fabulaciones y proclividades a través de esta herramienta que tenemos los humanos, la Imaginación. Una herramienta que cabría considerarla como un órgano al que hay que cultivar, adiestrar y fortalecer, siempre que se haga bajo el estandarte que le es consustancial: la Libertad. Precisamente, algo de lo que carecen los gadgets de las pantallas, que nos ofrecen muchos posibles pero todos ellos programados, con opciones pensadas por otros.

Un espectáculo sobre la libertad, la lectura, el libro, y los posibles de la imaginación que siempre nos ofrece el rito en presente del teatro, una navegación libre en la percepción del tiempo. El público así lo supo apreciar, con sentidos aplausos y ganas después de acercarse al escenario para tocar y saber más sobre los personajes y los actores.