(Anxo García con Peito de Lobo. Foto Manuel Silva)
¿Es posible dedicar una semana a los títeres en pleno agosto, desafiando la furia calórica del verano? Sí lo es siempre y cuando se haga en Rianxo, población situada en la Ría de Arosa, en el extremo noroeste peninsular, bien regado por los frescos aires del Atlántico, con el regalo de algunas suaves lluvias, y temperaturas que por la mañana y la noche requieren chaqueta y pantalón largo. Para los que veníamos de las infernales calderas mediterráneas o del centro y sur del país, llegar a Rianxo fue un verdadero alivio, y poder respirar por fin aires sanos y frescos.
Bóveda arbórea del Campo de Arriba. Foto Manuel Silva
Viene a cuento este introito para entender que buena parte de las representaciones del Titiriberia se puedan hacer al aire libre, en la alameda protegida por los árboles del Campo de Arriba, en la Playa de Tanxil, y en parques y lugares protegidos de las llamadas Parroquias que diseminan la población alrededor de Rianxo. Solo los espectáculos escénicamente más complejos se presentan en el Teatro Auditorio, un lugar muy bien equipado para el teatro y la música.
Hablaremos en esta crónica de los siguientes espectáculos: A filha do Cacharulo, de Babaluva (Galicia); De Vilatriste a Vilalegre, de Teatro O Cubo (Galicia); de Peito de Lobo, de Seisdedos-Viravolta (Galicia); y del Dom Roberto de Marionetas Rui Sousa (Portugal).
A filha do Cacharulo, de Babaluva Teatro
Mirari Urruzola es el artífice de esta compañía gallega con una larga experiencia en trabajar para los públicos populares en ferias y fiestas de los pueblos, pues basan sus producciones en desarrollar un lenguaje donde la música, el teatro de calle y las marionetas de mesa se intercalan con feliz combinación.
Mirari Urruzola en plena actuación. Foto Manuel Silva
Con texto y dirección de Ignacio Villariño, A filha do Cacharulo cuenta tres historias que tienen que ver con el mar y con las pescaderías de los mercados, no por algo la misma escenografía de la obra consiste en una parada de pescadería, en cuyas instalaciónes se desarrolla la acción de los títeres.
Merran Laginestra en el teclado. Foto Manuel Silva
Cuenta también la puesta en escena con la aportación de la pianista y cantante Merran Laginestra, que dirige y organiza la parte musical con música en directo, a través de un teclado y de su propia voz de soprano, un aspecto musical con una gran presencia -muchas de las secuencias son canciones que los títeres y las dos intérpretes entonan-. Destaca la calidad de la voz de Merran Laginestra, con una modulación en los agudos que nos traslada a un canto de otras épocas, lo que ayuda a trasladar el espectáculo a exóticas y lejanas zonas mítico-poéticas.
En el Campo de Arriba, frente al Ayuntamiento. Foto Manuel Silva
Tres historias sencillas pero muy bien urdidas, con personajes la mayoría salidos del mar: Quen moito quere todo perde, la fábula de A raposa e o caranguexo (la raposa y el cangrejo), y el cuento O peixe luminoso, de Italo Calvino. La compañía no esconde sus objetivos: denunciar los excesos del desarrollismo occidental y la economía convencional capitalista, que ponen en peligro los fundamentos de la vida en nuestro planeta. Conseguir pues un mundo más justo, equitativo y sostenible. Pretensiones no solo legítimas sino indispensables para mantener habitable nuestro mundo, concienciando a los más pequeños y a las familias para que los mensajes se vayan filtrando en sus cerebros y corazones desde la fiesta, la música y la poesía.
Foto Manuel Silva
El público, entregado, agradeció los nobles propósitos y la cuidada puesta en escena de los tres cuentos.
De Vilatriste a Vilalegre, de Teatro O Cubo
Pudimos ver en la Playa de Tanxil, con un escenario que iba incorporado a la parte trasera de un camión, la obra De Vilatriste a Vilalegre, una coproducción que el Centro Dramático Gallego ha realizado con la compañía O Cubo para celebrar el 40 aniversario de la institución. Con dramaturgia de Roi Vidal Ponte y dirección de Sofía Espiñeira López y Roberto Casal Mouriño, la producción ha sido pensada para itinerar por muchas localidades de Galicia, con un sólido y ágil elenco de dos únicos actores: Uxía Algarra Cajide y Roberto Casal Mouriño.
Uxía Algarra Cajide y Roberto Casal Mouriño en plena actuación. Foto Manuel Silva
He dicho sólido, pero me he quedado corto, pues el trabajo que realizan ambos cómicos es realmente extraordinario, encarnando un buen número de personajes con la ayuda de unos títeres de tipo bocón, que entran y salen de los múltiples retablos de la escenografía en una lograda conjunción entre máscara y marioneta. Un trabajo que requiere mucha entrega física y un dominio completo de los múltiples lenguajes utilizados.
Foto Manuel Silva
La historia es sencilla, aunque rocambolesca, sobre la temática del rechazo a lo diferente, que aquí encarnan cuatro hippys llegados de no se sabe dónde, provistos de mala fama y rechazados por la población. Pero lo que al principio podría haber derivado hacia una típica obra de mensaje y de buenos y malos, en la que los hippys son los buenos, evoluciona rápidamente en una obra más propia de la Comedia del Arte que del teatro de tesis, un divertimento lleno de agilidad, humor y frescura, que tiene las obligatorias resonancias de la actualidad, pero que va más allá al desarrollar con mucha guasa las gracias y miserias de cada personaje. Y lo hacen los dos actores con una mezcolanza de teatro gestual, máscara, títeres y ágiles recursos plásticos y sonoros que consiguen enganchar al público y llevarlo al terreno de la fiesta y del jolgorio más sano y jocoso.
Foto Manuel Silva
Los espectadores, satisfechos con la propuesta de O Cubo, premiaron a los dos actores con sentidos aplausos.
En la playa de Tanxil. Foto Manuel Silva
Peito de Lobo, de Seisdedos-Viravolta
Vimos en el Campo de Arriba, en una de las representaciones que de algún modo completaban los Juegos na Feira Vella propuestos para este espacio, una preciosa producción de Anxo García, de la compañía Seisdedos, de Viravolta, titulada Peito de Lobo.
Anxo García frente a su kalimbornio. Foto Manuel Silva
Un título que en realidad se puede dividir en dos, pues la primera parte era más el desvelamiento del ‘savoir faire’ secreto del titiritero Anxo García, siendo la segunda parte la introducción de un personaje nuevo que Seisdedos propone para la ciudad de Rianxo, buscando su identificación con un personaje popular del sitio que existió realmente, Peito de Lobo.
En el poético prolegómeno que Seisdedos nos ofreció en primera instancia, que bien se podría titular Saíndo de detrás do Kalimbornio, o bien, O titiriteiro sen sombreiro, utilizando palabras del mismo Anxo García, se nos muestra parte de su mundo secreto, representado por un kalimbornio pescado en un anticuario, es decir, un mueble destartalado, entre cómoda y cachivache de taller, donde se guardan desde herramientas hasta muñecos, piezas sueltas, objetos encontrados que se guardan por el ‘si acaso’, cacharros variopintos, y mil trastos sin función clara alguna.
Foto Manuel Silva
Cada uno de estos chismes tiene su sitio en el kalimbornio y un significado especial para el titiritero, apuntándose a este quehacer poético del objeto encontrado, por el cual lo que importa no es su uso convencional sino lo que el objeto sugiere a la mirada oblicua del artista. Para Seisdedos, es su particular ‘máquina de contar historias’, siempre cargada de sorpresas, y que llegan a sorprender al mismo titiritero.
El baile del esqueleto ‘à la planchette’. Foto Manuel Silva
Desde el séptimo hueso del rabo de un dragón que no sirve para nada pero mola un montón, hasta el reloj que va siempre varias horas por delante de la hora oficial y casi nunca nadie llega a tiempo… Juguetes, figuras de soldados romanos de los que usan los niños para jugar, santos, piedras curiosas, un Don Quijote pisapapeles, unas formas de zapatero remendón, llaves viejas que lo abren todo, cajitas de música, espejos rotos…
Los dos guardias. Foto Manuel Silva
Para pasar del kalimbornio a los títeres y a Peito de Lobo, Seisdedos recurre a un par de guardias, un sargento y un número, que le piden los permisos de actuación, que él no tiene, por supuesto, hasta que los convence que estar siempre erguidos es muy pesado, y que mejor quitarles la vara que los sujeta desde arriba y ponerlos en un artilugio de los que hacen bailar a dos muñecos, lo que pone muy felices a los guardias, que finalmente se quedan entre el público para ver la función.
El baile de los guardias. Foto Manuel Silva
Y nace finalmente nuestro héroe, Peito de Lobo, surgido de un huevo. Origen mítico propio de los polichinelas, como Pulcinella dio por sentado desde Nápoles. En efecto, en uno de los estantes del kalimbornio, aparece un huevo, bajo el cual se esconde Peito de Lobo.
Aparece el huevo. Foto Manuel Silva
Y empieza entonces la primera aventura del personaje, cuando se enfrenta con un urco, un monstruo salido del mar, que vemos bajo forma de un simpático dragón, con el que se desarrollan las escenas de persecución y de ‘aquí te pillo’ típicamente titiriteras.
El Urco. Foto Manuel Silva
La idea de Anxo es la de crear un nuevo polichinela pero asociado a un lugar, Rianxo en este caso, con un personaje que existió de verdad y que Castelão inmortalizó bajo la figura de un cabezudo que lo representaba -era muy feo y se había convertido en alguien muy popular entre los rianxeiros-.
Peiro de Lobo con su cachiporra. Foto Manuel Silva
Una historia entre triste y alegre, pues mientras al principio el verdadero Peito de Lobo se enfureció por lo que entendía era una burla de Castelão, al final le cogió inmenso cariño, haciéndose muy amigo del escritor-caricaturista y político. Cuando el cura retiró el cabezudo por demasiado viejo y roto, Peito de Lobo, el de verdad, cayó en una irreparable depresión. Castelão escribió un relato sobre el personaje en 1918, en el libro Retrincos publicado en 1934 (ver aquí).
Una propuesta que ha nacido en este Titiriberia 2024 con muy buen pie y que esperamos entre a formar parte del imaginario colectivo de Rianxo.
Dom Roberto, de Rui Sousa
De la vecina Porto (Portugal) llegó el maestro titiritero Rui Sousa, experto en el Dom Roberto así como en las marionetas de hilo, de las que es reconocido practicante. De ahí que su compañía lleve el nombre de Marionetas da Feira.
Vicente Sousa, hijo de Rui Sousa, arregla las marionetas antes de la función. Foto Marcelino de Santiago ‘Kukas’
Actuó en uno de los espacios más bonitos de los que se encuentran fuera del centro urbano, concretamente en el Campo de Souto-Isorna, parroquia de Rianxo, un pequeño parque o jardín rodeado de casas rústicas y viejos hórreos de piedra y madera.
Rui Sousa aprendió con José Gil y tomó la alternativa como reoberteiro en el año 2010. Sus títeres se caracterizan por los rasgos acentuados de sus caras, buscando que se diferencien bien entre ellos, y, a modo de singularidad, tiene como personaje al único torero negro de la historia de los toros portugueses, llamado Chibanga, con el que hace la típica Tourada portuguesa.
‘La Historia del Castillo Encantado’, del Dom Roberto. De Rui Sousa. Foto Marcelino de Santiago ‘Kukas’
Rui Sosa demostró tener un excelente dominio de la técnica así como una gran claridad conceptual en su trabajo, clave para conectar bien con el público.
Junto con su hijo Vicente, mostró también algunos de sus números de marionetas de hilo. Buen constructor y manipulador, Rui Sousa es de los pocos titiriteros que sabe combinar técnicas tan diferentes como es el hilo y el guante.
El Dom Roberto de Rui Sousas en el Campo de Souto-Isorna. Foto Manuel Silva
Su estilo, empático y popular, casa muy bien con el nombre de la compañía. Sus marionetas, coloridas y llenas de vida, ofrecieron al público clásicos trucos con mucho oficio y buena voz.
Rui Sousa y su hijo Vicente muestran los títeres después de la función. Foto Manuel Silva
Situada la representación en el marco incomparable del Campo de Souto-Isorna, el público aplaudió maravillado por el virtuosismo titiritero y el carácter versátil de su arte.