Gracias a la excelente programación de teatro familiar que ofrece el Tantarantana, el domingo pasado tuve la oportunidad de ver Jocs de cadires (Juego de Sillas), un espectáculo de la compañía Cal Teatre que combina la actuación con la animación de títeres y objetos. 

La puesta en escena a cargo de Dora Cantero denota una investigación en torno a la expresividad de los materiales elegidos. La versatilidad de los objetos y el juego con el espacio son la clave para representar diferentes ambientes en un mismo escenario. Las acciones precisas combinadas con una música adecuada nos invitan a seguir a los personajes por sus pequeñas aventuras cotidianas. Todos los recursos escénicos están orquestados de manera que podemos disfrutar de una narración visual en la que cada elemento potencia lo que se quiere contar. Los diálogos son escasos y la dramaturgia se sostiene en la poética de los elementos.

La escenografía y el vestuario enmarcan a dos simpáticos ebanistas (Jordi Font y Carlos Gallardo) cuyo laborioso trabajo, de constructores de sillas, se muestra a través de movimientos coreográficos. 

De repente, algo sucede: el juego emerge de esos movimientos y las sillas cobran vida. Los materiales comienzan a expresarse en escena: aparecen cabezas de espuma, piezas de ropa  y, por último, los mismos actores intervienen para animar a los miembros de la familia. Una familia donde cada uno tiene su carácter según la silla que le ha tocado vestir.

La estética sobria y armónica nos permite concentrarnos en el juego propuesto y seguirlo.  Conocemos a cada uno de los miembros de la familia: su ritmo, sus gustos, sus conflictos, sus vínculos. Y poco a poco nos vamos adentrando en el tema de la obra: el lugar que ocupamos en nuestro sistema familiar.

A veces, un sencillo deseo puede trastocar esas estructuras familiares o sociales donde nos movemos. Esas zonas de confort de las que nos cuesta salir. En Juego de Sillas el personaje del abuelo, muy bien interpretado por Jordi Font, toma la iniciativa para cambiar de lugar, motivando a los demás personajes a moverse de su sitio y cambiar el orden de las cosas. Los cambios devienen en experiencias positivas, pues aparece la empatía, la autoestima, el crecimiento y los logros como metáforas bien llevadas de quien arriesga por una transformación.

Un personaje sublime en la obra es la hija, quién representa al público infantil y a su vez, la creatividad. Su transformación en escena nos invita a reflexionar sobre la necesidad de aceptar los cambios para acompañar a los niños y niñas hacia un crecimiento sano y alegre. Los padres, por su parte, también se ven reflejados en una pareja que aprende a relacionarse y a quererse desde la diferencia y el respeto. No podría faltar una mascota, divertida y juguetona que consigue cautivar a los más pequeños.

Sin duda, los mensajes que cada espectador consigue pescar al ver este espectáculo son diversos, la cuestión es no quedar indiferente ante una propuesta que, como el mismo tema que propone, arriesga y busca cambios.

Uno de los valores que tiene la obra es la integración de distintos recursos escénicos para abordar un tema complejo. De esta forma consigue expresar visualmente lo que en la palabra quedaría diluido.

Los titiriteros-actores conocen bien la familia que nos muestran y, sin que falte el humor, acompañan a estos personajes por sus transformaciones hasta el final de la obra. Allí volvemos al principio: son solo sillas o esa gran alegoría del lugar que ocupamos en nuestro pequeño mundo.

Al ver Juego de Sillas, podemos estar contentos de saber que el Teatro de Títeres y Objetos sigue teniendo grandes aliados en la construcción de puestas en escena ricas en recursos, exponentes de un teatro reflexivo y de calidad para toda la familia.

Ficha Artística:

Dirección y Dramaturgia
Dora Cantero
Interpretación y Manipulación
Carlos Gallardo i Jordi Font
Diseño escenográfico
Carlos Gallardo
Construcción de Títeres
Sergio Escalona i Carlos Gallardo
Diseño de Iluminación
Mario Andrés
Música Original
“L´home del Principi”
Asesoramiento de Vestuario
Paulette San Martin
Fotografía
Judith Rodríguez